lunes, 30 de marzo de 2015

"En NuestraAmerica Se Acabo La Opción Por Los Ricos, el Neoliberalismo" De FRANCISCO ALVERO CANTA


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“Que reverdezca en Nuestra America la flor de la liberación

La Opción por los ricos se acabó O era una ilusión!!!


En Nuestra tierra, floreció
una hermosa y roja for
bolivariana luz de amor
roja, roja como el sol
bolivariana luz de amor
socialista floreció!

luz de amor y cancion
Pentagrama de revolucion
 socialista como el sol
Rojita como mi corazon


Rojita como el sol
Asi es mi revolucion! como mi corazon
Luz de amor y de cancion
de poemas y de flor!

En nuestraAmerica ya se acabó
La vieja escuela de colonización

En nuestra tierra nació
una revolución
De justicia y de amor
Que todo lo cambió 
Oh oh oh, oh oh oh, oh oh oh, oh oh oh

de pie y de cara al sol

una nueva opción nació
de amor y revolucion
por nuestra liberaicon
por los pobres cara al sol!

Opción por los pobres y la liberación
la vieja opcion por los ricos!!!

En nuestra patria ya se acabo
esa antinomia que tanto daño causó!!

y en la Argentina desde Perón
demostramos que había otra opcion!!!
poder popular eso quiero yo
unidad para avanza
en la liberacion!!!


Nuestra América se liberó
de aquel yugo colonizador
y en el tercer milenio de amor
socialista brillo como el sol


Y por eso digo con amor
Nuestro comandante no murio!!!
Hugo Chavez del sol
nos alumbras y nos das calor

como eterno mensaje
eterno coraje e inspiracion
por mas revolucion
pide el pueblo en un acto de amor


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LA OPCIÓN POR LOS RICOS


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Reportaje de Cristina Castello a Monseñor Plaza en 1984  |  
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Instituciones y publicaciones, por Francisco Mignone  |  Prensa católica y dictadura militar: La revista Criterio frente al golpe de Estado de 1976
Non Sanctos - Entrevista a Horacio Verbitsky por la publicación de En Vigilia de Armas, tercer tomo de la historia política de la Iglesia Católica Argentina
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LECTURA RECOMENDADA
Emilio Mignone - Iglesia y dictadura

Las jerarquías clericales

Entre los hombres fríos de mi tiempo señalo a las jerarquías clericales cuya inmensa mayoría padece de una inconcebible indiferencia frente a la realidad sufriente de los pueblos. Declaro con absoluta sinceridad que me duelen como un desengaño estas palabras de mi dura verdad. Yo no he visto sino por excepción entre los altos dignatarios del clero generosidad y amor... como se merecía de ellos la doctrina de Cristo que inspiró la doctrina de Perón. En ellos simplemente he visto mezquinos y egoístas intereses y una sórdida ambición de privilegio. Yo los acuso desde mi indignidad, no para el mal sino para el bien. No les reprocho haberlo combatido sordamente a Perón desde sus conciliábulos con la oligarquía. No les reprocho haber sido ingratos con Perón, que les dio de su corazón cristiano lo mejor de su buena voluntad y de su fe. Les reprocho haber abandonado a los pobres, a los humildes, a los descamisados, a los enfermos, y haber preferido en cambio la gloria y los honores de la oligarquía. Les reprocho haber traicionado a Cristo que tuvo misericordia de las turbas. Les reprocho olvidarse del pueblo y haber hecho todo lo posible por ocultar el nombre y la figura de Cristo tras la cortina de humo con que lo inciensan. Yo soy y me siento cristiana. Soy católica, pero no comprendo que la religión de Cristo sea compatible con la oligarquía y el privilegio. Esto no lo entenderé jamás. Como no lo entiende el pueblo. El clero de los nuevos tiempos, si quiere salvar al mundo de la destrucción espiritual, tiene que convertirse al cristianismo. Empezar por descender al pueblo. Como Cristo, vivir con el pueblo, sufrir con el pueblo, sentir con el pueblo. Porque no viven ni sufren ni sienten ni piensan con el pueblo, estos años de Perón están pesando sobre sus corazones sin despertar una sola resonancia. Tienen el corazón cerrado y frío. ¡Ah, si supieran qué lindo es el pueblo, se lanzarían a conquistarlo para Cristo que hoy, como hace dos mil años, tiene misericordia de las turbas!       
Eva Perón - Mi mensaje

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Por Horacio Verbitsky
Documentos: La Plata, 1977 - Directiva del Ministerio de Educación de la Pcia. de Bs. As. donde se transmiten las "patrióticas reflexiones" de su eminencia reverendísima (sic), el arzobispo de La Plata, Monseñor Plaza.
    
Horacio Verbitsky participó en un seminario organizado por la Universidad de Roma y el Instituto Latinoamericano de Italia, con algunos de los principales especialistas en la Argentina y América Latina, entre ellos Loris Zanatta, Vanni Blengino y Camilla Cattarulla, el ex cónsul Enrico Calamai y el profesor Claudio Tognonato. También presentó en la Feria del Libro de Turín la edición italiana de su libro "El silencio" y dio dos conferencias en la Universidad de Milán. Esta fue su exposición en Roma.

La política de desaparición forzada de personas fue adoptada por los altos mandos de las Fuerzas Armadas argentinas antes de la toma del poder, el 24 de marzo de 1976, y es la clave del fracaso de su gobierno, que se extendió hasta diciembre de 1983.

Antes del golpe, el Comandante de Operaciones Navales reunió a las planas mayores de todas las unidades de la mayor base naval de la Argentina. Les explicó que los detenidos que fueran condenados a muerte por tribunales secretos y sin garantías de defensa serían trasladados en aviones navales hasta alta mar y arrojados a las aguas. Dijo que se había consultado ese método con las autoridades eclesiásticas. Cuando los oficiales regresaban angustiados de los vuelos, los capellanes les decían que en la guerra había que matar, pero que el vuelo era una forma cristiana de muerte, porque las víctimas no sufrían. Con parábolas bíblicas adaptadas a la lógica cuartelera les explicaban que era preciso separar la paja del trigo.
El Episcopado argentino fue conducido durante las dos décadas previas al golpe por obispos integristas. El revival tomista iniciado por León XIII, la Acción Católica organizada por Pío XI como una milicia al servicio de la jerarquía para la catolización de la sociedad, entraron en crisis a partir del mensaje de Pío XII en la Navidad de 1944, de resignada aceptación de la democracia pluralista que se divisaba en el horizonte político luego del colapso de los totalitarismos.

Monseñor Tortolo sobre la situación política en 1976.
Lejos de ello, en la Argentina retuvo los principales arzobispados del país y la propia presidencia de la Conferencia Episcopal, a través de los obispos Antonio Caggiano y Adolfo Tortolo, quienes también fueron titulares del Vicariato general castrense.

Recibieron el aporte intelectual y de cuadros de una organización que se destacó en la guerra colonial de Argelia, Cité Catholique. Sus capellanes apoyaron los métodos criminales del Ejército francés y acompañaron la posterior rebelión de la OAS. Después de la derrota coroneles y capellanes huyeron a la Argentina, donde a cambio de refugio enseñaron los métodos del secuestro, la tortura y la desaparición forzosa. Usaban para el adiestramiento en la Argentina la película que Gillo Pontecorvo filmó para denunciar las atrocidades cometidas en La battaglia di Algeri.

En la Argentina como en Francia se basaban en el derecho natural y la doctrina cristiana para reivindicar la licitud de medios descartados por lo que llamaban "el sentimentalismo liberal", entre ellos la tortura y la ejecución aun de opositores no armados en una guerra justa. Pero mientras el primado de Francia y vicario general castrense, cardenal Feltin, condenaba esos procedimientos como anticristianos, el primado de la Argentina y vicario general castrense, cardenal Caggiano, los aprobaba.

La obra cumbre de Cité Catolique es El marxismo-leninismo, un libro escrito en 1961 por su fundador Jean Ousset. La obra se publicó en Buenos Aires pocos meses después que en Francia. Su traductor fue el coronel jefe de la inteligencia del Ejército y su prologuista, el cardenal Caggiano. Según Caggiano, se debe "preparar el combate decisivo", aunque los enemigos todavía "no han presionado las armas". Como suele ocurrir en un continente de importación la doctrina del aniquilamiento precedió al alzamiento revolucionario.
Mientras Caggiano proponía la cruzada medieval contra los moros como el paradigma a seguir para la lucha contra el comunismo en las últimas décadas del siglo XX, el Concilio Vaticano II avanzaba un paso más allá que Pío XII y en la reconciliación con el mundo incluía hasta al bloque soviético.

Los integristas argentinos resistieron el aggiornamento cuanto pudieron. El obispo cismático francés Marcel Lefébvre menciona al cardenal argentino Caggiano entre quienes lo apoyaban pero prefirieron no manifestarse en minoría, a la espera de una oportunidad más propicia.
De Mugica a Baseoto

"La Iglesia Latinoamericana, reunida en la Segunda Conferencia General de su Episcopado, centró su atención en el hombre de este continente, que vive un momento decisivo de su proceso histórico. De este modo ella no se ha" desviado" sino que se ha "vuelto" hacia el hombre, consciente de que "para conocer a Dios es necesario conocer al hombre".

"La Iglesia ha buscado comprender este momento histórico del hombre latinoamericano a la luz de la Palabra, que es Cristo, en quien se manifiesta el misterio del hombre.

"Esta toma de conciencia del presente se torna hacia el pasado. Al examinarlo, la Iglesia ve con alegría la obra realizada con tanta generosidad y expresa su reconocimiento a cuantos han trazado los surcos del Evangelio en nuestras tierras, aquellos que han estado activa y caritativamente presentes en las diversas culturas, especialmente indígenas, del continente; a quienes viven prolongando la tarea educadora de la Iglesia en nuestras ciudades y nuestros campos. Reconoce también que no siempre, a lo largo de su historia, fueron todos sus miembros, clérigos o laicos, fieles al Espíritu de Dios. Al mirar el presente comprueba gozosa la entrega de muchos de sus hijos y también la fragilidad de sus propios mensajeros. Acata el juicio de la historia sobre esas luces y sombras, y quiere asumir plenamente la responsabilidad histórica que recae sobre ella en el presente.

"No basta por cierto reflexionar, lograr mayor clarividencia y hablar; es menester obrar. No ha dejado de ser esta la hora de la palabra, pero se ha tornado, con dramática urgencia, la hora de la acción. Es el momento de inventar con imaginación creadora la acción que corresponde realizar, que habrá de ser llevada a término con la audacia del Espíritu y el equilibrio de Dios. Esta asamblea fue invitada a "tomar decisiones y a establecer proyectos, solamente si estábamos dispuestos a ejecutarlos como compromiso personal nuestro, aun a costa de sacrificio".

"América Latina está evidentemente bajo el signo de la transformación y el desarrollo. Transformación que, además de producirse con una rapidez extraordinaria, llega a tocar y conmover todos los niveles del hombre, desde el económico hasta el religioso.

"Esto indica que estamos en el umbral de una nueva época histórica de nuestro continente, llena de un anhelo de emancipación total, de liberación de toda servidumbre, de maduración personal y de integración colectiva. Percibimos aquí los prenuncios en la dolorosa gestación de una nueva civilización. No podemos dejar de interpretar este gigantesco esfuerzo por una rápida transformación y desarrollo como un evidente signo del Espíritu que conduce la historia de los hombres y de los pueblos hacia su vocación. No podemos dejar de descubrir en esta voluntad cada día más tenaz y apresurada de transformación, las huellas de la imagen de Dios en el hombre, como un potente dinamismo. Progresivamente ese dinamismo lo lleva hacia el dominio cada vez mayor de la naturaleza, hacia una más profunda personalización y cohesión fraternal y también hacia un encuentro con Aquel que ratifica, purifica y ahonda los valores logrados por el esfuerzo humano.

"El hecho de que la transformación a que asiste nuestro continente alcance con su impacto la totalidad del hombre se presenta como un signo y una exigencia.

"No podemos, en efecto, los cristianos, dejar de presentir la presencia de Dios, que quiere salvar al hombre entero, alma y cuerpo. En el día definitivo de la salvación Dios resucitará también nuestros cuerpos, por cuya redención gemimos ahora, al tener las primicias del Espíritu. Dios ha resucitado a Cristo y, por consiguiente, a todos los que creen en El. Cristo, activamente presente en nuestra historia, anticipa su gesto escatológico no sólo en el anhelo impaciente del hombre por su total redención, sino también en aquellas conquistas que, como signos pronosticadores, va logrando el hombre a través de una actividad realizada en el amor.

Así como otrora Israel, el primer Pueblo, experimentaba la presencia salvífica de Dios cuando lo liberaba de la opresión de Egipto, cuando lo hacía pasar el mar y lo conducía hacia la tierra de la promesa, así también nosotros, nuevo Pueblo de Dios, no podemos dejar de sentir su paso que salva, cuando se da "el verdadero desarrollo, que es el paso, para cada uno y para todos, de condiciones de vida menos humanas, a condiciones más humanas. Menos humanas: las carencias materiales de los que están privados del mínimum vital y las carencias morales de los que están mutilados por el egoísmo. Menos humanas: las estructuras opresoras, que provienen del abuso del tener y del abuso del poder, de las explotaciones de los trabajadores o de la injusticia de las transacciones. Más humanas: el remontarse de la miseria a la posesión de lo necesario, la victoria sobre las calamidades sociales, la ampliación de los conocimientos, la adquisición de la cultura. Más humanas también: el aumento en la consideración de la dignidad de los demás, la orientación hacia el espíritu de pobreza, la cooperación en el bien común, la voluntad de paz. Más humanas todavía: el reconocimiento, por parte del hombre, de los valores supremos, y de Dios, que de ellos es la fuente y el fin. Más humanas, por fin, y especialmente, la fe, don de Dios acogido por la buena voluntad de los hombres, y la unidad en la caridad de Cristo, que nos llama a todos a participar, como hijos, en la vida del Dios vivo, Padre de todos los hombres".

"En esta transformación, detrás de la cual se expresa el anhelo de integrar toda la escala de valores temporales en la visión global de la fe cristiana, tomamos conciencia de la "vocación original" de América Latina: "vocación a aunar en una síntesis nueva y genial, lo antiguo y lo moderno, lo espiritual y lo temporal, lo que otros nos entregaron y nuestra propia originalidad".

"En esta Conferencia General del Espiscopado Latinoamericano se ha renovado el misterio de Pentecostés. En torno a María, Madre de la Iglesia, que con su patrocinio asiste a este continente desde su primera evangelización, hemos implorado las luces del Espíritu Santo y, perseverando en la oración, nos hemos alimentado del pan de la Palabra y de la Eucaristía. Esta Palabra ha sido intensamente meditada.

"Nuestra reflexión se encaminó hacia la búsqueda de una nueva y más intensa presencia de la iglesia en la actual transformación de América Latina, a la luz del Concilio Vaticano II, de acuerdo al tema señalado para esta Conferencia.

"Tres grandes áreas, sobre las que recae nuestra solicitud pastoral, han sido abordadas en relación con el proceso de transformación del continente.

"En primer lugar, el área de la promoción del hombre y de los pueblos hacia los valores de la justicia, la paz, la educación y la familia.

"En segundo lugar, se atendió a la necesidad de una adaptada evangelización y maduración en la fe de los pueblos y sus elites, a través de la catequesis y la liturgia.

"Finalmente se abordaron los problemas relativos a los miembros de la Iglesia, que requieren intensificar su unidad y acción pastoral a través de estructuras visibles, también adaptadas a las nuevas condiciones del continente.

"Las siguientes conclusiones son el resultado de la labor realizada en esta Segunda Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, en la esperanza de que todo el Pueblo de Dios, alentado por el Espíritu, comprometa sus fuerzas para su plena realización.

[Introducción de los DOCUMENTOS FINALES DE MEDELLIN, 1968
II CONFERENCIA GENERAL DEL EPISCOPADO LATINOAMERICANO (CELAM)]

Más información: http://www.mscperu.org/biblioteca/1magisterio/america_lat/bl_medellin.htm

Esta postura realmente revolucionaria de la iglesia latinoamericana fue finalmente abortada en la década siguiente, debido a los realineamientos del interior de la Iglesia promovidos por el papado conservador de Juan Pablo II, merced a cuyo apostolado la Iglesia hizo -una vez más- su sincera opción por los ricos.
En 1969 el Episcopado argentino aprobó un documento en el que intentó leer los signos de los tiempos, según el Concilio y los documentos del CELAM en Medellín. A instancias de una minoría activa de obispos dijo que las injustas estructuras de opresión equivalían a un pecado y que si la dominación se expresaba en todos los terrenos, también la liberación debería darse en los campos político, económico, social y cultural. Los obispos argentinos declararon que participarían en el proceso de liberación con la violencia evangélica del amor. Pero cuando una generación de jóvenes católicos trató de aplicar esas enseñanzas, encontró al Episcopado estrechando filas con los defensores de esas estructuras del pecado, bendiciendo las armas de quienes irían a masacrarlos y aconsejándoles métodos represivos que permitieran a la Iglesia mirar hacia otro lado, como la desaparición forzada de personas.

La experiencia de Chile, donde el primer campo de concentración funcionó en un estadio de fútbol a la vista del mundo, fue decisiva. No menos anticomunista que sus pares argentinos, el cardenal Raúl Silva Henríquez denunció estos atropellos y la Iglesia se convirtió en el principal antagonista de la política represiva de Pinochet. El Episcopado argentino eligió la clandestinidad, para no tener que pronunciarse. Tan remiso fue a denunciar lo que ocurría que las primeras listas de víctimas y los primeros pedidos de explicaciones fueron impulsados por algunos obispos brasileños, como el arzobispo de San Pablo, Paulo Evaristo Arns.

Los secuestros se realizaban a la vista de los vecinos de las casas saqueadas o de los compañeros de trabajo en las oficinas tomadas por asalto, por hombres armados que ostentaban signos inequívocos de autoridad oficial y en muchos casos protección policial. Sin embargo, cuando los familiares que habían asistido impotentes a la desaparición recurrían al sistema judicial en busca de informaciones, decenas de miles de veces la respuesta fue negativa. Nada se sabe de esa persona, ninguna autoridad pública ordenó su detención, es imposible determinar dónde se encuentra. Esta combinación de evidencia y negación tuvo efectos devastadores y erigió a la política de desaparición de personas en la principal fuente del terror. Las cosas más atroces podían suceder sin perturbar la apariencia de normalidad con que continuaba la vida cotidiana de quienes no habían padecido esa experiencia siniestra. El Episcopado expresaba su preocupación, pero en términos tan generales que podría pensarse que las personas desaparecidas fueron llevadas de viaje en un platillo volador por misteriosos extraterrestres. Al declarar en el juicio a las juntas de 1985, el periodista Jacobo Timerman explicó por qué se había resuelto proceder al margen de la ley. El jefe de la Armada, almirante Emilio Massera, le dijo que una palabra del Vaticano afectaría "el crédito internacional".

–Sería preferible que dictaran la ley marcial y aplicaran la pena de muerte, pero con oportunidad de defensa ante un tribunal –argumentó Timerman.

–En ese caso intervendría el Papa, y contra la presión del Papa sería muy difícil fusilar, respondió un colaborador de Massera.

Pocos meses después el propio Timerman fue secuestrado. En demostración de su teoría, salvó la vida por la intervención del Vaticano.

También el general Ramón Genaro Díaz Bessone, uno de los seis más altos jefes militares que tomaron el poder en 1976 y que una vez retirado del Ejército fue ministro de Videla y escribió varios libros justificatorios de la guerra sucia, explicó que el método de la desaparición forzada de personas se adoptó por temor a la reacción del Vaticano. En una entrevista con la periodista francesa Marie-Monique Robin, explicó así las razones de la clandestinidad represiva:

–¿Usted cree que hubiéramos podido fusilar 7.000? Al fusilar tres nomás, mire el lío que el Papa le armó a Franco. Se nos viene el mundo encima. Usted no puede fusilar 7.000 personas.

Es posible que el carácter clandestino del exterminio haya demorado el comienzo de la presión internacional sobre la Junta Militar. Pero la pretensión de que era posible desaparecer a decenas de miles de personas y contar con el resignado silencio de sus familiares, como si esas personas nunca hubieran existido, se demostraría inviable y está en la base del fracaso de la dictadura militar. Esto fue así pese a la cooperación de la Iglesia.

En mayo de 1977 el Episcopado pidió explicaciones al gobierno sobre los desaparecidos. El dictador Videla respondió que había cinco causas de desaparición: pase a la clandestinidad, eliminación por parte de "la propia subversión", autosecuestro "para desaparecer del escenario político", suicidio y, recién por último, "un exceso de la represión de las fuerzas del orden". Dijo que era imposible cuantificar el origen de cada uno de esos hechos, que "no son justificados pero pueden ser comprensibles". Esta cínica afirmación motivó una alborozada carta del presidente del Episcopado, cardenal Primatesta: al hablar así Videla mostró "la rectitud y sinceridad varonil, la firmeza y valentía cristiana", que le adornan y honran en su lucha abnegada "contra la conspiración de maldad y violencia de la antipatria".

En diciembre de 1977 Videla insistió ante periodistas extranjeros que los desaparecidos "no están, no existen, están desaparecidos". El ex general Viola los llamó en 1979 "ausentes para siempre". El ex general Galtieri dijo al año siguiente que el Ejército no daría explicaciones y el ministro del Interior, general Harguindeguy, se jactó de que los hombres de la dictadura sólo se confesaban ante su Dios. Esta política insana provocó una reacción contraria a la buscada y enfrentarla fue la tarea que asumieron los organismos defensores de los derechos humanos.

La visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en 1979 y su terminante informe en 1980, el Premio Nobel de la Paz otorgado al año siguiente a Adolfo Pérez Esquivel, la guerra perdida ante Gran Bretaña por el control de las islas Malvinas, pusieron de manifiesto la imposibilidad de sostener en el tiempo la abolición de la realidad por decreto.

Antes de entregar el poder, los militares promulgaron un decreto de autoamnistía que prohibió futuras investigaciones sobre los horrores de su gobierno. Pero la retirada en desorden, luego de la derrota frente a Gran Bretaña que contó con el apoyo logístico de Estados Unidos, permitió que esa amnistía fuera declarada nula. A diferencia de otros países donde se escogió uno u otro camino, en la Argentina hubo tanto una Comisión de la Verdad, como procesos penales en los que fueron juzgados los máximos responsables militares de las violaciones a los derechos humanos.

Las investigaciones de los organismos defensores de los derechos humanos fueron la base sobre la que trabajó la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas en 1984 y también el origen de gran cantidad de pruebas en el juicio a las primeras juntas militares de 1985. El informe de la Conadep y la condena a los jefes de las primeras juntas militares trajeron algo de paz a las familias privadas en forma violenta de sus seres queridos. Pero serios obstáculos impidieron que avanzaran los juicios a los ejecutores directos. Los alzamientos militares que se sucedieron a partir de 1987 derivaron en las leyes de punto final y obediencia debida y los decretos de indulto firmados por los presidentes Raúl Alfonsín y Carlos Menem.

Aunque la sociedad seguía objetando la impunidad, otros problemas, como la crisis económica, atraían su atención. Parecía que después de tantos años de tensión militar e inestabilidad económica, la sociedad argentina estaba dispuesta a aceptar una transacción pragmática. La exigencia de que los militares se hicieran cargo de sus actos había perdido prioridad en la agenda colectiva. Menem pensó que el recuerdo del pasado había desaparecido. Pero los duros hechos volverían a desmentir esta pretensión que también había ilusionado a los militares y a Alfonsín. No es posible olvidar por orden del Príncipe.
Lejos de ello, las leyes y decretos de perdón reavivaron la exigencia de verdad y justicia. Aquello que la política no permitió concretar en sede judicial, arraigó en la conciencia de la sociedad con tanta fuerza que, una década más tarde, permitiría no sólo avanzar en el esclarecimiento de cada caso, sino también obtener la anulación de las leyes de impunidad y reiniciar el enjuiciamiento de los perpetradores. Así lo demostró, en 1995, la confesión espontánea del capitán de la Armada Adolfo Scilingo, el primer oficial de las Fuerzas Armadas en reconocer su participación personal en el asesinato de prisioneros, que eran arrojados con vida al mar desde aviones de la Prefectura y la Armada. Invocando normas culturales que se remontan a la Edad de Piedra, varios familiares de desaparecidos, encabezados por el presidente fundador del CELS, Emilio Mignone, pidieron a la Justicia que declarara el derecho a la verdad y al duelo, y la obligación del respeto por el cuerpo humano. Esto ha sido parte del patrimonio cultural de la humanidad desde que el hombre de Neanderthal fue enterrado en una cueva sobre un lecho de ramas y cubierto con un manto de flores. El culto a los muertos es un signo de humanización aún más importante que el uso de herramientas o del fuego, nos distingue del resto del reino animal. Quienes nos niegan el derecho a sepultar a nuestros muertos nos niegan nuestra propia condición humana, sostuvo Mignone. La justicia reconoció esos derechos, declaró que el Estado tenía la obligación de reconstruir el pasado y revelar lo que sucedió con cada desaparecido. Así comenzaron los juicios de la verdad que luego se extendieron al resto del país.
En el vigésimo aniversario del golpe de 1976 decenas de miles de personas movilizadas en las plazas del país explicitaron un nuevo estado de conciencia social. En ese nuevo clima, viejas causas se aceleraron en varios países de Europa contra los responsables de la desaparición de sus ciudadanos en la Argentina.
La causa de mayor impacto fue la iniciada en España por el fiscal Carlos Castresana, en la que el juez Baltasar Garzón pidió la extradición de un centenar de militares argentinos. No se trataba de crímenes cometidos en España o en contra de ciudadanos españoles en la Argentina, sino contra ciudadanos argentinos en la Argentina. Ése es el principio de la jurisdicción universal, que inspirado en el antiguo ius cogens predica que ciertos delitos aberrantes y atroces hieren a toda la humanidad y deben ser castigados allí donde se encuentren sus autores. En un proceso similar, el ex dictador de Chile Augusto Pinochet fue arrestado en 1998, durante una visita de placer a Londres, y comenzó un juicio de extradición a España, para ser juzgado por los crímenes cometidos en Chile contra ciudadanos chilenos. Es difícil atribuir a mera casualidad que esto haya ocurrido cuando se cumplía medio siglo de la adopción por las Naciones Unidas de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

"Malos Hábitos en el Jardín de la República". Capítulo 1. Investigación realizada en la provincia Tucumán. . LRA15 Radio Nacional Tucumán "Mercedes Sosa". Director: Ramiro Rearte. Periodista: Mercedes Jimenez. Relatos: Felipe Yapur. Interpretación: Sergio Marinoff
Los hipersensibles jueces argentinos que durante años no habían aprovechado los resquicios que dejaron las leyes de impunidad sólo necesitaron horas para que Massera y Videla acompañaran a Pinochet en los titulares de la prensa mundial. Ambos fueron detenidos por el robo de hijos de desaparecidos, delito cuya persecución las leyes nunca habían impedido.

La creación de los tribunales internacionales para Rwanda y la ex Yugoslavia, el establecimiento del Tribunal Penal Internacional en Roma y su ratificación incluso por el ex presidente estadounidense Bill Clinton en los últimos días de su gobierno, dieron una perspectiva global al nuevo horizonte que divisaba la Argentina. Al acercarse el 25º aniversario del golpe militar las condiciones nacionales e internacionales eran las más propicias en décadas: Pinochet desaforado a su regreso a Chile y un centenar de sus camaradas detenidos o bajo proceso; los generales Carlos Suárez Mason y Santiago Riveros condenados por la justicia italiana luego del proceso en el aula bunker de Rebibbia; Alfredo Ignacio Astiz destituido a solicitud de la propia Armada por confesar en un reportaje que era el hombre mejor preparado para matar a un periodista o un político; la extradición de Suárez Mason solicitada por la fiscalía de Nuremberg; los juicios por la verdad en pleno desarrollo en distintos tribunales argentinos; los ex dictadores Videla y Massera y una docena de altos jefes de la dictadura presos por el robo de bebés; una causa abierta en Buenos Aires contra Videla, Pinochet y el ex dictador paraguayo Stroessner por el plan Cóndor; los crímenes contra la humanidad declarados imprescriptibles y no sujetos a amnistía por la Cámara Federal de Buenos Aires en una causa contra Pinochet por el asesinato en Buenos Aires del general Carlos Prats, por el mismo grupo de la DINA que atentó en Roma contra el político DC Bernardo Leighton.

El Centro de Estudios Legales y Sociales consideró que no subsistían razones jurídicas, ni éticas ni políticas, nacionales o internacionales, que sostuvieran las leyes de impunidad y solicitó a la justicia que las declarara nulas. El juez federal Gabriel R. Cavallo hizo lugar a ese planteo en marzo de 2001. Dos semanas después, la Corte Interamericana de Derechos Humanos (el más alto tribunal de justicia reconocido por la Constitución argentina reformada en 1994) resolvió en su sede de Costa Rica un caso similar. Al juzgar la "Masacre de Barrios Altos", cometida por un grupo de militares peruanos durante la presidencia de Alberto Fujimori, estableció que las graves violaciones a los derechos humanos no pueden ser amnistiadas ni su persecución penal cesar por el paso del tiempo.

Los fugaces gobiernos de Fernando de la Rúa y el senador Eduardo Duhalde trataron de impedir el avance de las causas reabiertas y negaron las extradiciones de militares argentinos pedidas por la justicia española. El nuevo presidente Néstor Kirchner no compartía esa idea y lo hizo saber. En su primera semana de gobierno pasó a retiro a la cúpula castrense que había formado parte de una negociación con Duhalde y la Corte Suprema de Justicia para garantizar la impunidad. También derogó el decreto de De la Rúa que sustraía a los jueces los pedidos de extradición, impulsó el juicio político a los miembros de la mayoría automática menemista en la Corte Suprema y propició la anulación legislativa de las leyes de impunidad, que el Congreso dispuso en agosto de 2003. Esa nulidad fue declarada también por la Corte Suprema de Justicia, que invocó el fallo interamericano de Barrios Altos, obligatorio para la Argentina desde la reforma constitucional de 1994. El 24 de marzo de 2004 firmó la resolución por la cual el predio de la ESMA se dedicará a un Espacio de la Memoria y los Derechos Humanos. En 2005, se identificaron los restos de tres Madres de Plaza de Mayo que habían sido secuestradas 28 años antes cuando dentro de una Iglesia juntaban firmas y dinero para publicar una denuncia sobre la desaparición de sus hijos, sin que la jerarquía se sintiera obligada a reclamar por ese sacrilegio. Peor aún, cuando la Conferencia de Superioras de las Ordenes Religiosas de Francia pidió a la Iglesia argentina que intercediera por las dos religiosas que fueron secuestradas junto con las Madres, el cardenal Primatesta respondió que "esperamos que las acusaciones veladas o abiertas de connivencia de sacerdotes o religiosos con asociaciones o movimientos de tipo subversivo inaceptables para el cristiano, sean todas aclaradas, y que nadie haya sido culpable de semejante error criminal". El tránsito completo fue reconstruido: luego de ser torturadas en la ESMA las arrojaron desde aviones navales al mar, que devolvió sus cuerpos a la playa.

Los desaparecidos no están, no existen, están desaparecidos. La siniestra frase del dictador Videla, junto con la idea eclesiástica de que ésa pudiera considerarse una forma cristiana de muerte vuelve una y otra vez, como el peor castigo para esa vanidad criminal. Nada tiene tanta existencia en la Argentina como los desaparecidos.

Fuente: Página/12, 14/05/06

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Victor Hugo Morales y Horacio Verbitsky, sobre la ''complicidad'' de la Iglesia con la peor dictadura de la historia argentina.

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Iglesia y dictadura, 30 años después
Por Horacio Verbitsky
Ilustración: León Ferrari
"Por algo será"

A 30 años del golpe que avaló, la Iglesia vuelve a intentar un blanqueo de sepulcros, con la publicación de nuevos documentos y la recopilación de antiguos. Omite textos fundamentales, mutila otros y no informa si fueron públicos o secretos. Publica las críticas episcopales por actos represivos pero no las reuniones de camaradería en las que comunicaban su adhesión a la dictadura y encomiaban la "imagen buena de las supremas autoridades". No hay razones para mantener la clausura de los archivos.

Al anunciar la publicación del volumen de documentos eclesiásticos "Iglesia y democracia en la Argentina", el diario "La Nación" dijo que de ese modo "el Episcopado toma la delantera o ‘primerea’ –término que suele usar Bergoglio– a las numerosas entidades que recordarán el golpe militar de 1976".

Si ése era el objetivo, fue exitoso: mi nuevo libro Doble juego. La Argentina Católica y Militar recién comenzará a distribuirse esta semana, diez días después que el tomo autocomplaciente presentado por el cardenal Jorge Mario Bergoglio. El cotejo de uno y otro es recomendable, para quienes deseen someter la historia oficial a una revisión crítica, con los documentos que la Iglesia intentó en vano sustraer a la investigación. Mañana a las 7.30 de la mañana entregaré a la prensa en el City Hotel de la calle Bolívar una primera tanda de documentos imprescindibles para emprender esa tarea.
Apoyo al golpe
Santas palabras:Dichos y declaraciones de los cómplices del Terrorismo de Estado.
En 1975, el gobierno anunció que las elecciones presidenciales se adelantarían de 1977 a 1976 y que la viuda de Juan Perón no sería candidata. En vez de apoyar uno de los pocos gestos razonables de un gobierno desastroso la Iglesia se sumó a la presión por la renuncia de la presidenta. La Conferencia Episcopal afirmó que la Patria "no se identifica con sus funcionarios" y que el bien de la comunidad debe buscarse por encima de las opciones partidarias. Según el nuncio Pío Laghi, la línea política del Vaticano era favorable al mantenimiento de la legalidad pero sin perder la distancia crítica respecto de la presidenta. Lo mismo decían por entonces los comandantes en jefe de las Fuerzas Armadas. Defensa de las instituciones o de la legalidad quería decir renuncia de Isabel Perón. En caso contrario, golpe. Quien le reclamó la renuncia en nombre de la Junta Militar fue nada menos que el presidente de la Conferencia Episcopal y vicario general castrense, Adolfo Tortolo. La noche del 23 de marzo de 1976, un sobrino del provicario castrense Victorio Bonamín lo aguardaba en su sede. Su hijo, Luis Bonamín, había sido secuestrado y asesinado por la policía en Rosario y el hombre buscaba ayuda para tramitar el pasaporte de su nuera, María Teresa Butticé de Bonamín, quien me contó esa historia. La muchacha y su suegro debieron esperar mucho tiempo en un pasillo, porque Victorio tenía una reunión fuera de agenda. Cuando los invitaron a pasar, vieron salir a dos militares uniformados, de quienes el sacerdote se despidió. Después de escuchar el relato de lo sucedido, el provicario apenas dijo:–Él se lo buscó.

Al día siguiente Marité Butticé de Bonamín reconoció a los dos uniformados cuando los vio por televisión. Eran los jefes del Ejército y de la Fuerza Aérea. Isabel Perón se había negado a renunciar. De la Nunciatura, Jorge Videla y Ramón Agosti partieron a tomar el poder. De inmediato, Tortolo exhortó a cooperar con el proceso que restauraría "el espíritu nacional". Los nombres de Tortolo y Bonamín han quedado asociados con el apoyo a la más cruel dictadura de la historia, con la que compartían la ideología integrista en la que la Iglesia formó a las Fuerzas Armadas desde las primeras décadas del siglo pasado. A menos de dos meses del golpe, la Conferencia Episcopal reemplazó a Tortolo por el Arzobispo de Córdoba, Raúl Francisco Primatesta. Esto implicó una cierta flexibilización en el lenguaje, pero no un cambio de fondo. También los sectores eclesiásticos a quienes se menciona como moderados, los Primatesta, Laghi, Carlos Galán u Oscar Justo Laguna se comprometieron con el gobierno militar.

Las listas de Primatesta

Primatesta era un hombre de extraordinaria comprensión a los planteos militares. Personal del Departamento de Informaciones de la policía cordobesa solicitó a los colegios católicos listas con los nombres y domicilios de profesores y alumnos. Ante una consulta del arzobispo, el director general de Enseñanza Privada, el capitán de la Fuerza Aérea Jorge Eduardo Baravalle, respondió que era preciso .asegurar un control efectivo del alumnado a fin de adoptar medidas de seguridad.. Primatesta ordenó ese mismo día a los colegios parroquiales y religiosos que entregaran toda la información. Además le escribió una cordial carta a Baravalle: "Como lo hiciera en la entrevista personal que tuvimos en el Arzobispado, quiero reiterarle que en un primer momento la medida provocó inquietud en los responsables de los colegios, sea porque provenía de un Departamento que no suele tener competencia educacional y con prescindencia de una comunicación a la autoridad responsable, que es el Arzobispado o exactamente el propio arzobispo; sea porque situaciones similares en otras ocasiones provocaron molestias y alerta en los padres de los alumnos". Pero las garantías de Baravalle acerca de "la seguridad de los alumnos" (no era eso lo dicho por el aeronauta), lo tranquilizaron. Varios de esos alumnos fueron secuestrados y desaparecieron.

Pureza química

Durante la primera Asamblea Plenaria posterior al golpe, en mayo de 1976, se dedicó al intercambio de informaciones sobre la barbarie que la dictadura había descargado sobre distintas diócesis, y que no excluía a sacerdotes, instituciones católicas e incluso obispos, como el riojano Enrique Angelelli y el nicoleño Carlos Horacio Ponce de León. Ambos fueron asesinados en los meses siguientes, mediante fingidos accidentes automovilísticos. Hasta el día de hoy la Iglesia no los ha reivindicado como mártires. Ellos dos, Jaime de Nevares, Miguel Hesayne, Juan José Iriarte, Vicente Zazpe, y el propio Primatesta informaron sobre una abrumadora cantidad de secuestros, torturas, asesinatos y saqueos que conocían. Ante la falta de consenso, se sometió a votación si el Episcopado debía comunicar o no esos gravísimos acontecimientos al pueblo de Dios: 19 obispos se pronunciaron por difundirlos, pero el doble, 38, se opusieron. El 13, 14 y 15 de mayo los obispos corrigieron tres versiones del borrador genérico preparado por Antonio Quarracino, Zazpe e Iriarte. En cada revisión el texto se hizo más complaciente con el gobierno.

El Episcopado afirmó que ninguna emergencia autoriza a ignorar los derechos humanos, aunque varía la forma de vivirlos en cada lugar y momento. Dado el desastre financiero y el clima de violencia, no le parecía razonable "pretender un goce del bien común y un ejercicio plenode los derechos, como en época de abundancia y de paz". Tampoco se podía exigir "que los organismos de seguridad actuaran con pureza química de tiempo de paz" o "no aceptar el sacrificio, en aras del bien común, de aquella cuota de libertad que la coyuntura pide".

Buenos católicos
En marzo de 1977, la encargada de Derechos humanos del gobierno norteamericano, Patricia Derian, sostuvo en Buenos Aires lo que define como "una larga y dura reunión con Laghi", quien "al principio fingió que no sabía. Después dijo que ignoraba la magnitud del problema. Después dijo que la responsabilidad era de los obispos". El nuncio explicó que junto con algunos obispos "moderados" habían protestado ante el gobierno en privado "por las violaciones a los derechos humanos" y requerido explicaciones sobre "miles de casos individuales", pero sin embargo también hizo una abierta defensa de la dictadura. Los militares estaban sacando a flote a la Argentina y "sabían que habían procedido mal en cuestión de derechos humanos". Muchos tenían "graves problemas de conciencia, que planteaban a los capellanes militares". Algunos podían enfermar por estas "graves perturbaciones". Por eso mismo "no necesitan que los visitantes les recuerden sus culpas. Esto sería frotar sal en las heridas". Le recomendó a Derian que su gobierno fuera "muy cuidadoso en la forma de presentar su política de derechos humanos. El gran peligro era debilitar la posición de aquellos elementos moderados del gobierno que rodeaban a Videla, y que otros generales de línea dura dieran su propio golpe y tomaran el poder". En su opinión el presidente y los jefes militares "eran personas de buen corazón" y Videla "un buen católico". Al mes siguiente Laghi le dijo al embajador estadounidense Robert Hill que el desaparecido periodista y empresario Edgardo Sajón había sido "torturado y asesinado por sus captores". En diciembre de 1978 el primer secretario de la Nunciatura, Kevin Mullen, dijo a la embajada de Estados Unidos que "un oficial de la más alta jerarquía del Ejército" había informado al nuncio que las Fuerzas Armadas "se habían visto obligadas a "encargarse de 15.000 personas" (take care of en el original). La expresión no era equívoca: sus interlocutores archivaron el memorándum sobre la conversación con el título "Número de desapariciones".

Si ellos lo dicen

En enero de 1978, cuando la Unión de Superioras Mayores de Francia pidió que Primatesta usara su influencia en favor de Alice Domon, Léonie Duquet y otros sacerdotes y religiosos de quienes no había noticias, el propio cardenal contestó que "esperamos que las acusaciones veladas o abiertas de connivencia de sacerdotes o religiosos con asociaciones o movimientos de tipo subversivo inaceptables para el cristiano sean todas aclaradas, y que nadie haya sido culpable de semejante error criminal". Por algo habrá sido.

Es indisimulable el fastidio de Galán cuando la Conferencia Episcopal de los Estados Unidos le ofrece su apoyo ante el arresto de Adolfo Pérez Esquivel. Con tres meses de retraso responde que Pérez Esquivel no trabaja con la Iglesia argentina "y no lo conocíamos aquí tan bien como parece serlo en el exterior". Una organización católica canadiense comunicó su apoyo al "activo compromiso de la Iglesia argentina en defensa de los desaparecidos y sus familias". La respuesta, que también se repitió en muchas otras cartas, fue que "no siempre desde lejos se puede apreciar el espectro completo de la realidad o evitar interpretaciones no tan adecuadas acerca de la acción de la Iglesia". Otra fórmula frecuente, dirigida incluso a quienes aplaudían los esfuerzos episcopales, era que "como las informaciones no siempre son adecuadas, sin duda no es fácil, desde lejos, darse cuenta de lo que significa la subversión en un país ylas secuelas que deja. Dios haga que nunca la conozcan ustedes en el suyo".

La católica estadounidense Shirley Kidd comprendía el riesgo personal o institucional que correría la Iglesia argentina por una "oposición abierta a las políticas opresivas del gobierno". Pero si el cuerpo de Cristo "siempre es doloroso, ¿cómo podemos evitar nosotros, que somos parte de ese cuerpo, compartir ese dolor?" Recibió esta indignada contestación de Galán en nombre de Primatesta:

"No le han informado bien. Aquí en la Argentina se ha vivido un ataque de la subversión marxista (entonces nadie por el ancho mundo se preocupaba por las víctimas) y como consecuencia una represión cuyos efectos aun vivimos y lamentamos, en cuanto afectan a la dignidad del ser humano. La Iglesia no ha dejado de dar su enseñanza, hablando claro de cuanto correspondía hablar. Aquí no se ha callado por miedo, y nadie que ame la verdad y conozca la realidad argentina podrá afirmar lo contrario".

Al pastor escocés Peter Bowes, quien se disculpó aclarando que no estaba bajo las mismas presiones que sus colegas argentinos, cuyo compromiso con los desaparecidos apoyaba, le respondieron que "la Iglesia en la Argentina tiene toda libertad para hablar y manifestarse y lo hace. It is not under pressures" (en inglés en el original: no está sometida a presiones).

Si ellos lo dicen.

Demonios

Mientras la dictadura tuvo poder, la Iglesia veía de un lado al Enemigo absoluto del que abominaba, y del otro a los Soldados del Evangelio, a quienes se permitía señalar en forma reservada sus .errores y excesos.. Recién cuando advirtió que el Estado Terrorista se desintegraba, el Episcopado acuñó la doctrina de los dos demonios, en un documento de abril de 1983, "Dios, el Hombre y la Conciencia".En 1984 publicó un folleto de 60 páginas, titulado "La Iglesia y los derechos humanos", con "extractos de algunos documentos". La comparación de esos fragmentos con los textos originales, el estudio de su contenido, de lo que dice y de lo que omite y del doble juego que despliega, introduce a una historia de perversión e hipocresía refinadas: todos los párrafos lisonjeros para la dictadura, aquellos que encabezaban los documentos y que dieron título a los diarios de la época, fueron censurados en la edición de blanqueo al concluir el gobierno militar, mientras se incluían aquellos del tramo final, encabezados por algún "sin embargo" o "tampoco puede omitirse que". En cambio se editaron como si hubieran sido documentos públicos las cartas con críticas y reclamos que la Iglesia entregaba a la Junta Militar en el mayor secreto.

El Jubileo

En 1995, en respuesta a una nota mía sobre el rol de Laghi durante la dictadura, cinco obispos amigos del ex nuncio (entre ellos Laguna, Jorge Casaretto y Galán) preguntaron en una declaración: "¿Para qué debemos conocer toda la verdad? ¿Para volver a enfrentarnos o para reconciliarnos?" De tan posconciliares olvidaron que "sólo la verdad nos hará libres". En 1996 la Asamblea Plenaria del Episcopado argentino, volvió a defraudar todas las expectativas de una reflexión crítica en una Carta Pastoral sobre "el terrorismo de la guerrilla" y "el terror represivo del Estado". El Episcopado rechazaba "responsabilidades que la Iglesia no tuvo en esos hechos" y sólo admitía que unos católicos intentaron tomar el poder político en forma violenta y establecer una nueva sociedad marxista y otros les respondieron ilegalmente. En conclusión imploró perdón a Dios por los crímenes cometidos por "hijos de la Iglesia", ya fueran guerrilleros, militares o policías". Con ello, consideró que lapidaba en forma definitiva la discusión. No sería así.En la primera semana de marzo de 2000, el Vaticano dio a conocer un documento sobre "Memoria y reconciliación", elaborado por una comisión internacional de teólogos. El trabajo fue presentado en conferencia de prensa por el cardenal Joseph Ratzinger, quien explicó que la recuperación de la memoria sólo es posible mediante la profundización teológica sobre la naturaleza de la Iglesia, como comunidad implicada también ella en el "misterio del mal", y en consecuencia necesitada de reforma y arrepentimiento. Ese arrepentimiento alcanzaría la radicalidad necesaria para transformarlo en una profunda recuperación de la memoria, pero también en correcciones incisivas de los mecanismos institucionales de reproducción del integrismo" sólo si "no descargara sobre los individuos la responsabilidad del mal, para dejar inmune a la institución". Según el eminente vaticanista Giancarlo Zizola (quien esta semana pasó por Buenos Aires para ofrecer una conferencia sobre relaciones entre la Iglesia y los estados, en el Instituto del Servicio Exterior de la Nación), esta visión del ahora pontífice Benedicto sobre el mea culpa por los crímenes cometidos a lo largo de la historia "para mayor gloria de Dios" aún resulta sorprendente para aquellos sectores eclesiásticos "que siguen anclados a la idea de la Iglesia como inmune al mal, como ‘sociedad perfecta’ en posesión exclusiva de la verdad". Es el caso del Episcopado argentino, para el que la Iglesia es santa, y sólo sus hijos pecadores, como no se cansa de repetir Laguna.

El perdón a Brinzoni

Seis meses después, en setiembre de 2000, decenas de miles de militantes católicos acudieron desde todo el país hasta un gran altar instalado sobre un puente en el Parque Sarmiento de Córdoba para participar de una liturgia nocturna que se denominó "la reconciliación de los bautizados". Asistieron sus cien obispos ataviados de blanco. El presidente de aquel Episcopado, Estanislao Karlic, dijo que la violencia guerrillera y la represión ilegítima enlutaron la Patria. Luego siguió una oración: "Padre, tenemos el deber de acordarnos ante Ti de aquellos hechos dramáticos y crueles. Te pedimos perdón por los silencios responsables y por la participación efectiva de muchos de tus hijos en tanto desencuentro político, en el atropello a las libertades, en la tortura y la delación, en la persecución política y la intransigencia ideológica, en las luchas y las guerras, y la muerte absurda que ensangrentaron nuestro país".

Una vez más, colocaba en un mismo plano a la guerrilla y al terrorismo de Estado. Los obispos pidieron perdón a Dios y no a las víctimas, por los actos ajenos y no por los propios. Este deslizamiento semántico también se reflejó en el súbito protagonismo de los laicos, convocados al palco junto a los obispos y religiosos, como implícito señalamiento de quienes tenían la responsabilidad por los hechos abominados. Además, entre los invitados estaba el jefe del Ejército de entonces, el general Ricardo Brinzoni, investigado por su actuación en la masacre de Margarita Belén, pero ningún representante de las víctimas, lo cual señala la persistente incapacidad eclesiástica para asumir la magnitud y la índole de la tragedia. Pero el título del documento (Confesión de las culpas, arrepentimiento y pedido de perdón de la Iglesia) y la cobertura de prensa sugerían una cierta voluntad de enmienda, por parte de una nueva conducción episcopal. En consecuencia desde el CELS solicitamos a Karlic la apertura de los archivos eclesiásticos. Respondió que los archivos están en poder de cada diócesis y no de la Conferencia, que sólo tenía el folleto de 1984, del que nos envió una copia. La apertura de los archivos que según Karlic no existían, y que pude estudiar a escondidas gracias a la caridad de obispos, sacerdotes y laicos, es una reivindicación democrática pendiente, igual que la información castrense sobre la represión. Habrá que estaratento a que el Episcopado no practique una cacería de brujas para identificar a quienes me ayudaron.

Luces malas
"La última dictadura militar mató a 30.000 personas, fríamente, planificadamente. A la monstruosidad de ultimar sin proceso ni defensa se le sumó el sacrilegio de negarles sacerdote, confesión, eucaristía, extremaunción. Y la Iglesia presenció impávida el atropello a Dios en sus hijos, con un silencio que pone frío en el alma..."[sacerdote Hernán Benítez, 1995]
En noviembre del año pasado el Episcopado produjo el documento "Una luz para reconstruir la Nación", título revelador del rol que la Iglesia no ha dejado de atribuirse. No encontró nada mejor que reciclar el documento de 1981 "Iglesia y Comunidad Nacional", que fue la resignada aceptación eclesiástica del principio de la soberanía del pueblo y el reconocimiento de la autonomía de la pluralista sociedad temporal. Es equivalente al discurso de Nochebuena de 1944 del Papa Pio XII, cuando ya era inevitable la derrota del nazismo en la guerra. Su eje era la denominada reconciliación, es decir el rescate de los militares luego de los desastres cometidos. La Iglesia admitía que la conciencia nacional había situado a la justicia "en el centro de sus anhelos". Sin embargo, advertía que era preciso "establecer la igualdad y la equiparación entre las partes en conflicto" y "alcanzar esa forma superior del amor que es el perdón". En "Una luz" por primera vez el Episcopado dijo que la dictadura cometió "crímenes de lesa humanidad", pero también exhortó a juzgar los "crímenes de la guerrilla", en un nuevo intento de equiparación pese a haber admitido que no eran comparables. El documento de esta semana, "Recordar el pasado para construir sabiamente el presente" es algo más sobrio, pero insiste en la línea de la declaración de Laguna y Cassaretto de 1995. El golpe fue "consentido por parte de la dirigencia de aquellos momentos", dice, sin referencia al rol activo del Episcopado, y sostiene que la memoria sólo tiene sentido como instrumento de reconciliación. Rechaza tanto la impunidad (por la que ya no puede abogar) como los "rencores y resentimientos que pueden dividirnos y enfrentarnos", como siempre le han llamado al reclamo de justicia. Menos sutil es la recopilación documental difundida el 10 de marzo. El capítulo sobre la defensa de los derechos humanos sostiene que "no debemos tener miedo a la verdad de los documentos". A la verdad, no. Pero a su manipulación sí. Por ejemplo, ese capítulo dirigido a probar que la Iglesia siempre condenó todo tipo de violencia, se abre con el Documento de San Miguel, que en abril de 1969 adaptó a la realidad del país las conclusiones de la Conferencia del CELAM en Medellín. Pero su punto 2 se interrumpe en forma abrupta y, sin explicaciones, se pasa al 4. El final del truncado punto 2 dice que es el deber evangelizador de los obispos "trabajar por la liberación total del hombre e iluminar el proceso de cambio de las estructuras injustas y opresoras generadas por el pecado". El omitido punto 3 es aquel en que el Episcopado sentenció que "la liberación deberá realizarse en todos los sectores en que hay opresión: el jurídico, el político, el cultural, el económico y el social". La introducción del mismo documento, también suprimida, decía que en cumplimiento de las orientaciones fijadas por Pablo VI (que incluían una pastoral dirigida en forma preferencial a sacerdotes, estudiantes, trabajadores y jóvenes, en un continente signado por "el cambio en todos los órdenes") los obispos tendrían "la violencia evangélica del amor para proclamar públicamente nuestro compromiso en todas sus dimensiones". Cuando los jóvenes más generosos que el país produjo en el siglo XX siguieron el camino señalado en este documento, el Episcopado bendijo las armas de los opresores que los masacraron. Los documentos episcopales de los primeros años de la década del 70 son muy distintos a los posteriores, porque recogen el clima de revolución con que el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo condicionó a aquél Episcopado, que le temía como a un "Magisterio paralelo", según la alarmada expresión de varios obispos recogida en el Memo reservado "Puntos conflictivos en la Iglesia argentina", producido por la Conferencia Episcopal Argentina en octubre de 1972 y que, desde luego, tampoco figuraen esta recopilación interesada. El tomo no mutila aquellos documentos posteriores al golpe de 1976 que tuvieron difusión pública y que permiten la comparación. Pero omite varios en los que se encomiaba a la dictadura; organiza todo el material en orden cronológico sin indicar qué piezas fueron públicas y cuáles secretas y sólo resume en pocas líneas los encuentros de camaradería de la Comisión Ejecutiva o su presidente con la Junta Militar o su delegado presidencial o de la Comisión de Enlace con los secretarios de las tres Fuerzas Armadas. El memo sobre la reunión de Primatesta, Juan Carlos Aramburu y Zazpe con Videla, Emilio Massera y Agosti del 15 de noviembre de 1976 esconde que la Comisión Ejecutiva del Episcopado les comunicó su adhesión a la dictadura, porque "un fracaso llevaría, con mucha probabilidad, al marxismo". Publica la crítica por la represión sin ley, pero oculta que incluso a solas la atribuyeron a niveles intermedios, mientras destacaban "los notables esfuerzos del gobierno en pro del país" y la "imagen buena de las supremas autoridades". Para no verse obligados a "un silencio comprometedor de nuestras conciencias que, sin embargo, tampoco le serviría al proceso" o "un enfrentamiento que sinceramente no deseamos" la Iglesia propuso abrir un "canal de comunicación", que integraron los obispos Laguna, Galán y Mario Espósito. Al año siguiente, Laguna reconoció la total ineficacia de la Comisión de Enlace. El subrayado en total es suyo, en una nota manuscrita a Zazpe. Sin embargo, las amables reuniones mensuales continuaron durante todo el régimen militar. Al comentar esa carta, en 2002, Galán le escribió a Laguna: "¡Quién nos diera poder vivir de nuevo con la experiencia adquirida". Fantasía vana. Sólo se vive una vez. Como se supone que son creyentes, cuando Laguna lo siga se encontrará con Galán en el infierno.

Blanqueo de sepulcros

Nada de esto se encontrará en el nuevo blanqueo editorial de sepulcros episcopales con el que Bergoglio (autor de la frase sobre la memoria completa, según reveló Brinzoni en un reportaje) inauguró su mandato al frente de la Iglesia argentina. Sin embargo, está bien archivado en la sede de la calle Suipacha, cuya cesión el Episcopado pidió a la dictadura con la ilusión de mudarse a "una casa mucho más palaciega", a la espera de que alguna futura conducción no contaminada con el pasado decida abrir su consulta.

Fuente: Página/12, 17/03/96

Monseñor Plaza y otros obispos

[De Emilio Mignone - Iglesia y dictadura, El papel de la iglesia a la luz de sus relaciones con el régimen militar, Capítulo 4]

Monseñor Plaza

De todos los miembros del Episcopado es, tal vez, monseñor Antonio José Plaza, hasta 1986 arzobispo de La Plata, quien con mayor claridad y desenfado se identificó con la dictadura militar, y sus métodos represivos.

Plaza cultivó un desaprensivo menosprecio por la colegialidad episcopal. En cada ocasión que la CEA publicó una pastoral colectiva reafirmando los principios cristianos acerca de la dignidad de la persona humana, el arzobispo de La Plata, a pesar de haberla suscripto, encontraba la manera de poner de manifiesto su discrepancia.

Esto indica que constituye un error la tradición en virtud de la cual los documentos episcopales tienen que aparecer firmados por todos los integrantes del cuerpo, simulando una unanimidad que no existe. Ello trae como consecuencia textos confusos y ambiguos, con párrafos contradictorios destinados a satisfacer los distintos criterios.

Nadie tiene que escandalizarse porque haya obispos con opiniones diferentes. La ficción de la unanimidad parte de la concepción de una Iglesia monolítica, donde los fieles deberían limitarse a obedecer. La Iglesia que muestra el Nuevo Testamento es otra, con pluralidad de dones, donde la función episcopal es un servicio y la conciencia de cada cristiano, como lo solía repetir el cardenal Newman, es el último juez de la conducta individual.

Sería más lógico que las pastorales colectivas sobre asuntos controvertidos se publicaran con la firma de los obispos que componen la mayoría a favor de una determinada opinión. Los integrantes de la, o de las minorías tendrían derecho igualmente a expresar sus disidencias. Con ese procedimiento hubiéramos conocido con certeza la posición de los distintos prelados en relación con el problema de la violación de los derechos humanos, sin el temor de incurrir en injusticias al englobarlos en una apreciación general.

En los Estados Unidos la Conferencia Episcopal ha adoptado la política de dar a conocer los borradores de las pastorales colectivas sobre temas controvertidos, elaborados por n comité de expertos, para conocer la opinión del Pueblo de Dios. El texto final queda enriquecido con observaciones y críticas. Eso ocurrió con el documento referido a la utilización de las armas nucleares, que alcanzó una notable gravitación en la opinión pública. (El obispo de Morón Justo Laguna viajó en 1986 a los Estados Unidos invitado por la Conferencia Episcopal de ese país y cuenta lo siguiente: "La asamblea episcopal de los EE.UU. tiene en preparación un documento sobre la doctrina social de la Iglesia y la economía norteamericana... Lo que no dejó de sorprenderme fue la forma en que trabaja, con una libertad y una apertura que le permite crecer y conocer la realidad de la patria con mucha eficacia. Es una cosa admirable que publiquen los borradores y reciban la crítica de todos los sectores" La Razón, Bs. As., 26 de mayo de 1986.)

En los concilios ecunémicos los proyectos de constituciones se deciden por el voto de la mayoría y se da a conocer el resultado de la elección. El nombre de los sufragantes no es un misterio. En el Concilio Vaticano I una quinta parte de sus integrantes se opuso al tratamiento del dogma de la infalibilidad pontificia y sesenta padres conciliares -cuyos nombres constan- se retiraron para no pronunciar su non placet en la votación final.
Una voz discordante
Semilla de maldad
La excomunión de Miguel Hidalgo y Costilla (1811, héroe de la independencia de México) por el papa Pío VII es un documento para la ignominia.  Aún se espera de la iglesia católica una disculpa al pueblo de México, una disculpa que se acompañara con el retiro post mortem de la excomunión para un ministro de la iglesia que entregó su espíritu para abolir la esclavitud (tolerada y hasta bendecida por la iglesia de entonces), y para establecer una república soberana en donde reinara la libertad, la igualdad y la fraternidad. Maldecido por la iglesia, Hidalgo será por siempre recordado como el sacerdote generoso, idealista, o mejor, como el padre de la patria mexicana.

La excomunión de Miguel Hidalgo y Costilla

"Por la autoridad de Dios Todopoderoso, el Padre, Hijo y Espíritu Santo; y de los santos cánones, y de la Inmaculada Virgen María madre y nodriza de nuestro Salvador; y de las virtudes celestiales, ángeles, arcángeles, tronos, dominios, papas, querubines y serafines y de todos los santos patriarcas y profetas; y de los apóstoles y evangelistas; y de los santos inocentes, quienes a la vista del Santo Cordero se encuentran dignos de cantar la nueva canción; y de los santos mártires y santos confesores, y de las santas vírgenes, y de los santos, juntamente con todos los santos elegidos de Dios, lo excomulgamos y anatematizamos, y lo secuestramos de los umbrales de la iglesia del Dios omnipotente, para que pueda ser atormentado por eternos y tremendos sufrimientos, juntamente con Datán y Avirán, y aquellos que dicen al Señor, ¡Apártate de nos! otros! porque no deseamos uno de tus caminos y así como el fuego del camino es extinguido por el agua, que sea la luz extinguida en él para siempre jamás. Que el Hijo, quien sufrió por nosotros, lo maldiga. Que el Espíritu Santo, que nos fue dado en nuestro bautismo, lo maldiga. Que la santa cruz a la cual ascendió Cristo por nuestra Salvación, triunfante de sus enemigos, lo maldiga. Que la santa y eterna Virgen María, madre de Dios, lo maldiga."

"Que todos los ángeles y arcángeles, principados y potestades, y todos los ejércitos celestiales, lo maldigan. Que San Juan el precursor, y San Pedro y San Pablo y San Andrés y todos los demás apóstoles de Cristo juntamente, lo maldigan. Y ojalá que el resto de sus discípulos y los cuatro evangelistas, quienes por sus predicaciones convirtieron al mundo universal, y ojalá que la santa compañía de mártires, y confesores, quienes por sus santas obras se han encontrado agradables al Dios Todopoderoso, lo maldigan. Ojalá que el Cristo de la Santa Virgen lo condene. Ojalá que todos los santos desde el principio del mundo y todas las edades, quienes se hallan ser los amados de Dios lo condenen; y ojalá que los cielos y la tierra y todas las cosas que hay en ellos, lo condenen. Que sea condenado donde quiera que esté, en la casa o en el campo: en los caminos o en las veredas; en las selvas o en el agua, o aún en la iglesia. Que sea maldito en el vivir y en el morir; en el comer y el beber; en el ayuno o en la sed; en el dormitar o en el dormir; en la vigilia o andando; estando de pie o sentado; acostado o andando; mingiendo o cancando y en todas las sangrías. Que sea maldito interior y exteriormente. Que sea maldito en su pelo. Que sea maldito en su cerebro. Que sea maldito en la corona de su cabeza y en sus sienes, en su frente y en sus oídos; y en sus cejas y en sus mejillas; en sus quijadas y en sus narices; en sus dientes anteriores y en sus molares; en sus labios y en su garganta; en sus hombros y en sus muñecas; en sus brazos, en sus manos y en sus dedos. Que sea condenado en su pecho, en su corazón, y en todas las vísceras de su cuerpo. Que sea condenado en sus venas, en sus músculos, en sus caderas, en sus piernas, pies y uñas de los pies. Que sea maldito en todas las junturas y articulaciones de su cuerpo. Que desde la parte superior de su cabeza hasta la planta de sus pies, no haya nada bueno en él. Que el Hijo del Dios viviente, con toda la gloria de su majestad, lo maldiga, y que el cielo con todos los poderes que hay en él se subleven contra él, lo maldigan y lo condenen." "Amén. ¡Así sea! Amén".

Este edicto de excomunión fue dado a conocer al padre de la patria mexicana el día 29 de Julio de 1811, antes de ser pasado por las armas.
Con motivo de la autoamnistía decretada por el régimen militar tres meses antes de retirarse del gobierno, Plaza fue la única voz episcopal que se alzó para defenderla. Publiqué entonces un artículo en el diario La Voz del 3 de septiembre de 1983, donde esbozo una semblanza del arzobispo de La Plata. Creo que es interesante transcribirlo porque recibí muchos llamados de adhesión de clérigos y laicos de su arquidiócesis.

La de monseñor Plaza fue una de las pocas voces discordantes.

El arzobispo de La Plata, Antonio J. Plaza, constituye una voz discordante en el país. Ha sido el único, junto con Emilio Hardoy que ha defendido públicamente la ley de autoamnistía.

Ardí, conservador septembrino y diputado fraudulento, lo hizo en términos cínicos, pero políticos. Plaza, en cambio -y esto es lo grave y escandaloso-, ha pretendido justificarla desde un ángulo religioso. Ha dicho que la llamada ley de pacificación nacional, mediante la cual los criminales encarnados en el poder se amnistían a sí mismos, es una norma "evangélica".

En realidad, monseñor Plaza, pese a su carácter de obispo de la Iglesia católica, nunca ha tenido nada que ver con el Evangelio. En 45 años que lo conozco jamás le he escuchado una frase que posea relación con la doctrina de Cristo. Sacerdote ambicioso y politiquero, consiguió "obispar", como se decía antiguamente, en 1950, adulando al gobernador Mercante y ocupó hasta 1955 la diócesis de Azul. Ocurrido el golpe de Estado de ese año, atribuyó, en una frase desdichada y famosa, la epidemia de poliomelitis de esa época a los supuestos pecados convertidos por los gobernantes depuestos (que lo habían encumbrado). Evidentemente la teología del prelado no era muy sólida.

Como compensación por su adhesión a los nuevos detentadores del poder, logró que el ministro de Lonardi, Mario Amadeo, lo hiciera promover al arzobispado de La Plata. Era una época en la que todavía se aplicaba el régimen del patronato establecido por la Constitución Nacional, en virtud del cual los obispos debían ser presentados por el presidente de la Nación, para su consagración por el papa. Felizmente ese anacrónico sistema, que todavía subsiste en la letra de la ley fundamental, fue abolido mediante un acuerdo con la Santa Sede, negociado por el ministro de Relaciones Exteriores de Illia, Miguel Angel Zavala Ortiz y firmado por Onganía.

Desde hace casi veinte años, el país y los cristianos padecemos a Plaza en la arquidiócesis de la capital bonaerense. En 1958 se alió con Frondizi y Frigerio y obtuvo innumerables prebendas con el verso de la enseñanza libre y otras actividades menos líricas. Logró, entre otras cosas, la autorización del Banco Central para el funcionamiento en el país de una institución crediticia uruguaya, el banco del Este. Adquirido por Pérez Companc se transformó en el Río de la Plata y hoy se denomina Banco Río. Compró el paquete accionario del banco Popular de La Plata, asunto que terminó en una verdadera estafa, de la cual salió indemne por su condición episcopal. Tenía cuenta corriente en el banco Comercial de David Graiver pero se salvó de las iras del general Camps -quien le dedica un encendido elogio en su libro Punto Final-, merced a los servicios que prestó a la represión ilegal y asesina, denunciando estudiantes y a su propio sobrino y aceptando el cargo de capellán mayor de la policía de la provincia de Buenos Aires. Esto le permite cobrar otro sueldo y gozar de un segundo automóvil. En ese carácter visitaba las prisiones clandestinas donde se torturaba y se fusilaba. No consta que prestara auxilios religiosos a los prisioneros , aunque en su lejana juventud enseñara teología mística en el seminario de La Plata, disciplina aparentemente ajena a su personalidad y a sus preocupaciones. Curiosamente, hasta la mística le produjo beneficios: con el cuento de los grandes místicos Teresa de Jesús y Juan de la Cruz, expolió durante años a los padres carmelitas, a cuya orden pertenecían ambos santos.

Pero el gran filón de monseñor Plaza ha sido el sector educativo, que manejó desde la comisión respectiva del episcopado. Enfermo de poder, impuso ministros de Educación de la provincia de Buenos Aires y directores de la superintendencia para la enseñanza privada de la Nación y obtuvo durante años, a través de todos los regímenes, ventajas legales y económicas. Para ello no omitió enjuagues políticos. Recuerdo que desde el balcón de la casa de gobierno de La Plata, apoyó la continuidad del vice-gobernador Calabró, cuando Perón hiciera renunciar a Bidegain. Su última hazaña consistió en una exención impositiva obtenida a través del ministro de Economía del gobernador Ibérico Saint Jean, Raúl Salaberren Malgor.

Sin perder un minuto Plaza se ha alineado con el candidato a gobernador peronista para la provincia de Buenos Aires, Herminio Iglesias, quien ha prometido públicamente designar ministro de educación a quien el arzobispo de La Plata le indique. Pero Herminio se equivoca. Hoy Plaza nada significa en la Iglesia católica, sino un pasado turbio y preconciliar, que está desapareciendo. A veces demasiado lentamente, pero de manera inexorable.

Un ejemplo del menosprecio del arzobispo Plaza por las decisiones de la Conferencia Episcopal y su connivencia con la dictadura castrense, lo muestra el episodio del libro de catequesis Dios es fiel, de la religiosa de María Auxiliadora de Rosario, Beatriz Casiello.

A fines de 1978 tuvo lugar una ruidosa campaña periodística encabezada por el diario La Razón -portavoz en ese entonces, del servicio de inteligencia del ejército-, dirigida a sostener que el texto de la hermana Casiello, muy difundido en los colegios católicos, incitaba a la subversión. Con la preocupación consiguiente tomó cartas en el asunto la Conferencia Episcopal, la cual, sin llegar a elogiarlo, dictaminó que "el libro no contiene afirmación errónea ni negación de la doctrina católica".

Esta opinión no satisfizo a monseñor Plaza, quien, en materia de ortodoxia católica, confiaba más en los oficiales del ejército que en sus hermanos en el episcopado. El 18 de noviembre de 1978 el arzobispo de La Plata prohibió el texto en las escuelas católicas de su diócesis mientras el ministro de Educación de la provincia de Buenos Aires, general Ovidio Solari adoptaba una medida similar en su jurisdicción, que involucraba a varios obispados (1). Como hubo algunas protestas, el secretario de prensa del gobierno bonaerense, capitán Jorge Cayo, manifestó categóricamente "no nos preocupan los obispos, se prohíbe y basta" (2). Plaza agradeció públicamente, mediante una carta, la colaboración del general Solari (3).
Los últimos años
LA IGLESIA CÓMPLICE Y LA IGLESIA DEL PUEBLO. LAS VÍCTIMAS DE LA IGLESIA


Sacerdotes asesinados y/o desaparecidos

- P. Carlos Francisco Mugica. Asesinado el 11-5-74. Bs. As.
- P. Carlos Dorniak. Asesinado el 21-5-75. Bahía Blanca
- P. Nelio Rougier-det. Córdoba, 9-75. Desaparecido.
- P. Miguel Angel Urusa Nicolau-detenido el 1-1-76, Rosario. Desaparecido.
- P. Francisco Soares. Asesinado el 13-2-76 Carupá (Tigre).
- P José Tedeschi. Asesinado el 2-2-76. Villa Itatí (Bernal).
- P. Pedro Fourcade, detenido el 8-3-76. Desaparecido.
- P. Pedro Duffau (palotino) Asesinado el 4-7-76. Bs. As.
- P. Alfredo Kelly (palotino) Asesinado el 4-7-76-Bs. As.
- P. Alfredo Leaden(palotino) Asesinado el 4-7-76. Bs. As.
- P. Gabriel Longuevillet. Asesinado el 18-7-76. Charnical (La Rioja).
- P. Carlos de Dios Murias. Asesinado el 18-7-76. Chamical (La Rioja)
- P. Héctot Federico Baccini, detenido el 25-11-76, La Plata. Desaparecido.
- P. Pablo Gazzari, detenido el 27-11-76. Bs. As. Desaparecido. (ESMA. Confirmado por Scilingo)
- P. Carlos Armando Bustos, detenido el 8-4-77. Bs. As. Desaparecido.
- P. Mauricio Silva Iribarnegaray, detenido el 14-6-77. Bs. As. Desaparecido.
- P. Jorge Adur (asuncionista), detenido el 7-1-80. Brasil. Desaparecido.
- P. Jorge Galli, detenido en 1976. San Nicolás. Desaparecido.
- P. José Colombot

Obispos asesinados

- Mons. Emique Angelelli. Asesinado el 4-8-76. Punta de los Llanos (La Rioja).
- Mons. Carlos Ponce de León. Asesinado el 11-7-77. San Nicolás (Bs. As.)

Sacerdotes presos

- P. Francisco Gutiérrez
- P. Hugo Mathot
- P. Gianfranco Testa
- P. Silvio Liuzzi
- P. Elias Musse
- P. Raúl Troncoso
- P. Francisco Javier Martín
- P. René Nievas
- P. Joaquín Nuñez
- P. Omar Dinelli

Sacerdotes en Centros Clandestinos y luego liberados

- P. Néstor García
- P. Patricio Rice
- P José Czerepack
- P. Orlando Yorio
- P. Santiago Renevot
- P. Rafael Lacuzzi
- P. Julio Suan
- P. Bernardo Canal Feijoo
- P. Luis López Molina
- P Jaime Weeks
- P. Francisco Jálics
- P. Italo Gestaldi
- P. Marciano Alba
- P. Anibal Coerezza
- P. Pace Dalteroch
- P Jorge Galli
- P. Gervasio Mecca
- P. Luis Quiroga
- P. Angel Zaragoza
- P. Raúl Acosta
- P. Roberto Croce
- P Juan Dienzeide
- P. Esteban Inestal
- P. Diego Orlandini
- P. Eduardo Ruiz
- P. Joaquín Muñoz
- P. Juan Testa
- P. Pablo Becker
- P. Roberto D'Amico
- P Juan Filipuzzi
- P. Antonio Mateos
- P. Aguedo Pucheta
- P. Victor Pugnata
- P. Jorge Torres

Seminaristas asesinados y desaparecidos
- Salvador Barbeito (palotino). Asesinado el 4-7-76. Bs. As.
- Emilio Barletti (palotino). Asesinado el 4-7-76. Bs. As.
- Marcos Cirio (Fraternidad del Evangelio), detenido el 17-11-76. Desaparecido.
- Carlos A. Di Pietro (asuncionista), detenido el 4-6-76. Desaparecido.
- Juan Ignacio Isla Casares, detenido el 3-6-76. Boulogne. Desaparecido.
- Alejandro Dauza (La Salette), detenido el 3-8-76. Córdoba. (luego liberado)
- Alfredo Velarde (La Salette), detenido el 3-8-76. Córdoba (luego liberado)
- Daniel García (La Salette), detenido el 3-8-76. Córdoba (luego liberado)
-José Luis de Stéfano (La Salette), detenido el 3-8-76. Cór-doba (luego liberado)
- Anibal Gadea, detenido en 1977. Desaparecido.
- Humberto Pantoja.

Religiosos y religiosas desaparecidos

- Hno. Raúl E. Rodríguez (asuncionista), detenido el 44-76. San Isidro. Desaparecido
- Hna. Alice Domon, detenida el 8-12-77. Bs. As. Desaparecida.
- Hna. Léonie Duquet, detenida el 10-12-77. Bs. As. Desaparecida.
- Hno. Julio San Cristóbal (Lasallano), detenido el 5-2-76. Desaparecido
- Hno. Hugo A. Corsiglia, detenido el 10-8-77. Bs. As. Desaparecido.
- Hno. Luis Oscar Gervan, detenido el 4-11-76. Tucumán. Desaparecido.
- Hno. Henri del Solan Betumali (Frat. del Evang.), detenido el 1976, liberado 1978.

Católicos laicos víctimas de la represión

- María del Carmen Maggi. det. 9-5-75. Decana Facultad de Humanidades de Mar del Plata. Asesinada el 23-3-76.
- Daniel Bombara, detenido 12-75. JUC Bahía Blanca. Desaparecido.
- José Serapio Palacios. det. 12-75. JOC. Desaparecido.
- Beatriz Carbonen de Pérez Weiss, detenida el 14-5-76, Bajo Flores (Bs. As.). Desaparecida.
- Horacio Pérez Weiss, detenido el 14-5-76. Bajo Flores(Bs. As). Desaparecido.
- Mada Martha Vásquez Ocampo de Lugones, detenida el 14-5-76. Bajo Flores. Desaparecida.
- César Amadeo Lugones, detenido el 14-5-76. Bajo Flores. (Bs. As.). Desaparecido.
- Francisco Blato. Desaparecido.
- Mónica María Candelaria Mignone, detenida en Bajo Flores, 14-5-76. Desaparecida.
- María Esther Lorusso, detenida el 14-5-76. Bajo Flores. (Bs. As.) Desaparecida.
- Mónica Quinteiro. Ex religiosa Hermanas de la Misericordia, detenida el 14-5-76. Bajo Flores. (Bs. As.) Desaparecida.
- María Femanda Noguer, detenido el junio del '76. Olivos. Desaparecida.
-José VillaL, detenido en junio del '76. Olivos. Desaparecido.
- Alejandro Sackrnan, detenido en junio del '76. Olivos. Desaparecido.
- Esteban Garat, detenido en junio del '76. Olivos. Desaparecido.
- Valeria Dixon de Garat, detenida en junio del '76. Desaparecida.
- Roberto Van Gelderen, detenido en junio del '76. Desaparecido.
- Ignacio Beltrán. Buenos Aires.
- Alberto Rivara. det. '76. Bahía Blanca. Desaparecido.
- Horacio Russín. det. '76. Bahía Blanca. Desaparecido.
- Néstor Junquera. det. '76. Bahía Blanca. Desaparecido.
- María Eugenia González, detenida en el '76. Bahía Blanca. Desaparecida.
- Luis Oscar Gervan, detenido en el '76. Tucumán. Desaparecido.
- Luis Congett, detenido en el '76. Caritas. San Justo. Desaparecido.
- Anteró Darío Esquivel, detenido en el '77. Paraguayo. JOC Lomas de Zamora. Desaparecido.
- Eduardo Luis Ricci, detenido en el '77. JEC de La Plata. Desaparecido.
- Adriana Landaburu, detenida en el '77. Capital Federal. Desaparecida.
- Leonor Rosario Landaburu de Catnich, detenida en el '77. Capital Federal. Desaparecida.
- Juan Carlos Catnich, detenido en el '77. Capital Federal. Desaparecida.
- Susana Carmen Moras, detenida en el '77. Presidenta de la Juv. Acción Católica. Desaparecida.
- Susana Antonia Marco, detenida en el '77. Cristianos para la Liberación. Nuestra Sra. del Carmen. Villa Urquiza. Cap. Federal. Desaparecida.
- Roque Agustin Alvarez, detenido en el. '77. Avellaneda. Desaparecido.
- Armando Corciglia, detenido en el 'W7. JUC. Florencio Varela. Desaparecido.
- Cecilia Juana Minervine, detenida en el '77. Cristianos para la Liberación. Desaparecida.
- Laura Adhelma Godoy, detenida en el '77. UCA. Mar del Plata. Desaparecida.
- Oscar de Agneli, detenido en el '77. UCA. Mar del Pla-ta. Deasparecido.
- Fátima Cabrera de Rice, detenida en el '77. Liberada.
- Marcos Cirilio. Desaparecido.
- Juan Pedro Sforza. Desaparecido.
- Gertrudis Hlaszick, detenida en el '78. Desaparecida.
-losé Poblete, detenido en el '78. Desaparecido.
- Mónica Brull, detenida en el '78. Desaparecida.
- Juan Guillén, detenido en el '78. Desaparecido.
- Gilberto Rengel Ponce, detenido en el '78. Desaparecido.
- Adolfo Fontanella, detenido en el '78. Desaparecido.
- Roberto Tomás Abad. Desaparecido.
- Roque Raúl Macán. Desaparecido.

Protestantes detenidos y/o desaparecidos
- Mauricio López. Rector Univ. Nac. de San Luis, detenido el 1-1-77. Mendoza. Desaparecido.
- Elizabeth Kasemann, detenida en el '77. Desaparecida.
- Patricia Anna Erb, detenida el 13-9 76.
- Víctor Pablo Boinchenko. Pastor de la Iglesia Evangélica de Cosquín. Córdoba, detenido el 3-4-76. Desaparecido.
- Lilian Jane Coleman de Boinchenko, detenida el 3-4-76. Desaparecida.
- Oscar Alajarin. Iglesia Metodista. MEDH, detenido el 4-5-76. Desaparecido.

Fuente: "La Iglesia cómplice y la Iglesia del Pueblo" editado por organismos de Derechos Humanos, Buenos Aires, 1996, reproducido por Equipo Nizkor, Madrid. 20 de julio de 1997
Como resultado de las actitudes relatadas, durante la XLIV asamblea plenaria de la Conferencia Episcopal Argentina, que tuvo lugar entre el 19 y el 24 de abril de a982, Plaza fue desplazado de la presidencia de la comisión episcopal de educación católica, una de las fuentes de su poder. Lo sustituyó el obispo de Azul, monseñor Emilio Bianchi di Cárcano.

En 1983 el abierto apoyo de Plaza a la candidatura de Herminio Iglesias para la gobernación de Buenos Aires, a cambio del control del ministerio de Educación, atrajo críticas de adentro y de afuera de la Iglesia. Es interesante a este respecto un editorial del diario La Prensa, del 13 de septiembre de 1983. Dice así:

Límites de la misión eclesiástica

Una noticia publicada en nuestra edición del 30 de septiembre pasado hizo saber que un grupo de sacerdotes de la arquidiócesis está realizando consultas entre sí para sopesar la posibilidad de presentar su queja ante la Nunciatura Apostólica o la propia Santa Sede, dado los problemas y divisiones que provoca entre sus fieles el proclamado apoyo del arzobispo de La Plata al partido Justicialista de la provincia y a su candidato a gobernador, a los que últimamente en todas sus declaraciones periodísticas, da como seguros triunfadores en las próximas elecciones.

No sólo los mencionados sacerdotes sino también el arzobispo de Bahía Blanca y los ocho obispos diocesanos bonaerenses, participarían de idénticas preocupaciones sobre los juicios y las entrevistas mantenidas por el eludido prelado con el candidato justicialista a la gobernación de la provincia. Hasta los propios militares peronistas, miembros de la grey católica, se habrían sentido afectados por el proceder del arzobispo de La Plata, calificando de apresurada contraprestación de favores a la promesa hecha al prelado, de designar ministro de educación a un "candidato" de simpatía.

Nada de lo que decimos ha sido desmentido, por lo que cabe admitir que estamos en presencia de un hecho anómalo que, por un lado, exhibe a un candidato a gobernador en tren de negociar prestaciones y contraprestaciones con un miembro de la jerarquía católica bonaerense y a éste aceptando la propuesta que consiste, de su parte, en proponer un candidato de su preferencia para cubrir el cargo de ministro de educación de un futuro posible gobierno justicialista en la provincia de Buenos Aires.

Tanto uno como otro protagonista de la negociación han excedido el marco de las funciones que les competen. Más grave es, sin embargo, la actitud del prelado al comprometer la neutralidad de la Iglesia a que pertenece, faltando además al compromiso moral, que sin duda ha asumido al ostentar su investidura, de no inmiscuirse en las luchas políticas.

Con fina ironía La Nación comentó el 28 de septiembre de 1983:

Con las Cartas a la vista

Por más críticas que el candidato a gobernador por la provincia de Buenos Aires por el peronismo, Herminio Iglesias, merezca de sus adversarios, -de adentro y de afuera de su partido- nadie podrá acusarlo de proceder con ocultamientos o disimulos. Se ha revelado como un hombre que habla claro, sin subterfugios, que gusta desnudar el fondo de su pensamiento.

En esa provincia era vox populi -no se sabe si también vox Dei, aunque por lo que sigue podría pensarse que sí-, que desde hace muchos años y especialmente durante los gobiernos militares, el ministerio de Educación debía ser ocupado por un hombre que contara con el beneplácito de la Iglesia católica, expresada, por razones de jurisdicción, por el arzobispo de La Plata, monseñor Antonio Plaza. A Plaza, además se le atribuyó tradicionalmente -por lo menos desde 1958 en adelante-, un peso significativo en todas las cuestiones educativas en el orden nacional y más de un funcionario en esos ámbitos ha sido mencionado como perteneciente al entorno de aquél. Monseñor Plaza tuvo, también, influencia considerable en el montaje de la legislación sobre enseñanza privada que se fue dictando a partir del año citado y, a veces, se habló de él como responsable directo de los nombramientos de funcionarios estatales correspondientes a ese ámbito.

Pero claro está, todo se mantuvo siempre en el plano de lo que "se dice" o "se sabe", de los rumores de las versiones, de las comidillas de los organismos oficiales o de los comentarios de las publicaciones más combativas, política o ideológicamente hablando. Jamás tuvo carácter público y jamás alguien hubiera podido probar sus afirmaciones con respecto a la influencia concreta de monseñor Plaza en el ámbito educativo nacional o provincial.

Ahora, bruscamente, todo ha cambiado y las cartas están sobre la mesa. Ya no hay motivos para el "se dice" o "se sabe". Ya no hacen falta las "fuentes bien informadas", ni tienen valor "rumores o versiones".

Si Iglesias llega a la gobernación de Buenos Aires, la Iglesia -monseñor Plaza mediante- tendrá a su cargo la designación del ministro de Educación (si alguien viera en esto un juego de palabras no deberá atribuirlo a la sagacidad del comentarista, pues surge de un azar francamente notable). Herminio Iglesias, en efecto, no ha querido ocultar nada ni mantener en las sombras sus entrevistas con el arzobispo de La Plata, ni dejar que más adelante se fuera a decir que para elegir ministro de Educación había recibido influencias ocultas: en esa materia hará lo que diga Plaza o no hará nada.

Quienes predican constantemente que la claridad de los actos de gobierno es prenda de una verdadera democracia no podrán quejarse. Quienes quieren que el pueblo sepa siempre de qué se trata, tampoco. Quizás, empero, se quejen algunos constitucionalistas ortodoxos y algunos -¿o muchos?- hombres de la Iglesia. Unos y otros podrán argumentar que esta confusión de poderes no favorece ni a la República ni a la Iglesia. En fin: ya se sabe que hay eternos descontentos.

Según es conocido, el peronismo perdió las elecciones en la provincia de Buenos Aires, en gran medida por la candidatura de Iglesias. Este no alcanzó, por lo tanto, la gobernación.

El poder ejecutivo constitucional bonaerense, instalado el 10 de diciembre de 1983, dispuso por decreto 321 del 30 del mismo mes y año, el pase a retiro obligatorio del arzobispo Antonio José Plaza como capellán general de la policía. Había sido nombrado para ese cargo el 11 de noviembre de 1976, en plena dictadura militar. Asumió sus funciones en un acto que presidieron el entonces comandante del primer cuerpo de ejército, general Carlos Suárez Mason y el jefe de policía coronel (ahora general), Ramón Camps, cuyas responsabilidades en el terrorismo de Estado son sobradamente conocidas.

El ministro de gobierno de Buenos Aires, Juan Antonio Portesi, señaló en esa ocasión que Plaza cobraba, además del sueldo de comisario general, un 30% adicional de bonificación por el título de abogado, aunque es notorio que no lo poseía. Disponía además de un automóvil con chofer y personal de servicio para su atención en el arzobispado. "La erogación de la provincia destinada al prelado -agregó el doctor Portesi- era importante" (4).

En 1985 monseñor Plaza debió enfrentar en la justicia penal de La Plata una denuncia presentada, con el patrocinio de los abogados del CELS, por su sobrino Jesús Plaza. La causa está vinculada a la detención y desaparición de Juan Domingo Plaza, también sobrino del arzobispo y hermano de Jesús. Este último había entrevistado al arzobispo, señalando sus temores, el día anterior a la detención de Juan Domingo. Dicha circunstancia hace sospechosa la conducta de monseñor Plaza, quien, por otra parte, a pesar de sus vinculaciones, se abstuvo de cualquier gestión a su favor. El joven desaparecido fue visto por varios sobrevivientes en la Escuela de Mecánica de la Armada.

En la audiencia del 3 de octubre de 1986, del juicio contra el general Ramón Camps, ante la Cámara Federal, el testigo Eduardo Schaposnik afirmó haber visto a éste, acompañado del arzobispo de La Plata Antonio Plaza, en el centro clandestino de detención ubicado en la cuadra de la jefatura del cuerpo de infantería de la policía de la provincia de Buenos Aires.

Según La Nación del 21 de mayo de 1985, monseñor Plaza sostuvo que el juicio que se seguía en ese momento a los ex comandantes, "es una revancha de la subversión y una porquería. Se trata -agregó coincidiendo nuevamente con Emilio Hardoy-, de un Nüremberg al revés, en el cual los criminales están juzgando a los que vencieron al terrorismo". Estas expresiones movieron al abogado de la Liga Argentina por los Derechos del Hombre, Eduardo Barcesat, a promover un juicio por desacato contra Plaza. "Las alusiones -expresa en su presentación el mencionado letrado-, están clara e inequívocamente dirigidas contra la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional Federal y a propósito de un significativo proceso que se está llevando adelante ante dicho estrado judicial. La calificación de ‘criminales’ se refiere sin ambigüedad posible a los referidos jueces del Poder Judicial de la Nación". Solicitó por ello el procesamiento, la prisión preventiva y el embrago de los bienes del acusado (5).

El 21 de diciembre de 1984 monseñor Plaza cumplió 75 años. El artículo 401 del código de derecho canónico dispone que a esa edad los obispos diocesanos deben presentar su renuncia al Sumo Pontífice. El arzobispo de La Plata, en un gesto de arrogancia, nunca quiso admitir públicamente que hubiera cumplido con dicha prescripción canónica. Sin embargo envió su dimisión, que, inexplicablemente, tardó más de un año en ser aceptada por el papa.

Mientras Plaza viajaba a Europa, poco antes de su septuagésimo quinto aniversario, el 14 de noviembre de 1984, Nicolás Argentato, rector de la Universidad Católica de La Plata, de la cual el arzobispo era el Gran Canciller, impuso en Nueva York el título de doctor "honoris causa" al reverendo Sung Myung Moon, fundador y cabeza de la poderosa secta que lleva su nombre. Debido a que Moon estaba preso cumpliendo una condena por defraudación al fisco estadounidense, fue representado en la ceremonia por su segundo, el coronel coreano Bo Hi Pak.

El inaudito episodio de una universidad católica otorgando un grado académico honorario a Moon, produjo un verdadero escándalo, que no perturbó al arzobispo Plaza. La Santa Sede salió a cubrirlo diciendo, a través de la Radio Vaticana, que «la opinión pública ha recibido con estupor y amargura la concesión del doctorado "honoris causa", a Moon, por la Universidad Católica de La Plata». La misión de la Sede Apostólica ante las Naciones Unidas afirmó que "Argentato contravino con ese acto una decisión de su superior jerárquico, el arzobispo de La Plata, monseñor Antonio José Plaza". El cardenal Primatesta, conociendo el paño, expresó desde Roma, más dubitativo que "por lo que yo sé, puedo afirmar que Plaza desautorizó a Argentato". A su vez, el secretario de la Conferencia Episcopal Argentina, monseñor Carlos Galán, expresó que esa distinción "no condice con el calificativo de ‘católica’ que tiene dicha casa de estudios".

Plaza ha mantenido hasta el presente un absoluto silencio sobre la cuestión. Se negó a formular declaraciones al regresar a la Argentina. No solo no desautorizó públicamente a Argentato sino lo sostuvo y le renovó su confianza como rector de la UCLP hasta el momento de dejar la diócesis. Le ha tocado a su sucesor, monseñor Antonio Quarracino, reemplazarlo por el presbítero Gustavo Ponferrada.

No cabe duda, como surge de ese contexto, que el arzobispo Plaza dispuso o autorizó el otorgamiento del diploma, sin rectificarse de su decisión. Las aclaraciones de la Santa Sede no responden a la realidad y sólo tuvieron por objeto guardar las formas.

Las razones de esa distinción hay que buscarlas en dos hechos. El primero, una donación de 120.000 dólares realizada por Moon a la Universidad Católica de La Plata, admitida por el doctor Argentato (6). El segundo, la coincidencia de fines y actividades entre la poderosa secta, monseñor Plaza y los grupos militares latinoamericanos que detentan o han detentado el poder absoluto en el Cono Sur.

Pero antes de avanzar en ese terreno, conviene recordar los antecedentes de la secta. Según el libro El Principio Divino, escrito por el reverendo Sun Myung Moon -un ex monje coreano nacido en 1920-, "Jesús le reveló cuando tenía 16 años que era el segundo Mesías. Su misión consistiría en construir los fundamentos para salvar al hombre y luego conquistar una nación que sea la responsable de restituir el ‘Reino de los Cielos en la Tierra’.

Hace 2.000 años la nación preparada y elegida fue Israel, hoy la nación escogida es los Estados Unidos. Ahora bien, previendo la posibilidad que el pueblo norteamericano no cumpla con la responsabilidad de seguir al Mesías, como lo hicieron los judíos con Jesús, se buscaron algunos países alternativos. En 1965 el reverendo Moon realizó una gira por cuarenta países de tres continentes y la Argentina fue la elegida como ‘tierra alternativa de Dios’. Es por ello que el reverendo Moon bendijo el suelo de la plazoleta Colón ubicada entre Hipólito Yrigoyen, Rivadavia, Alem y la Casa Rosada. En 1975 envía la primera misión y nueve años más tarde están distribuidos en casi todas las provincias argentinas" (7).

El nombre oficial de la secta, fundada en 1954, es "Iglesia de la Unificación" o "Asociación del Espíritu Santo para la Unificación del Cristianismo Mundial". En ese carácter se encuentra inscripta desde 1980 en el Registro Nacional de Cultos del ministerio de Relaciones Exteriores y Culto, bajo el número 1.184. Su sede se encuentra en la calle Vidal 2321 de la capital federal, en el barrio de Belgrano.

Uno de los motivos que preocupan en la actividad de la secta lo constituye el modo como reclutan adeptos entre jóvenes desorientados, a quienes aíslan de su familia y someten, en centros especiales, a verdaderos lavados de cerebro, con técnicas sicológicas demoledoras de la personalidad. Con frecuencia los trasladan a Corea del Sur o a los Estados Unidos. Un periodista argentino, Alfredo Silleta, logró incorporarse a los "moonies" para investigar sus procedimientos, que descreibe minuciosamente en el libro La secta Moon - Cómo destruir la democracia, publicado en julio de 1985 por El Cid Editor.

Al margen de ese reclutamiento, "la secta Moon es un poder económico mundial, al extremo que sus activos declarados en Corea del Sur rozan los 200 millones de dólares, invertidos en compañías productoras de titanio, maquinarias, armas, té ginseng y otros rubros. Según declaraciones al Washington Post de Yoshikazu Soejima, ex director de relaciones públicas de la filial Japón, en los últimos diez años 800 millones de dólares fueron transferidos desde dicho país a los Estados Unidos. Obviamente, no se trata de donaciones de los fieles, sino de ganancias empresarias y fondos negros a invertirse con fines económicos y políticos en los Estados Unidos y otros países".

Chochos con las dictaduras. La cobertura del golpe de Estado de 1930 a través de la crónica de Caras y caretas (Descargar pdf)

"La ofensiva de la secta en el cono sur latinoamericano se intensificó a partir de 1980 con viajes sucesivos de altos jerarcas a Uruguay, Paraguay, Chile y Argentina para establecer en nuestro país filiales de CAUSA Internacional -el brazo político de la secta- y corresponsalías para sus diarios en los Estados Unidos, uno de ellos en idioma castellano, que se editan en Nueva York y Los Angeles. Entre los entrevistados figuraban los presidentes Stroessner y Pinochet, el jefe del ejército uruguayo general Luis Queirolo y en la argentina los almirantes Massera y Lambruschini y los ex presidentes Onganía y Levingston. La penetración en el Uruguay resultó espectacular y se calculan en 60 millones de dólares las inversiones realizadas, entre ellas un diarios, una imprenta de primera línea, bancos y el Victoria Plaza, principal hotel de Montevideo" (8).

Como una colaboración con la dictadura militar el diario de la secta en Nueva York, News World, publicó a fines de 1979 una entrevista a una supuesta "Madre de un subversivo", que señalaba encontrarse en el Uruguay ante las amenazas de los montoneros. Era la señora Thelma Jara de Cabezas, que en realidad estaba detenida clandestinamente en la Escuela de Mecánica de la Armada, de acuerdo con su minucioso relato ante la cámara federal de la capital federal, en el juicio a los ex comandantes. Confirma en esa declaración la señora de Cabezas que en septiembre de ese año fue trasladada a Montevideo, con documentos falsos, para ser entrevistada por dos periodistas norteamericanos (9).

Del 13 al 17 de julio de 1980, CAUSA (Confederación de Asociaciones para la Unificación de las Sociedades Americanas), realizó un seminario en el hotel Libertador de Buenos Aires, con el patrocinio de la Universidad Católica de La Plata. Contó con la presencia del asistente de Moon, coronel Bo Hi Pak y la participación del general Diaz Bessone y los ex presidentes de ipso Onganía y Levingston.

En esa ocasión, Pak y Plaza intercambiaron discursos. El primero agradeció "la inspirada guía y ayuda de monseñor Plaza, a quien sinceramente admiro y respeto como campeón de Dios y de la libertad en esta época". El sgundo contestó expresando que "debemos enfrentar al marxismo en su ideología... El reverendo Moon eligió desafiar la causa de la violencia en la teoría obsoleta del marxismo... Ponemos de relieve la actividad del coronel Pak en su lucha contra el marxismo, pero también en su contrapropuesta" (10).

Plaza habría sido el nexo para el viaje a Corea del Sur del entonces jefe del estado mayor del ejército argentino, José Arguindeguy, quien se trasladó a Seúl con su esposa y dos coroneles por invitación de Bo Hi Pak.

En febrero de 1985 el brazo político de la secta organizó en París una reunión de más de cien militares de alta graduación para analizar la situación centroamericana. De la Argentina asistieron los generales Diaz Bessone, Osiris Villegas y Mallea Gil, el almirante Fitte y el brigadier Martínez Quiroga.

En la primera semana de diciembre de 1985, doce latinoamericanos que alguna vez ocuparon la presidencia constitucional de su país, entre ellos Arturo Frondizi, fueron recibidos colectivamente por el papa Juan Pablo II. La noticia no tiene nada de llamativo, sino fuera que los citados ex presidentes habían sido convocados para reunirse por AULA (Asociación pro Unidad Latinoamericana), que es una de las doscientas organizaciones civiles de todo tipo que financia la "Iglesia de la Unificación". Con posterioridad a dicho encuentro Frondizi ha viajado a Corea del Sur. Esta vinculación del ex presidente argentino no llama la atención, dada su actual posición ideológica y política, pero sí la audiencia con el Sumo Pontífice, teniendo en cuenta las características, doctrina y antecedentes de la secta que venera al reverendo Moon como "segundo Mesías".

Algunos interrogantes

Con las referencias precedentes he querido mostrar, dentro de los límites de este trabajo, la posición asumida y el papel desempeñado por el arzobispo de La Plata, en relación con el terrorismo de Estado implantado por la dictadura militar.

El análisis, sin embargo, ha conducido a la presentación de un cuadro más amplio, que plantea algunos interrogantes.

Los expresa también el editorialista de la revista Criterio, al manifestar: "Hay que reconocer que muchos católicos no se sienten cómodos hoy en la iglesia. Creen advertir que no se guarda la debida equidad ante comportamientos juzgados negativos de uno u otro sector eclesial. Contrastan, por ejemplo, la severidad de las medidas adoptadas con el P. Boff con la lenidad con que han sido tratados los ‘errores’ de monseñor Marcinkus en el sonado caso del banco Ambrosiano y, en nuestro país, la impunidad con que las autoridades de la Universidad Católica de La Plata otorgaron un doctorado honoris causa al jefe de la secta Moon. Una suerte de neoconservadorismo eclesiástico se muestra hipersensibilizado por los desvíos de la ‘izquierda’, pero al mismo tiempo hace la vista gorda a la falta de adhesión visible al Concilio Vaticano II por parte de algunos institutos religiosos" (11).

Me pregunto cómo es posible que durante tantos años el titular de una de las principales sedes arzobispales del país, actuara en la forma que he reseñado, a contrapelo de las enseñanzas envangélicas y de las normas eclesiales, causando verdadero escándalo, sin que la Santa Sede y la Conferencia Episcopal le pusieran remedio. Se me dirá que cada obispo es responsable solamente ante Roma. Es cierto. Pero la colegialidad posee sus exigencias e impone limitaciones que los prelados preocupados por la defensa de los derechos humanos aceptaron, mientras monseñor Plaza al igual que Bonamín y otros colegas -como se verá enseguida-, pasaron olímpicamente por alto.

No entiendo que haya habido que esperar que Plaza cumpliera 75 años para que abandonase su cargo y menos que el papa se pasara un año largo antes de dar a conocer la aceptación de su renuncia. Si la decisión hubiese sido inmediata, habríamos tenido la sensación de un gesto de desaprobación. En cambio con esa demora, pareciera lo contrario. Deberé inclinarme ante la opinión de algunos expertos que sostienen que Plaza goza de la protección de ciertas camarillas vaticanas.

De cualquier manera la sanción social, dentro y fuera de la Iglesia, se ha hecho sentir. Monseñor Plaza se ha retirado de su función en el más absoluto silencio. No he visto publicada la mención de un solo homenaje, de una despedida, de una misa siquiera, como es habitual en estos casos. Es posible que las haya habido. No resido en La Plata y no puedo aseverarlo. Pero soy asiduo lector de diarios, periódicos y revistas y no ha pasado bajo mis ojos la menor noticia. Se dio en cambio amplia publicidad a la toma de posesión de la sede por su sucesor, Antonio Quarracino.

Opiniones episcopales

Resultaría imposible y tedioso intentar un análisis de la posición asumida por cada obispo del país con respecto a las violaciones de los derechos humanos, la condena del terrorismo de Estado y la atención pastoral de sus víctimas.

Voy a limitarme a transcribir un florilegio de expresiones y actitudes que demuestran, a mi juicio, el predominio en el cuerpo episcopal de una opción política a favor del régimen militar en desmedro de las exigencias del testimonio evangélico.

Comencemos por monseñor Antonio José Plaza, arzobispo de La Plata. En mayo de 1977 dijo en un discurso en la capital de la provincia de Buenos Aires: "Los malos argentinos que salen del país se organizan desde el exterior contra la patria, apoyados por las fuerzas oscuras, difunden noticias y realizan desde afuera campañas en combinación con quienes trabajan en la sombra dentro de nuestro territorio. Roguemos por el feliz resultado de la ardua tarea de quienes espiritualmente y temporalmente nos gobiernan. Seamos hijos de una Nación en la cual la Iglesia goza de un respeto desconocido en todos los países condenadamente marxistas" (12).

Obsérvese el adverbio "espiritualmente". Para monseñor Plaza, en abierta contraposición con la doctrina católica, el ámbito espiritual correspondía al gobierno de las fuerzas armadas, como lo puso de manifiesto en el caso de la prohibición del libro de Beatriz Casiello, que he mencionado en las páginas anteriores. Su principal preocupación es que la Iglesia goce de respeto -es decir, de privilegios-, a diferencia de lo que ocurre en el resto de los países, "condenadamente marxistas".

En agosto de 1978 el mismo Plaza sostuvo, en respuesta a una carta de Amnistía Internacional, que "en la Argentina no hay prisioneros políticos" (13). Pocas semanas antes, al regresar de un viaje al Vaticano, lamentó "la campaña de descrédito existente -a su juicio contra la Argentina- que cuenta con el apoyo de las fuerzas de la izquierda". Agregó que en la Santa Sede se estaba viendo la situación argentina con mayor comprensión y expresó su esperanza que los periodistas que vendrían para el campeonato mundial de fútbol podrían ver mejor las cosas (14).

En algunos casos, con olvido total de la obligación pastoral, la opinión de los obispos fue expresada con una violencia y una ceguera incomprensibles. Tal es el caso de monseñor Carlos Mariano Pérez, ahora retirado del obispado de Salta. En enero de 1984 sostuvo ante la prensa nada menos que lo siguiente: "Hay que erradicar a las Madres de Plaza de Mayo". Sin duda pensaría, evangélicamente en la utilización de cámaras de gases. Además, "se mostró contrario al juicio y castigo a los militares, afirmó que los organismos defensores de derechos humanos en nuestro país pertenecen a una organización internacional; y consideró que la exhumación de cadáveres N.N. es una infamia para la sociedad" (15).

La visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la O.E.A. en 1979, causó irritación a muchos obispos. Pienso que en esa reacción se mezclaban varios factores. El primero, la ignorancia. Los prelados dan la impresión de no saber que la C.I.D.H. integra la Organización de los Estados Americanos, a la cual pertenece la Argentina y que ésta, por los tratados que ha suscripto, está obligada a aceptar su intervención. No tienen la menor idea del papel -encomiado con frecuencia por la Santa Sede- que desempeñan los organismos internacionales en la salvaguardia de los derechos humanos. Se imaginan a la Comisión como un grupo de enemigos del régimen argentino y no como un cuerpo imparcial, formado por juristas independientes.

A esa circunstancia se agrega su mentalidad estrecha y patriotera, formada por la ideología del nacional-catolicismo. Pero lo claramente decisivo era la alianza de los obispos con el régimen militar, al cual se sentían en la obligación de defender sin ningún análisis serio de la cuestión.

En algunas declaraciones, como la de monseñor Octavio Nicolás Derisi, rector de la Universidad Católica Argentina y obispo auxiliar de La Plata, el primitivismo se combina con el agravio a las víctimas del terrorismo de Estado y la adulación a las autoridades. "Creo que la C.I.D.H. no debería haber venido", sostiene en septiembre de 1979. "El gobierno -agrega- con una gran generosidad la ha aceptado. Por eso yo también la respeto, pero no tenía por qué una comisión extranjera venir a tomarnos examen. Creo que en estre momento el gobierno lo está haciendo bien y no era necesario todo esto. Pero en fin, ya que ha venido pido a Dios que sean objetivos y no se dejen influenciar por aquella gente que ha creado este problema en la Argentina: las familias de aquellos guerrilleros que mataron, secuestraron y robaron" (16).

En esta exposición, como en todas las de Derisi, surge la estolidez, la incompetencia, la deshonestidad. "Creo sinceramente -continúa-, que la Argentina es uno de los países donde hay más tranquilidad y en donde los derechos humanos están más respetados. En este momento hay presos, pero presos por delincuencia, dice el gobierno y en todo caso de acuerdo a la ley y a la constitución. No veo que en este momento en la Argentina se encarcele, se mate, se atropelle contra los derechos humanos en ninguna parte. Si hay alguna cosa individual... somos hombres, pero no me consta que exista esta situación. De todos modos yo vengo de Europa y les aseguro que hay mucha más tranquilidad en Argentina. En la Argentina una mujer puede ir de noche con toda tranquilidad. Yo diría que los derechos humanos están sustancialmente defendidos en la Argentina" (17).

En una encuesta de la revista Somos sobre la venida de la C.I.D.H., monseñor Derisi repite los mismos argumentos, agregando un matiz de vanidad intelectual, derivado de su presunta versación filosófica: "Prefiero -dice- llamar derechos de la persona humana y no derechos humanos. Hay quienes hablan mucho sobre el tema, si. Pero un país donde hubo un millón de abortos en un año como los Estados Unidos -añade con una lógica extraña-, ¿tiene derecho a convertirse en juez?" (18).

Surge otra vez la confusión respecto a la C.I.D.H., cuyos integrantes, en su mayoría son latinoamericanos. Y no se entiende por qué razón si en los Estados Unidos -igual que en la Argentina- se realizan abortos , se justifica que entre nosotros las fuerzas armadas secuestren, torturen, roben y maten.

No voy a incursionar sobre el perfil intelectual y moral de monseñor Derisi, porque no es la ocasión oportuna. Ya habrá oportunidad. Quiero mantenerme dentro de los límites de mi tema y señalar el papel miserable que Derisi desempeñó en los años oscuros, llegando hasta la delación. Basta con leer los párrafos transcriptos, donde luce el servilismo hacia los detentadores del poder y la calumnia para los perseguidos y las víctimas. Cuando fue detenida mi hija le escribí pidiéndole ayuda. Me contestó que nada podía hacer. En realidad, nada quería hacer, dado que su identificación con el gobierno le proporcionaba un amplio margen de influencia, que utilizó para la obtención de ventajas temporales.

Para monseñor Idelfonso María Sansierra, arzobispo de San Juan -ya fallecido-, "la C.I.D.H. tiene intención política. Debería preocuparse por otros países donde se violan abiertamente los derechos humanos. Debemos defender nuestra soberanía y si la comisión excediera sus funciones el gobierno, haciendo uso de sus facultades soberanas, debería dar por terminada su misión" (19).

Monseñor Sansierra fue uno de los obispos más reaccionarios e ignorantes de nuestro episcopado. Afirmó, impúdicamente, que "los derechos humanos son observados en la Argentina". Sostuvo además que "ellos son suspendidos en tiempo de guerra" (20). ¡Dónde habrá estudiado teología moral monseñor Sansierra, para quien, aparentemente, en caso de conflagración bélica -que entre nosotros no existía-, es legítimo torturar, asesinar prisioneros robar y violar mujeres! Su aserción contradice abiertamente las enseñanzas de la Iglesia y pone de manifiesto la pasión homicida que lo alentaba. En una ocasión hablando de los que se quejaban por la existencia de presos políticos, dio la siguiente explicación: "Yo voy también a la cárcel y nunca me quedo adentro. Me dejan salir siempre" (21).

Otro caso de alteración de la doctrina de la Iglesia es el de monseñor Guillermo Bolatti, arzobispo de Rosario -también fallecido y representante del ala integrista-, quien explicó que "cada país debe regular los derechos humanos". Esta afirmación implica colocar la soberanía del Estado por encima de los derechos fundamentales, incluyendo la libertad de conciencia y ha sido reiteradamente condenada por papas y concilios. "No deben ser los extranjeros (la C.I.D.H.) -agregó- los que nos vengan a indicar lo que tenemos que hacer. La entrevista de la C.I.D.H. con Primatesta me imagino que será positiva, porque podrán recibir algunos esclarecimientos sobre la situación de la Argentina que en el extranjero y en particular en Europa, está distorsionada". (22)

El obispo de San Rafael, monseñor León Kruk, dijo que "la visita de la C.I.D.H. no significa un avasallamiento de nuestra soberanía pues responde a una invitación del gobierno, aunque expresó sus dudas acerca de la exactitud de sus conclusiones" (23). ¡Curiosos obispos regalistas, más preocupados por la soberanía del estado que por la vigencia del Evangelio! Pero ya veremos más adelante la raíz de esta cosmovisión.

En los días previos a la llegada de la Comisión Interamericana participé en un episodio que confirma el preconcepto de los obispos. Acompañé a Córdoba a una funcionaria de la C.I.D.H. para encontrar un lugar que no perteneciera al Estado, donde sus miembros pudieran recibir con libertad y en un clima de confianza las denuncias de los familiares de las víctimas de las violaciones de los derechos humanos. No era fácil, por el temor reinante. La representante de la Comisión, confiada por la cooperación encontrada en otros países, pensó en un templo católico y pedimos una entrevista al cardenal Raúl Primatesta. Como estaba ausente de la ciudad nos recibió su auxiliar -ahora arzobispo de Paraná- monseñor Estanislao Karlic. Escuchó con atención y nos dijo que transmitiría el pedido al cardenal. La conversación fue extensa y la aproveché para explicar la gravedad de los hechos y la urgencia de la intervención de la Iglesia. Al día siguiente Karlic nos llamó por teléfono a Buenos Aires para comunicarnos que el cardenal Primatesta había resuelto no prestar ningún templo ni edificio eclesiástico con ese fin, porque no quería adoptar una posición crítica frente al gobierno... Igual suerte corrió la solicitud que hicimos llegar al obispo de Tucumán, Blas Conrero, quien se amparó en la decisión adoptada por Primatesta. En definitiva, una nueva y expresa omisión del deber pastoral por servilismo hacia el estado.

En el informe de la C.I.D.H. sobre la situación de los derechos humanos en la Argentina, se dice lo siguiente: "El miércoles 12 de septiembre (de 1979), la C.I.D.H. visitó en la sede de la Conferencia Episcopal al cardenal primado de la Argentina, arzobispo de Córdoba y Presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, quien expuso sus puntos de vista acerca de la situación de los derechos humanos de la Argentina e intercambio opiniones con los miembros de la C.I.D.H." (24). Supe luego, conversando con miembros de la Comisión Interamericana, que el cardenal Primatesta sólo expresó vaguedades, dirigidas a justificar la actitud de las fuerzas armadas.

Las denuncias sobre violaciones de los derechos humanos en la Argentina también exasperaban a algunos obispos. Para monseñor Bernardo Witte, obispo de La Rioja, se trataba de una "campaña difamatoria" y para monseñor Rómulo García, obispo de Mar del Plata, eran "campañas improvisadas y organizadas por quienes niegan la libertad" (25). En esa calificación, por cierto calumniosa, estaban incluidos, sin excepción, los familiares de las víctimas, las instituciones de derechos humanos del país y las organizaciones internacionales. Monseñor García negó un templo a los familiares de detenidos-desaparecidos, para reunirse.

Los prelados de mayor jerarquía hacen sonar otras cuerdas en defensa de las fuerzas armadas. Monseñor Antonio Quarracino, antiguo obispo de Avellaneda y después arzobispo de La Plata, ha insistido en la necesidad de que se dicte una "ley de olvido", aunque nunca ha conseguido explicar cómo podía instrumentarse (26). El cardenal Juan Carlos Aramburu se inclina por una amnistía (27). Y el cardenal Raúl Primatesta, con dudosa teología, sostiene que el perdón corresponde a los hombres y la justicia de Dios, excluyendo de esa manera la posibilidad de sanciones penales para los criminales del Estado terrorista (28). Con ese criterio, el gobierno italiano tendría que liberar inmediatamente al ciudadano turco que hirió gravemente al papa Juan Pablo II.

No quiero abusar del lector con citas similares. Recuerdo expresiones del mismo tipo de monseñor Rubén Di Monte, obispo de Avellaneda; monseñor Jorge Mayer, arzobispo de Bahía Blanca y su entonces vicario y ahora obispo de Mercedes, monseñor Emilio Ogñenovich, con quien tuve una difícil conversación en un viaje a esa ciudad del sur; monseñor Horacio A. Bozzoli, en esa época obispo auxiliar y vicario general de la arquidiócesis de Buenos Aires -a quien entrevisté- y ahora arzobispo de Tucumán; monseñor Pedro A. Torres Farías, obispo de Catamarca; monseñor Jorge Manuel López, antes obispo de Corrientes y en la actualidad arzobispo de Rosario; monseñor Elso Desiderio Collino, obispo de Lomas de Zamora, que se prestó para viajar a París a fin de oficiar la misa solicitada por la embajada Argentina, que se negara a celebrar el arzobispo de esa ciudad; monseñor Manuel Guirao, antiguo obispo de Orán, trasladado al arzobispado de Santiago del Estero; monseñor Italo Di Stéfano, ex obispo de Presidencia Roque Sáenz Peña y ahora arzobispo de San Juan; monseñor Jorge Carlos Carreras, antiguo obispo de San Justo, para quien defender los derechos humanos significa ser comunista; monseñor Juan Rodolfo Laise, obispo de San Luis, una de las mentalidades más cavernícolas de todo el Episcopado; y monseñor Adolfo R. Arana, obispo de Santa Rosa, hijo de un general del ejército y afin con su mentalidad.

Esta comunidad de objetivos fue expresada por el almirante Emilio Massera, en una de sus respuestas más cínicas: "Nosotros -dijo- cuando actuamos como poder político seguimos siendo católicos, los sacerdotes católicos cuando actúan como poder espiritual siguen siendo ciudadanos... Sin embargo, como todos obramos a partir del amor, que es el sustento de nuestra religión, no tenemos problemas y las relaciones son óptimas, tal como corresponde a cristianos" (29).

Notas
(1) La Nación, Buenos Aires, 20 de noviembre de 1978 y Clarín, Buenos Aires, 21 de noviembre de 1978.
(2) Clarín, Buenos Aires, 24 de noviembre de 1978.
(3) La Prensa y La Razón, Buenos Aires, 20 de noviembre de 1978.
(4) Conf. Clarín y La Prensa, Buenos Aires, 31 de diciembre de 1983.
(5) La Razón, Buenos Aires, 25 de mayo de 1985.
(6) La Razón, Buenos Aires, 8 de diciembre de 1984.
(7) Alfredo Silletta: La secta Moon. Cómo destruir la democracia, Buenos Aires, 1985, El Cid Editor, pág. 37.
(8) Orestes Plana: El escándalo de la secta Moon - El Vaticano absuelve a monseñor Plaza, en El Periodista, Buenos Aires, 24 de noviembre de 1984, pág. 11.
(9) El Diario del Juicio, número 25, Buenos Aires, 12 de noviembre de 1985, pág. 470.
(10) Alfredo Silletta: ob. Cit, pág 41.
(11) La Iglesia ante un desafío, en Criterio, número 1947, Buenos Aires, 11 de julio de 1985, págs. 327 / 328.
(12) La Razón, Buenos Aires, 13 de mayo de 1977.
(13) Buenos Aires Herald, Buenos Aires, 2 de agosto de 1978.
(14) La Opinión, 8 de junio de 1978.
(15) La Razón, Buenos Aires, 23 de enero de 1983; La Voz, Buenos Aires,, 24 de enero de 1984.
(16) La Razón, Buenos Aires, 12 de septiembre de 1979.
(17) Id. Id..
(18) Somos, Buenos Aires, 7 de septiembre de 1979.
(19) Clarín, Buenos Aires, 8 de agosto de 1979.
(20) Periódicos de San Juan, 15 de mayo de 1977.
(21) La Prensa, Buenos Aires, 31 de enero de 1978.
(22) Convicción, Buenos Aires, 13 de septiembre de 1979.
(23) Crónica, Buenos Aires, 13 de septiembre de 1979.
(24) El Informe prohibido. Informe de la O.E.A., sobre la situación de los derechos humanos en la Argentina. Buenos Aires, CELS, 1984, pág. 14.
(25) La Nación, Buenos Aires, 27 de mayo de 1978.
(26) Conf. Convicción, Buenos Aires, 3 de abril de 1983; Tiempo Argentino, 3 de abril de 1983; Esquiú, 18 de abril de 1983.
(27) Convicción, Buenos Aires, 3 de abril de 1983.
(28) Clarín, Buenos Aires, 6 de abril de 1985.
(29) Entrevista concedida a la revista Familia Cristiana, reproducida por el diario Clarín, del 13 de marzo de 1977.

Wellness Oasis

Por Osvaldo Bayer

¿Cuál es el verdadero fin de año?, se preguntaría un lector de estas tierras europeas hermosamente blancas de pura nieve. El lector alemán de estas comarcas mansas del Rhin leería primero en su diario: "Cierre de una iglesia; se convertirá en instituto de masajes". Del alma al cuerpo. Ningún escritor exaltado de imaginaciones podría haber inventado esta realidad. Sí, la Iglesia Católica la ha vendido porque, primero, a ese templo ya no concurre nadie y, segundo, porque tiene graves problemas económicos. (No hace mucho, hablé de la venta de iglesias en Alemania y en todo el mundo. Ha proseguido esa tendencia. En la aldea de Linz, por ejemplo, de diez iglesias sólo siguen funcionando dos. No hay curas, no hay feligreses. Se calcula que en la próxima década van a cerrar 700 iglesias, casi todas en la zona del Norte de Renania y Westfalia, de mayoría católica. En la ciudad de Essen de un millón y medio de fieles quedan 940.000.) Pero la tapa de ese diario (General Anzeiger) trae como título "Mensaje de Navidad del papa Benedicto: ‘Os deseo a vosotros de todo corazón, que el cálido y comprensivo Dios os proteja siempre, os bendiga y os dé claridad’".
Claro, el un poco confundido lector del mismo diario se preguntará –en voz muy baja, por las dudas– ¿por qué Dios de todo corazón, cálido y comprensivo Todopoderoso, permite que sus iglesias se conviertan de templos del alma en centros de masajes del cuerpo? Ya lo dijimos alguna vez: da pena que las iglesias se vendan y no se conviertan en grandes centros de debate de cómo hacer para buscar soluciones a los tremendos males que sufre el ser humano. El hambre, la muerte infantil, el desprecio que significa el hombre sin trabajo, los emigrantes que cruzan fronteras prohibidas para poder trabajar y mantener a sus familias, las guerras cada vez más feroces, la tortura ya oficializada. Ir solucionando esos problemas mediante el debate sería crear al verdadero Dios, el de la infinita bondad. No esperar el cielo para gozar porque no nos daría ninguna tranquilidad ni sosiego ver desde arriba cómo sufren los de abajo. Los intérpretes prácticos de la vida diaria señalaron que aquella vez se eligió al Papa polaco porque sólo un polaco era capaz de hacer caer el comunismo. Y sostienen que no se equivocaron los que aconsejaron eso ya que el verdadero artífice que le dio el empujón más fuerte al comunismo fue el papa Wojtyla. La pregunta de siempre es: bueno, sí, pero qué nos dejó ¿Bush? ¿Que ahora en Rusia haya multimillonarios que compran equipos de fútbol enteros? Pronto jugadores porteños formarán el "Moscú Fútbol Club" o el "Siberianos Unidos". Ya hay "conversaciones" como suelen decir los cronistas deportivos.
Ahora se dijo que se eligió a un Papa alemán con el objetivo de entusiasmar a los católicos de este país para que vayan a misa los domingos y entonces Alemania podría volver a ser el país católico que más dinero da a la Santa Sede de Roma.
Se nos ocurre que las soluciones no son ésas. Es verdaderamente deplorable que la Iglesia no haya logrado ninguna de las metas que marcó Jesús. Pero que puede llegar a obtenerlas si aprende de la historia y no se encierra en cenáculos teológicos exclusivos o en estructuras donde lo único que vale es la voz de mando del Papa o del obispo.
La Iglesia Católica tiene que preguntarse, para detener esta silenciosa pero indiscutible pérdida de prosélitos, cómo, por ejemplo, la sociedad se fue reformando y tuvo que finalmente permitir como horario máximo para los obreros las sagradas ocho horas de trabajo. Las obtuvieron ellos saliendo a la calle con la protesta y el coraje, no yendo a rezar a la iglesia.
Quienes se dieron cuenta de que la Iglesia iba a perder si continuaba con el argumento de la infinita bondad de Dios o que hay que ser fiel a Él y solamente a Él y a su Madre Virgen, fueron los llamados curas del TercerMundo. Verdaderos mártires de la solidaridad, pero de la verdadera solidaridad, la de los hechos, el lograr justicia y vida aquí en la tierra. Y también hubo y hay obispos con el mismo pensamiento. Muchos fueron muertos por los militares, gendarmes y policías de siempre. La Iglesia oficial tendría que abrirse y todos los años recordar con grandes manifestaciones el día en que esos verdaderos Hijos del Pueblo fueron asesinados. No elegir encerrados y en secreto a un nuevo Papa sino que éstos sean elegidos en asambleas de los pueblos. Nos imaginamos qué pasaría si la Iglesia Católica argentina iniciara una marcha convocatoria a todos sus fieles, de peregrinaje a la Plaza de Mayo para exigir como principio fundamental de la democracia una vida digna para todos los niños argentinos invirtiendo en trabajo para todos los padres. Comedores infantiles en vez de más policías, sueldos dignos para los docentes en vez de militares. Me imagino Papas como Angelelli o De Nevares. No sólo hablaban sino que Hacían.
Cuando la Iglesia Católica tuvo a esos hijos naturales que fueron los de la Teología de la Liberación, tendría que haberse dado cuenta y pasar de la plegaria a la acción. Fue un aviso que respondió a las necesidades de la época y de su futuro. En vez de eso, retrocedió. No vamos a negar los buenos deseos y palabras del papa Wojtyla y hasta de Ratzinger, pero ahora falta llevar a la realidad esas palabras. La acción. Sí, no violenta, pero poner la cara y decir esto no va más. Se están muriendo todos los días de hambre niños en la Argentina, el país de las mieses de oro.
El obispo de Paderborn acaba de decir: "Nos dejamos fascinar más por la oscuridad que por la luz". Bien, señor arzobispo, prenda entonces la lamparita: en vez de rezar a oscuras, salga a la calle a la luz del día e invite a su pueblo a salir a la calle: los diarios alemanes acaban de publicar que pese a los cinco millones de desocupados, las empresas anuncian nuevos despidos: Telekom cesanteará a 32.000 empleados; Opel, a 9000; Karstad-Quelle, a 5700; Walter Bau, a 3000; Deutsche Bank, a 1920; Agfa Foto, a 1700; IBM, a 1600; Ford, a 1300, etc. etc. etcétera.
Pero, ¿cómo? ¿No era que todo iba a quedar resuelto con el capitalismo? Es hora pues de que, sobre la base de las enseñanzas evangélicas, se busque la justicia deseada y se muestre una visión del cambio de la sociedad actual con el basta a todas las violencias, siempre iniciadas por el deseo de más poder.
Sí, la Iglesia perdió un hermoso tiempo y una magnífica oportunidad. Ayudar con toda su fuerza a resolver los problemas de violencia de las sociedades. Ayudar a construir el camino al paraíso en esta misma tierra. Esto me hace recordar la lección que le impartió un humildísimo curita capuchino argentino a aquel cardenal que supimos conseguir, monseñor Aramburu, obispo del orden establecido y sus castas. El curita se llama Antonio Puigjané. El cardenal le ordenó al curita retractarse porque había criticado a la dictadura militar de Videla. En vez de retractarse, el padre Puigjané le contestó que le iba a decir la verdad, toda la verdad. Y se lo dijo. Se explayó acerca de la conducta triste y colaboracionista de la Iglesia para con el régimen de desaparecedores de personas. Le escribió (textual): "La muerte que por miles fue sembrada entre lo mejor de nuestra juventud fue obra evidente de quienes vieron peligrar sus privilegios. No se dudó en usar los métodos represivos más monstruosos con tal de aniquilar todo lo que hubiera podido dar unidad y fuerza a nuestro pueblo. No se quiso aniquilar a la guerrilla (ello fue sólo una ocasión bien explotada) sino a un pueblo pobre que comenzaba a tener un poco de conciencia de su dignidad y de sus derechos. Una vez me fui a conversar con vos, obispo hermano, y tras larga charla me dijiste que todo lo que estaba haciendo yo a favor de las Madres era antievangélico". Más adelante le expresa: "No te ha gustado que confesase, con dolor y vergüenza, que hemos sido cómplices, especialmente la jerarquía de la Iglesia, de los crímenes horrendos del proceso contra nuestro pueblo. Los familiares de desaparecidos nos creen muchísimo más culpables que a los mismos militares, a los hombres de la Iglesia, en especial a ustedes, los obispos. Ustedes, no se jugaron". Y continúa: "Vos mismo, hermano obispo, al no recibir nunca a las Madres de Plaza de Mayo, al prohibir misas por los desaparecidos, al decir que muchos desaparecidos estaban paseando por Europa... ¿sabés cómo se frotaron las manos los desaparecedores?" Esto lo dijo el padre Antonio Puigjané, un cura del pueblo.
Con curas católicos como éste, la iglesia de los Redentoristas de Hennef, que hoy sirve a un instituto de masajes, y lleva el nombre de "Wellness oasis" (Oasis del sentirse bien), se llamaría "Comedor de niños, madres solteras y abuelos solitarios".

Página 12, 01/01/06

Reportaje de Cristina Castello a Monseñor Plaza en 1984 
Máscaras:
Monseñor Antonio José Plaza
Amén

[Nótese que esta entrevista tiene fecha 05 de abril de 1984. Si no, no podrá leerse correctamente]

Para quienes la vida del prójimo, que para ellos no es prójimo, se juega en una mesa de dinero o de tortura, él es un personaje polémico.
Para quienes la vida es Belleza. Manos. Amor. Nido.
Ángeles. Dios. Arte. Alegría. Bien Común.
Para quienes la vida es Universo todo en comunión,
Monseñor Antonio José Plaza es una máscara de horror.
Ligado al genocida militar Ramón Camps, siempre se dijo que, a su manera, "gobernó" la provincia de Buenos Aires. "Manera". Modo. Forma. Estilo. Pienso en manera-modo-forma-estilo. Para creer. Crear. Construir. Soñar.
Acariciar. Ayudar. Amparar.
Para disparar gaviotas que hilvanen estrellas.
Para dibujar ternura en la mañana de a dos.
Cuando el amor se recrea en tostadas crujidas con ojos de tanto amor.
Como antes del instante vértice del despojamiento y la entrega.
De la entrega para la libertad.
Monseñor -¿monseñor?- monseñor ríe ¡ríe¡ Ríe que muchos desaparecidos se "desaparecieron entre ellos". Ríe y el enorme Víctor Hugo del "Hombre que ríe" le hubiera parecido "subversivo". Ríe que al Padre Hapon no lo mataron los genocidas, sino que se fue al Sur. Niega haber dicho a Amnesty Internacional que en Argentina no había detenidos políticos.
Después, ante la evidencia, ríe, ríe. Ríe, en su máscara de horror.
Quiera Dios que esta entrevista consiga con los años, que algún un corazón grite, susurre, clame.

Para que
Nunca Más.
Nunca Más.
Nunca Más.

Cristina Castello

Es arzobispo de La Plata desde 1956. A partir de entonces tuvo influencia en elámbito educativo de algunos gobiernos provinciales. Se lo vinculó con el Banco Popular de La Plata, liquidado por el Banco Central en 1964. Desde el 11 de noviembre del '76 hasta el 30 de diciembre de 1983, fue capellán general de la Policía de la Provincia. De la más genocida policía del genocidio, junto a la de Tucumán y Córdoba. Tuvo jerarquía de Comisario General. Le dio el cargo el entonces Jefe de Policía Ramón Camps. Nombre que acecha el alma. El arzobispo y el hombre que acecha el alma se hicieron amigos. Y Plaza se ufana de ello. De su amistad con el asesino.

EL HOMBRE QUE RÍE

Para llegar a él me acompaña alguien. Parece un parapolicial. Me lleva por pasadizos y sótanos. Inquietantes. Intimidatorios.
Cuando llego a su despacho, sonríe. Como un cura bueno. Como un padrecito de pueblo que tuviera a Dios en él. Como si de verdad fuera un ministro de Dios. Elude temas pero se refiere a otros, sin que medien mis preguntas. Por ejemplo y con cara de inocente: "A ese cenicero me lo regaló Graiver (!)...es un amigo".
El arzobispo de La Plata me soporta, como si estuviera contento con mi entrevista. Cargada de información y de preguntas.
Desde el fondo de mi amor a la vida y del sentido del deber, pregunto. Siento en mí la muerte y/o los horrores de todos mis hermanos humanos, a quienes nunca conocí. Pero eso: eran seres humanos. El hombre que ríe no se altera. Se muestra cordial y quiere seducirme con la charla. No entiende que lo mío son valores, nota mediante o no. No sabe que los valores contienen el concepto de la existencia como hecho trascendente. Y que son inmodificables. No entendería que mi estrella es la proa visionaria de José Ingenieros. Me ve tan joven y lo dice. Y por eso me cree vulnerable a su risa de máscara. Ríe que cree en Dios.
Diferentes dioses los nuestros. No entiendo de dioses con pulsión de muerte. Pero él ríe. Y parece que yo tiro con granadas: las preguntas. Y él con pétalos de rosas. (C.C.)

- Monseñor... ¿Qué me dice de la democracia?
- Y...yo vivo tranquilo, pero parece que el pueblo no. No está acostumbrado.
-Ahora hay destape. ¿Qué le parece?
-Que es una porquería. Aunque personalmente me importa un cuerno, como pastor de esta comunidad no puede agradarme.
-¿Porqué?
- ¿Usted estudió la historia de Roma y Cartago? Bueno...los cartagineses cruzaron los Alpes, llegaron hasta las puertas de Roma y se dedicaron a la dolce vita.
-¿Y entonces?
-Entonces los romanos los echaron porque con ellos había llegado la degeneración.

Estos y aquellos, o los unos y los otros

-El país sabe hoy de qué manera se violaron los derechos humanos durante los últimos años. ¿Qué piensa de eso?
-Creo que dar tanta difusión a esos hechos puede ser contraproducente. Si lo que queremos es levantar el espíritu sería mejor hablar de lo bueno.
-¿Qué de bueno tuvo el proceso?
-La idea fue buena, muy buena, aunque evidentemente la forma de ejecutarla no fue la adecuada. Pero... yo no quiero hablar de eso. Mi tarea está referida al orden espiritual; muchos trabajadores vienen a consultarme y también lo hacían muchos señores como (el General) Viola y compañía.
-No me dijo cuál fue la idea buena...
-Y ...querían restablecer la Constitución y la libertad. El país estaba desordenado y ellos querían hacer las cosas bien. También éstos (por el gobierno del doctor Alfonsín) tienen ideas buenas pero aquéllos tomaron por un camino y éstos por otro...¡y está bien!
-El camino de aquéllos fue terrorismo de Estado y el de éstos la Constitución...
-.....(Monseñor ríe con efusividad).
- ¿De qué se ríe?
- Porque son iguales...(burlonamente): ¿Usted cree que ahora hay libertad?
- No convivimos con la muerte, ni con la desaparición forzada de personas, ni  con la tortura, ni...
-¡No, no, no!... Para muchas cosas había antes mayor libertad que ahora.
- ¿Para qué cosas?
- No me haga hablar, no me haga hablar...
- ¿Cómo que no? Usted está defendiendo la dictadura...
-¡Qué dictadura ni dictadura¡ No me haga decir eso a mí, yo hablo de la "idea" del proceso. He discutido con (el general) Viola estos temas porque siempre quería hablar conmigo cuando era comandante y también cuando era presidente.
-¿Y con Jorge Rafael Videla?
-Lo vi dos veces, nada más...¿qué quiere que le diga con tan poco?
- Hablamos del responsable de desaparición de niños y adultos, de torturas y actos que ni los animales harían...
-Lo que pasa es que aquéllos que vulneraron todo desde el principio, se organizaron, organizaron actos y mataron gente, ahora son considerados héroes. Y bueno... ¿Qué hubiera pasado si quedábamos en manos de los subversivos?
¡Imagínate!...¿Qué hubiera sido de nosotros?
- ¿Defiende el terrorismo de Estado?
-No.
-¿Y las torturas?
-No.
-Tenemos treinta mil desaparecidos, Monseñor: Le hablo de vidas.
-¡Vamos...! No sé si son tantos y además hay muchos que se desaparecieron entre ellos. No podemos decir ahora que los subversivos son todos santos inocentes.
¿Usted conoce a Patricio Kelly? Yo lo conozco mucho: cuando él cayó preso en el '55 o '56 tenía dos hijos adolescentes y yo lo protegí. El escapó y fue a Chile, después lo trajeron de nuevo acá y lo fui a ver porque me lo pidió. Conozco bien a Kelly y le aseguro que no es el indicado para decir ahora algo de alguien y que –por sus palabras- a ese alguien lo meta preso....bah...bah...
-No hablo de Kelly, Hablo del testimonio del genocidio: tumbas N.N, torturas y cuerpos que nunca aparecerán??
-Me parece muy mal....¿Qué quiere que le diga? Pero yo recién me entero.
- Quienes quisimos enterarnos, por deber humano, nos enteramos....
-¿Sí?...Era gente muy inteligente.
-Si se encuentran culpables... ¿Qué se debería hacer con ellos?
-Ah... Yo no puedo juzgarlos.
-¿Se acuerda de la ley de olvido que propuso monseñor Quarracino?
-Sí. Él es un gran obispo y no voy a contradecirlo nunca...Ni a él ni a ninguno de mis hermanos.
- No me dijo qué piensa de la ley de olvido...
-Ya lo he dicho y no soy un reloj de repetición.
- Usted dijo que hay que olvidar lo malo. Pero los criminales son un peligro para la República. ¿Y usted, ministro de Dios no le da importancia?
- Bah, bah.... muchos de los que dicen eso tendrían que poner al día su conciencia con Dios. Pero además no soy juez y no puedo opinar....¿Qué me quiere hacer decir? Mire...Tome... voy a regalarle un catecismo: es el que le dábamos a  la policía. Léalo...¡A ver si le hace bien!

Los sacerdotes y los torturadores

-Qué actitud asumió con los sacerdotes que estuvieron detenidos?
-Acá, en La Plata, no había ningún detenido.
-Me contó un sacerdote español –que salvó la vida por ser extranjero- que él estuvo en la cárcel de La Plata y...
-Ah... No sé... Nunca fui a la cárcel.
-Dijo que el padre Callejas –que era capellán- compadecido de los presos políticos, les pasaba dinero extraoficialmente pero...
-Ah... No sé nada, eso es cosa de él....¿por qué no lee el catecismo que le regalé?
-Monseñor: el curita español me dijo también que cuando los militares se lo comentaron, usted destituyó a Callejas.
-¡Mentira, mentira!... Calleja murió en diciembre y era canónigo de la Catedral de La Plata.
-¿Y qué me dice del padre Hapon?
-Y bueno... El padre Hapon se fue al Sur. Pero... qué lindos ojos tenés....
-¿Por qué se fue?
-Porque se enamoró de una mujer – la culpa siempre la tienen las mujeres- y se casó. Pero...Te di el catecismo, no lo lees y estás como reloj de repetición: preguntás y preguntás,. Te digo un piropo y seguís nomás...¡Tomá un caramelo¡
- Monseñor: el Padre Hapon cobijó en la Iglesia a una pareja perseguida por la represión y...
-Yo no sé nada de eso....
- ...Y cuando los militares le pidieron a usted la cabeza del padre Hapon, lo dejó solo. Le negó protección: era condenarlo a muerte....
-No señor, no señor. El se fue al Sur, allá puso una escuela y se casó...
Tampoco lo maté yo.
-No lo veo a usted matando directamente a alguien.
-No, no mato: ni directamente, ni de ninguna manera.
- Pero usted dijo una vez que "no sólo es culpable el que roba una escalera, sino el que la sostiene para que otro lo haga".
-Sí, si ..,¿cómo sabe tanto de mí... es de los "servicios"? (Monseñor ríe y ríe)
Sí, si usted va a robar y yo sostengo la escalera, soy tan culpable como usted.
-¿Acepta su culpa?
-Ah, no, Cristinita.....yo no le sostuve la escalera a nadie. (Busca algo en la parte baja del escritorio)....¿Querés un whisky?
- No, gracias ¿También los obispos mienten?
-Los obispos podemos equivocarnos porque somos seres humanos.
- Equivocarse no es lo mismo que mentir. ¿Cómo es que usted no sabía que había campos de concentración?
-No sabía.
-Había...
-Ah...No sabía...Mirá vos....pobrecitos, ¿no?
-Y había detenidos sin proceso...
-Ah... (intenta cara de inocente)...Pobres...¿a vos te dan pena?
-A usted le llegó una solicitud de la Amnesty International del 9 de julio de 1978. Tenía la firma de su presidente, Scott Hoffman. Era un pedido de informes, a  l cual usted respondió: "Aseguro que en la Argentina no existen detenidos políticos..."¿se arrepiente ahora?
-Yo no he dicho eso...
- ¿Y qué me dice de esto (le muestro una fotocopia del pedido de informes y de su declaración)?
- Y bueno, sí....¡Ay que chica preguntona¡ ...Sí, yo sabía que había presos a disposición del Poder Ejecutivo. Claro... pero no iba a verlos, porque iba el capellán.
- ¿ Y cuál fue la actitud de los capellanes respecto de tanto crimen y tortura?
-Los capellanes cumplían las funciones naturales: les daban auxilio espiritual.
- ¿Ve? Reconoce usted que sabía de la tortura y la muerte...
- Yo no reconozco nada
-¿Por qué nunca los capellanes levantaron la voz para defender el derecho a la vida?
-Y... ellos cumplían con su deber y el deber sagrado del sacerdote es no comunicar las cosas. Son secretos de oficio...
-Lo que usted dice burla el sentido común y el respeto a la vida. ¡Cómo no van a hacer nada si ve que matan o torturan?
-Usted está hablando de una cosa hipotética.
-Estoy hablando de las cárceles que usted reconoció que visitaban los capellanes...
-No me consta que las visitaran. Ellos iban a la Unidad 9 de acá (La Plata, provincia de Buenos Aires). Ahí había presos políticos que estaban a disposición del Poder Ejecutivo.
-Estamos hablando de lo mismo y hace rato reconoció que daban auxilio espiritual....
-¿Y qué? ¿A usted le consta que lo torturaban?
- Mire, se sabe que mientras torturaban a alguien, había siempre un sacerdote...
(A esta altura el padre Andrés, secretario de monseñor Plaza y accidentalmente en el lugar, hace exclamaciones de horror.)
-No, eso es mentira, es una infamia.
- Se dice también que en el '76 se reunieron diez capellanes para establecer si correspondía o no dar la absolución a los ejecutores de la tortura. Y nueve –nueve ministros de Dios- votaron por la afirmativa. Excomulgan a quienes se divorcian y bendicen a los torturadores....
- No sé nada de eso, es la primera noticia que tengo. Pero le hago saber que si alguien se arrepiente y promete no hacerlo más, hay que darle la absolución.
-¿Cómo si hubiera cometido cualquier pecado, cómo si hubiera dicho una mala palabra?
- No hay malas palabras, pero... (se ríe)... hay apellidos que parecen una mala palabra.
-¿Cómo cuál?
-Como (el Canciller Dante) Caputo (ríe y ríe.)

Las manos con sangre del general Camps

- Cuénteme de su amistad con Camps...
-El era el jefe de policía y yo capellán general; lo conozco desde que era Mayor. Pero... amigos... la amistad... yo puedo decir que tengo amistad con una persona, pero no que sea amiga mía.
-Le recuerdo sus palabras: "Yo soy amigo de Camps –dijo usted- pero no es ningún delito". ¿Qué afinidades les permitían ser amigos?
-Esas son macanas que ponen en mi boca. Usted puede pensar lo que quiera, pero yo digo la verdad.
-Usted dijo en una ocasión que vio a Camps con sangre en las manos. ¿De quién era esa sangre?
-El venía de un operativo, de un enfrentamiento con guerrilleros y de ahí vino a verme a mí. Trajo sangre en las manos, sí señor.
- ¿Y no le preguntó, reprochó, denunció?
- ¿Y por qué iba a denunciarlo?
- ¿Y llama enfrentamientos a secuestrar personas de madrugada, incluidos niños?
- Sí, sí, sí, y el policía que estaba al lado de Camps cayó herido.
- Monseñor... Defender la represión es defenderla....
-Eso no es cierto. Ya lo ha dicho el arzobispo de San Juan: hay una confabulación para hablar mal de mí.
-¿Por qué no sale al cruce de esas versiones?
-Porque yo lo he dicho una vez y porque no soy reloj de repetición.
-¿Qué hizo usted como hombre de la Iglesia, por los perseguidos?
-Todo lo que debía pero no puedo hablar de eso.
-¿Qué opinión le merecen las organizaciones de derechos humanos?
-No actúan con sinceridad. ¿Usted cree que Ernesto Sábato es sincero en todo?
(Monseñor ríe a carcajadas.) Pero Sábato comía con Videla, ¿no? (ríe como si le hicieran cosquillas) Muy bien, usted es muy linda y muy simpática, pero esto se  terminó.
- ¿Usted no cree en la CONADEP (Comisión para investigar la desaparición forzada de personas)?             
- No....esa es una comisión inútil... está hecha a dedo.
- Hábleme de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, por favor...
-No quiero hablar de eso. Se acabó....¿quiere un café, linda?
-¿No le parece significativo que nunca hayan acudido a usted en busca de su consuelo?
- No, porque lo tenían en otro lado, bah...

La polémica amistad de Herminio Iglesias y Monseñor

-¿La Iglesia descuidó el aspecto espiritual por el poder político?
- No. Nosotros tenemos una Iglesia espiritual, que también atiende los asuntos temporales y políticos.
- Qué mundo este... en nombre de Dios y del amor una madre da a luz a un hijo. Y con el nombre de Dios y del amor en la boca, se comenten crímenes horribles...
-Es que algunos se ponen el nombre de Dios en la boca, pero actúan de otra manera.
- Todo parece indicar que habla de usted....
- No... ¿Cómo se te ocurre?
-¿Y qué opina de la actitud de la Iglesia respecto de los derechos humanos?
- (Mira hacia la ventana) ...Mirá vos cómo llueve.
-Llueve, Monseñor. Según la teología tomista la verdadera Iglesia se reconoce por las persecuciones de que es objeto, ¿dónde está hoy la persecución?
-A mí me persiguen los periodistas, así que debo de ser bueno. (Llama a su secretario y le pide una Biblia. Me la da.) Tomá... leela.. Te la regalo... A ver si aprendés, a ver si va al cielo...Te hace falta leerla.
-¿Cómo era aquello de su amistad con Herminio Iglesias?
-El vino acá con Amerise y compañía, cuando era candidato a vicepresidente. Me preguntó que me parecía para ministro de Educación un señor a quien trajo y yo le contesté que me parecía que podía ser útil. Bueno, después salió todo eso de
que yo lo apoyaba. No fue el único que vino acá, también vinieron Balbín y Anselmo Marini de quien aún soy amigo y...
-Usted siempre cerca del poder...
-No es cierto. Y cuando he tenido que decirle algo a alguien se lo he dicho.
-¿Usted es peronista?
-No soy peronista ni antiperonista. (Se pone de pié, me sonríe) Mirá, cuando llegaste te di cigarrillos, después te regalé un catecismo y la Biblia; y cuando te vayas te voy a dar un beso. Quiero a todos los seres humanos y vos sos muy simpática... Por eso te regalo todo.
-¿Simpática?
-Sí, porque decís todo lo que pensás. Preparate bien para ir al cielo porque nos vamos a ir juntos después...
- Difícil, si piensa - como su amigo Camps- que los periodistas somos todos subversivos...
-Y bueno alguna razón tiene. Todos no pero algunos...así que...pensá en vos, linda.
Buenos Aires, Revista La Semana, 5 de abril de 1984 Argentina, 05 de abril de 1984
Copyright © 2002 Cristina Castello
cristinacastello@fibertel.com.ar

Las influencias ideológicas
[Del libro Iglesia y Dictadura, El papel de la iglesia a la luz de sus relaciones con el régimen militar, de Emilio F. Mignone Capítulo 6]

La ideología

Además de los condicionamientos históricos analizados en el capítulo precedente, otro factor influyó en la actitud de la mayoría de los obispos argentinos: su formación intelectual.

Dos son las corrientes, íntimamente ligadas entre sí, perceptibles en la mentalidad de gran parte del episcopado: el integrismo y la ideología del nacional-catolicismo. Ambas concepciones están presentes en pastorales, homilías y declaraciones. Subsisten a pesar de los cambios producidos y la aparición de nuevos modelos posconciliares, entre ellos los de la Iglesia como sacramento de salvación y la Iglesia a partir de los pobres, este último nacido en América Latina (1).

No entra en el plan del presente trabajo un estudio de la evolución doctrinal y pastoral de la Iglesia católica argentina. Es un labor pendiente que no puedo intentar en esta ocasión porque me alejaría de mi objetivo central y ocuparía una extensión desmesurada. Voy a limitarme entonces a una breve conceptualización y la indicación de su incidencia en el problema que nos ocupa.

El integrismo es la doctrina básica, de la cual constituye una vertiente la ideología del nacional-catolicismo. No significan las dos exactamente lo mismo, aunque en la práctica se confundan. Es que ambas, además de una posición teológica-política, constituyen una forma común de expresión y de acción, una actitud, un talante, para utilizar el vocablo adoptado por un estudioso español del tema (2). Talante que aparece -conciente o inconcientemente- en muchas manifestaciones de nuestros obispos y, por supuesto, en su práctica diaria, aunque superficialmente procuren adecuarse a las formulaciones del Concilio Vaticano II, con el cual resulta incompatible (3).

Para el integrismo la Iglesia es una sociedad perfecta en el sentido que tiene un fin en sí misma, no subordinado a otro y debe asegurarse los medios para cumplirlo, ya sea de manera directa o requiriéndolo a otros, normalmente el Estado. La iglesia es contemplada como institución jurídica, más que como misterio de fe o sacramento de salvación que viene a proclamar la Buena Noticia.

La situación deseable para la Iglesia es el "Estado católico". En ese sentido se idealizan algunos períodos históricos, en particular la Alta Edad Media europea, en la cual el poder eclesiástico habría impregnado la totalidad de la estructura social y colocado bajo su influjo a los poderes estatales.

Según los integristas, el nominalismo filosófico, primero; la reforma religiosa y el cartesianismo, después; y finalmente la revolución francesa, con su lema de libertad, igualdad y fraternidad, destruyeron esa sociedad ideal. De esta última surgió el liberalismo del cual han nacido los restantes errores modernos: socialismo, anarquismo, comunismo, indiferentismo.

El integrismo es una disposición del espíritu que lleva a preferir todo lo que viene de lo alto por vía de autoridad y a desconfiar del hombre y de los procesos que conducen a la construcción de la verdad con los datos de la experiencia. El integrista -ha dicho el P. Congar-, condena todo matiz del pensamiento moderno. Y pone el acento más en una imágen de gloria de la Iglesia, que en una Iglesia terrena, compuesta por hombres pecadores y errantes que no es todavía el Reino de Dios anunciado por Jesús, al cual somos convocados a través de la conversión. En la concepción integrista no se comprende la historia de la salvación, historia de la humanidad que avanza a través de las contradicciones del pecado hacia el Reino de Dios. Para la visión integrista las soluciones de los problemas políticos y sociales se presentan como teoremas matemáticos, como principios inmutables a los que el hombre ha de someterse.

El integrismo -ha dicho el cardenal Suhard-, no acepta la adaptación de la expresión o fórmula de la fe, porque rechaza a priori la evolución, la ley de la historia que es el devenir y que vale también para la Iglesia. El integrismo táctico y el integrismo moral tienen en común el desprecio del mundo, reino del pecado y del error, al que hay que combatir oponiendo bloque contra bloque.

Un análisis pormenorizado de sermones, homilías, documentos episcopales, periódicos y literatura católica en general permitiría advertir la gravitación en la Argentina de la corriente integrista, que sufrió un rudo golpe con el Concilio Vaticano II. Este abrogó silenciosamente encíclicas y condenaciones, como el Syllabus de Pío IX (1864), del cual poco o nada queda en pie. Aunque la influencia del último concilio se advierte en pronunciamientos episcopales como Iglesia y Comunidad Nacional, de 1981, la actitud integrista reaparece constantemente, indicando que está viva en la conciencia y en la mente de gran parte de nuestro episcopado. Quedó claramente de manifiesto en los argumentos y medios utilizados en la campaña antidivorcista de mediados de 1986, que culminó con la concentración en la Plaza de Mayo, convocada por el arzobispo de Buenos Aires y algunos prelados del conurbano (4).

Una variante del integrismo lo constituye la ideología del nacional-catolicismo, muy fuerte entre nosotros. En éste, a partir de la concepción de que el cristianismo debe abarcar las estructuras estatales, el catolicismo pasa a ser una suerte de religión nacional. La Religión y la Patria -ambas con mayúscula-, como antes la Religión y el Rey, se confunden. No aceptar el catolicismo y sus devociones -particularmente las marianas- es ser un mal argentino. Múltiples episodios históricos se aducen para abonar esta simbiosis, que rebaja el cristianismo a la condición de ideología.

El nacional-catolicismo no se compadece con la realidad del país y constituye una corrupción del cristianismo. Es una herencia proveniente de España, donde durante muchos siglos el catolicismo, por razones históricas, se constituyó en una ideología nacional. Su pervivencia significa un absurdo, tanto en el terreno sociopolítico como religioso (5).

Estas corrientes se vinculan con el llamado nacionalismo católico, de raigambre maurrasiana. Como es sabido, el escritor y político francés Charles Maurras (1858-1962), creador de la Acción Francesa, promovió un movimiento monárquico y antidemocrático que consideraba al catolicismo como uno de los pilares de la nacionalidad gala. Maurras era personalmente agnóstico y su doctrina fue condenada por la Santa Sede en 1926. Sus ideas gravitaron sobre el nacionalismo argentino, que se confunde con el nacional-catolicismo (6).

Nuestros obispos, salvo excepciones, no han salido del integrismo y reducen con frecuencia el catolicismo a la condición de ideología nacional.

Ese sustrato intelectual, condicionó la reacción del episcopado frente a la dictadura militar. ¿Cómo iban a enfrentar a un régimen que aparecía ante sus ojos como un Estado católico, protector de la Iglesia y dispuesto a eliminar a los herejes y enemigos de la fe? Era la nueva alianza del Trono y del Altar. Las fuerzas armadas -sin tener en cuenta la convicción personal y la conducta moral de su oficialidad- consideran al catolicismo como un elemento integrante de la Nación y un instrumento de control social, de tal manera que coinciden con el nacional-catolicismo, prevaleciente en amplios sectores eclesiásticos.

La prolongación del régimen militar constituía para muchos obispos la tranquilidad de mantener la ficción de un país nominalmente católico, que les permitía influir con el apoyo de la estructura del Estado. La restauración del sistema constitucional se les presentaba como un paso hacia el vacío. Integrismo y nacional-catolicismo se oponen a pluralismo y democracia. Conviven con dificultad con ella, a la que consideran la antesala del comunismo. Alfonsín es el Gran Satán, como aparece dibujado en la tapa de la revista Cabildo, y el régimen democrático es sinónimo de libertinaje, pornografía, divorcio, drogadicción, aborto y delincuencia de los marginados (7).

En la época de la dictadura, cuando se presionaba a algunos obispos para que defendieran la dignidad de la persona humana, solían contestar: "No podemos hacerlo, porque si este gobierno cae vendrá el comunismo". Ese temor contribuía a detenerlo. Hoy más de uno de los prelados tiene la convicción que el sistema constitucional nos conduce a ese camino sin retorno.

Complicidad

Además de la ideología otro factor gravitó en la actitud del episcopado: la ignorancia y la mediocridad. Hubo excepciones notables, pero fueron acalladas.

Jesús eligió para Apóstoles hombre humildes, carentes de formación escolástica. Eran adultos con experiencia vital. Luego de una intensa preparación que no los desvinculó de su pueblo, se presentaron como testigos de la fe, llamando a la conversión, sin preocuparse de la autoridad temporal, que, por otra parte, les era hostil.

En la Argentina los sucesores de los Apóstoles proceden de manera distinta. Hace algunos años Enrique Tierno Galván señaló que el episcopado español tenía influencia oficial y política pero no religiosa. Las cosas están cambiando en la Madre Patria. Entre nosotros la observación sigue siendo válida, con notorias excepciones.

La percepción que los obispos tienen de la realidad es defectuosa y está teñida de prejuicios, equívocos y aprensiones. Sólo escuchan a quienes contribuyen a confirmar su apreciación parcial de hechos y personas. Pareciera, además, que la lectura no se encuentra entre sus hábitos. Ya dije que los dos cardenales, Aramburu y Primatesta, se negaron a recibir a las organizaciones de derechos humanos y a los familiares de las víctimas. Lo mismo ocurrió con el cuerpo episcopal, que tenía e deber de conocer de primera mano lo que estaba sucediendo. Su único canal de información fueron los servicios de inteligencia de las fuerzas armadas. Veamos lo que nos cuenta el arzobispo de San Juan, Idelfonso Sansierra, de la asamblea episcopal de 1977: "Por iniciativa del presidente de la Nación (Videla), la Conferencia recibió a los generales Viola (jefe del estado mayor del ejército), Jáuregui y Martínez (responsables de los servicios de inteligencia), quienes nos informaron con amplitud sobre la situación actual del país en el marco de la actividad defensiva y ofensiva contra la guerrilla subversiva que se nos ha impuesto desde adentro y afuera de nuestro territorio... al término de la exposición de los generales hubo un intercambio de ideas en un clima verdaderamente cristiano y patriótico" (8).

¿Qué podía esperarse de un episcopado cuya única fuente de datos provenía de los diseñadores y ejecutores del terrorismo de Estado, con quienes confraternizaba y cuyo lenguaje utilizaba?

Un mínimo de responsabilidad exigía que la Conferencia Episcopal hubiera convocado a las organizaciones de derechos humanos para conocer un punto de vista distinto y estar en condiciones de formarse un juicio fundado.

En Buenos Aires y Córdoba la figura de sus dos arzobispos es patética. Salvo en los aspectos formales y protocolares, no existen. Integran la estructura estatal-eclesiástica, sin vigilancia espiritual, intelectual y social. Viven aislados. Sus discursos, que nadie lee -con la excepción de quienes nos imponemos esa penosa obligación-, son una acumulación de palabras deliberadamente oscuras y ambiguas, sin conexión con la realidad. Citan continuamente al papa, con el objeto de eludir la responsabilidad de emitir opiniones propias.

En esos intercambios las fuerzas armadas utilizaron una forma de chantaje que surtió efecto sobre el ánimo pacato de los obispos y contribuyó a paralizarlos. Consistió en explicar la supuesta participación de sacerdotes y religiosos, en particular pertenecientes a colegios católicos, con la guerrilla o su relación con jóvenes que la integraban. Mostraron películas y audiovisuales. Se insinuaba que en caso de no encontrar colaboración en la Iglesia de daría a conocer dicha información y se lanzaría una campaña dirigida a responsabilizar a los prelados de haber cobijado a la subversión.

La dictadura militar encontró al episcopado en un estado de ánimo propicio para esos argumentos. Los cambios copernicanos producidos por el Concilio Vaticano II (1962-1965) y los documentos aprobados en la Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en Medellín (1968), produjeron una fuerte crisis interna en la Iglesia argentina; sorprendieron y desbordaron a los obispos, que no estaban preparados para encabezarlos y conducirlos. Los desenvolvimientos políticos de la década del 70, en parte producto de esa conmoción, terminaron por asustarlos. Su única preocupación consistió, entonces, en encontrar la forma de sacarse de encima a los perturbadores y volver al antiguo orden. Los militares se encargaron, en parte, de cumplir la tarea sucia de limpiar el patio interior de la Iglesia, con la aquiescencia de los prelados.

Esta siniestra complicidad explica algo que cuesta entender a los observadores católicos extranjeros: la sorprendente pasividad de un episcopado que contempla sin inmutarse como obispos, sacerdotes, religiosos y simples cristianos son asesinados secuestrados, torturados, apresados, exiliados, calumniados. Las escasas quejas, en los episodios más resonantes, tienen un carácter formal y se adelantan a insinuar las disculpas, como se advierte en la declaración sobre el crimen de San Patricio que transcribo en el capítulo segundo. El episcopado aceptó sin dificultad las mendaces explicaciones de las autoridades en los casos de monseñor Angelelli y de los clérigos y seminaristas palotinos, a pesar de existir pruebas abundantes de la responsabilidad oficial, probanzas que los obispos y el nuncio conocían. No hay ningún documento episcopal que se refiera al asesinato del obispo de La Rioja.

En algunas ocasiones la luz verde fue dada por los mismos obispos. El 23 de mayo de 1976 la infantería de Marina detuvo en el barrio del Bajo Flores al presbítero Orlando Iorio y lo mantuvo durante cinco meses en calidad de "desaparecido". Una semana antes de la detención, el arzobispo Aramburu le había retirado las licencias ministeriales, sin motivo ni explicación. Por distintas expresiones escuchadas por Iorio en su cautividad, resulta claro que la Armada interpretó tal decisión y posiblemente, algunas manifestaciones críticas de su provincial jesuita Jorge Bergoglio, como una autorización para proceder contra él. Sin duda los militares habían advertido a ambos acerca de su supuesta peligrosidad.

La magnitud y la ferocidad de esa persecución son sorprendentes, como se advertirá con la lectura del capítulo octavo. La Iglesia argentina cuenta con centenares de auténticos mártires, que sufrieron y murieron por la fidelidad a los principios evangélicos, en medio de la indiferencia o la complicidad de sus obispos. ¡Qué dirá la historia de estos pastores que entregaron sus ovejas al enemigo sin defenderlas ni rescatarlas!

Hubo obispos que visitaban a los presos políticos de su jurisdicción y en particular a los sacerdotes: Marengo, de Azul; Devoto, de Goya; Witte de La Rioja; de Nevares, de Neuquen; Kemerer, de Posadas; Ponce de León, de San Nicolás de los Arroyos; Zaspe, de Santa Fé; Hesayne, de Viedma; Novak de Quilmes. Pero fueron los menos y en todo caso faltó una acción institucional que enfrentara la totalidad del problema y que incluyera la situación de los detenidos-desaparecidos.

Desde el punto de vista pastoral hay algo más grave todavía y es la negativa del episcopado a prestar protección y apoyo material y espiritual a las víctimas de la represión ilegal y a sus familias. Monseñor de Nevares propuso formalmente a la asamblea episcopal la creación de una vicaría similar a la chilena pero la iniciativa fue rechazada por el voto de la mayoría de los prelados.

Es común la animadversión de los dos cardenales y de la mayoría de los obispos respecto a las organizaciones de derechos humanos y de familiares de las víctimas. He traído a colación en páginas anteriores algunas expresiones públicas en ese sentido. En privado sostienen que son instituciones "comunistas". Si esto ocurriera la responsabilidad sería del episcopado, por no haber ocupado el lugar que su misión evangélica e histórica le exigía. De haber jugado la Iglesia un papel protagónico en la protección de los perseguidos, no sólo hubiera salvado miles de vidas y mitigado sufrimientos; por el contrario su ascendiente pastoral habría crecido de una manera inimaginable y hoy no soportaría la ola de críticas que surgen de todos los sectores, además de haber evitado el apartamiento de la fe de millares de católicos.

Recuerdo una de mis últimas conversaciones con monseñor Vicente Zaspe, arzobispo de Santa Fe y entonces vice-presidente primero del comité ejecutivo de la Conferencia Episcopal. Fue en los jardines de la casa de ejercicios espirituales María Auxiliadora de San Miguel, donde estaba reunida la asamblea del episcopado. Si no me traiciona la memoria, era el año 1977. En un momento dado se detuvo, bajó la cabeza pensativo y me dijo: "mire Mignone, de aquí a algunos años la Iglesia va a estar en la picota". En otro momento me explicó: "Es tan tremendo esto, que no me alcanza el día para atender las familias de los desaparecidos, que vienen de todo el país". Tenía una conciencia clara de las omisiones del cuerpo al que pertenecía, pero careció de la decisión suficiente para romper con la maraña de intereses, prejuicios y cobardías.

Quienes en cambio lo hicieron fueron monseñor Jaime de Nevares, obispo de Neuquen, que aceptó desde el primer momento la presidencia honoraria de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos; monseñor Miguel Hesayne, obispo de Viedma, que integra también ese organismo y a quien se deben los pronunciamientos más enérgicos sobre el terrorismo de Estado; y monseñor Jorge Novak, consagrado obispo de Quilmes el 19 de septiembre de 1976, cuya diócesis, junto con varias confesiones protestantes, conforma el Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos. Es importante señalar que en estos tres obispados se vive, a mi juicio, el cristianismo más auténtico de la Iglesia argentina, con participación de la comunidad, apertura teológica, pobreza evangélica y profunda fe. En ellos encontraron las familias de los detenidos-desaparecidos, asesinados y torturados, el consuelo y el apoyo que se les niega en otras jurisdicciones.

La hostilidad de la mayoría de los obispos hacia las organizaciones de derechos humanos llegó a dificultar la participación de sacerdotes y religiosos. Hay tres casos paradigmáticos: los presbíteros Enzo Giustozzi, Mario Leonfanti y Antonio Puigjané.

Giustozzi pertenece a la Pequeña Obra de la Divina Providencia, congregación fundada por don Orione. Es también un conocido especialista en Sagrada Escritura, ex director de la Revista Bíblica. Miembro de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, ocupa un cargo en su secretariado, representando oficiosamente a la Iglesia católica. Coom residía en jurisdicción de la diócesis de Avellaneda, el entonces obispo auxiliar y ahora residencial, Rubén II. Di Monte (amigo íntimo, entre otros, de los generales Nicolaides y Suárez Mason), amenazó a su superior con retirarle las licencias sacerdotales si no se alejaba de la A.P.D.H. Se encontró como solución trasladarlo a Mar del Plata desde donde su actividad en la Asamblea ha quedado limitada por la distancia.

Algo parecido ocurrió con el P. Mario Leonfanti, de la congregación salesiana, que realizaba una admirable labor de asistencia a los familiares de "desaparecidos" y presos en el Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos. Debió retirarse por la presión que ejerció sobre sus superiores el arzobispo Aramburu, a quienes advirtió que en caso de no hacerlo le retiraría sus licencias sacerdotales. Leonfanti, sin embargo, siguió trabajando con familiares de las víctimas, en forma más discreta, en un taller instalado en la parroquia de Nuestra Señora de los Remedios, en el barrio de Mataderos, donde ha desarrollado una admirable labor. Posteriormente fue trasladado a Zárate.

Más penosas han sido las vicisitudes del sacerdote capuchino Antonio Puigjané. "Desde que conocí su drama -explicó en una entrevista con Mona Mocalvillo en la revista Humor- el eje de mi vida han sido las madres de los desaparecidos". Se lo ve siempre en la plaza de Mayo. Fue llevado preso y ha sido reiteradamente amenazado. El cardenal Aramburu le dijo en una ocasión en que lo llamó para reprenderlo, que lo que hacía con las madres era "antievangélico". "Que lío monseñor, le contestó con su paciente e ingenuo modo de hablar, porque a mi me parece antievangélico lo que usted dice". El P. Antonio, como es conocido, dirigió encendidas epístolas públicas con duros términos a la Conferencia Episcopal y al cardenal Aramburu. Obtuvo que se lo desterrara a Córdoba hasta recalar en una villa miseria de Quilmes Oeste, donde ejerce su ministerio entre los pobres, en la diócesis de monseñor Novak, aunque tiene prohibido celebrar misa en Buenos Aires, Lomas de Zamora y Tucumán. Pero la persecución prosigue. Desde el arzobispado de Buenos Aires y la nunciatura llueven las denuncias a la Santa Sede y un funcionario romano de la Sagrada Congregación de Religiosos ha escrito a sus superiores en la Orden de Frailes Menores Capuchinos requiriendo que se tomen medidas contra él.

Dada la prohibición existente en la ciudad de Buenos Aires, actúan en la Asamblea Permanente el presbítero Luis Farinello, de Quilmes, y el sacerdote pasionista Federico Richards, presidente en Vicente López, diócesis de San Isidro donde el obispo Alcides Jorge Casaretto tiene una actitud tolerante. En Córdoba desarrolla una intensa actividad en el campo de los derechos humanos el presbítero Felipe Moyano Funes, pero es mal visto por el arzobispo Primatesta y ha debido renunciar a su parroquia.

"Veo que en la Iglesia no nos movemos por el hombre en sí, no nos jugamos. Creo que vamos a tener que pedir perdón de rodillas al pueblo argentino", concluye Puigjané en la entrevista con Mona Moncalvillo en la revista Humor. Y en otro reportaje de la misma periodista el P. Farinello dice: "por todos esos jóvenes que han dado la vida, a veces uno se siente medio culpable... Y a veces da vergüenza de pertenecer a la Iglesia. ¿Cómo la Iglesia no estuvo a la altura necesaria? ¡Habría podido salvar tantas vidas!...".

La actitud de los obispos creó situaciones difíciles para las familias de las víctimas, provocando dolores y resentimientos que será difícil superar. Las puertas de la catedral de Buenos Aires permanecen siempre cerradas cuando las madres se reúnen en la plaza. En más de una oportunidad, cuando lograron entrar, se las amenazó con llamar a la policía. Era difícil encontrar un sacerdote que aceptara oficiar una misa pública para pedir por los desaparecidos. Los incidentes se multiplicaron. En una oportunidad, el P. Rafael Carli, lazarista, vicario de la Basílica de Luján, ordenó retirar los pañuelos de las madres dejados como ofrenda, porque no quería "hacer política". Esa actitud mereció una carta pública del presbítero Rubén Capitanio, incardinado en la diócesis de Neuquen por resultarle imposible ejercer su ministerio en La Plata, en la cual pide perdón en nombre de la Iglesia. "Invitaría al P. Carli -expresa- a ser coherente al menos con esa postura asumida en contra de un grupo de mujeres cristianas: que haga retirar entonces de las vitrinas del Santuario tantos emblemas, trajes y elementos militares, también un día presentados como ofrenda, porque son precisamente esas mismas fuerzas armadas las que han cometido y cometen aún el crimen más grande de la historia contra nuestro Pueblo". Capitanio es uno de los clérigos que se ha expresado con más claridad. Después del informe final de las fuerzas armadas, en 1983, prohibió a los integrantes de las juntas militares, a los gobernadores, a los ministros de la dictadura, a los integrantes de las fuerzas armadas y a la plana mayor de la policía, recibir los sacramentos en la jurisdicción de su parroquia, San Lorenzo, en Neuquen, "hasta tanto no den los pasos que pidió el episcopado para la reconciliación, que son reconocer el pecado, pedir perdón, someterse a la justicia y prometer que no lo van a volver hacer".

"Yo estoy en la Iglesia -dijo en una entrevista-, por Jesucristo, no por De Nevares o por Plaza. A esta Iglesia yo la quiero y por eso tengo que reconocer que está en pecado muy grave, desde el papa, pasando por el nuncio, el episcopado, los curas, las monjas y las comunidades cristianas. La Iglesia es responsable de miles de vidas, no por haberlas matado, sino porque no las salvó. Cuando el episcopado vio que podía ser acusado por omisión, sacó un libro que daba cuenta de todas las gestiones que hiciera. Pero ese libro que pretendió servir de justificación no es más que la prueba para la condena, porque es un testimonio de que conocían lo que estaba ocurriendo... Yo me pregunto qué hubiera sucedido si en abril de 1977, que es la fecha de la primera notita a la junta militar, se hubiese amenazado con la excomunión a la junta, con la renuncia del vicario castrense, con la renuncia de todos los capellanes militares y con la ruptura total con el gobierno" (9).

Las villas de emergencia

El 9 de junio de 1978, el Equipo de Sacerdotes de Villas de la arquidiócesis de Buenos Aires, integrado en ese momento por los presbíteros Héctor Botán, Jorge Goñi, José Meisegeier, Rodolfo Ricciardelli, Daniel de la Sierra, Miguel Angel Valle y Jorge Vernazza, se dirigió a la opinión pública con un documento intitulado "Informe sobre la situación de las villas de emergencia".

Denunciaban con valentía la política llevada a cabo desde el año anterior por el intendente municipal de facto brigadier Osvaldo Cacciatore, con la activa intervención del director de la Comisión Municipal de la Vivienda, Guillermo Del Cioppo -más tarde intendente- y su principal ejecutivo, comisario Osvaldo Lotito. La misma consistía en expulsar mediante presiones de todo tipo, promesas incumplidas y, sobre todo, el uso de la violencia, a más de 40.000 familias. "Desde hace diez años -decían- venimos trabajando en las villas. Ya en otras oportunidades hemos expuesto las precarias y lastimosas condiciones de habitación y subsistencia de estos hermanos nuestros... Esta lamentable situación, desde hace un tiempo, se ha agravado... Hoy no se les presta ninguna ayuda, sino que se juzga, además, que no se les debe prestar... Se piensa sólo en eliminarlos porque hay que construir autopistas o recuperar los terrenos o porque afean a la ciudad, pero no se atiende el tremendo problema humano, la angustiosa situación que se crea miles de familias. Y para facilitar la erradicación, basándose en casos anecdóticos y singulares, se difunde una visión inexacta e injusta de la realidad".

"En tres anteriores oportunidades -concluían- hemos presentado este problema a nuestro Arzobispo, el cardenal Aramburu y solicitado su intervención. Ahora recurrimos a la opinión pública".

La interpretación de este último párrafo es clara. El Arzobispo, como la mayoría de la población, permaneció insensible ante esta gravísima violación a los derechos humanos fundamentales.

Las 40.000 familias fueron cargadas en camiones, dispersadas y abandonadas, con sus escasos enseres, en terrenos de la provincia de Buenos Aires, donde se reagruparon en peores condiciones que antes. Algunas regresaron a sus lugares de origen y las menos recibieron un pequeño subsidio de la municipalidad gestionado por Caritas merced a la insistencia del equipo sacerdotal de villas. Existe un segundo trabajo de ese grupo de clérigos, muy documentado, intitulado "La verdad sobre la erradicación de las villas de emergencia del ámbito de la capital federal", del 31 de octubre de 1980. Lleva las mismas firmas, con excepción del P. Goñi que falleció y fue reemplazado por el presbítero Pedro Lephalille.

Se tiene poca conciencia de este crimen de la dictadura militar, del cual fueron testigos los sacerdotes mencionados. Como respuesta del arzobispo Aramburu a su crítica, los denunciantes recibieron una fuerte amonestación, transmitida por los vicarios de zona. Estos le explicaron que ese tipo de declaraciones perturbaba los trámites ante la municipalidad, que concluyeron entre otras ventajas, con el subsidio que he comentado para la adquisición de una residencia para el Arzobispado. La casa de Aramburu está construida sobre el dolor y las lágrimas de millares de sus hijos, tirados en medio del campo mientras sus precarias viviendas eran destruidas sin misericordia. Supongo que en las noches de lluvia y frío, protegido y abrigado, Aramburu, se acordará, si Dios le permite esa visión, de los hermanos que abandonó, con sus chicos desnutridos tiritando debajo de una chapa de zinc o de un pedazo de cartón.

Cacciatore y Del Cioppo cumplieron con su objetivo, expulsando a más de 200.000 villeros de la ciudad. El esfuerzo de los sacerdotes del equipo de las villas logró desarrollar con la ayuda de cristianos de buena voluntad, un interesante movimiento de cooperativas de vivienda que ha construido numerosos barrios en la periferia de Buenos Aires con el sistema del trabajo propio y otras variantes. Cabe señalar que contaron con la colaboración de Caritas diocesana, autorizada por el cardenal Aramburu. En esas modestas pero confortables casas se aloja una parte, naturalmente ínfima, de los villeros expulsados (10).

Estuvimos muy cerca de este problema con mi esposa por estar vinculados con el barrio de emergencia del Bajo Flores y la parroquia Santa María Madre del Pueblo, donde actuaba nuestra hija Mónica. Colaboramos con la cooperativa de vivienda Madre del Pueblo que, con el eficaz asesoramiento de los presbíteros Ricciardelli y Vernazza, lleva construidos tres barrios. Cuando estábamos en los comienzos de nuestra tarea surgió la posibilidad que una congregación de religiosas vendiese a un precio ínfimo un terreno próximo al camino de cintura, en el partido de La Matanza. Existía un obstáculo: las monjas sabían que el obispo de San Justo, Carlos Carreras, se había interesado por el predio para la construcción del seminario y no querían desairarlo. Se destacó una comisión encabezada por el ingeniero Carlos A. García, para ir a verlo. Resultó fácil la entrevista porque el prelado había encontrado otro inmueble para ese fin. Cuando se le explicó el motivo de la visita, Carreras trató de desalentar a los interlocutores. "Tengo entendido, dijo, que las cooperativas son un invento comunista. Además -agregó-, ¿cómo van a traer gente pobre y villeros a un terreno lindero con un convento de religiosas contemplativas, rodeado de hogares de gente bien?". Felizmente el barrio, con el sacrificio de la gente, se construyó y constituye una hermosa realidad. Los villeros, naturalmente, han dejado de serlo. Carreras se jubiló como obispo. Me quedó una reflexión: ¿cómo es posible que un hombre con esos criterios y prejuicios gobernara una diócesis en La Matanza y tuviera voz y voto en las asambleas episcopales para dirimir los problemas derivados del terrorismo de Estado? Esto explica muchas cosas.

Colegios católicos

Los cambios producidos por el Concilio Vaticano II y la Conferencia Episcopal Latinoamericana de Medellín dieron lugar a una considerable renovación en los colegiosa católicos, tanto parroquiales como de congregaciones religiosas. Esto provocó que la dictadura militar los mirara con recelo, por considerarlos semilleros de subversivos.

Para depurarlos hubo un acuerdo con la Jerarquía católica. Esto se desprende del punto 5, Anexo 5 (Ambito religioso) de la Directiva del CJE N° 504/77 (Continuación de la ofensiva contra la subversión durante el período 1977/78), incorporada a varios expedientes judiciales. Dice así: "Debería darse importancia a las medidas de diversos tipo relacionadas con el control de los colegios religiosos, tarea que han resuelto asumir directamente las autoridades eclesiásticas. Por ello se preverá la coordinación de esfuerzos para evitar fricciones o acciones propias prematuras".

No siempre las fuerzas armadas cumplieron con el compromiso y hubo episodios resonantes como el allanamiento efectuado el 29 de noviembre de 1976 con gran despliegue de fuerzas, al colegio San Miguel de los Misioneros de la Inmaculada Concepción de Lourdes, ubicado en Larrea 1254 de la capital federal, anexo a la parroquia del Santísimo Redentor. El procedimiento fue dirigido por el jefe de la subzona de operaciones del primer cuerpo de ejército, coronel Roberto Roualdés y como consecuencia del mismo fueron detenidos los sacerdotes Andrés Bacqué, Daniel Haldkin, Ignacio Racedo Aragón y Bernardo Canal Feijoo. Este último fue obligado a dejar el país. El allanamiento que dio por único resultado la apropiación de un mimeógrafo, fue originado en la denuncia de algunos padres. Un episodio similar tuvo lugar en el colegio Sagrado Corazón, de Pringles, provincia de Buenos Aires.

La presión sobre los colegios fue intensa y creó un clima de verdadero terror. Al mismo tiempo los servicios de inteligencia utilizaban los medios de comunicación, particularmente las revistas de la editorial Atlántida, para denunciar presuntas actividades subversivas en establecimientos privados católicos. La protesta de éstos obligó a la comisión permanente de la Conferencia Episcopal Argentina a emitir un comunicado que lleva fecha 3 de diciembre de 1976, donde señala dos preocupaciones. La primera, las insistentes "publicaciones periodísticas y opiniones de grupos que atacan la enseñanza impartida en algunos colegios católicos". La segunda, "las inhabilitaciones recaídas sobre religiosas, catequistas o docentes, sin sumario previo y sin causa conocida".

En realidad el episcopado había aceptado sin protestar la ley 21.381, del 13 de agosto de 1976, por la cual el Estado se arrogó la facultad de inhabilitar a personal de establecimientos privados, obligando a su despido sin indemnización alguna y prohibiéndole el ejercicio de la docencia. Dice su artículo 1°: "Facultase hasta el 31 de diciembre de 1976 al ministro de Cultura y Educación y al Delegado Militar en el Area para declarar inhabilitado para desempeñarse en los establecimientos de enseñanza privada -incluidas las universidades de este caracter- al personal docente y no docente que haya sido dado de baja por aplicación de la ley 21.260 o que de cualquier forma se encuentre vinculado a actividades subversivas o disociadoras, como asimismo a aquellos que en forma abierta o encubierta o solapada preconicen o fomenten dichas actividades".

La cláusula 2° establece que la inhabilitación es causa legítima de despido y priva del derecho a las indemnizaciones legales. En caso de no interrumpir la relación laboral los establecimientos pierden el reconocimiento estatal y cualquier beneficio que posean.

La norma fue prorrogada por las leyes 21.490, del 30 de diciembre de 1976 y 21.744, del 8 de febrero de 1978, que extendieron su vigencia hasta el 31 de diciembre de este último año. Sin embargo, la disposición se aplicó aun después de expirado el término legal. En el número 146 de noviembre de 1979 del "Boletín" de la Superintendencia Nacional de la Enseñanza Privada, se informa sobre 11 resoluciones ministeriales fechadas en 1979, sancionando a igual número de docentes.

Como la ley se aplicó no solamente a profesores de materias profanas sino también a docentes de religión el episcopado aceptó tácitamente que el gobierno militar supervisase la enseñanza de la doctrina católica. Como he escrito en otra ocasión, "por primera vez, que yo sepa en los tiempos modernos, la Iglesia entregó al Estado la facultad de determinar la ortodoxia de sus miembros (Recuérdese que en la época de la Inquisición eran los clérigos quienes realizaban ese juzgamiento. El ‘brazo secular’ sólo intervenía para el castigo de los condenados)" (11).

Uno de estos caos fue el de la hermana Lidia Argentina Cazzulino, profesora del Instituto Niño Jesús, de Paso de los Libres, Corrientes. El delegado de la Junta Militar ante el ministerio de Cultura y Educación dispuso su inhabilitación por resolución del 23 de septiembre de 1976, en ejercicio de las atribuciones conferidas por la ley 21.381 y obligó al establecimiento a separarala. La víctima interpuso las acciones legales correspondientes. Los magistrados intervinientes (juez y cámara federal) dispusieron la nulidad de la medida. La sentencia quedó firme en abril de 1981. En las actuaciones el ministerio sostuvo que existían "razones de seguridad" que no tenía necesidad de probar. La Cámara llegó a la conclusión que la inhabilitación tenía origen en una denuncia sobre la orientación "post-conciliar" de sus catequesis, juicio compartido por el delegado militar, coronel Agustín Valladares, que suplía de esa manera al arzobispo de Corrientes, Jorge Manuel López, ahora en Rosario.

La redacción del artículo primero de la ley 21.381, por su generalidad, permitía descalificar fácilmente a los docentes. Cualquier expresión progresista o democrática podía ser interpretada como forma solapada de propagar la subversión. La interpretación de la doctrina de la Iglesia fuera de los moldes del integrismo o del nacional-catolicismo, de conformidad con el Concilio Vaticano II, podía caer dentro de esta apreciación.

No voy a extenderme sobre la acción de la dictadura militar en el ámbito educativo, porque escapa al plan de mi trabajo. Pero no quiero dejar de mencionar dos documentos donde se pone de manifiesto la certeza de lo dicho anteriormente. El primero es la resolución número 44 de fecha 11 de octubre de 1977, dictada por el secretario de Estado de Educación. Contiene un anexo llamada "Directiva sobre infiltración subversiva en la enseñanza", que es un manual de delación y control ideológico destinado a los directores de los establecimientos educativos. Entre otros ejemplo de orientación para la subversión señala "la tendencia a modificar la escala de valores tradicionales"; "la desnaturalización del concepto de propiedad privada"; "la interpretación tendenciosa de los hechos históricos, asignándoles un sentido clasista o reivindicatorio de los anhelos populares contra los excesos del capitalismo"; y "la utilización interesada de la doctrina social de la Iglesia para alentar la lucha de clases" (II-3-a, c, d y e). También la interpretación de la corrección de la doctrina social católica recae en el personal militar del ministerio de Cultura y Educación.

En 1977 el ministerio de Cultura y Educación, bajo la égida de Juan José Catalán, distribuyó un folleto de 74 páginas, intitulado "Subversión en el ámbito educativo (Conozcamos a nuestro enemigo)". Es anónimo, como todo el material emanado de los servicios de inteligencia, aunque en la presentación se dice que "la autoría y origen del trabajo garantizan la información que contiene". La tesis del documento, como todas las de esa fuente, es simplista y ahistórica. La subversión es "producto de un comando que, desarrollando una estrategia perfectamente instrumentada y con una definida ideología, lleva a cabo lo que técnicamente se denomina ‘la agresión marxista internacional’".

Confusión de roles

En ese contexto se produce una verdadera confusión de roles. Obispos y sacerdotes, como Bonamín y Zaffaroni, se convierten en ardientes guerreros mientras generales, almirantes, brigadieres se arrogan la interpretación de las Sagradas Escrituras y dictan cátedra de teología, a vista y paciencia del episcopado.

El coronel Agustín Valladares, que durante un largo período fue el hombre fuerte del ministerios de Cultura y Educación, disertó el 14 de noviembre de 1978, ante maestros y profesores del colegio Santo Tomás de Aquino, de San Miguel de Tucumán. El general Cristino Nicolaides, dijo el 12 de junio de 1976 en Corrientes, que el individuo comprometido con la subversión es "irrecuperable", modificando de esa manera el concepto básico cristiano de que todo ser humano es redimible (12). El arzobispo López no lo rectificó.

El 12 de junio de 1976 el teniente coronel Hugo I. Pascarelli, en el acto evocativo del 150 aniversario del grupo de artillería 1, en Ciudadela, en presencia del general Videla y de los capellanes de la unidad avanzó más en el campo de la innovación teológica. Sostuvo que la lucha en la cual participaba "no reconoce límites morales ni naturales, que se realiza más allá del bien y del mal que excede el nivel humano, aunque sean hombres los que la provocan. No ver o no querer ver no es simplemente ceguera, sino la más grande ofensa a Dios y a la Patria" (13). Los Diez Mandamientos son dejados de lado por este semidiós de la tortura y del asesinato. La ofensa a Dios consiste en no reconocer su derecho a actuar fuera de la moral.

Entre tanto el general Juan Sasiain y el coronel Alejandro Arias Duval, entonces jefe de la policía federal y superintendente de coordinación federal, respectivamente, sostenían que "el cristianismo es lo único que puede salvar al mundo y esa idea rige sus actos como militares y titulares de su repartición" (14). Principio que no era posible advertir en su comportamiento en esos cargos y otros que ocuparon.

El 29 de abril de 1976 el después general Jorge Eduardo Gorleri ordenó en Córdoba una espectacular quema de libros, con estas palabras: "El comando del cuerpo de ejército III informa que en la fecha procede a incinerar esta documentación perniciosa que afecta al intelecto y a nuestra manera de ser cristiana. A fin de que no quede ninguna parte de estos libros, folletos, revistas, etc., se toma esta resolución para que con este material se evite continuar engañando a nuestra juventud sobre el verdadero bien que representan nuestros símbolos nacionales, nuestra familia, nuestra Iglesia, nuestro más tradicional acervo sintetizado en Dios, Patria, Hogar" (15).

La contaminación ideológica preocupó igualmente al general Albano Harguindeguy en su breve interinato en el ministerio de Cultura y Educación. Lo aprovechó para prohibir los libros de Paulo Freire, Pedagogía del oprimido, La educación como práctica de la libertad, Acción cultural para la libertad, Concientización, teoría y práctica de la libertad y Las iglesias y la educación y el proceso de liberación humana en la historia. Su doctrina pedagógica, afirmó, "atenta contra los valores fundamentales de nuestra sociedad occidental y cristiana" (16).

Pero donde esa elaboración teológica alcanzó su más alto grado de refinamiento fue en la Marina de Guerra. El Evangelio según Massera le fue expuesto al presbítero Orlando Iorio mientras estaba "desaparecido", maniatado y encapuchado en la Escuela de Mecánica de la Armada, a mediados de 1976. "Vos no sos un guerrillero -le dijo el oficial que lo interrogaba-, no estás en la violencia, pero vos no te das cuenta que al irte a vivir allí (a la villa) unís a la gente, unís a los pobres y unir a los pobres es subversión".

Y más adelante otro carcelero le explicó: "Usted tiene un error, que es haber interpretado demasiado materialmente la doctrina de Cristo. Cristo habla de los pobres, pero de los pobres de espíritu y usted se ha ido a vivir con los pobres. En la Argentina los pobres de espíritu son los ricos y usted, en adelante, deberá ayudar más a los ricos que son los que están necesitados espiritualmente" (17).

El integrismo y el nacional-catolicismo de algunos obispos sigue bien representado en las fuerzas armadas. El 5 de julio de 1986, en Córdoba, durante la misa mensual de FAMUS y en presencia del comandante del tercer cuerpo de ejército Leopoldo Héctor Flores, el dominico Daniel María Rossi revivió las cavernícolas doctrinas de Félix Salvá y Julio Meinvielle, sepultadas por el Concilio Vaticano II. Repudió "los seudohéroes que encarnan la revolución francesa en nuestra patria, porque desintegran la tradición hispanoamericana". Agregó que "la trilogía francesa de igualdad, libertad y fraternidad es totalmente subversiva" (18).

Este digno cofrade de Tomás de Torquemada coincide con otro pensador insigne del ejército, el actual general Justo Jacobo Rojas Alcorta. Cuando era teniente coronel y comandaba el regimiento de infantería general Viamonte de Mercedes, provincia de Buenos Aires, solía pronunciar ilustrativas y amenazadoras conferencias ante el personal docente de los distritos de su jurisdicción. Explicaba entonces, junto a un enorme Cristo de madera, que "los judíos transmitieron sus prácticas secretas y hasta sus símbolos a la masonería y ésta intenta destruir la concepción religiosa cristiana, coincidiendo en ello con el comunismo". Después de fustigar a la revolución francesa y al tercermundismo, defendió la "violencia buena" de los militares y dijo que la libertad religiosa sólo servía para "encubrir al ateo". Terminó llamando a la democracia liberal "falsa, pues sostiene la soberanía popular cuando, según la doctrina cristiana, es Dios quien transmite el poder" (19). Sostuvo, además, que la revolución del 25 de mayo de 1810 fue un golpe de Estado militar, tesis que ha sido expuesta hace años por Gustavo Martínez Subiría en un libro denominado El Año X.

Este delirante ha sido ascendido por el gobierno constitucional pese a la oposición de las organizaciones de derechos humanos, que recordaron su participación terrorista en el oeste de la provincia de Buenos Aires. En julio de 1986 el diputado radical tucumano Juan Robles denunció que Rojas Alcorta, en ese momento comandante de la brigada 5 de infantería de Tucumán, estaba "calentando los oídos" a sectores políticos y gremiales para un golpe de estado que tendría lugar en septiembre, mes clásico para estas intervenciones. No cabe duda que tales arrestos tienen su origen en la ideología del locuaz general, que contempla con pavor el pluralismo y la libertad de nuestra incipiente democracia, al igual que algunos obispos.

Otro oficial promovido por la democracia es el coronel Mohamed Ali Seineldín, dado también a las lucubraciones teológico-fascistas, mientras conspira desde Panamá, donde ejerce la agregaduría militar, contra el régimen que inexplicablemente lo ha encumbrado. Su tendencia a mezclar lo militar con lo religioso lo llevó a proponer el nombre de "Operación Rosario" para la invasión de las islas Malvinas. Veamos cómo lo describe el profesor de la escuela superior de guerra, Isidoro J. Ruiz Moreno, autor de un libro sobre la actuación de los llamados comandos del ejército en el conflicto austral. "Este soldado -dice-, poseído de una mística patriótica y religiosa en alto grado, supo imprimir a todos los integrantes de la subunidad de comandos (Equipo Especial Halcón 8), la conciencia del cumplimiento del deber como una prioridad absoluta, de sacrificio total, que encontrase su recompensa en la obediencia en las directivas recibidas... No obstante la religión de sus padres, Mohamed fue educado desde los nueve años de edad en la fe católica, de la que hizo un culto abierto y militante. ¡Dios y Patria o Muerte!: este lema de los comandos argentinos recibió desde entonces un sentido positivo y no meramente declamatorio" (20).

En el acto convocado por el cardenal Aramburu para la defensa de la familia, el 5 de julio de 1986, se difundía entre los asistentes un volante con el perfil del coronel Seineldín, acompañado del siguiente texto golpista: "Hermanos, hay una esperanza. Hay un hombre, un soldado, que cuando Dios lo disponga empuñará sus mejores armas espirituales y morales para defender la bandera. Es el mismo que se esforzó en derrotar la guerrilla marxista; es el mismo que dijo: llámese Rosario a la gesta del 2 de abril, en honor de la Santísima Virgen".

Se explica sin rubor en el libro mencionado cómo Seineldín introdujo en los comandos la enseñanza de la tortura a los prisioneros. Según antes expliqué, la tortura ha sido condenada sin atenuantes por el magisterio pontificio y episcopal de la Iglesia católica, a la cual Seineldín manifiesta pertenecer. En el aprendizaje de los comandos -nos ilustra Ruiz Moreno-, "no falta siquiera la experiencia de prisioneros, pues sus campos no responden a los requisitos establecidos por la convención de Ginebra, sino que son adoptados de la experiencia vietnamita. El candidato es capturado sorpresivamente, encapuchado y golpeado siguiendo un método preestablecido. Sus instructores no le escatiman el uso de esos garrotes de caucho que usa la policía, aunque constantemente bajo la vigilancia de un médico y un siquiatra. Encerrado desnudo en un estrecho pozo que lo mantiene forzosamente parado -mejor dicho: sepultado en él-, se encuentra el infeliz tapado por una chapa de lata o zinc que lo abrasa al sol o lo congela de noche, recibiendo una sola comida por día -una polenta caliente que debe recoger con sus manos- y ahí permanece inmóvil durante tres días, perdida la noción del tiempo. Sólo sale para ser interrogado. Para obtener su información el prisionero es golpeado cuando es menester y también cuando no hace falta. Hasta entonces, en su sepultura, ha debido escuchar constantemente música popular centroamericana o proclamas marxistas y subversivas, que un altoparlante proclama sin cesar. Tuvo tiempo de pensar y rezar, que es lo único que puede hacer. Y determinar si continúa en el curso hasta el final, aún cuando oiga por los altavoces también gritos de sus camaradas que sufren la etapa del interrogatorio" (21).

Si esto se hace con los camaradas que en definitiva saben que saldrán con vida de esa ordalía y reciben atención médica, es de imaginar el destino de los prisioneros auténticos a quienes se quiere extraer información, como los detenidos-desaparecidos de la dictadura. Los comandos intentaron utilizar estos métodos de interrogatorio en el conflicto de las Malvinas, comprometiendo de esa manera el honor de su arma y los compromisos solemnes firmados por el país.

En el mismo mes de julio de 1986 el juez federal de Neuquen, Rodolfo Rivarola, exigió al juez militar de San Carlos de Bariloche el sumario por las torturas aplicadas, con descargas eléctricas provenientes de teléfonos de campañas, a soldados conscriptos, por el subteniente Dino Codermatz. Esto indica que el método se sigue utilizando, con la autorización de las autoridades militares. El comandante del V cuerpo de ejército general Enrique Bonifacino defendió el procedimiento y el juzgado militar puso en libertad a los torturadores.

Esto es gravísimo desde todo punto de vista. Se impone que el presidente de La Nación en su carácter de comandante en jefe de las fuerzas armadas, actúe sin más tardanza y que el congreso tome cartas en el asunto. No es admisible que los oficiales y suboficiales argentinos sean adiestrados para torturar, ni sometidos, al igual que los soldados, a prácticas degradantes. Una cosa son el entrenamiento físico y psíquico, por intenso que sea, y las experiencias de sobrevivencia en medios hostiles y otra el sufrimiento provocado, con el fin de desatar la brutalidad humana contra enemigos indefensos. Hay que preparar oficiales de honor y no bestias. Sabemos, por otra parte, que las víctimas serán los propios compatriotas de acuerdo con la doctrina de la seguridad colectiva sustentada por nuestras fuerzas armadas como lo prueban las presentaciones de los tres jefes de estado mayor ante la comisión de defensa del senado.

Las revelaciones de Ruiz Moreno, aceptadas como legítimas por éste, no han provocado, excepto un artículo de Horacio Verbitsky, la reacción que merecen. Martín Alberto Noel, en la sección literaria de La Nación, comentó elogiosamente el volumen sin dar noticia de este relato ni sentirse alarmado. El obispo castrense, José Miguel Medina, a pesar de entrar los responsables en su jurisdicción eclesiástica, nada ha dicho.

La cuestión provoca una última reflexión, atingente al tema de este libro. Pareciera que son los oficiales más ligados al integrismo católico, fomentado por capellanes y obispos, quienes se distinguen por su fervor homicida y su oposición al sistema democrático. Ello es consecuencia, en última instancia, de la actitud y la doctrina de la mayoría de los pastores.

Christian von Wernich

A partir de 1984 adquirió notoriedad, acusado de complicidad con el terrorismo de Estado, el sacerdote de la diócesis de Nueve de Julio, provincia de Buenos Aires, Christian von Wernich. Se encuentra incluido en el informe de la CONADEP y está imputado en dos causas judiciales, que detallaré enseguida y cuyo patrocinio es ejercido por abogados del CELS. Ambas se encuentran demoradas en el consejo supremo de las fuerzas armadas.

Pero más allá de estos procesos, es la personalidad y son las declaraciones y la actuación de von Wernich las que lo han hecho conocer y constituido en una suerte de paradigma de clérigo fascista, identificado con las fuerzas armadas y colaborador de la represión ilegal.

Varios testimonios que inculpan a von Wernich están señalados y parcialmente transcriptos en el libro Nunca más, de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas. Pertenecen a los siguientes legajos: 683, testimonio de Julio Alberto Emmed; 2818, denuncia la desaparición de Cecilia Luján Idiart; 2820, denuncia la desaparición de María del Carmen Morettini; 2852, denuncia la desaparición de María Magdalena Mainer y Pablo Joaquín Mainer; 6982, testimonio de Luis Larralde; 6949, testimonio de Luis Velasco (22).

Me limito a reproducir parte de los últimos por cuanto los anteriores están vinculados con una de las causas judiciales que reseñaré. El 3 de agosto de 1984 prestaron declaración en la embajada argentina en Madrid, ante el diputado nacional Hugo Diógenes Piucill, miembro de la CONADEP, la señora Graciela Fernández Meijide, secretaria de esa comisión, y los consejeros de embajada Carlos Rospide y Gustavo Asis, los ciudadanos Luis Larralde y Luis Velasco. El primero de ellos dijo, entre otras cosas: "Fui detenido con mi esposa María Josefina Roncero en mi domicilio de la calle Billinghurst 2143 5° H, Buenos Aires, el día 5 de julio de 1977, a las 21.15 hs. Nos llevaron a un centro clandestino donde fuimos torturados. Oí cuando torturaban al ex ministro de Economía de la provincia de Buenos Aires señor Miralles. El padre Christian von Wernich concurría todos los días a la Brigada de Investigaciones y hablaba con los allí detenidos".

Velasco, por su parte, expresó lo siguiente: "Que el 6 de julio de 1977 a las 24 horas un grupo grande de hombres de civil fuertemente armado, se hizo abrir la puerta del departamento que ocupaba con su madre, en la calle 56 entre 5 y 6 de La Plata. Dijeron pertenecer al ejército argentino. Lo introdujeron en un ciche y lo tiraron al piso y lo vendaron. El 8 de julio lo llevaron de nuevo a ‘la casita’. En esa oportunidad y después de la primera sesión de tortura se acercó un sacerdote, de quien supo después que era Christian von Wernich. Lo volvió a ver varias veces y en una de esas oportunidades el sacerdote le ordenó que se sacara la venda. Como el dicente se negó a hacerlo se la retiró él mismo. Dicho sacerdote dijo que tenía la parroquia en 9 de Julio, Buenos Aires. En una oportunidad oyó cuando Christian von Wernich contestó a un detenido que pedía no morir, que ‘la vida de los hombres depende de Dios y de tu colaboración’ y a él mismo se le dirigió, tocándole los pelos del pecho y diciéndole sonriente ‘te quemaron todos los pelitos’. En otra oportunidad lo escuchó defender y justificar la tortura y reconocer que había presenciado torturas. Cuando el sacerdote von Wernich contaba a los detenidos los operativos usaba el plural, incluyéndose: cuando hicimos tal operativo".

En el juzgado criminal y correccional número 3 de la ciudad de La Plata, a cargo del doctor Vicente Luis Bretal, secretaría número 8, tramita la causa judicial por la cual Domingo Moncalvillo, padre de una de las víctimas, con el patrocinios de los abogados del CELS, querella por apremios ilegales y privación ilegítima de la libertad calificada, entre ortros, al exjefe de policía de la provincia de Buenos Aires, Juan Ramón Camps, al comisario Miguel Osvaldo Etchecolatz y al sacerdote Christian Federico von Wernich, que revista como oficial subinspector.

Von Wernich fue designado con ese cargo por Camps, en el año 1976, para desempeñarse como capellán (Mas tarde dirá en un reportaje: "Me ordené en 1976 y como soy de Concordia el general Camps me conocía de chico, ya que él es de Paraná. Por eso y de acuerdo con monseñor Plaza, llegué a ser cura de confianza para muchas cosas en la lucha contra la subversión").

El proceso tiene su origen en la detención, por distintos procedimientos, de Domingo Héctor Moncalvillo, Guillermo García Cano, Liliana Amalia Galarza, Cecilia Luján Idiart, María Magdalena Mainer, Pablo Joaquín Mainer, María del Carmen Morettini y Susana Salomone.

Los jóvenes estuvieron ilegalmente presos, en condiciones especiales, durante la mayor parte del año 1977, en la dirección general de investigaciones de la policía de la provincia de Buenos Aires, en La Plata. Podían alternar con sus familias y finalmente se les dio a optar por permanecer encarcelados cinco años o salir del país. Lógicamente, prefirieron lo segundo.

En ese lapso los visitaba constantemente el capellán von Wernich, a quienes sus familias recurrían como intermediario. Incluso le entregaron dinero para ir formando un fondo destinado a su sostenimiento en el exterior. El 30 de noviembre de 1977 al concurrir los padres de los detenidos a dicha dependencia, como era habitual, se les informó que ese día habían partido del lugar. Desde entonces no supieron nada de ellos. Von Wernich ha explicado en su declaración ante la cámara federal de apelaciones en lo criminal y correccional de la capital federal, en el juicio a los ex-comandantes en jefe, que participó en una despedida que se les hizo y que a pedido de ellos los acompañó en tres grupos al aeroparque y al puerto de Buenos Aires, desde donde viajaron para Montevideo (23). Pese a esa afirmación, existe la certeza que fueron asesinados al igual que millares de detenidos-desaparecidos, dado que nunca más han dado señales de vida y es imposible que se encuentren en el extranjero sin comunicarse con sus familiares. Las averiguaciones en el Uruguay no dieron resultado alguno, aunque Moncalvillo aparece como ingresado a ese país. Las autoridades policiales insistieron en su posición, sugiriendo que estarían en la clandestinidad. Y von Wernich nunca supo dar una explicación coherente, ni se interesó más por el asunto.

Ante la CONADEP, un ex-agente de la policía de la provincia de Buenos Aires, Julio Alberto Emmed, que actuó como chofer e intervino en operativos, hizo un minucioso relato del cual resulta que los integrantes del grupo fueron transportados en distintos vehículos con el pretexto de sacarlos del país y asesinados en el trayecto de manera brutal. Según Emmed, el presbítero von Wernich presenció, al igual que él, esos hechos. De regreso, el comisario Etchecolatz, felicitó al personal interviniente y "el cura von Wernich -agrega Emmed- me habló de una forma especial por la impresión que me había causado lo ocurrido. El cura me dijo que lo que habíamos hecho era necesario para bien de la Patria, que era un acto patriótico y que Dios sabía que lo que se estaba haciendo era para bien del país" (24). En cuanto a la constancia de ingreso al Uruguay, Emmed explica que se elaboraron documentos con los nombres de los presos pero con fotografías de personal policial. De tal manera que serían éstos quienes habrían viajado.

Es cierto que Emmed, sin duda amenazado, negó esos detalles en su declaración ante la cámara federal de la causa de los ex-comandantes y anunció que rectificaría la declaración prestada en el mismo sentido ante el juzgado federal en lo criminal número 4 de la capital federal, a cargo de la doctora Amelia Berraz de Vidal (25). Sin embargo todo indica que fue veraz en la primera ocasión, dado que el homicidio es la conclusión racional de la desaparición indefinida de los jóvenes mencionados y no es ésta la única vez en que se utilizaron procedimientos de ese tipo. Recuérdese, como un ejemplo, el caso de Marcelo Dupont.

En su larga declaración ante la cámara federal von Wernich reconoce su vinculación con este grupo de detenidos-desaparecidos y confirma que los acompañó para despedirlos, pero niega conocer su condición. Explica igualmente que conversó en un puesto policial de Don Bosco con Jacobo Timerman y con el ex-ministro Oscar Miralles, a quien encontró muy decaído. Sostiene no haberse enterado que fueron torturados (26).

Otra causa judicial en la cual se encuentra involucrado von Wernich es la caratulada "Lorusso Arturo Andrés s/denuncia privación ilegítima de libertad". Tramitó ante el juzgado en lo criminal y correccional federal de la capital federal número 4, a cargo de la doctora Amelia Berraz de Vidal, secretaría número 12, hasta que ésta se declaró incompetente y el expediente pasó al consejo supremo de las fuerzas armadas. En ella intervengo, junto con los padres de otras víctimas, como parte querellante, con el patrocinio de abogados del CELS.

El proceso se origina a causa de la detención, en la madrugada del 14 de mayo de 1976, por agentes de las fuerzas armadas, de Beatriz Carbonell de Pérez Weiss, César Amadeo Lugones, María Esther Lorusso Lammle, Horacio Pérez Weiss, Mónica María Candelaria Mignone, Mónica Quinteiro y María Marta Vásquez Ocampo de Lugones. Ninguno de ellos apareció. Por distintos elementos de juicio, que sería largo explicar, existe la certeza que se los trasladó a la Escuela Mecánica de la Armada, donde sin duda fueron torturados y asesinados. Este grupo de jóvenes se encontraba ligado entre sí por la abnegada labor de promoción humana, social, política y religiosa que llevaron a cabo en la villa de emergencia del Bajo Flores y en zonas aisladas de la Patagonia. Esta fue también la razón de su eliminación.

Un hermano de César Lugones, de nombre Eugenio, mantenía una estrecha amistad con el presbítero von Wernich. De tal manera que producido el episodio fue la primera persona a quien recurrió en busca de ayuda. Conocía, por cierto, su ideología, su identificación con las fuerzas armadas, su condición de capellán de la policía de la provincia de Buenos Aires y su amistad con Camps. Sabía que era cuñado del coronel Morelli, que ocupó la jefatura de la superintendencia de seguridad de la policía federal. Esperaba por ello que le proporcionase alguna luz.

Von Wernich se ocupó de averiguar y a los pocos días le transmitió a Eugenio Lugones que su hermano César vivía. Eugenio nos informó de la novedad inmediatamente. Entonces le escribí al obispo de 9 de Julio, Alejo Gilligan, a quien conocía de Mercedes y le pedí que le preguntara a von Wernich, entonces párroco de la catedral de esa ciudad, qué noticias poseía de mi hija Mónica. El 4 de agosto de 1976 monseñor Gilligan me contestó, diciendo textualmente: "El único dato recogido por P. Christian es que César Lugones está bien; nada sabe de las demás personas, lugar en que se encuentran ni quienes intervinieron".

En 1984, cuando inicié la querella en el juzgado de Berraz Vidal agregué la misiva y propuse como testigos al obispo Gilligan y al presbítero von Wernich. Al primero, para que reconociera su firma y el contenido de la carta y al segundo para que dijera quién le había proporcionado la información. De esa manera podíamos avanzar en la identificación de los autores del delito. La noticia salió en los diarios y produjo una conmoción en 9 de Julio. A esta cuestión se agregaron las declaraciones de Mona Moncalvillo, conocida periodista de Hunor y hermana de Domingo Héctor, sobre el caso del grupo de La Plata. El obispo, que seguramente se había olvidado de la comunicación, se molestó mucho y quería sacar una declaración negándola. Le mandé una fotocopia para que la recordara y no metiera la pata, por intermedio del párroco de Trenque Lauquen, Guillermo Noé. Entonces solicitó hacer uso del derecho de ser interrogado por oficio. (Este es un privilegio del cual gozan, en virtud del artículo 290 del código de procedimientos en materia penal para la justicia federal, los integrantes de los tres poderes del Estado, los miembros de los tribunales militares, las dignidades del clero, los ministros diplomáticos y cónsules generales y los militares desde coronel para arriba. Se trata de una de las tantas desigualdades, violatorias del artículo 16 de la constitución nacional, que subsisten en nuestras leyes y costumbres. Habrá que suprimirla).

Gilligan reconoció la carta y von Wernich fue citado por la juez. ¿Cómo salió del paso? Mintiendo. Manifestó que la información de que César Lugones estaba bien se la había proporecionado el mismo Eugenio Lugones. Es imaginable la indignación de éste. Solicitó un careo. La juez lo concedió. Fue una escena violentísima. Von Wernich, extremadamente nervioso, se mantuvo en su posición. Frente a su afirmación sólo estaba la palabra de Eugenio Lugones. Nos quedamos sin prueba.

La salida de von Wernich fue procesalmente ingeniosa. Pero a costa de mentir, luego de un solemne juramento ante Dios de decir la verdad, con un crucifijo delante. Recordé las palabras del Señor, en la teofonía bíblica donde Moisés recibe las tablas con los diez mandamientos: "No darás falso testimonio contra tu prójimo" (Exodo, 20, 16). Y me entristeció que un ministro de Dios, por cobardía, las hubiese olvidado.

Las imputaciones contra von Wernich atrajeron la atención de la prensa. La revista Siete Días mandó al periodista Alberto Perrone y al fotógrafo Mario Paganetti a la ciudad de Norberto de la Riestra, de la diócesis de 9 de Julio, donde von Wernich había sido trasladado como párroco. El sacerdote, dejándose llevar por su vanidad y su gusto por la publicidad, habló mucho. Sus declaraciones, publicadas en el número del 30 de julio de 1984, atrajeron la tención del público. El semanario se agotó y tuvo que reproducir el reportaje en la edición siguiente, del 1° de agosto.

El reportaje a von Wernich, titulado "Habla el cura que interrogaba a los desaparecidos" no tiene desperdicio. En él desnuda su personalidad y sus ideas. "Nunca tuve dudas -afirma- con lo que hice". Se explaya sobre sus vinculaciones con el grupo de jóvenes prisioneros en la dirección general de investigaciones de La Plata. "Yo estaba encargado -explica- de hablarles, para ir informando como estaba armada su organización montoneros". Respecto a los testimonios ofrecidos en la audición televisiva Nunca Más afirma: "yo quisiera ver si son ciertos. Desconfío. Temo que no sea cierto todo eso. Me parece, en cambio, que se le dio al pueblo el circo que necesita el gobierno actual para distraerlo de la falta de pan. Así trabaja la zurda en este país". "Yo nunca estuve en ninguna dependencia policial o militar donde algún preso me confesara que había sido torturado. Y mire que estuve en relación directa con Jacobo Timerman, el ministro Miralles, Papaleo y muchos más ... Camps lo trataba (a Timerman) a cuerpo de rey ... Que me digan que Camps torturó a un negrito que nadie conoce vaya y pase. ¡Pero cómo se le iba a ocurrir torturar a un periodista sobre el cual hubo una constante y decisiva presión mundial... que si no fuera por eso...!"

Los periodistas describen el ambiente: "Pasamos al amplio living con numerosos sillones de cuero y tapices artesanales colgando de las paredes. Christian von Wernich destacó que esa construcción californiana la había hecho él apenas un par de años antes, donde se levantaban unos míseros cuartos. De ahí lo seguimos al sacerdote al lugar acondicionado para su vocación de radioaficionado. Diplomas de diversas emisiones adornan las paredes del alfombrado cuarto. En una pequeña estantería con varios libros religiosos estaban los del general Ramón Camps. Cada uno de ellos con una extensa dedicatoria manuscrita, donde se recuerda al ‘cura y amigo’ y se señala cómo se jugaron ambos la vida. También aparece mencionada Susana, la hermana del sacerdote, casada con un militar compañero de promoción de Camps (Morelli)" Y termina: "yo sé muy bien lo que hice, por qué lo hice y con quienes lo hice. Cuando sea el momento la justicia decidirá. He vivido una guerra desde un punto de vista ideológico, que es el de un conservador de centro... Como le dije antes, espero la justicia, sobre todo la divina".

"Por las declaraciones de Christian von Wernich el pueblo de este sacerdote se transformó en la caldera del diablo", titula Siete Días la segunda de sus notas, ilustrada con abundante fotografías. A partir de ese momento el clérigo comprendió que no le convenía seguir hablando y se negó a nuevos reportajes. El obispo Gilligan salió en su defensa y le formuló la misma sugerencia. Como resultado de sus palabras el CELS le inició una denuncia criminal por apología del delito. Von Wernich me acusó ante el juzgado federal de Azul de ser el autor de amenazas telefónicas que recibía en Norberto de la Riestra, fundándose en su similitud con una expresión que incluí en mi carta al párroco de Trenque Lauquen Guillermo Noé. El magistrado, lógicamente, desestimó tan absurda imputación. Los procesos contra von Wernich están paralizados en el consejo supremo de las fuerzas armadas. Entre tanto el gobierno de la provincia de Buenos Aires lo ha declarado en disponibilidad en su cargo policial.

El viernes 25 de abril de 1986 fui invitado por la Comisión Nuevejuliense de Derechos Humanos, CONUDEH, para explicar el caso. Cuatrocientas personas colmaron el salón de la Municipalidad y hubo un diálogo interesante y esclarecedor. Quise invitar al obispo, pero no lo encontré. Luego supe que se había dirigido al intendente solicitándole que revocara la concesión del local. La actitud corresponde a la ideología episcopal que he descripto: la búsqueda de la protección del Estado y el temor a la libertad de debate y al pluralismo.

Otro episodio dudoso en las actividades de von Wernich es el de su estada en Nueva York a fines de 1978. Según sus manifestaciones se trasladó a esa ciudad con un contrato temporal con su arquidiócesis para atender pastoralmente a la comunidad hispanoparlante, instalándose en la parroquia de San Juan Crisóstomo, en Bronx. El caso es que en la causa "Lorusso" se presentó la ciudadana argentina María Eva Ruppert, residente en aquella época en dicha metrópoli. Entregó una carta de von Wernich de fecha 27 de septiembre de 1978 por la cual éste se interesaba por conectarse con los exiliados argentinos vinculados a la revista Denuncia que realizaba una enérgica campaña contra la dictadura militar argentina.

Según el minucioso relato de la señorita Ruppert, von Wernich se encontró con ella en repetidas oportunidades y ofreció su colaboración en las tareas vinculadas con la defensa de los derechos humanos en nuestro país, expresando su deseo de "pasar a máquina y hacer un fichero ordenado con los datos de los ‘contactos’, tanto de Argentina como del exterior, de la organización con la que la deponente colaboraba" (27). Explicó que podía facilitar un aparato de transmisión de onda corta y una fotocopiadora con igual propósito.

Como la actitud del oferente resultara sospechosa, resolvieron no aceptar sus servicios. En la causa arriba citada von Wernich fue careado con la señorita Ruppert, manifestando no conocerla ni haber ofrecido colaboración alguna a organizaciones de derechos humanos, puesto que ello estaba al margen de su labor pastoral. Para los letrados que estuvieron presentes en dichas diligencias procesales no quedó ninguna duda que la testigo Ruppert decía la verdad.

Christian von Wernich, aunque nacido en San Isidro, provincia de Buenos Aires en 1938, pertenece a una acaudalada familia de la ciudad de Concordia (28), donde realizó sus primeros etudios. Uno de sus hermanos apareció envuelto hace algunos años en la quiebra del Alvear Palace Hotel, hecho que dio lugar a dudosas interpretaciones. En su juventud se trasladó a California, Estados Unidos, donde permaneció un tiempo. Allí aprendió inglés. Parece ser que se inclinaba por los estudios de administración de empresa.

Todas las versiones recogidas indican su inclinación por la vida fastuosa y frívola, aun en la época en que hizo saber que era seminarista y se preparaba para el sacerdocio. Eugenio Lugones, que lo conoció en la pileta de natación del Ateneo de la Juventud a comienzos de la década de 1970, dice que algunos amigos le decían "El Cura" y otros "El Conde" o "El Duque", "porque se notaba fácilmente que era una persona de mucho dinero... programamos -agrega- un viaje juntos a Río de Janeiro, donde estuvimos cerca de quince días en la época de los carnavales... en su coche particular tenía una sirena, especialmente durante los años 76 al 78. Yo le pregunté por qué la tenía y ahora me doy cuenta de que no era para abrirse paso y que no lo molestaran en la ruta como decía. Además de eso tenía credenciales a nombre de otra persona con su foto y esto lo sé porque personalmente yo se las vi. Creo que el apellido que figuraba en esas credenciales de comisario de la policía de la provincia de Buenos Aires" (29).

La ordenación sacerdotal de von Wernich, ocurrida en 1976 a los 38 años, fue una sorpresa, porque había transitado por varios seminarios y más de un obispo se había negado a ordenarlo, entre ellos Tortolo, de Paraná. Resulta claro que su personalidad no los convencía. Quien se decidió a conferirle el sacramento del orden fue el obispo de 9 de Julio Alejo Gilligan, que pasa por ser un hombre ingenuo. Por esa razón recaló en esa diócesis, que no era la de origen.

En las tres ciudades donde ha ejercido su ministerio, 25 de Mayo, 9 de Julio y Norberto de la Riestra von Wernich gravita sobre cierto sector de la población por su ideología reaccionaria, su estilo desenfadado -nunca usa sotana y prefiere los automóviles potentes- y sus gustos mundanos. Se construyó la casa antes descripta en Norberto de la Riestra. Maneja mucho dinero, cuyo origen se supone es familiar, viaja con frecuencia al exterior y durante la época de la dictadura militar era temido por sus vinculaciones oficiales, aunque hay quien sostiene que salvó a algunos jóvenes de la zona. Cumple con sus obligaciones clericales (misa, predicación, administración de los sacramentos), pero sus actitudes son profanas. Es el suyo un sacerdocio formal y sacramental, sin ninguna vivencia espiritual. No es de extrañar, entonces, que haya sido compatible con su participación en los hechos que se le imputan.

Von Wernich suele decir a sus amigos que ha optado por ser cura, porque es una profesión en la cual, a diferencia de otras, se trabaja los domingos y se descansa el resto de la semana.

Notas
(1) Conf.: José María Rovira Belloso: Sociedad perfecta y Sacramentum Salutis: dos conceptos eclesiológicos, dos Imágenes de Iglesia en "Iglesia y sociedad en España, 1939/1975",; Madrid, Editorial Popular, 1977, págs. 317/352; Leonardo Boff: Iglesia, carisma y poder – Ensayos de eclesiología militante, Santander, Editorial Sal Terca, 1982, págs. 20/28.
(2) Juan María Laboa: El integrismo, un talante limitado y excluyente, Madrid, Narcea S.A. de Ediciones, 1985, 190 págs.
(3) "En Iglesia y comunidad nacional (1981), nuestros obispos han reconocido que la sociedad argentina es una sociedad pluralista. Sabemos sin embargo –y que la experiencia del Concilio Vaticano II está allí para atestiguarlo– que no todos los firmantes de un documento son plenamente concientes de sus consecuencias. Y que se requiere un tiempo bastante prolongado para que las conductas de la comunidad eclesial se adapten a las nuevas perspectivas abiertas por una lectura actualizada de los ‘signos de los tiempos’. Aceptar que la Argentina es una sociedad pluralista es renunciar al modelo de la ‘Argentina católica’ y a la fraseología que identifica al catolicismo con un mítico e indefinible ‘ser nacional’ ". (Criterio, Buneos Aires, número 1959, 23 de enero de 1986, pág. 3).
(4) La biblia del integrismo es el libro del presbítero catalán Félix Salvá y Salvany, El liberalismo es pecado. Cuestiones Candentes, publicado en Barcelona en 1884. Alcanzó un sinnúmero de ediciones. Entre nosotros el principal expositor del integrismo fue el presbítero Julio Meinvielle, que ha dejado una caudalosa bibliografía. Ejerció influencia sobre distintos grupos hasta su muerte, ocurrida en 1973. Entre sus títulos cabe citar los siguientes: Concepción católica de la política, Buenos Aires, Cursos de Cultura Católica, 1932, 163 págs.; El judío, Buenos Aires, Editorial Antídoto, 1936, 157 págs.: Los tres pueblos bíblicos en su lucha por la dominación del mundo, Buenos Aires, Adsum, 1937, 99 págs.; El comunismo en la revolución anticristiana, Buenos Aires, Ediciones Teoría, 1961, 139 págs.; La Iglesia y el Mundo Moderno, Buenos Aires, Ediciones Teoría, 325 págs.; De la Cábala al progresismo, Salta, Editora Calchaquí, 1970, 463 págs.
(5) Recuerdo de mi adolescencia una expresión extrema del nacional-catolicismo. En una procesión en Luján, donde entonces residía, un sacerdote forastero dijo por el altoparlante lo siguiente: "EL argentino que no venera a la Virgen es un traidor a la Patria y merece ser fusilado por la espalda".
(6) Conf.: Charles Maurras: Encuestas sobre la monarquía, traducción y notas de Fernando Bertrán, Madrid, Sociedad General Española de Librerías, 715 págs.; Enrique Zuleta Alvarez: Charles Maurras, en el Nacionalismo Argentino, Buenos Aires, Ediciones La Bastilla, 1975, T. I, págs. 27/32; Enrique Zuleta Alvarez: Introducción a Maurras, Buenos Aires, Nuevo Orden, 1965.
(7) El presbítero Manuel Beltrán en una misa de FAMUS del 2 de agosto de 1986 acusó a las autoridades de ser "responsables y cómplices" del "destape anticlerical". "Ellos saben (las autoridades) y conocen muy bien: el auge de la droga, la delincuencia y la pornografía". (Clarín, 3 de agosto de 1986).
(8) La Razón, Buenos Aires, 13 de mayo de 1977.
En esa sesión los visitantes exhibieron una película con la "confesión" de la presunta guerrillera Marta Carmen Campana, quien explica haber sido catequizada para la subversión por el P. Pablo Gazzari. Posteriormente el texto apareció en la revista Para Ti.
(9) El Periodista de Buenos Aires, número 39, Buenos Aires 7 al 13 de junio de 1985, pág. 13.
(10) Caritas es una institución que durante el arzobispado del cardenal Aramburu ha adquirido un importante desarrollo y eficacia, bajo la dirigencia de Carlos Elliff y Ricardo Murtagh.
(11) El Periodista de Buenos Aires. Buenos Aires, 24 de marzo de 1986.
(12) La Opinión, Buenos Aires, 12 de junio de 1976.
(13) La Razón, Buenos Aires, 12 de junio de 1976.
(14) La Prensa, Buenos Aires, 12 de septiembre de 1979.
(15) El general Jorge E. Gorleri, a la sazón comandante del segundo cuerpo de ejército con asiento en Rosario, fue obligado a retirarse el 1° de septiembre de 1986, después de una reunión de mandos superiores del ejército, presidida por el ministro de Defensa José Horacio Jaunarena. En ese encuentro Gorleri se opuso a que sus subordinados fueran obligados a comparecer en causas ante la justicia civil, para responder por crímenes cometidos durante la dictadura militar. Esto significa un verdadero levantamiento contra la Constitución. Cabe señalar que las organizaciones de derechos humanos se habían opuesto a su ascenso a general, propuesto por el presidente Alfonsín y concedido por el Senado. Días antes de este episodio, el 15 de agosto de 1986, el general Gorleri presidió un acto del colegio católico "Manuel Belgrano" de los Hermanos Maristas, de la Capital Federal y pronunció un discurso cuyo contenido desconozco. Seguramente sostuvo los mismos criterios. Resulta significativo que a casi tres años del gobierno democrático un incinerador de libros y comandante de un cuerpo de ejército, sea invitado a presidir y a dictar cátedra en un establecimiento educativo. Lo acompañaba el comandante del área naval de Puerto Belgrano contraalmirante José María Arriola.
(16) Clarín, Buenos Aires, 20 de octubre de 1978.
(17) Informe de la Comisión Nacional sobre Desaparición de Personas: Nunca más, Eudeba, Buenos Aires, 1984, Legajo número 6328, pág. 349.
(18) El Periodista de Buenos Aires, Buenos Aires, número 96, 11 al 17 de julio de 1986.
(19) El Periodista de Buenos Aires, Buenos Aires, número 95, 4 al 10 de julio de 1986.
(20) Isidoro J. Ruiz Moreno: Comandos en Acción – El ejército en las Malvinas, Buenos Aires, Emecé, 1986, pág. 36.
(21) Id.Id., págs 41/42.
(22) Buenos Aires, EUDEBA, 1984, págs. 259/261.
(23) El Diario del Juicio, número 3, Buenos Aires, 11 de junio de 1985, págs. 56/59.
(24) Nunca más, id. Id., pág. 260.
(25) El Diario del Juicio, id. Id., pág 60.
(26) Id, id., págs. 56/59.
(27) Fs. 478/480
(28) En Concordia existe una fuerte corriente nacionalista de derecha y católica integrista. Además de von Wernich es oriundo de esa ciudad el coronel Mohamed Alí Seineldín y estudió en ella el discípulo y panengirista de Julio Meinvielle, presbítero Raúl Sánchez Abelenda, actualmente enrolado con el catolicismo quasi-cismático del obispo francés Marcelo Lefevbre, Sánchez Abelenda fue decano de la facultad de filosofía y letras de la Universidad de Buenos Aires durante la intervención de Antonio Ottalagano, también entrerriano, designado por el ministro Oscar Ivanisevich (17-9-74). Según se afirma, Sánchez Abelenda le certificó en ese período a von Wernich la aprobación de materias de filosofía que éste nunca había cursado y que le facilitaron su ordenación sacerdotal. En Concordia, el 27 de julio de 1962, Meinvielle pronunció una conferencia sobre "La guerra revolucionaria y la Revolución Nacional en la Argentina".
(29) Siete Días, Buenos Aires, 1-7 de agosto de 1984, págs. 6/7.

Instituciones y publicaciones

Iglesia y Dictadura, por Emilio F. Mignone (Capítulo séptimo)

Las instituciones católicas

El autoritarismo es una característica del catolicismo argentino. Las instituciones que forman parte o dependen de la Iglesia oficial carecen de autonomía y son sancionadas si se atreven a expresar una opinión discordante con los criterios del episcopado.

"A la Iglesia en la Argentina -dice con acierto un editorial de la revista Criterio- le está faltando con urgencia opinión pública. Opiniones hay muchas pero no encuentran un clima suficientemente respetuoso de la libertad para manifestarse sin temor a las represalias. La calma de la superficie puede hacer creer a muchos que los consensos son más amplios de lo que en realidad lo son... Mucho nos tememos que en nuestra Iglesia hay una inflación reprimida de ideas: cuanto antes se levanten los controles menos gravedad tendrá el sinceramiento" (1).

Las represalias a las que alude el párrafo anterior son las sanciones aplicadas por el episcopado. Este califica como "magisterio paralelo" cualquier intento de ilustrar a la sociedad que no se limite glosar sus conceptos, no sólo en materia teológica sino también en problemas de cualquier índole. En el curso de este trabajo he reseñado dos de esas situaciones. En el primer capítulo transcribo párrafos de un documento de la comisión permanente de la Conferencia Episcopal Argentina que involucra una reprimenda a la Conferencia Argentina de Religiosos (CAR), cuando ésta sugirió la necesidad de enfrentar de manera más enérgica la violación de los derechos humanos (2). Dicha Conferencia tiene prohibido asumir posiciones públicas. Y en el capítulo sexto refiero la sanción aplicada al equipo de sacerdotes de villas de emergencia, por denunciar la brutal expulsión de sus habitantes en medio de la indiferencia de su pastor.

El silencio es la norma de las instituciones iniciales de la Iglesia católica, excepto cuando reciben una orden superior o se consideran obligadas a apoyar una decisión del episcopado. Carecen de opiniones o, si las tienen, prefieren callarlas. Esto ocurrió en el espinoso problema de la violación de los derechos humanos. Algunas que hablaron fue para adular al gobierno de las fuerzas armadas.

Es el caso de la Corporación de Abogados Católicos, entidad de minúscula representatividad, caracterizada por su posición reaccionaria, que se pone de manifiesto en frecuentes comunicados, donde se advierte la autoría del doctor Lorenzo J. Butler. Con motivo de la venida de la misión de la CIDH, la corporación, con la firma de Ambrosio Romero Carranza y Virgilio Gregorini, emitió una declaración que contiene el increíble párrafo siguiente:

"La Corporación considera que los argentinos gozan de un razonable grado de libertad y que los derechos humanos están suficientemente amparados por la ley y las autoridades del país. Los casos individuales de personas encarceladas o desaparecidas son materia de investigación y serán esclarecidos. Las mayores violaciones a los derechos humanos han sido ejecutadas en nuestra República por las mismas personas que ante la derrota que les infligieron las fuerzas armadas y no teniendo el valor para asumir las consecuencias de esos actos, huyeron al exterior, desde donde continúan agrediendo a la Argentina con sus hipócritas clamores a favor de los derechos humanos, que no respetaron cuando tuvieron el poder en sus manos" (3).

En 1982, la Federación de Uniones de Padres de Familias de la Arquidiócesis de Buenos Aires, presidida por Ernesto Gómez Mendizábal, con la asesoría del vicario general del arzobispado monseñor Arnaldo Canale, comenzó la publicación de su boletín. En el primer número el único texto que contiene es la transcripción de una instrucción publicada en la revista Manual de Informaciones, número 6, editada por el comando en jefe del ejército, jefatura II. De donde viene a resultar que la doctrina de una institución de la Iglesia católica encuentra su fuente de inspiración en las fuerzas armadas.

El órgano natural de la Iglesia para actuar en defensa de la dignidad del hombre es la Comisión Nacional de Justicia y Paz, que depende del Episcopado. Esta institución, en sus diversos niveles, universal, nacional, diocesana, fue creada por el Papa Paulo VI para hacer efectivos los principios de sus grandes encíclicas. Así ha ocurrido, entre otros países, en España y Brasil donde goza de notoriedad y prestigio. Entre nosotros la conferencia episcopal –como en tantas otras cosas– se limitó a cumplir la norma pontificia de una manera puramente formal. Durante los años más álgidos de la dictadura la presidió Carlos Alberto Floria, quien en su condición, según he explicado, participó en la reunión de Puebla. Cuando le pregunté a Floria, en presencia de Eduardo Pimentel, a qué se debía esa pasividad, me explicó que el organismo tenía prohibido expresamente emitir opiniones públicas. Sólo de vez en cuando era llamada para asesorar, en privado, a los obispos.

La Santa Sede se alarmó por esta anulación en los hechos de la comisión y envió a su presidente en Roma, el cardenal africano Bernardín Gantin, para tratar de modificar la situación. Hubo entonces una ampliación de sus miembros y cambio de autoridades, pero todo ha seguido igual. Sólo en una ocasión, con la firma de su presidente Franklin Obarrio y su secretario Ignacio Palacios Videla, la Comisión Nacional de Justicia y Paz intervino en el tema de los derechos humanos y difirió con el criterio de la conferencia episcopal. Fue con motivo del llamada "documento final" de la junta militar. Dijo entonces la Comisión: "En el documento oficial sobre la lucha contra la subversión hubiéramos querido ver descalificado no sólo el horror, desatado por la guerrilla sino también la represión ilegal a la que la misma dio lugar. La falta de verdad objetiva y la ausencia de una expresa voluntad por parte de las fuerzas armadas de volver al planteo de la defensa nacional, abandonando la doctrina de la seguridad nacional, colocan a la comunidad argentina a merced de los vaivenes de la política interna de otras potencias" (4). Nunca supe cuál fue la reacción de las cabezas del episcopado frente a esta inusual manifestación.

Publicaciones

Exigiría una investigación que escapa, por ahora, a mis escasas fuerzas, un análisis documentado del papel desempeñado por las publicaciones periódicas consideradas "católicas", durante el período de la dictadura militar.

Voy a limitarme por ello a unas pocas referencias. En general los periódicos y revistas de este signo, como el resto del periodismo, se mantuvieron en un terreno prudente; como era inevitable, frente al terrorismo de Estado y la falta de cobertura por parte del episcopado. Lo más habitual fue el silencio.

No es justo, en este campo, dejar de señalar la clara identificación con la dictadura militar de Esquiú-color, semanario clerical más que católico, competidor con las revistas de la Editorial Atlántida en la difamación de las víctimas de la represión ilegal y de las entidades defensoras de los derechos humanos. La misma orientación es visible en Universitas, de la Universidad Católica Argentina orientada por monseñor Octavio Nicolás Derisi.

Criterio, la revista católica de interés general de mayor independencia y gravitación, se mantuvo, obligada sin duda por las circunstancias, cautelosa, en los años difíciles. De cualquier manera, dentro de su orientación y su estilo, realiza un notable esfuerzo por apreciar y juzgar los hechos con objetividad. Como se habrá advertido, la cito con reiteración en estas páginas. Cuando publicó un comentario con notorios errores –y elogios– de la ley 22.068, que facilitaba la declaración de la presunción de fallecimiento de los detenidos-desaparecidos, fuimos con Augusto Conte a ver a su director el presbítero Rafael Braun. Nos atendió con deferencia y autorizó la publicación de la carta que sigue en el número 1827-28, del 24 de enero de 1980:

Buenos Aires, 18 de diciembre de 1979.
Pbro. Rafael Braun
CRITERIO,

Estimado amigo:

Me permito hacerle llegar estas líneas con pedido de publicación, referidas al comentario aparecido en el número 1823 de esa revista, con el título "Alcances de una ley controvertida".

Trata el artículo sobre la llamada ley 22.068, mediante la cual se establece un régimen de excepción para la declaración de fallecimiento presunto de personas "desaparecidas" entre el 6 de noviembre de 1974 y la fechas de promulgación de dicha norma, es decir el 12 de septiembre de 1979. Considero que el comentario en cuestión omite mencionar algunos aspectos esenciales del ordenamiento mencionado, indispensables para un adecuado juzgamiento del problema por parte de los lectores de esa publicación.

En efecto, el meollo de la denominada ley 22.068 -y evidentemente su razón de ser-, reside, a mi entender, en dos expresiones contenidas en sus artículos 2° y 3° no citados por el articulista de Criterio. La primera es la que autoriza al Estado Nacional, sin limitación alguna y sin manifestar ningún interés jurídico concreto, a solicitar la declaración de fallecimiento presunto. Le bastará para ello la existencia de un requisito meramente formal, cuya veracidad intrínseca el juez no tiene que investigar: la denuncia de la "desaparición", aún producida pocas semanas antes. La segunda, la reiterada y enfática afirmación según la cual esa atribución podrá ser ejercida (también por el Estado), "a pesar de la oposición de otros titulares" (por ejemplo los padres y el cónyuge del "desaparecido") y llevarla adelante en un juicio, para llamarlo de alguna manera, que "no tendrá en caso alguno carácter contencioso" (arts. 2° y 3° de la ley 22.068).

En otras palabras, el Estado nacional podría pedir, sin posibilidad de oposición alguna, cualquier día de estos, ante los estrados judiciales, la declaración presunta de la muerte de los miles de ciudadanos acerca de los cuales existen denuncias de "desaparición", en el archivo del ministerio del Interior, en la Policía Federal, y en la misma Justicia. Y así, el Estado obtendría, si lo desea, en un plazo brevísimo, con un procedimiento sumario y pese a la eventual contradicción de la familia inmediata del "desaparecido", dicha sentencia. Los jueces, por su parte, están obligados por la norma promulgada a disponer esa presunción de muerte sin otra averiguación o trámite, en forma prácticamente automática. Sí o sí, como se dice comúnmente. ¿Nos encontramos o no -me pregunto-, ante una ampliación injustificada y peligrosa, diría totalitaria, de las facultades del Estado, en detrimento de los derechos de la familia y con mengua de las atribuciones del Poder Judicial? ¿Es compatible esta norma con la doctrina cristiana en la materia? ¿Estamos o no ante el riesgo cierto de la extensión masiva, transferida a la justicia, de certificados de defunción presunta, para dar la "solución" según dijera el general Harguindeguy (La Nación del 22/8/79) al problema de los "desaparecidos"?

Prefiero que la respuesta la de el lector.

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Se dirá que diversos funcionarios, entre ellos los ministros del Interior y de Justicia, han expresado que el Estado sólo utilizará esa atribución en circunstancias de desprotección. Pero lo que importa en las leyes no es la intención, verdadera o presunta, de los legisladores y menos de los posibles ejecutores, sino su texto mismo. Además ¿quién garantiza que los sucesores de las actuales autoridades no tendrán diferentes criterio a este respecto? Y si es así, ¿para qué sancionar esta ley, si con la 14.394 basta y sobra?

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Es perfectamente comprensible por lo dicho que la ley 22.068 haya sido acerbamente criticada, tanto en el país como en el extranjero y merezca el rechazo indignado de sus pretendidos beneficiarios, entre los cuales, como sabe el señor Director, me cuento. El general Videla se ha lamentado en su última conferencia de prensa de esta "incomprensión" (La Nación, 14/12/79). Me interrogo sin embargo si a tenor de lo explicado no es razonable pensar en la intención de "encubrir -según palabras del mismo Videla-, un crimen potencial o realizado" (id. Id.).

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Si el gobierno quisiera realmente mitigar nuestra angustia, como lo aseguró el general Videla en la misma ocasión, tiene un medio muy simple: la verdad. La verdad, que según el lema elegido por Juan Pablo II para 1980, es condición para la paz

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Finalmente quiero señalar mi desconcierto por la mención que se hace de la ley 22.068 en la Exhortación de la comisión permanente del episcopado argentino publicada en los diarios del 15 de diciembre de 1979, sin advertir, aparentemente, las razones que hacen innecesaria esta nueva norma para resolver los problemas jurídico-patrimoniales a que se alude....

Cordialmente,
Emilio F. Mignone.

Otra revista con material valioso e interesante, Actualidad Pastoral, dirigida por el presbítero Vicente Oscar Vetrano, actual vicario de cultura de la diócesis de Morón, se mantuvo silenciosa durante la dictadura. Aunque una de sus características es la amplia difusión de las actividades y discursos del papa, omitió reproducir una de las referencias de Juan Pablo II a la situación de los detenidos-desaparecidos de la Argentina en la plaza San Pedro. Le escribí una carta a Vetrano señalándole el hecho y borrándome como suscriptor. De paso formulé otras críticas a la publicación, algunas bastante duras. Recibí una respuesta insuficiente pero cordial, donde se me explicaba que se mantendría el envío de la publicación aunque yo no lo pagara. Tengo la impresión que mis apreciaciones fueron tenidas en cuenta. Tanto uno como otro caso demuestran amplitud y receptividad, aunque tengamos diferencias. Quiero por ello destacarlo (5).

En el número 259, de diciembre de 1976, la revista del Centro de Investigación Social y Acción Social (CIAS), de los jesuitas, publicó un artículo del P. Vicente Pellegrini S. J., titulado "Los derechos humanos en el presente contexto sociopolítico de la Argentina", que reprodujo La Opinión en su suplemento semanal del 30 de enero al 5 de febrero de 1977. Por ese motivo la dictadura militar clausuró al diario de Timerman por tres días. No hizo lo mismo con la revista, de escasa circulación, pero Pellegrini optó por irse un tiempo del país. En esa época era asesor de la Comisión Nacional de Justicia y Paz.

Leído en la actualidad, después de todo lo sabido, dicho y publicado, el artículo de Pellegrini parece una novela rosa. Pero considerando el terror impuesto por la dictadura, para quienes sabían interpretarlo, significaba una crítica severa y valiente a los métodos utilizados por ésta. Son singularmente valiosos los párrafos dedicados a la tortura: "... debemos impedir –expresa– la degradación de las fuerzas armadas por el uso de la tortura. Esto debe ser impensable para la hidalguía militar. Convertir a un militar de honor, cuyo ideal es luchar por la justicia, en un vulgar torturador, sería la mayor victoria del terrorismo". Evidentemente estas frases podían sonar bien en los oídos de la junta militar, degradada en la orgía siniestra de atormentar salvajemente a indefensos prisioneros.

No era imaginable en ese momento para la mayoría de los argentinos el genocidio que estaban cometiendo las fuerzas armadas. Por eso Pellegrini decía: "Hay también una forma de tortura que los obispos argentinos enumeran: tortura para los familiares que consiste en detenciones prolongadas, sin posibilidad de obtener noticias sobre el desaparecido...".

La revista del CIAS no volvió a reincidir por mucho tiempo. Por otra parte la prevalencia del P. Jorge Bergoglio y su grupo dentro de la Compañía de Jesús fue disminuyendo la vitalidad del centro. En una época bastante lejana, el entonces jesuita Antonio Donini publicó en el número 100 del boletín mensual del CIAS un análisis sociológico-pastoral de la denominada Gran Misión de Buenos Aires (agosto-septiembre de 1960), que provocó las iras del cardenal Antonio Caggiano, de su auxiliar y después arzobispo de Rosario Guillermo Bolatti y del actual prelado de San Martín, Manuel Menéndez (6).

Esa fue la primera vez en que la imagen de la Virgen de Luján fue trasladada a Buenos Aires desde su santuario. La segunda se debe a una idea de monseñor Rubén Di Monte ejecutada por monseñor Emilio Ogñevovich, para la concentración convocada el 5 de julio de 1986 con el fin de oponerse a la ley de divorcio vincular.

Donini considera que, pese al ingente esfuerzo realizado, la Gran Misión no logró sus objetivos, es decir fue un fracaso (7). Los observadores imparciales piensan lo mismo de la concentración antidivorcista. Parece que a la Madre de Dios no le convence que muevan su venerada imagen del pago de Luján.

De regreso al país luego de una larga ausencia en el exterior, Donini ha publicado un trabajo intitulado Religión y Sociedad, que constituye una breve reseña del proceso histórico del catolicismo argentino. Curiosamente no menciona la Gran Misión de Buenos Aires y omite toda referencia al período 1976-1983 (7)

Una publicación valiente fue el periódico bilingüe La Cruz del Sur (The Southern Cross) destinado a los descendientes de irlandeses y dirigido por el P. Federico Richards.

El premio Nobel de la Paz

En 1980 un argentino perseguido por la dictadura, Adolfo Pérez Esquivel, recibió el premio Nobel de la Paz. Fue una sorpresa para la mayoría de la población y una bofetada para el gobierno de las fuerzas armadas, que lo había tenido preso, sin causa, durante un año y medio.

Pérez Esquivel, como es sabido, es el promotor de un movimiento de carácter latinoamericano, el Servicio Paz y Justicia (SERPAJ). Está inspirado en principios cristianos, con aportes de Gandhi y Martín Luther King. Propone la acción a favor de los desposeídos a través de la no-violencia activa y en todos los países donde actúa está en primera línea en la defensa de los derechos humanos. Adolfo Pérez Esquivel y su hijo Leonardo figuran entre los fundadores de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos.

En lo personal, Adolfo Pérez Esquivel es un cristiano católico comprometido y un hombre de bien. Sin embargo, el episcopado argentino, molesto al igual que el gobierno por este premio, no expresó una sola palabra de congratulación y de alegría. Sólo algunos obispos –los vinculados con la causa de los derechos humanos– se adhirieron. Monseñor Justo Laguna, entonces auxiliar de San Isidro, donde Pérez Esquivel reside, dio testimonio de su pertenencia a la Iglesia.

El boletín semanal de la agencia informativa de la Arquidiócesis de Buenos Aires, AICA, publicó un insidioso comentario destinado a distinguir entre el Servicio de Paz y Justicia y la Comisión Nacional de Justicia y Paz. Aprovechó la circunstancia para echar sombras sobre las actividades del SERPAJ, y de su creador.

Sin embargo, el 18 de agosto de 1976 la comisión permanente del episcopado, mediante un comunicado, había manifestado su preocupación por la interrupción de una reunión de obispos, sacerdotes, religiosos y laicos en Ecuador y la detención o expulsión de muchos de los intervinientes. Se encontraban entre ellos el arzobispo de Santa Fe, monseñor Vicente Zaspe y Adolfo y Leonardo Pérez Esquivel.

Funciones públicas

Católicos de derecha ocuparon durante la dictadura militar funciones públicas relevantes, haciéndose partícipes, por acción u omisión, de los atentados a la dignidad de la persona humana. Ninguno de ellos ignoraba los planes del terrorismo de Estado. Esta circunstancia me consta personalmente con respecto a los miembros de la Corte Suprema de Justicia Abelardo Rossi y Pedro José Frías. Integraron igualmente el alto tribunal Alejandro Caride y Federico Videla Escalada.

En el ministerio de Cultura y Educación se sucedieron Ricardo P. Bruera, Juan P. Llerena Amadeo y Cayetano Licciardo (Catalán fue una pintoresca equivocación de Jaime Perriaux, consejero de Videla). Entre otras figuras de igual orientación cabe señalar a Alberto Rodríguez Varela en el ministerio de Justicia, Jaime Lucas Lenon en el rectorado de la Universidad de Buenos Aires; Enrique Folcini, en el directorio del Banco Central; y Mario H. Pena, en la carrera de Psicología de la misma casa de estudios superiores y en la presidencia de la Cámara en lo Criminal y Correccional de la Capital Federal. Desde esta última posición Pena autorizó la autopsia y entierro clandestino de cadáveres de detenidos-desaparecidos trasladados por las fuerzas armadas.

El CONICET requeriría un estudio por separado. La simple lectura de la nómina de los directores e investigadores de sus 95 institutos, 36 programas y 3 servicios de esa época, pone de manifiesto la prevalencia, sobre todo en las ciencias sociales, de personajes del catolicismo integrista y del nacionalismo de derecha.

El filo de las espadas

Del integrismo y del nacional catolicismo al golpismo no hay más que un paso. Quienes participan de esas concepciones no pueden soportar el pluralismo ni el estado de derecho.

En realidad, no son cristianos. La Buena Noticia de Jesús es un mensaje de conversión que se difunde con la predicación de la Palabra, con la oración y con el testimonio de la propia vida. No hay nada más anticristiano que la utilización del poder y de las armas para pretender imponer el Evangelio.

En mayo de 1986 ocurrió un deplorable episodio en el aula magna de la facultad de medicina de la Universidad de Buenos Aires. Un crucifijo fue arrancado de la pared, averiado y escrito. Tanto las autoridades de la casa de estudios superiores como los centros de estudiantes repudiaron públicamente el hecho, que estimuló, como es lógico, el vocinglerío de quienes consideran que la democracia abre el camino para manifestaciones anticatólicas.

Los autores del atropello no fueron identificados. No sería nada extraño que pertenecieran a los servicios de inteligencia de las fuerzas armadas y que actuaran como provocadores, al igual que los nueve oficiales de la aeronáutica a quienes se sorprendió en 1986 cometiendo desmanes en ocasión de celebrarse el triunfo argentino en el campeonato mundial de fútbol.

En relación con este incidente La Nación del 10 de mayo de 1986, publicó una carta de protesta, firmada por 38 alumnos del quinto año secundario del colegio Don Jaime de Bella Vista. Esta localidad del conurbano bonaerense, lindera con Campo de Mayo, registra una alta concentración de hogares vinculados al nacionalismo de derecha y al integrismo católico. El establecimiento educativo privado Don Jaime, perteneciente a la familia Montiel, proporciona una formación acorde con esa ideología. Han concurrido allí, entre otros, los hijos del general Videla. Su nombre, que evoca a un caballero medieval español, es un símbolo de esa concepción anticristiana, según la cual el Evangelio debe ser impuesto por la espada (8). Las octavillas con que termina lla carta, en el actual contexto argentino, constituyen un llamamiento a las fuerzas armadas para hacerse cargo del poder, como reacción frente al pluralismo democrático. Los versos ripiosos, evocados por adolescentes detrás de los cuales se escudan sus padres y profesores, son una proclama golpista. Dicen así:

¡Ay! Virgencita que luces
ojos de dulces miradas
que vieron pasar espadas
que dieron paso a las cruces.
¡Mira tus tierras amadas
y si hoy derriban las cruces
brillen de nuevo las luces
del filo de las espadas!

El futuro

La Iglesia católica argentina enfrenta, en las nuevas circunstancias históricas, un claro desafío. Este exigirá cambios en el episcopado, algunos de ellos facilitados por la edad de los prelados y una concepción de la evangelización acorde con las pautas del Concilio Vaticano II y los documentos de Medellín y de Puebla. Se cuentan con los dedos las diócesis donde esta renovación se está llevando a cabo, pero un análisis del panorama general ofrece perspectivas interesantes.

Ese desafío exige, necesariamente, un debate autocrítico acerca del papel cumplido por la Iglesia durante la dictadura militar y sus antecedentes históricos y doctrinarios. Este libro es una contribución a esa catarsis indispensable.

Notas
(1) Buenos Aires, número 1947, del 11 de julio de 1985, pág. 328.
(2) La Conferencia Latinoamericana de Religiosos (CLAR), tiene también una situación conflictiva, por motivos similares, con el CELAM, presidido por monseñor Antonio Quarracino, arzobispo de La Plata. Este ha señalado las divergencias existentes con los obispos brasileños (CNBB) y con la CLAR en una entrevista en la revista Nexo, donde expresa: "En cuanto a la CLAR la carencia de un diálogo abierto y de espíritu solidario con relación al CELAM, constituye simplemente un escándalo que hay que superar" (Buenos Aires, número 8, segundo trimestre de 1986, pág. 13).
(3) La Prensa, Buenos Aires, 15 de septiembre de 1979.
(4) Clarín, Buenos Aires, 5 de mayo de 1983.
(5) Al hacerse cargo del obispado de Mercedes, Monseñor Emilio Ogñenovich, una de sus primeras medidas consistió en expulsar de la curia, donde residía y tenía la redacción y la administración de la revista, el P. Vetrano, quien debió incardinarse en la diócesis de Morón. Aparentemente Actualidad Pastoral es un órgano inaceptable para la ideología de este energúmeno encaramado en el orden episcopal.
(6) Antonio Domini: Aspectos sociológicos-pastorales de la Gran Misión de Buenos Aires, Centro de Investigación y Acción Social, CIAS, Boletín Mensual, Sarandi 65, Buenos Aires, número 100, enero-febrero de 1961.
(7) Buenos Aires, Editorial Docencia, 1985, 125 págs.
(8) José Enrique Miguens, en su último libro Honor militar, conciencia moral y violencia terrorista (Buenos Aires, Sudamericana-Planeta, 1986, 185 págs.), ha demostrado con agudeza y erudición, que los conceptos de honor caballeresco y de honor militar son anticristianos y se oponen a una sana conciencia mmoral.

Prensa católica y dictadura militar: La revista Criterio frente al golpe de Estado de 1976
Por Marcelo H. Borrelli

Universidad de Buenos Aires

marcebor@yahoo.com

Resumen
El objetivo principal de este trabajo se orienta a analizar críticamente las posturas editoriales de la revista católica Criterio durante la coyuntura histórica inmediatamente previa al golpe de Estado manu militari del 24 de marzo de 1976 y en las circunstancias inmediatamente posteriores a ese hecho histórico. En este sentido, se analizan los editoriales publicados desde noviembre de 1975 hasta abril de 1976, periodo breve cronológicamente pero que visto desde una mirada retrospectiva condensa diversas problemáticas socio-políticas y económicas vigentes en la Argentina de los primeros años de la década del ’70. Para la correcta comprensión del discurso editorial de Criterio se repasarán sus características históricas más salientes, a la vez que se describirá la coyuntura en la que se produjo el golpe de Estado que dio inició al período sin duda más trágico de la historia argentina contemporánea.

Palabras claves: Criterio, Proceso de Reorganización Nacional, Iglesia Católica argentina.

"Creo que si sólo hubiésemos tenido una prensa decente podría no haber pasado lo que pasó". Robert Cox (1)

INTRODUCCIÓN

Esta ponencia es un primer acercamiento hacia el estudio de la prensa católica durante el autodenominado Proceso de Reorganización Nacional (PRN) (1976-1983), trabajo que en el futuro será elaborado como tesis final de una maestría que actualmente este autor se encuentra desarrollando. Por eso su objetivo es iniciar una instancia de investigación que se ampliará y profundizará posteriormente.

De todas formas, podemos postular cuáles son esos objetivos prematuros: realizar un análisis crítico de los editoriales de la revista católica Criterio durante la coyuntura histórica inmediatamente previa al golpe de Estado manu militari del 24 de marzo de 1976 y en las circunstancias inmediatamente posteriores a ese hecho. En este sentido, se analizarán los editoriales publicados desde noviembre de 1975 hasta abril de 1976, período breve cronológicamente pero que visto desde una mirada retrospectiva condensa diversas problemáticas socio-políticas y económicas vigentes en la Argentina de los primeros años de la década del ’70.

Cabe destacar que la revista Criterio ha sido objeto de diversos análisis por parte de los investigadores (2), sin embargo la etapa comprendida por los inicios y luego el desarrollo del PRN todavía ha sido poco estudiada y sistematizada.

Por su parte, la metodología de trabajo tendrá dos aspectos destacables: se buscará exponer y comprender críticamente los editoriales de la revista. Esto implicará ordenar las problemáticas más relevantes, desanudar las tramas argumentativas expuestas, tender los lazos necesarios con las circunstancias históricas coyunturales y observar, si fuera necesario, con qué otros discursos discutía implícita o explícitamente Criterio.

Con respecto al objeto preciso de nuestro estudio, el espacio editorial, seguimos a Eugenio Castelli para definirlo como "(...) la forma de periodismo de opinión e interpretación a través de la cual se expresa el punto de vista personal de quien dirige un diario, o de la empresa a través de un equipo de editorialistas especializados en los distintos campos de la realidad" (3). Pero, más allá de esta definición canónica, la importancia de ese espacio redunda en la posibilidad de que a través suyo tiene un medio de prensa de intervenir en la vida social (4) y, potencialmente, transformarla. De allí la relevancia de focalizar un análisis en ese espacio periodístico.

Por otra parte, este trabajo nace de algunas preguntas y de una búsqueda: la sentencia de Robert Cox citada al inicio ¿es una verdad dura, angustiante, pero inexorable? Es decir, la prensa más influyente del país ¿tuvo en sus manos los recursos necesarios para alertar sobre la tragedia que significaría un nuevo golpe militar y no hizo nada al respecto?, o más aun: ¿sus silencios fueron cómplices y sus palabras incentivaron sin más la nueva intervención golpista de las Fuerzas Armadas? Según una investigación que analiza las posiciones editoriales de los principales diarios del momento durante el mes de marzo de 1976 (5) ninguno de ellos repudió la ruptura del sistema constitucional que efectivamente ocurrió el 24 de marzo. Algunos diarios tuvieron un discurso que puede catalogarse de "golpista" (La Prensa, La Razón, La Nación -aunque este último a través de formas más sutiles como los circunloquios-), mientras que otros eligieron la estrategia del "silencio editorial" (Clarín, El Día) (6).

Ante estas preguntas, y las investigaciones que tienden a responderlas o a trazar líneas de análisis, se plantea la búsqueda de posturas que desde los órganos de prensa hayan profesado una posición alternativa de lo que fue la invariante: la aceptación del golpe como un hecho político inevitable. ¿Existieron tales otros posicionamientos? La indagación de una revista como Criterio, alejada de la circulación masiva pero influyente debido a su historia y las "plumas" que solieron recrearla, busca responder esa inquietud. Pero también al analizar una revista de este estilo se intenta reconstruir el clima de ideas de una época. Con lo cual profundizar en sus reflexiones, nos permitirá -aunque parcialmente- comprender aun más la cultura política que caracterizó a esa etapa histórica (7).

CRITERIO: UNA MIRADA CATÓLICA SOBRE LOS PROBLEMAS NACIONALES

La revista Criterio comenzó a publicarse a inicios de 1928 y continúa siendo editada en la actualidad. Su nacimiento se vinculó con un grupo de intelectuales católicos interesados en expresar, desde una cultura religiosa, su visión sobre diferentes aspectos sociales, culturales, políticos y, desde ya, religiosos de la época. Aunque cabe resaltar que en este primer grupo fundador no había exponentes clericales.

Debido a su larga trayectoria como medio de prensa, Criterio tuvo diferentes etapas hasta la época que se estudia en este trabajo. Vale recorrerlas brevemente: en sus primeros años de vida la revista rondó sobre la figura de Atilio Dell’ Oro Maini y tuvo una impronta mayormente ligada al nacionalismo. Luego, hacia 1932, será monseñor Gustavo Franceschi quien se hará cargo de la revista, que comenzará a latir a la par del derrotero de su pensamiento -primero ligado al nacionalismo antiliberal y al falangismo español y luego orientado hacia posiciones cercanas a la democracia cristiana. De todas formas, Franceschi transformará a Criterio en una revista de índole mayormente eclesial, muy ligada a la vida de la institución -lo cual no implicaba que sus posiciones necesariamente comulgaran con las sostenidas por las más altas jerarquías de la Iglesia-. Por otra parte, los intereses enciclopedistas del director, sus reconocidas dotes intelectuales y sus inquietudes tanto culturales como religiosas hicieron que su figura quedara indeleblemente asociada a esta etapa de la revista que finalizó en 1957, ante su muerte.

En estas primeras décadas de vida colaborarán para la revista diferentes personalidades destacadas del mundo cultural e intelectual argentino, imprimiéndole a Criterio un aura letrada con la que prontamente quedará identificada (entre otros, Jorge Luis Borges, Ulyses Petit de Murat, Homero Manzi, Julio Irazusta, Manuel Gálvez).

Luego tomará las riendas de la dirección el joven presbítero Jorge Mejía. Este era un teólogo relacionado con los círculos europeos que por esa época promulgaban una reformulación en la relación de la Iglesia con el mundo moderno. Dato no menor, ya que en la década del ’60 Criterio será uno de los órganos que promoverá desde sus páginas las reformas postuladas por el Concilio Vaticano II. Situación que le valió a Mejía la admonición de las jerarquías eclesiásticas, debido a la cerrada posición de éstas hacia cualquier tipo de reforma en la estructura de la Iglesia argentina (8). Y que también contribuyó a que Criterio fuera sindicada peyorativamente como "progresista" o "izquierdista" desde los sectores más integristas del pensamiento nacionalista.

Es en esta etapa donde la preocupación por los vaivenes políticos nacionales adquirirá una autonomía destacada en el espacio editorial (9), lo cual no implicó que Criterio se desentendiera de las preocupaciones pertinentes a la vida católica -como por ejemplo mencionábamos en el caso del debate por el Concilio Vaticano II-. En este sentido, la confección del espacio editorial se repartió entre el director Mejía, que se encargó de redactar los editoriales que asumieron la temática religiosa, y Carlos Floria que hará lo propio con la mayoría de los editoriales políticos.

Desde esa "tribuna" la revista mantuvo una mirada crítica hacia los manejos del poder de turno, como por ejemplo al señalar el autoritarismo de los militares que condujeron la Revolución Argentina (1966-1973), y prefirió opinar desde la cautela y llamando a la moderación frente a hechos como el Cordobazo o las feroces disputas que horadaban el movimiento peronista en los primeros años de la década del ’70 (10).

Pero más allá de las divisiones en períodos que nos ayudan a comprender parcialmente la historia de Criterio, podemos concluir que estuvo surcada por un hilo conductor en su historia y desarrollo: ser una revista de católicos que reflexionó sobre diferentes aspectos de la realidad argentina desde un espíritu religioso, aunque sin transformarse en un periódico meramente confesional. Y además sostuvo opiniones independientes a la propia visión de la jerarquía católica, lo que le implicó mantener una relación por momentos ríspida con la curia.

HACIA EL GOLPE DE ESTADO DEL 24 MARZO DE 1976
Durante los últimos meses de 1975 y el albor de 1976, el país comenzó a transitar un peligroso desfiladero político. Varios factores se aunaron para que la institucionalidad democrática volviera a ponerse en duda como mecanismo de resolución de los conflictos sociales, y vastos sectores de la población columbrarán que la opción por el golpe de Estado militar era la acción palingenésica que reconduciría la situación política de un país desmadrado. En este apartado trataremos de describir brevemente cómo se arribó a esa coyuntura que condujo al golpe de Estado del 24 de marzo e inició el período sin duda más trágico de la historia argentina contemporánea.

Conocido es que desde el regreso definitivo de Juan Domingo Perón a la Argentina en junio de 1973 las contradicciones internas del peronismo se profundizaron hasta el punto de dirimirse a través de la violencia (11). Contradicciones que se habían mantenido latentes durante el exilio de Perón, pero que ahora estallaban con toda su potencia frente a la decisión del viejo caudillo de torcer la balanza a favor de la "derecha" del movimiento. Frente a esta actitud del líder, la "izquierda" -representada por la agrupación Montoneros y los diversos sectores que integraban la Tendencia Revolucionaria- se encontró desorientada, observando cómo perdía legitimidad frente a la burocracia sindical y oscuras figuras como López Rega, Osinde y la misma Isabel Perón.

La muerte del caudillo peronista el 1º de julio de 1974 transformará las divisiones políticas en enfrentamientos fraticidas. Isabel Perón pasaba a ocupar la presidencia, pero prontamente mostrará su ineptitud para manejar los avatares del país: López Rega -ministro de Bienestar Social y secretario privado de la nueva presidente-, se erguirá como el verdadero hombre de poder en un gobierno abiertamente antipopular. Además, desde su ministerio se dirigirán las acciones paramilitares de la Triple A que dejarán un tendal de muerte y desolación en un país extenuado por la violencia política (12).

Este marco llevará al gobierno peronista a declarar el estado de sitio en noviembre de 1974 y a ordenar la intervención de las Fuerzas armadas para combatir a la guerrilla de "izquierda" (13). Fuerzas Armadas que, poco a poco, volvían a entronizarse como la representación del orden exigido por la población civil y que desde mediados de 1975 pergeñarán secretamente el golpe de Estado y el futuro esquema represivo ilegal (14).

Otro factor de inestabilidad era la galopante crisis económica. Una inflación imparable comenzó a horadar al gobierno y, en lo que fue su último estertor desde el poder, López Rega puso a un hombre de sus filas en el ministerio de Economía: Celestino Rodrigo. Para conjurar la crisis, el flamante ministro de Economía decretó una devaluación del 100% y aumentos de tarifas y combustibles. El "Rodrigazo", como es recordado ese paquete económico, no pasó la oposición de los sindicalistas que organizaron el primer paro general a un gobierno peronista y lograron la renuncia de Rodrigo y López Rega. Luego "el Brujo" se iría del país ya sin espacio político para seguir tejiendo sus truculentas conspiraciones.

Las características de los últimos meses del gobierno de Isabel serán abordadas minuciosamente a través del análisis editorial de Criterio. Pero vale puntualizar algunos de los factores relevantes que confluyeron para que nuevamente un golpe de Estado militar apareciera en el horizonte nacional: un gobierno desprestigiado, ineficiente y carente de soluciones políticas; una economía desmadrada, la prescindencia de los partidos políticos que columbraban en la intervención castrense una salida posible a la corrupción y anquilosamiento peronista; unas Fuerzas Armadas que no soportaban la inacción gubernamental y que se autocatalogaban como el agente restaurador del orden perdido en una sociedad que consideraban "enferma"; el apoyo -a veces explícito y otras veces larvado- de los medios de comunicación que naturalizaron la intervención militar como algo "inevitable"; la anuencia de los grupos concentrados de la economía que estaban preocupados por el grado de agitación social; el visto bueno de las cúpulas eclesiásticas que veían en las Fuerzas Armadas la disciplina perdida en la sociedad; las mismas organizaciones guerrilleras que suponían que con un gobierno militar las contradicciones y el enemigo quedarían más expuestos; y por supuesto, una ciudadanía cansada de corrupción, ineficacia y violencia política. Factores que, si bien contundentes y desestabilizadores, sólo pueden ser comprendidos dentro de una cultura política para la cual un golpe de Estado militar aún representaba una solución legítima para los problemas del país.

LA VOZ DE CRITERIO
Para hacer más preciso, ordenado y prolijo el análisis lo subdividiremos en diferentes aspectos que aparecieron desarrollados en forma destacada en los editoriales de la revista desde noviembre de 1975 hasta abril de 1976. Cabe resaltar que la revista se publicaba el segundo y cuarto jueves de cada mes.

EL GOBIERNO PERONISTA Y LA SITUACIÓN POLÍTICA: "UNA MONARQUÍA DECADENTE"
Hacia noviembre de 1975 el gobierno peronista encabezado por Isabel Perón se hundía paulatinamente jaqueado por su inoperancia y las sospechas de corrupción (15). Como mencionamos, dentro de las Fuerzas Armadas ya se había iniciado la organización del golpe de Estado pero públicamente se mostraban "prescindentes" de los avatares políticos aunque "preocupadas" por la gravedad de la crisis; la situación económica era crítica y los empresarios jaqueaban al gobierno -aparecían divididos entre aquellos claramente opositores al elenco gubernamental (congregados en la APEGE, Asamblea Permanente de Entidades Gremiales y Empresarias) y quienes se mostraban disconformes con la situación económica pero estaban más cercanos a la conciliación (reunidos en la CGE, Confederación General Económica) (16). La CGT (Confederación General del Trabajo), las 62 organizaciones y los peronistas "verticalistas" representaban el sector político que públicamente apoyaban a la presidente.

La figura de Isabel Perón estaba absolutamente desprestigiada frente a la opinión pública, que la observaba como un personaje enfermizo, misterioso, contradictorio e ineficaz. Justamente, en noviembre de ese año la presidente decidió internarse en una clínica de Capital Federal por supuestos problemas de salud, decisión que impulsó una ola de rumores sobre un posible autogolpe que tendría como protagonistas a parte de su entorno. El misterio y el rumor que envolvían al gobierno, sumado a la ciclotimia y al endeble carácter presidencial daban lugar a diversas especulaciones sobre el futuro del país. Ninguna suponía la continuidad de Isabel; las variantes que recorrían el espacio político eran cuatro: renuncia presidencial (que era negada rotundamente por Isabel), juicio político, declaración de insanía presidencial o golpe de Estado.

En este marco, desde el Poder Ejecutivo se anunció la intención oficial de adelantar las elecciones previstas para 1977 al último trimestre de 1976, lo cual fue tomado con escepticismo por parte de los diferentes actores políticos incrédulos de lo que observaban como una medida dilatoria más del gobierno.

Criterio se ocupó de retratar este clima político a través de una ácida descripción del escenario en el que se iba prefigurando el golpe de Estado y con duros términos hacia el gobierno y la dirigencia justicialista en general. En su editorial de noviembre de 1975, denunciaba que existía "una anarquía política, económica y social" donde el país marchaba a la deriva, dentro de una vida política que se parecía cada vez más a una "monarquía decadente" (27-11-1975: 646). Además, cuestionaba la actuación ética de la presidente por las sospechas de corrupción que la envolvían y su abierta intención de frenar las investigaciones parlamentarias sobre su gobierno; en ese sentido Criterio afirmaba lacónico: "un cáncer está creciendo en torno a la presidencia" (13-11-1975: 614).

Como característica coyuntural, aseguraba que existía la sensación de que podía ocurrir cualquier cosa en cualquier momento y que nadie sabía exactamente qué iba a suceder en el país -dejando así una estela de inquietud sobre la resolución institucional del conflicto político-. Entre otras cosas, este marco se debía a "el continuo cambio de ministros, las intrigas de palacios, la incapacidad de Isabel" y la gravedad sin precedentes de la situación económica (27-11-1975: 644-45).

Ahora bien, estas palabras pronunciadas en claro tono de denuncia, en principio podrían ser ubicadas dentro de las corrientes de opinión que por aquellos días intentaban desestabilizar aún más a un gobierno que caía por su propio peso. Sin embargo, la posición de Criterio no implicaba que observara en la opción del quiebre institucional la solución de los problemas nacionales. Es decir, su crítica no estaba puesta en función de mostrar la debilidad del gobierno para justificar un potencial golpe de Estado. Justamente, en ese mismo editorial dedicaba duras palabras a aquellos dirigentes que querían el golpe sin ser golpistas; y señalaba entre ellos a los integrantes del gobierno que recibirían "aliviados" el golpe para descomprimir la situación y salvar su propia posición: "Hay demasiados dirigentes irresponsables que están jugando a quedar bien colocados ‘para la próxima‘" (27-11-1975: 645), sentenciaba.

Esta línea de opinión -como ya observaremos- será profundizada en los editoriales inmediatamente previos al golpe de Estado. Pero antes de continuar con la línea que nos llevará hacia el 24 de marzo, nos detendremos un momento para analizar cómo Criterio, desde una vertiente ideológica que abrevaba del humanismo cristiano, editorializó sobre la acción de las organizaciones guerrilleras y las soluciones represivas que intentaban combatirla.

EL PROBLEMA DE LAS ORGANIZACIONES GUERRILLERAS Y LA REPRESIÓN: "EL FIN NO JUSTIFICA LOS MEDIOS"

El 23 de diciembre el ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo) intentó copar el regimiento 601 Domingo Viejo Bueno en Monte Chingolo; la acción había sido delatada a las fuerzas militares por un infiltrado con lo cual resultó un rotundo fracaso militar y político para la organización. Fue su última acción guerrillera de relevancia y marcó el comienzo de su desintegración. Este episodio causó un profundo estupor público, y fue aprovechado políticamente por las fuerzas militares para demostrar la debilidad del gobierno de Isabel y la eficacia del Ejército para resolver rápidamente el conato.

A raíz del hecho, Criterio dedicó el primer editorial del año 1976 a analizar la compleja situación de la violencia política. Previamente a desarrollarlo, debe mencionarse que la revista aprobó la intervención de las Fuerzas Armadas en Tucumán y la posterior extensión de la represión a todo el país (27-11-1975: 645). Pero pese a esto, a que rechazaba rotundamente la metodología violenta de la guerrilla y a estar en las antípodas de un pensamiento socialista o marxista, supo interpretar que el "tema subversivo" no era una cuestión de resolución puramente militar sino también "de una buena política, de una buena economía y de una efectiva justicia social" (26-2-1976: 52-3). Es decir, que sus raíces profundas se hundían en el terreno de la política.

Pero veamos cómo analizó el marco de violencia a comienzos de 1976, año que vería el inicio de la feroz represión ilegal del Estado en manos de las Fuerzas Armadas.

El editorialista mostraba su preocupación frente a un contexto donde la muerte pasaba a ser un hecho habitual y "aun deseado, particularmente para el adversario" (22-1-1976: 4). Y lo corroboraba descarnadamente a través de esta apreciación: "Es posible decir que el saldo impresionante (…) del episodio de Monte Chingolo, produjo en muchos un sentimiento de alivio: cien muertos son cien enemigos menos, y si fueron más mejor, cualquiera haya sido la manera de su muerte" (22-1-1976: 4).

Frente al estupor que provocaba esta realidad, se llamaba a analizar la situación desde una perspectiva cristiana. Afirmaba que la Argentina estaba viviendo una guerra a través de las diferentes formas en que se expresaba la guerrilla (urbana, rural, etc.), lo cual implicaba un mal porque intentaba atacar el pacto social de una comunidad civilizada. Y en ese sentido la revista era inflexible: la guerrilla era un mal, y sus actores unos criminales ya que nadie podía amparar la utilización de la violencia para resolver los problemas argentinos. Para Criterio, esa actitud por parte de las organizaciones guerrilleras era la responsable de haber puesto a la Argentina en pie de guerra (22-1-1976: 4).

Asentada esta diáfana posición, que no otorgaba mayores precisiones sobre qué elementos habían confluido para que la violencia fuera el recurso elegido en la resolución de problemas políticos, Criterio ponía la atención sobre la forma represiva que debía utilizarse para combatir a la guerrilla. Y es aquí donde introducía el valor cristiano de respeto a la vida en pos de deslindar cualquier posibilidad represiva que entronizara la muerte y la deshumanización del "enemigo". Postura que, vista en retrospectiva, puede ser catalogada como profética en tanto y en cuanto rechazaba rotundamente una metodología represiva ilegal para combatir a la guerrilla. Metodología que, como es sabido, fue la que eligieron las Fuerzas Armadas en el poder para acallar todo tipo de oposición social al régimen militar.

La revista reclamaba no enaltecer como un bien en sí mismo la legítima defensa que con justicia esgrimía la sociedad frente a la subversión, sino a comprenderla como un "mal necesario" que debía asumirse con "prudencia" y "moderación". Esta moderación "se traduce en el respeto por la vida del enemigo, hasta el extremo límite" (22-1-1976: 5). Porque para Criterio la paz no se construía matando, sino respetando la vida. Aquí es acertado preguntarse: ¿qué discursos pregonaban la muerte como posibilidad para la paz por aquellos momentos? Tal vez el más representativo fuera el del propio teniente general Jorge Videla, luego presidente de la Nación, que en octubre de 1975 aseguraba: "Si es preciso, en la Argentina deberán morir todas las personas necesarias para lograr la paz del país" (17). Palabras que no eran fruto solamente de su posición personal, sino del consenso de amplios sectores nacionales.

Sabiendo, entonces, que su posición no se cuadraba palmo a palmo con la que poco después sería una lógica oficial, es que la argumentación de Criterio se volvía meticulosa al transitar tan estrecho andarivel: "La guerrilla es un mal que debe ser erradicado, rápida y eficazmente, en la medida de lo posible. La cuestión es, por una parte, si el ‘exterminio’ es para ello un medio apto, y por el otro, si la moderación ante la muerte no debe regir las operaciones militares (…)" (22-1-1976:5)

Y esta postura era afianzada argumentalmente cuando sostenía que en cualquier criminal, por abyecto que fuera, subsistía un sustrato de humanidad, por eso es que desde la conciencia cristiana se rechazaba la tortura y "(…) el "’exterminio’, erigido como principio de acción y como ideal, sea en la represión de la guerrilla, sea, con mayor motivo, en la hipotética instauración de un régimen militar dedicado a la ‘purificación’ y a la ‘limpieza’, así sea por un tiempo. Con mayor motivo, decimos, porque este hipotético régimen, si quisiera establecer un sistema de derecho, al menos en principio, tendría que comenzar por fundarse en él, y no en la pura fuerza represiva, por respetables que fueran sus motivos. Pero el fin no justifica los medios" (22-1-1976:5)

Varios aspectos pueden resaltarse de esta suerte de declaración de principios. Por una parte, a la luz de lo que fue la feraz represión clandestina ejercida durante el PRN, el editorial parece vislumbrar que en el cuerpo social ya rezumaba un consenso sobre que a la guerrilla había que combatirla de la forma en que fuera necesaria, sin ningún tipo de límite ético o legal. Y aunque Criterio nunca rechazó la represión en sí misma, descartaba terminantemente una acción que propusiera el exterminio como valor supremo. No debe dejar de destacarse que esta posición no era la constante en enero de 1976, cuando las diferentes voces sociales -empresarias, gremiales, políticas, mediáticas, eclesiásticas, clases medias, etc.- reclamaban soluciones represivas eficaces, rápidas y contundentes sin preguntar cómo se llevarían adelante. Posición que, por lo menos dentro de lo que difusamente podemos denominar "las clases medias argentinas", no significaba un consenso activo a una represión ilegal sistemática y a la instauración de un gobierno autoritario de larga duración. Sino, como señalan Novaro y Palermo (18), un "consenso reactivo" por parte de este sector, que hastiado de violencia política y desorden público, e incrédulo frente a la política democrática, se deslizaba resignado a acatar la voluntad militar.

Por otra parte, y esto abrevaba de las fuentes del humanismo cristiano, Criterio no justificaba bajo ningún punto de vista que se deshumanizara al "enemigo" contra quien se estaba combatiendo. Ya que des-humanizarlo significaba legitimar la "exterminación", es decir, el crimen. Es válido recordar aquí una de las denominaciones más comunes que las fuerzas militares y la prensa utilizaba para hablar de los integrantes de las organizaciones guerrilleras: el "elemento subversivo". Denominación que claramente simbolizaba la negación de humanidad a aquel que perteneciera a este tipo de organización política. Frente a esto, entonces, Criterio no rechazaba la necesidad de reprimir una acción que evaluaba como criminal, pero recordaba que "la humanidad subsiste en el más abyecto criminal". Con lo cual re-humanizaba a ese "elemento", lo hacía retornar a la esfera de lo humano que le era negada desde el poder.

También debe mencionarse un interesante recurso argumentativo utilizado por la revista. Recordemos que desde el poder militar se utilizaron diversas metáforas "organicistas" para identificar la peligrosidad del "elemento subversivo": extirpación de tumor, cuerpo social enfermo, etc. (19). Desde este punto de vista, la limpieza y la pureza se volvían valores a los cuales arribar luego del proceso de extirpación del mal. Desde esa lógica fue encabezada la represión ilegal (20). En este marco, es interesante resaltar que Criterio utilizaba las palabras "pureza" y "limpieza" dándole un sentido diferente, es decir, remarcando que detrás de esa utilización eufemística se escondía una acción represiva deshumanizante que, aunque no lo dijera en forma explícita, implicaba la muerte, el asesinato, la desaparición física como metodología represiva y el exterminio. Y además, esgrimía una primera toma de posición -luego profundizada- ante la posibilidad de un golpe: que de ninguna manera este hipotético régimen militar se podía asentar en la fuerza represiva, y en metáforas tales como "exterminio", "limpieza" y "purificación" (21).

Esto no es menor, ya que colisionaba directamente contra una de las explicaciones que esgrimirán asiduamente las Fuerzas Armadas luego en el poder: que la utilización de la represión y la acción "purificadora" era necesaria para que posteriormente creciera una democracia sólida.

Por último, cabe destacar otro argumento que se vincula con los previamente analizados. Como mencionamos, Criterio apreciaba que la guerrilla era fruto de una situación social injusta. En sus propios términos: "se combate mal la guerrilla (…) cuando se dejan subsistir prácticamente intactas la frustración, la carencia de horizontes y la quemante injusticia organizada que a ella conducen" (22-1-1976: 6). Lo cual le posibilitaba mensurar sus acciones y comprender su existencia dentro de un espacio político e histórico. Y además identificar que la resolución del problema guerrillero no respondía solamente a medidas de tipo militar, sino también políticas y sociales. Por lo tanto, uniendo este razonamiento con los anteriormente analizados, para la revista la acción guerrillera tenía una lógica política y -aunque condenable- también humana y no podía ser concebida por fuera de este doble espacio. Así, el punto de vista de Criterio dotaba a la acción guerrillera de dos aspectos de relevancia: de racionalidad política y de humanidad (debe quedar claro que esto no implicaba apreciar positivamente sus acciones). Esta derivación se vuelve importante en dos niveles: se posicionaba en discusión con aquel discurso que construía la acción guerrillera como "irracional" e "inhumana" (sólo destacando sus aspectos violentos) y encuadraba la represión de la acción guerrillera dentro de un camino que debía contemplar una lógica política para su resolución y no sólo la represión militar -que además debía ser encarada considerando la vida del ser humano "enemigo" como bien supremo-.

Por último, aunque debe continuarse investigando la posición de Criterio frente a la sistemática violación a los derechos humanos que tendrá lugar durante la dictadura, debe apuntarse que su posicionamiento editorial estuvo en línea con los sectores de la Iglesia que luego realizarán un activo trabajo en defensa de esos derechos, en contra de una jerarquía más cercana al silencio y la complicidad (los prelados más destacados en esta lucha fueron Enrique Angelelli -asesinado en agosto de 1976 por su prédica-, Jaime de Nevares, Miguel Hesayne y Jorge Novak).

EL GOLPE MILITAR: "SALVAR AL RÉGIMEN DEMOCRÁTICO A PESAR DEL PERONISMO"
Hacia marzo de 1976 todas las variables que hacían tambalear al gobierno de Isabel se habían vigorizado: a nivel económico, la inflación y el dólar se mostraban incontrolables, la especulación y la carestía de productos era moneda frecuente, la oposición empresaria se abroquelará y el 16 de febrero la APEGE organizará un lock out en disconformidad con el gobierno; también a inicios de ese mes el ministro de economía Antonio Cafiero renunciará y su reemplazante (Emilio Mondelli) intentará un plan de cuño liberal prontamente caído en desgracia. A nivel político la crisis institucional no tenía freno; el gobierno se hundía en luchas internas, la violencia política estaba desbocada -en ese sentido es recordado el titular de La Opinión que sentenciaba "Un muerto cada cinco horas, una bomba cada tres" (22)- y desde las Fuerzas Armadas había señales claras de sus próximos pasos: el 18 de diciembre con un conato de golpe de Estado por parte de un grupo de la Fuerza Aérea (23); el 24 de diciembre a través de las palabras de Videla desde los montes tucumanos emplazando al gobierno a resolver la situación crítica del país. Por su parte, la dirigencia política y sindical quedará signada en su inoperancia y complicidad por dos frases históricas: la del jefe de la CGT, Casildo Herreras, que desde Uruguay afirmaba sin desparpajo "No sé nada. Me borré", y la del jefe del radicalismo, Ricardo Balbín, que confesaba se había quedado "sin soluciones".

La respuesta de Criterio frente a esta coyuntura dramática para la democracia fue el 11 de marzo en su editorial ¿Qué pensar? (11-3-1976) Allí se encargó de pronunciarse en contra de una salida golpista a la crisis y de demostrar que las causas de la debilidad institucional incluían a todos los actores sociales de relevancia para el país, y no sólo al gobierno peronista.

En el editorial, la revista intentó fijar su posición ante un golpe militar que según sus palabras aparecía como "previsible", aunque no inevitable -de hecho, denunciaba a los órganos de prensa que con su complacencia hacia los militares hacían del golpe algo ineluctable- y menos aun "deseable". En primer término, señalaba que las instituciones y sectores que llevaban la conducción formal y real del país –Poder Ejecutivo, Parlamento, sindicalismo, peronismo- estaban en una crisis terminal y habían demostrado su incapacidad para conducir el país. Ante eso se preguntaba "¿se han agotado ya las posibilidades de corrección dentro del régimen?" Y sin ambigüedades se respondía que no, ya que había que salvar al régimen democrático a pesar del peronismo. Sin embargo, denunciaba que las Fuerzas Armadas habían abandonado al régimen a su suerte y, aun más, que habían contribuido a erosionarlo al anunciar a algunos dirigentes sus intenciones de derrocar al gobierno. Según Criterio, esta actitud había desmoralizado a la oposición y abroquelado al peronismo en su rol de víctima, profundizando su inacción.

Más allá iba el editorialista al remarcar que gran responsabilidad en esta actitud que socavaba la democracia recaía en "las fuerzas empresarias y políticas que conforman el partido golpista. (Quienes) Incapaces de defender sus intereses y de alcanzar el poder por medios democráticos, golpean desde hace meses en los cuarteles en procura de la intervención militar" (11-3-1976: 101). Por último, se señalaba la incapacidad del radicalismo para aportar soluciones y que la guerrilla también estaba buscando el golpe de estado desde que el peronismo había accedido al poder.

Debemos analizar detenidamente estas palabras. Rápidamente hay que decir que Criterio fue, sino el único uno de los pocos medios de prensa de relevancia nacional que categóricamente se pronunció en contra del golpe militar. Sus palabras son elocuentes en ese sentido. Pero no sólo tomó esta postura, sino que denunció sin tapujos a quienes estaban trabajando para derrocar al gobierno. Entre ellos, las Fuerzas Armadas y lo que denominó "el partido golpista" -en una enunciación que revelaba la anuencia de políticos y empresarios para con los militares-. Además, la ácida crítica que desde meses anteriores y en este editorial se le dedicaron al gobierno y al peronismo no fue en función de la destrucción del régimen democrático, sino justamente en destacar que un mal gobierno no significaba que la democracia como sistema de convivencia política debía ser disuelto. Asociación de ideas que no fue la que prevaleció en la mayoría de los medios de prensa, ya que mostraban a la intervención militar como consecuencia directa y lógica del desgobierno peronista. En este sentido, remarquemos que ya a inicios de 1976 Criterio había pedido que se iniciara un juicio político a la presidente como mecanismo institucional para salvaguardar la democracia y evitar el golpe (26-2-1976: 53). Es decir, que sus críticas al gobierno estaban en función de demostrar que la democracia podía salvarse y que el golpe era evitable.

Este es otro aspecto para resaltar dentro de la posición de la revista. La naturalización del golpe militar como algo "inevitable" fue un recurso argumentativo extendido por aquellos años para justificar el golpe; como lo señala Eduardo Duhalde: "Existió así una reificación del golpe de Estado, como si este no fuera un acto voluntario del poder militar, sino un hecho de la naturaleza o formando parte de una lógica exterior y objetiva inevitable para una normalización disciplinaria de la Nación (...)" (24). Contra esta lógica que aparecía en diversos sectores dirigenciales y en la mayoría de los medios de prensa (25), Criterio intentó demostrar con argumentos sólidos cómo esa "inevitabilidad" se había construido a partir de decisiones políticas: la conspiración de los militares, la inacción del gobierno y la oposición; el apoyo de sectores empresarios a la salida golpista; la complacencia de los medios de prensa, etc. Con lo cual se hacía estallar la concepción que ubicaba al golpe en la línea de lo natural externo a la acción humana, para devolverla a una trama histórica y social vinculada a la acción de actores políticos concretos inmersos dentro de esa trama histórica. De esta manera, el golpe se transformaba en un hecho político que podía contrarrestarse con otras acciones políticas: llamado a elecciones, apoyo a la democracia por parte de los partidos políticos, investigación de la corrupción gubernamental, Fuerzas Armadas actuando dentro del régimen democrático sin horadarlo, etc.

Pero Criterio no sólo rechazaba el golpe por "indeseable", sino también por inviable políticamente. Así culminaba su editorial, enumerando otras razones por las cuales se oponía a la "solución militar". Es necesario mencionarlas resumidamente para observar su lucidez y carácter premonitorio:

1) No se habían agotado las posibilidades de cambio dentro del régimen –por ejemplo, se podía llamar a elecciones-. Por eso, no se justificaba la intervención militar.

2) Al no tener legitimidad de origen, su lucha contra la guerrilla se haría dificultosa. Además, no se podía lograr la paz duradera a través de la fuerza.

3) La intervención militar en política generaba divisiones internas en las Fuerzas, con lo cual se perdería su disciplina y su capacidad de dar seguridad.

4) En el país la creencia compartida avalaba la legitimidad democrática, con lo cual los militares formarían un gobierno pero no un régimen. Esto haría que pronto cayeran en el desprestigio.

5) Por último, se pensaba que en el gobierno futuro podía prevalecer una mentalidad altamente reaccionaria que no restablecería la paz social.

Como se puede evaluar, en sus grandes trazos estas ideas no estaban erradas en el pronóstico de lo que pocos días después sería el Proceso de Reorganización Nacional.

Ahora bien, frente a estas puntualizaciones es interesante observar cómo Criterio estaba a su vez imbuida por la cultura política de la época. Esta aparece como un límite, un horizonte mental para el análisis, así también como una atmósfera de ideas que es inevitable respirar para quien esté inmerso en ella. Como hemos visto, en el editorial se ensayan diversas explicaciones de índole política para plantear su desacuerdo con el golpe. Una de ellas señalaba que las Fuerzas Armadas aparecían como un sector que estaba dejando caer y erosionando a un régimen democrático que todavía podía regenerarse, que tenía posibilidades de salvación. Esto haría al futuro golpe y gobierno ilegítimo. Pero, por una parte vale preguntarse: y si esas posibilidades de regeneración se hubieran agotado ¿sería legítima o válida la intervención militar? Es decir, la intervención se volvía sólo ilegítima por realizarse cuando todavía existían posibilidades de reformulación democrática pero no por el hecho en sí mismo de derrocar a un gobierno democrático. Entonces, pese a que Criterio planteaba que la democracia era el régimen en el cual se creía colectivamente, sus propias reflexiones trasuntaban que en la cultura política de la sociedad argentina todavía la vida democrática era frágil y seguía asolada por una historia de intervenciones militares que en última instancia gozaban de legitimidad.

Más aun, en la argumentación de Criterio no aparece ninguna referencia a la ilegalidad del potencial golpe de Estado por parte de las Fuerzas Armadas -quienes no han sido creadas para gobernar un país-, sino más bien a la inviabilidad política y de ahí su ilegitimidad; ya que no se formaría un régimen sino un gobierno a largo plazo también débil. A lo que apuntamos es que pese a su oposición al golpe, Criterio no podía evadirse de ofrecer su punto de vista desde dentro de una cultura donde el sector militar todavía tenía el poder y la legitimidad suficiente para manejar los resortes institucionales del país. Un golpe todavía era "posible", no estaba del lado de lo "sin sentido", de lo irracional, de lo fuera de lo pensable políticamente hablando. Y Criterio, opinando desde y pese a esta atmósfera ideológica, eligió resaltar que un nuevo golpe militar no solucionaba los problemas del país.

Finalmente, ante los hechos consumados el 24 de marzo, la revista se refirió a ellos como un final "triste y lamentable" (8-4-1976: 166). Y supo percibir que no se trataba de un golpe más en la historia argentina, sino de un quiebre entre una Argentina y otra: "Un ciclo histórico ha terminado (...) la intervención militar es tanto el epílogo de una época como el prólogo de otra." (8-4-1976: 166).

CONCLUSIONES
Sólo nos resta acentuar algunos aspectos de importancia ya analizados. Como hemos visto, Criterio se manifestó abiertamente contra la posibilidad de un golpe de estado, subrayando su inviabilidad para solucionar los problemas que atravesaba la Argentina. Esta declaración lo ubica en un lugar de excepcionalidad en relación con otros medios de prensa de influencia nacional, cuyas opiniones tendieron a construir el golpe de estado como la única solución posible a la crisis del gobierno peronista -como ya se ha comentado, apoyando la salida golpista o silenciándose frente a su inminencia-. En ese sentido Criterio resaltó la necesidad de conservar el régimen democrático pese a las falencias institucionales y jamás señaló a las Fuerzas Armadas como la institución que reordenaría la desmadrada situación política. Más bien, incluyó al actor militar dentro de aquellos sectores que buscaron erosionar a la democracia con una finalidad facciosa.

Por otra parte, pese a manifestarse a favor de la represión de las organizaciones guerrilleras, expresó su profundo rechazo a la utilización de la fuerza militar entronizando la muerte y el exterminio como lógica de acción. Llamando a considerar la humanidad del "enemigo" como realidad última imposible de avasallar por la fuerza. Esta declaración de principios resulta, por su clarividencia, una mirada premonitoria sobre las violaciones a los derechos humanos que llevaría adelante el terrorismo de Estado.

Por último, debe destacarse que desde el espacio editorial Criterio intentó ubicarse por fuera de las luchas que se estaban librando en la palestra política para analizarlas pormenorizadamente, como si tratara de ubicarse desde una posición de espectador no involucrado directamente con los protagonistas de la puja. Tal vez este posicionamiento -no imparcial, pero tampoco comprometido directamente con ningún sector- le posibilitó mantener una mirada lúcida, libre de lugares comunes y prejuicios facilistas, atendiendo a las cuestiones coyunturales pero también mensurando la resonancia que el derrotero político implicaría para el futuro del país. Sin duda esta elección de rol, entre otras variables, permitió que sus reflexiones hayan estado a contrapelo de la opinión general de los medios de prensa nacionales.

NOTAS
(1) Cit. por Díaz, C. L., La cuenta regresiva. La construcción periodística del golpe de Estado de 1976. Buenos Aires: La Crujía, 2002, p. 65. Robert Cox fue director del diario de la comunidad británica Buenos Aires Herald durante el Proceso de Reorganización Nacional hasta diciembre de 1979, cuando tuvo que irse del país por las amenazas que recibía. Desde los editoriales formuló denuncias sobre desapariciones y reclamó el respeto por lo derechos humanos de parte de las Fuerzas Armadas argentinas.
(2) De Ruschi Crespo, M. I., Criterio, un periodismo diferente. Buenos Aires: Fundación Banco de Boston, Grupo Editorial Latinoamericano, 1998; Montserrat, M., "El pensamiento de Gustavo J. Franceschi y la revista Criterio en la cultura política de la Argentina contemporánea (1928-1978)" (escrito en colaboración con Carlos A. Floria), en Montserrat, M. Usos de la memoria. Razón, ideología e imaginación históricas. Buenos Aires: Sudamericana-Universidad de San Andrés, 1996; 1999; Heredia, M., "Política y liberalismo conservador a través de las editoriales de la prensa tradicional en los años ’70 y ‘90", en Levy, B. (Comp.) Crisis y conflicto en el capitalismo latinoamericano. Buenos Aires: CLACSO, 2002.
(3) Castelli, E., Manual de periodismo. Buenos Aires: Plus Ultra, 1991, p. 193.
(4) Díaz, C.L., op. cit., p. 33. Es decir, con una intención de intervención explícita y definida, ya que todo medio de prensa intrínsecamente está interviniendo en la sociedad y la opinión pública por el solo hecho de su circulación y recepción.
(5) Díaz, C.L., op.cit.
(6) Díaz, C.L., op.cit., p. 90).
(7) Seguimos a Giacomo Sani para definir cultura política como "el conjunto de actitudes, normas y creencias, compartidas más o menos ampliamente por los miembros de una determinada unidad social y que tienen como objeto fenómenos políticos." En Bobbio, N. y Matteucci, N. (Dir.) Diccionario de política. Siglo XXI, 1987, p. 470.
(8) Di Stefano, R. y Zanatta, L., Historia de la Iglesia Argentina. Desde la Conquista hasta fines del siglo XX. Buenos Aires: Grijalbo-Mondadori, 2000. Cabe agregar que hacia comienzos de la década del ’60 la Iglesia Argentina vivía una profunda escisión interna entre grupos progresistas y conservadores; estos últimos ligados a las jerarquías eclesiásticas. Sin profundizar mayormente en la cuestión, debe recordarse que el Concilio Vaticano II -con sus diversos emplazamientos promoviendo el aggiornamiento de la Iglesia- funcionó como una suerte de disparador de estas tensiones que llevaron a la Iglesia vernácula a transitar un desfiladero bajo el cual se erguía el abismo cismático.
(9) Montserrat, M., op. cit.
(10) Heredia, M., op. cit.
(11) Hitos emblemáticos de esta escalada fueron, entre otros, los sucesos del 20 de junio de 1973 en Ezeiza, el asesinato del jefe de la CGT José Ignacio Rucci en septiembre de 1973 por parte de un comando montonero -no reivindicado por la organización en ese momento-, los asesinatos de la Triple A -como el del padre Mujica-, etc.
(12) Recordemos que en esta etapa las organizaciones guerrilleras de izquierda continuaron realizando operaciones armadas -secuestros, asesinatos, copamientos de regimientos-.
(13) El 5 de febrero de 1975 a través del decreto secreto 261 firmado por Isabel Perón que dio inicio al "Operativo Independencia" -cuyo objetivo fue aniquilar guerrilleros del ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo) en los montes tucumanos-; y luego el 6 de octubre del mismo año cuando el presidente interino Italo Argentino Lúder dictara secretamente el polémico decreto 2772 que extendió la lucha contra la "subversión" a todo el país ordenando su "aniquilación".
(14) Muleiro, V. y Seoane, M., El Dictador. La historia secreta y pública de Jorge Rafael Videla. Buenos Aires: Sudamericana, 2001; Novaro M. y Palermo, V., La Dictadura Militar 1976/1983. Buenos Aires: Paidós, 2003; Uriarte, C., Almirante Cero. Biografía no autorizada de Emilio Eduardo Massera. Buenos Aires: Planeta, 1992.
(15) Sospechas que se habían echado a rodar desde mediados de agosto, cuando el matutino La Prensa denunció un supuesto desvío de fondos de un cheque firmado por Isabel Perón e imputado a la Cruzada de Solidaridad -organismo que obtenía sus fondos del Ministerio de Bienestar Social-, pero que había sido utilizado para pagos particulares de la presidente. Las investigaciones que se desarrollaron posteriormente -tanto parlamentaria como judicial- trataron de ser obstaculizadas por el gobierno. El caso tuvo una alta repercusión pública, y apareció como la prueba que daba cuenta de la corrupción gubernamental.
(16) La APEGE -de cuño liberal- representaba los intereses de los grandes empresarios y los grandes terratenientes, la CGE representaba el de los pequeños y medianos empresarios. Era la asociación que había firmado el Pacto Social con el gobierno peronista en 1973 y tenía una tendencia desarrollista. Aunque a finales de 1975 se encontraba dividida entre quienes se oponían al gobierno de Isabel y los que buscaban la conciliación (la CGE había incorporado sectores del empresariado como la UIA –Unión Industrial Argentina- y la CGI -Confederación General de la Industria- que eran refractarios al peronismo).
(17) Declaración realizada por el General Jorge Rafael Videla durante la XI Conferencia de Ejércitos Americanos reunida en Montevideo, 23 de octubre de 1975
(18) Novaro, M. y Palermo, V., op. cit, p. 24.
(19) A fines de 1974, dirá Galtieri que, como con el cáncer, para eliminar a la subversión: "a veces es necesario extirpar las partes del cuerpo próximas aunque no estén infectadas para evitar la propagación". Cit. por Novaro M. y Palermo, V., op. cit., p. 91.
(20) Aunque -coincidimos en este sentido con Novaro y Palermo- para la lógica militar lo que estaba enfermo era la sociedad toda, no sólo una parte de ella. Por eso las soluciones a esa "enfermedad" no podían surgir de ella misma, sino "desde arriba" (Novaro M. y Palermo, V., op. cit., p. 27).
(21) Sin embargo, su afirmación de que ese régimen debía fundarse en un estado de derecho, se volvía contradictoria al observar que la propia acción golpista y la instalación de un régimen militar per se barría con el estado de derecho. Aunque comprendemos que Criterio intentaba llamar la atención sobre lo pernicioso del sistema represivo sobre el que se fundaría ese hipotético régimen.
(22) La Opinión, 19-3-1976.
(23) La sublevación del brigadier Jesús Orlando Capellini contaba con el aval de Roberto Viola y Videla. No sólo fue un "ensayo" de golpe, sino que también posibilitó la remoción de Héctor Fautario de la jefatura de la Fuerza Aérea y el nombramiento del brigadier Orlando Agosti, quien para los jefes del Ejército era el aviador más fervientemente antiperonista y quien se consustanciaría rápidamente con los planes golpistas. En Muleiro, V. y Seoane, M., op. cit., p. 60.
(24) Duhalde, E., El Estado terrorista argentino. Quince años después, una mirada crítica. Buenos Aires: Eudeba, 1999, p. 47.
(25) Tal vez el ejemplo por antonomasia sea el titular en tapa del diario La Razón el 23 de marzo de 1976: "Es inminente el final. Todo está dicho".

BIBLIOGRAFIA
- Bobbio, N. y Matteucci, N. (Dir.) Diccionario de política. Siglo XXI, 1987.
- Castelli, E., Manual de periodismo. Buenos Aires: Plus Ultra, 1991.
- De Ruschi Crespo, M. I., Criterio, un periodismo diferente. Buenos Aires: Fundación Banco de Boston, Grupo Editorial Latinoamericano, 1998.
- Díaz, C. L., La cuenta regresiva. La construcción periodística del golpe de Estado de 1976. Buenos Aires: La Crujía, 2002.
- Di Stefano, R. y Zanatta, L., Historia de la Iglesia Argentina. Desde la Conquista hasta fines del siglo XX. Buenos Aires: Grijalbo-Mondadori, 2000.
- Duhalde, E., El Estado terrorista argentino. Quince años después, una mirada crítica. Buenos Aires: Eudeba, 1999.
- Heredia, M., "Política y liberalismo conservador a través de las editoriales de la prensa tradicional en los años ’70 y ‘90", en Levy, B. (Comp.) Crisis y conflicto en el capitalismo latinoamericano. Buenos Aires: CLACSO, 2002.
- Kandel, P. y Monteverde, M., Entorno y caída. Buenos Aires: Planeta, 1976.
- Montserrat, M., "El pensamiento de Gustavo J. Franceschi y la revista Criterio en la cultura política de la Argentina contemporánea (1928-1978)" (escrito en colaboración con Carlos A. Floria), en Montserrat, M. Usos de la memoria. Razón, ideología e imaginación históricas. Buenos Aires: Sudamericana-Universidad de San Andrés, 1996.
- Montserrat, M., "El orden y la libertad. Una historia intelectual de Criterio. 1928-1968" en Girbal-Blacha, N. y Quattrocchi-Woisson, D. Cuando opinar es actuar (Buenos Aires: Academia Nacional de la Historia), 1999.
- Muleiro, V. y Seoane, M., El Dictador. La historia secreta y pública de Jorge Rafael Videla. Buenos Aires: Sudamericana, 2001.
- Novaro M. y Palermo, V., La Dictadura Militar 1976/1983. Buenos Aires: Paidós, 2003.
- Soneira, A. J., Las estrategias institucionales de la Iglesia Católica/2, (1880 - 1976). Buenos Aires: CEAL, 1989.
- Uriarte, C., Almirante Cero. Biografía no autorizada de Emilio Eduardo Massera. Buenos Aires: Planeta, 1992.
 

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Del nazismo a la dictadura, los afiches que boicotearon el Mundial 78

La investigación que la diseñadora gráfica Marta Almeida presentó en el último Festival Internacional de Diseño explica el marco conceptual, estético e ideológico, que llevó a los militantes de izquierda europeos a emprender un boicot contra el Mundial 78 a través de afiches vinculados al fascismo. Hubo "una suerte de gran comunión artística frente a la barbarie", dice.

POR YAMILA GARAB

Sobre la Copa del Mundo de 1978, que se disputó en la Argentina en plena dictadura militar, ya se dijo prácticamente todo. La idea de un país enfervorizado por el fútbol y que desconocía los horrores que ocurrían en las catacumbas fue abordada prácticamente desde todas las perspectivas posibles. Mucho menos conocido, quizás, es el movimiento de boicot al Mundial que se implementó desde Europa, a través de denuncias, actos públicos y, sobre todo, afiches con imágenes que incluso llegaron a verse fugazmente en diarios y revistas argentinas. Esta parte de la historia fue abordada por la diseñadora gráfica Marta Almeida desde la perspectiva de su propia disciplina para desentrañar qué “dicen” esos afiches, en su contenido y en su hechura, sobre los artistas y militantes que los confeccionaron tan lejos de nuestro país. Los resultados de su investigación –en el marco de una tesis académica– fueron presentados en el reciente Festival Internacional de Diseño, que se celebró en el Centro Metropolitano de Diseño, donde conversó con Ñ Digital.

-¿Qué visión nueva nos aporta el análisis disciplinario, por llamarlo así, de los afiches contra el Mundial 78?
-En principio, es posible ligar a los afiches contra el Mundial 78 a toda una tradición europea del afiche político de protesta que se remonta a la Primera Guerra Mundial y a la Revolución Rusa. Por otra parte, desde el punto de vista específico de la gráfica, y siguiendo de cerca al historiador del arte Georges Didi-Huberman, que considera a las imágenes como portadoras de memoria, en el sentido de montaje de tiempos heterogéneos que se reúnen en el acto de mirar, lo que encontramos en estos afiches es una gran complejidad de materiales, recursos y contenidos de los que se echó mano para denunciar las violaciones a los derechos humanos en la Argentina. Eso que los militares calificaron como una “campaña antiargentina” que sólo buscaba el descrédito internacional de la Argentina, cuando se lo analiza desde su repertorio visual, nos revela el marco conceptual, tanto estético como ideológico, desde el cual los militantes de izquierda europeos, sobre todo los franceses y alemanes, que llevaron adelante la campaña, podían comprender los fenómenos de la dictadura argentina y el terrorismo de estado.

-¿Los artistas o militantes de esta campaña eran todos europeos o había también argentinos?
-El Comité de Boicot al Mundial de Fútbol en Argentina (COBA) se creó en Francia a fines de 1977, y estaba integrado mayormente por militantes franceses y, en menor medida, por exiliados argentinos. Dos de los principales autores de afiches fueron Alain Le Quernec y el Grupo Grapus, un colectivo de artistas integrado, entre otros, por Pierre Bernard, Gérard Paris-Clavel, que en el Mayo Francés de 1968 habían formado parte del Atelier Popular, un grupo que participó activamente con carteles de protesta. Pero es interesante destacar que tenían una gran influencia de la “escuela” polaca, sobre todo de Henryk Tomaszewski, uno de los más grandes diseñadores gráficos de ese país, que, junto con otros colegas, habían desarrollado una comunicación irónica, simple y accesible para combatir la censura del régimen pro soviético en su país. Su técnica era sencilla: un solo elemento llamaba la atención de los peatones en un golpe de vista, de modo que cualquiera pudiera leer entre líneas los mensajes en la calle. Eso fue lo que estos franceses pusieron en práctica primero al Mayo del 68 y después a los afiches del COBA. Tanto los polacos como los franceses de esta época se distinguen por el aporte pictórico que no tienen, por ejemplo, los afiches rusos de los años 20, en los que se utilizaba sobre todo la técnica del fotomontaje.

-¿Cómo se ve esto en los afiches del boicot al Mundial?
-Sobre todo, en la búsqueda de contundencia de las imágenes, y en una hechura casi artesanal, ligada más al grafiti que a una técnica más depurada. En el caso de Le Quernec, uno de sus afiches tenía la frase “Argentina, ¿los estadios están limpios?”, y usa la forma circular y sintética de la pelota de fútbol para convertirla en una calavera que sangra como las víctimas del terrorismo de estado o se derrite a causa de la corrosión. Aquí vemos un lenguaje sumamente lineal y sintético, casi cercano al cómic, que en cierto sentido se aparta de sus maestros polacos, que trabajaban con una técnica mucho más pictórica. Por otra parte, una constante es el uso del símbolo del alambre de púas, que remite a los campos de exterminio nazis. Un ejemplo es el afiche alemán “El fútbol libera”, de 1978, que se vio en Berlín y Hamburgo, en alusión a la frase “El trabajo libera”, que se leía en los portones de entrada de casi todos los campos de exterminio nazis, pero que también se había usado antes del nazismo en sentido positivo, como slogan de un plan de obras públicas, así que en este caso era un código interno dirigido exclusivamente a los alemanes. Pero la idea de establecer una asociación directa entre el nazismo y la dictadura argentina está muy presente también en los afiches franceses.

-¿Podemos suponer que era la forma más adecuada de convencer a sus compatriotas de que lo que estaba ocurriendo en Argentina era el mal absoluto?
-Es probable, pero no es sólo eso. La asociación de la dictadura con el régimen fascista, de los militares argentinos con la Gestapo, los centros clandestinos de detención con los campos de exterminio alemanes. Más allá de la pertinencia de las comparaciones, lo interesante es analizar cómo el europeo diseñador de afiches representó el fenómeno argentino apelando a la historia europea y no al repertorio visual latinoamericano, a pesar de haber tantos argentinos en París, o alguna imagen nueva. En realidad, muestran la huella de su propia tradición histórica asociada al nazismo y al fascismo, sus propios totalitarismos, a los que homologaron con la dictadura argentina, en principio para poder entenderlo mejor ellos primero, y luego transmitirlo al resto de la sociedad.

-¿Esto es una especulación o se puede ver en los afiches?
-Se ve claramente en los afiches, por ejemplo el uso de la imagen del alambre de púa. Podemos pensar que esa metáfora para referir al genocidio es ajena a los centros clandestinos de detención argentinos. En los campos de concentración nazis se pueden reconocer un conjunto de elementos distintivos constantes, como la valla doble de alambre electrificado o las torres de vigilancia. Por eso, tanto en Alemania como en Francia se aplicó la imagen de los alambres de púa al emblema del Mundial 78. Un afiche francés, con la frase muy explícita “No al fútbol en los campos de concentración, muestra el típico cerco doble conformando el símbolo del Mundial, y en un afiche del grupo alemán Zille Kollectiv, las bandas verticales o manos, que en el emblema original dibujan la bandera argentina, son directamente reemplazadas por alambres de púa, mientras que, en el lugar de la pelota hay una calavera. Así se comparaba directamente a todo el país con un gran campo de concentración nazi, y, más en general, se interpretaba a la Argentina desde la perspectiva de la historia europea.

-¿Esto revela cierta dificultad del europeo para abordar una realidad ajena que, aunque igualmente monstruosa, también era diferente?
-Sí, sin duda. Pero otra interpretación posible, que no se contradice con lo anterior, es que, a través de estos afiches, la izquierda europea intentó expiar, por un lado, la culpa por no haber hecho lo mismo cuando se celebraron los Juegos Olímpicos de Berlín, en 1936, que fueron utilizados como una gran propaganda para el régimen nazi, como lo fue el Mundial para el Proceso. Por eso, más allá de las barreras culturales, lo cierto es que la instauración de un estado totalitario en América Latina y la evidencia de la tortura en campos de exterminio fueron motivos suficientes para volver sobre el Holocausto, un recuerdo todavía cercano, porque aún vivía mucha gente que lo había conocido. Por otro lado, tal como explica la historiadora Marina Franco en su libro El Exilio, sobre los exiliados argentinos en Francia durante la dictadura, los militantes franceses intentaron procesar su decepción por el fracaso colectivo de no haber alcanzado las utopías de Mayo de 1968. Fue una forma de patentizar ese sufrimiento a través de las palabras e imágenes del afiche.

-¿Todo esto tuvo repercusión en la Argentina, entre nuestros diseñadores y artistas politizados?
-En general, en América Latina el uso del afiche político no fue tan extendido. Sin embargo, en nuestro país hay casos relevantes como Tucumán Arde, de 1968, que fue una reacción artística pero por fuera del circuito artístico contra el cierre de varios ingenios azucareros durante la dictadura de Onganía, que incluyó también afiches. Después, ya casi sobre el final de la dictadura, apareció el Siluetazo, de Rodolfo Aguerreberry, Julio Flores y Guillermo Kexel, que también fue una denuncia colectiva para reclamar por la aparición con vida de los desaparecidos poco antes del fin de la dictadura, y curiosamente también estaba basado en un afiche conmemorativo del Holocausto que se publicó en el Correo de la Unesco, con 2.370 pequeñas siluetas, que era la cantidad de muertos por día en Auschwitz. Así que podemos hablar de una suerte de gran comunión artística frente a la barbarie.

Una multitud de voces y solidaridades se hizo oír en la 34 Marcha de la Resistencia

Marcha 14
Resumen  Latinoamericano - Allí estuvieron este pasado jueves, como siempre en Plaza de Mayo, las Madres más consecuentes y rebeldes,encabezadas por NORA CORTIÑAS, MIRTA BARAVALLE Y ELIA ESPEN.   Madres para las que no sólo hubo represión y desapariciones durante la dictadura militar sino que en estos 31 años de democracia, los crímenes, las desapariciones y las torturas no han cesado. POR ESO NO DEJAN DE IR A LA PLAZA QUE LAS REUNIÓ POR PRIMERA VEZ EN 1977 CONVOCADAS EN ESE MOMENTO POR AZUCENA VILLAFLOR, luego también secuestrada y desaparecida.
Mientras otras Madres y algunos organismos de Derechos Humanos cesaron en su resistencia, y se sumaron al discurso de la resignación o de la cooptación, ESTAS MADRES, ESTAS ABUELAS, ESTOS HERMAN@S Y ESTA MILITANCIA QUE LAS ACOMPAÑÓ, demostraron en Plaza de Mayo que el olvido y el perdón no van con ellos. Mucho menos la reconciliación con sus enemigos.
Este jueves se escucharon todas las voces, las de las Madres reclamando que se abran los archivos de la represión, la de las Madres y Padres de jóvenes víctimas del “gatillo fácil” policial. También se denunciaron todos los conflictos laborales y por último se dejó en claro que mientras existan desaparecidos como Julio López y otros, o jefes del Ejército como el General Milani o el actual Secretario de Seguridad, Sergio Berni, hablar de “cuánto hemos avanzado” es una falacia.
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Cobertura especial de la RNMA
“Seguimos resistiendo, seguimos marchando”
(Por RNMA) Este jueves 11 de diciembre, un grupo de Madres de Plaza de Mayo-Línea Fundadora realizó la 34º Marcha de la Resistencia. Este año se pidió la asistencia de organizaciones sociales, de derechos humanos, estudiantiles, es decir de todos aquellos que las vienen apoyando desde siempre y a las que ellas – a su vez – acompañan en sus luchas. La Red Nacional de Medios Alternativos también estuvo presente y organizó una radio abierta. Aquí va la primera parte de esa cobertura especial.
“Vamos a reeditar muy sencillamente la marcha de la resistencia. Los invitamos a todos los que recibieron nuestra visita en cada acto que hicieron porque queremos que estén, porque nos pasamos 38 años acompañándonos unos con los otros, y ahora queremos seguir teniendo la compañía. Y cada uno de ustedes que tenga que hacer un reclamo viene con un cartelito, cada uno va a poder decir qué es por lo que seguimos luchando, la lucha de todos ustedes es la lucha nuestra también de todos los días”, con estas palabras Norita Cortiñas había realizado la invitación formal para la 34º Marcha de la Resistencia, durante el Primer Encuentro contra la Impunidad y la Represión que se llevó adelante el 6 y 7 de diciembre pasado en la Ciudad de Buenos Aires.
La cita era como todos los años, el jueves de la semana en que se conmemora el Día Mundial de los Derechos Humanos; a las 15.30, la hora en que todas las semanas se lleva adelante la ronda alrededor de la Pirámide de Plaza de Mayo.
Este jueves 11 de diciembre, la cantidad de personas en la Plaza se multiplicó para acompañar a este grupo incansable de Madres de Plaza de Mayo-Línea Fundadora. En este marco, la Red Nacional de Medios Alternativos realizó una radio abierta.
Nora Cortiñas: Resistencia contra la impunidad
“Estamos acá porque seguimos reivindicando la lucha de nuestros hijos e hijas, seguimos llevando las banderas de ellos, esas banderas de justicia social, de que querían un país para todos y todas, y ahora seguimos acompañando a todos los que siguen recogiendo esas banderas de lucha”, afirmó Norita Cortiñas al iniciar la radio abierta.
“Nosotras queremos decirles que seguimos luchando –continuó–, que la resistencia es contra la impunidad, para que no haya impunidad, para que no haya desigualdad, para que no haya más violaciones a los derechos humanos en las comisarías. La primera violación a los derechos humanos es que hay hambre, la otra violación es que en la mitad del país no hay agua. ¿Quién usa el agua? Las empresas transnacionales y nacionales para la explotación de nuestro suelo, usan millones de litros del agua potable que le falta al pueblo. A esto se suma que todavía las poblaciones indígenas son perseguidas, les plantan causas para intimidarlos, para tenerlos presos, para amenazarlos todos los días, y además para no devolverles sus tierras ancestrales. Por eso también estamos acá. Estamos acá por todo lo que cada uno de ustedes está viviendo”.
Cortiñas mencionó a algunos de los presentes como los trabajadores de la autopartista Lear, de la gráfica ex Donelley, del Hospital Posadas. “Aquí también se hablará de la situación de los saharauis, el gobierno de Marruecos sigue hostigando, hizo el muro más largo del mundo, 2700 kilómetros separándolos del mundo nuestro, una infamia. Van a venir también representantes de los kurdos, hostigados y asesinados todos los días por el gobierno turco. No paran de querer matar. Van a venir también los palestinos que tenemos que seguir defendiendo. Vamos a estar rodeados de las comunidades porque las madres no miramos solo para adentro de nuestro país, no miramos solo para pedir la Verdad, la Justicia y la Memoria por nuestros hijos e hijas detenidos desaparecidos, nuestros hijos son parte del pueblo, están acá con nosotros presentes y ellos nos marcan el camino para que no nos olvidemos de nadie. Ellos eran internacionalistas, y tenían su corazón puesto en todos los países, en todos los pueblos. Entonces estaremos acá hablando de la situación de Colombia, Paraguay, Honduras; de Haití donde se cumplieron diez años de la Minustah, ya es hora de que se vayan, a nosotros como argentinos nos da vergüenza que haya tropas argentinas allí. También tenemos que hablar de México para poder contar lo que está pasando hoy allá”, agregó.
Cortiñas también se refirió a la deuda externa: “tenemos que abrir nuestro corazón para todos y todas y tenemos que tener presente muchas cosas que podemos solucionar. Por ejemplo, no pagar la deuda externa hasta que no se aclare y que los que robaron la devuelvan. No solo son los buitres, también muchos argentinos se embolsaron su plata, el poder económico que es el principal hacedor de lo que fue el Terrorismo de Estado tiene mucho que ver con esa deuda externa. Se puede suspender el pago de la deuda, no decimos que no la paguen para no parecer malas… pero lo somos. Hay que conocer a Alejandro Olmos, abrirlo al público, al pueblo, para que sepan quiénes robaron la plata en nuestro país, y que la devuelvan además de que tendrían que ir presos”.
Respecto a las primeras marchas, Norita recordó: “las pioneras caminábamos las 24 horas. Están acá Elia (Espen), Mirta (Baravalle) que pese a que estuvo enfermita está acá presente, con toda su fuerza. Aída que no vino porque las piernitas no le dan. La Pepi divina está un poco en reposo porque tiene 95 años. Sabrán entender ustedes que a los 95 años ya uno está un poquito más cortito”.
“Esta reunión es familiar, estamos todas las caras conocidas, en alguna oportunidad algunos nos peleamos, discutimos, las madres somos peleadoras, yo además soy hereje y critico hasta al Papa, pero esas son cosas mías”, agregó Cortiñas entre risas.
Sobre la jornada que se estaba viviendo en Plaza de Mayo en el marco de la 34º Marcha, Nora afirmó: “las madres estamos felices de estar con ustedes y sabemos que hasta el último día que tengamos vida vamos a seguir con la resistencia, peleando por nuestros hijos e hijas, levantando nuestras banderas de lucha todos los días, queremos que haya justicia social. Tenemos un país rico, tiene la mejor tierra del mundo, el mejor agua del mundo, pero por qué no la distribuimos entre el pueblo, es mejor que usarla para romper la Pachamama, estropear con el fracking, hundir esos fierros para estropear la tierra, por qué no la usamos para bienes del pueblo. (…) Esta marcha no es en contra de un gobierno, para nada, es para decir que nos resistimos a que no haya información sobre nuestros hijos e hijas, y todo lo demás que estamos reclamando como si estuvieran acá los 30.000”.
Luego, Norita invitó a seguir caminando.
Nahir Amuedo: Conmemoración de la resistencia
“Como hicieron tantas veces nos han acompañado y agradezco a la juventud que está presente  y a toda la gente que nos acompañó tantos años en lo que fue la marcha de la resistencia, donde resistimos a un gobierno terrible porque realmente la resistencia fue contra los milicos, esos que están presos y a los que están juzgando y se seguirá juzgando, esto es una conmemoración de esa resistencia porque los milicos fueron presos gracias a ustedes que nos acompañaron siempre. Eso es algo de lo que estoy orgullosa, porque nosotros sí pusimos el cuerpo, hemos pasado muchas veces miedo acá en la Marcha de la Resistencia cuando teníamos que estar 24 horas rodeadas de milicos sin saber si nos iban a atacar y qué era lo que iba a pasar. Esas cosas, ustedes los jovencitos no las han vivido pero nosotras sí, este es un momento de alegría porque vivimos en democracia, llevamos 31 años de democracia y libertad y eso es lo que me hace agradecerle a todos su presencia. Muchas gracias por estar con nosotros en tantos años de lucha”, afirmó Nahir Amuedo durante su intervención en la radio abierta de la RNMA.
Al ser consultada acerca de qué se acordaba de aquella primera marcha de la resistencia de 1981, la madre de Plaza de Mayo aseguró que fue la vez que más miedo tuvo en su vida: “nos apagaron las luces, estábamos rodeadas de milicos y estábamos absolutamente solas. En otras marchas nos agarraba el agua, la lluvia, se mojaron nuestras pancartas,  muchas nos fuimos a dormir a la casa de las madres empapadas, dormimos sobre cartones porque no teníamos cama, no teníamos nada. Es decir, con sol, con frío, con angustia, con hambre, transpiradas, mojadas, siempre hicimos la resistencia. Por eso esto no son 34 años de resistencia, esta es una conmemoración por aquellas veces que sí pusimos el cuerpo, ahora venimos a festejar porque estamos en democracia, y no estamos todavía acostumbrados a vivir en democracia. No me imaginé que nos iba a acompañar tanta gente”.
Víctor Basterra: Resistencia estratégica
De la radio abierta organizada por la RNMA participó Víctor Basterra, sobreviviente de la ESMA e integrante del programa Oral y Público que se emite por Radio La Retaguardia. Al ser consultado sobre los motivos de su presencia en la marcha, afirmó: “hacía bastante tiempo que no venía, yo debo haber venido en los primeros tiempos. En algún momento hice seguridad acá con algunos compañeros, como (Carlos) Lordkipanidse, hay un montón de compañeros y compañeras con los que me he reencontrado”.
Basterra caracterizó la realización de esta marcha como estratégica: “aparte de lo simbólico que tiene porque presenta lo que es la resistencia, o por lo menos es la expresión de la resistencia que se dio siempre en los lugares donde hubo injusticia, cosas que afectan al conjunto del pueblo. Yo vengo del peronismo, y la resistencia se inició después de 1955, del bombardeo y todo eso, y se sostuvo a lo largo de 18 años, tratando de buscar una representación política que no se obtenía, después se trató de empujar con las armas en las manos, y ahora lo estamos haciendo frente a una situación de aparente estado de derecho, que existe por un lado, pero por el otro también existen los bolsones de pensamiento absolutamente troglodita que se expresan de muchas formas, por ejemplo persiguiendo a los jóvenes, estableciendo formas de sujeción y sosteniendo todavía en algunos lugares a los poderosos que – por ejemplo – persiguen a los pueblos originarios. Esto se da permanentemente y a todo eso tenemos que presentar resistencia, y este es un símbolo estratégico porque no se mueve con coyunturas, se mueve con otros valores y otros principios que eran los que existían hace 40, 50 años atrás, y nosotros tratamos de nuevo de atar la historia con estos hechos”.
Respecto a por qué hay que resistir en este momento, Basterra reflexionó: “lo que pasa es que ha habido voces que han dicho ‘basta, ahora hemos conseguido esto, mandémonos a guardar’, pero no, es cuando más tenemos que reforzar para sostener lo que se ha conseguido, para reafirmar nuestras convicciones y para luchar contra la injusticia, esta es una expresión, no veo por qué hay que mandarse a guardar en momentos que aparentemente hay ‘una bonanza’, esto hay que sostener y adelante con los faroles como se decía en otras épocas”.
Desde el mismo momento en que fue liberado tras permanecer secuestrado y desaparecido en la ESMA, Basterra supo que tenía que como sobreviviente cumplir con un mandato de sus “queridos compañeros” que no están pero sí permanecen en su corazón, como Enrique “el Gordo” Ardetti: “me dijo ‘negro, si zafás de esta, que no se la lleven de arriba’. Y uno hace lo que puede. Y agradezco a los compañeros que están en esta lucha”, cerró Basterra su participación en la radio abierta.
Mirta Baravalle: Resistencia presente
“Tanta presencia hoy a nosotras de alguna manera nos hace vibrar el corazón, el hecho de saber que hay tantos amigos, compañeros de lucha, de militancia, compañeros que están desde el comienzo, otros que se han ido agregando. Si bien es cierto que años atrás esta plaza estaba con miles y miles de acompañantes, en los últimos tiempos la presencia ha ido mermando, pero nos parecía de alguna manera justo para todas las personas que siempre nos han acompañado realizar esta jornada, porque nosotras no estamos resistentes a las horas y horas, tampoco es justo decir que vamos a estar 24 horas como antes y que no estemos, pero hay una cosa que es clara y es el hecho de que esta marcha de la resistencia no es nuestra, no es de las madres, sino de todos. Y esto nos brota del corazón, la fuerza y la esperanza de que cuando no estemos la presencia de nuestros 30.000 detenidos desaparecidos va a estar y seguirá presente en el pueblo”, afirmó Mirta Baravalle, que a pesar de haber estado con algunos problemas de salud estuvo firme en la Plaza.
Para Baravalle, el acompañamiento, la solidaridad y la resistencia no se deben solamente a que las madres comenzaron una lucha, sino a la entrega de vida de los 30.000 detenidos desaparecidos: “nosotros seguimos sus huellas de alguna manera y eso es como que nos da la fuerza necesaria para poder seguir, aunque quizás más de una hubiéramos querido que no fuera tan larga, pero se da el hecho de que la persistencia, el dolor no nos tiene que acobardar, ni las injusticias, sino al contrario darnos fuerza y valor para seguir adelante. Nuestros detenidos desaparecidos, nuestros hijos luchaban por una dignidad plena para todo el mundo, con todos los derechos, con todo el derecho a una vivienda, a estudiar, a trabajar, a gozar de una vida con sus buenas y sus malas cosas, con sus buenos momentos, con sus tristezas pero una vida acorde a lo que el ser humano nació y no que nos arrancaran de nuestras vidas por el hecho de querer transformar un poco el mundo, por no querer fronteras, por querer pensar que todos somos iguales, por querer pensar que por qué nos tenemos que decir ‘tú eres de esta línea para allá, eres una cosa y nosotros de acá somos otra’, no, todos somos iguales, con los mismos derechos a las reivindicaciones totales”.
Junto a Baravalle había una pancarta con las fotos de su hija Ana María y su yerno Julio César, al preguntarle qué significaba esa pancarta, conmovida Mirta afirmó: “significa que ni Ana María, ni Julio César y menos su hijo o hija nacido en cautiverio están ausentes, ellos están vivos no físicamente pero están con su presencia permanentemente en nuestros corazones. Y es una forma de decirle al mundo que por querer un mundo mejor, más justo, no están. A esta altura yo sigo reclamando por mi hija Ana María y por Julio César porque yo no tengo ninguna respuesta sobre qué pasó con ellos, quiénes se los llevaron, quiénes dieron las órdenes, cuál fue el motivo de ese secuestro y posterior desaparición, pero también sé que hay un joven Camila o Ernesto – que son los nombres que le iban a poner a ese bebé que llevaba mi hija en sus entrañas cuando se los llevaron de casi cinco meses y que sabemos que nació en un centro clandestino – que está, entonces también el derecho a reclamar por esa presencia y ese joven que está desconociendo su verdadera identidad. Es la presencia no solamente de Ana y Julio César, es la presencia que simboliza a los 30.000 detenidos desaparecidos. Y de todas las personas que son desaparecidas por las injusticias y que sus familias de alguna manera nunca más supo cuál es su destino, y es lo peor que puede pasar a quienes querríamos tenerlos y abrazarlos porque cada día que pasa nos da más la necesidad de tenerlos y abrazarlos. Y será eso que seguimos luchando, porque no queremos el sufrimiento que nosotros hemos pasado para otros, que no tengan que sufrir porque no se nace para sufrir, se nace también para ser feliz, para compartir vidas, en familia, para no ver deshechos núcleos familiares y eso es tristísimo y por eso seguimos, quizás eso nos da el valor y la fuerza de todavía poner un granito de arena en esas posibilidades”.
Hacia el final de su intervención en la radio abierta, Baravalle se mostró muy agradecida a todas las personas que estuvieron presentes en la Plaza: “la verdad que una quisiera abrazar a cada una, uno por uno, una por una, pero eso es imposible pero vaya todo nuestro cariño, nuestras gracias y sepan que son ustedes los que nos ayudan a caminar y seguir adelante. Nosotros cada vez que vemos a todos los que están acá sin distinción es porque vemos en esa multitud a nuestros hijos, a nuestras hijas, los vemos y los sentimos. Esos sentimientos todavía los seguimos sintiendo, pese a los años que han pasado, estar sin saber, sin tener respuesta de ninguna naturaleza, pero saber que están presentes en ustedes, así que vaya el abrazo más fuerte y profundo para todas y todos, y seguiremos esperando, y si luchamos y seguimos adelante es porque tenemos la esperanza de un mundo mejor, que el sacrificio de todas esas personas queridas que han ido quedando en el camino para buscar una transformación que no sea en vano, que van a haber siempre seguidores y que en algún momento esos objetivos se van a conseguir”.
Elia Espen: Seguir resistiendo
“La verdad que cuando uno se pone a pensar en aquellos años donde nos corrían, donde nos tiraban agua, donde en esta plaza con la bayoneta en la espalda nos escondimos adentro de la Catedral y entraron a sacarnos, eso no me lo olvido nunca. Pero acá estamos a través de tantos años y yo lo único que quiero decir es que tenemos que seguir resistiendo, es mentira que no tenemos que resistir ahora, sí tenemos que seguir resistiendo porque no sabemos nada de nuestros hijos”, reflexionó Elia Espen al hablarle, a través de la radio abierta de la RNMA, a todos los presentes en la Plaza de Mayo.
“Yo por lo menos supe una parte –agregó–, supe que estuvo en El Atlético, muy torturado, encadenado y que después fue tirado al mar, en un vuelo de la muerte. Esa parte la supe pero me falta saber de dónde se lo llevaron, por eso yo supongo, al menos soy así, que la verdad más cruel es mejor saberla, porque la cabeza de uno va para cualquier lado cuando no sabes y te imaginas un montón de cosas. Cuando este muchacho me contó de Hugo, que había estado en El Atlético, después me preguntó ‘y ahora qué vas a hacer’, y ahora digo que voy a salir a pelear más todavía, mucho más, porque ahora sé lo que pasó verdaderamente, pero nosotros tenemos que seguir resistiendo mucho, porque tenemos que saber la verdad de cada uno de nuestros hijos, tenemos derecho a saber, no tienen por qué estar envolviéndonos con mentiras. No puede ser que los militares estén en sus casas y mueran rodeados de sus buenos médicos, mientras que hay madres que directamente se han muerto sin saber nada de sus hijos, y eso es tremendo por lo menos para mí”.
Además, Elia Espen explicó que cuando hoy las Madres de Plaza de Mayo-Línea Fundadora hablan de Derechos Humanos no lo hacen en referencia solamente a los desaparecidos: “es la base principal, es por la cual nosotros salimos a la calle, pero derechos humanos también es un buen trabajo, una buena educación, salud, que cada uno pueda pensar y decir lo que quiera, lo que siente, y no por eso tiene que ser reprimido de ninguna manera. Porque nosotros podemos pensar diferente, pero no somos enemigos y hay mucha gente que eso todavía no entendió, que yo pienso distinto pero no soy tu enemiga. Yo me puedo sentar a discutir con vos y a aclararte mi pensamiento y vos me vas a aclarar el tuyo, es la única manera de que este país cambie, que no haya más hambre, porque al hambre yo lo veo por la calle y a mí me duele muchísimo, viajo todos los días en el tren y veo a los chiquitos descalzos con el pelo duro y sucios pidiendo, entonces qué me vienen a decir que no hay hambre, qué me vienen a decir que no hay pobreza si yo la estoy viendo, a mí nadie me la cuenta, entonces la única forma que podemos salir al frente de todo esto es con la unión, tenemos que unirnos todos aunque pensemos diferente, no importa, cada uno puede tener el partido político que se le dé la gana, por eso no es mi enemigo, mi enemigo es el que no hace nada para parar la situación de muchos trabajadores, que se están quedando sin trabajo y es tremendo en este momento quedarse sin trabajo porque no es fácil encontrarlo en otro lado; hay que buscar de unirse para cambiar esta situación porque nuestros desaparecidos querían un país libre, soberano y sin injusticia, pero si nosotros nos seguimos peleando entre nosotros, yo con mis 83 años he visto muchísimas cosas y les puedo asegurar que no vamos a conseguir nada si seguimos peleando, pero sí tenemos que reclamar justicia, verdad, que se termine la pobreza, que haya más trabajo, que no haya injusticias, ni represión”.
Elia además se refirió especialmente a la designación de César Milani al frente del Ejército: “no quiero que nadie se ofenda pero tengo que decir lo que pienso, y yo estoy muy dolorida por tener a un represor en el gobierno, un tal Milani, y me duele muchísimo y no es justo. Yo lo siento como una burla, como que se burlan de todas nosotras después de casi 40 años de lucha, y no es justo, y además escuché que decían que era joven en aquel momento, pero entonces yo pregunto ¿qué era Astiz? Era un joven rubio, al cual nosotros cuidábamos y después ¿qué hizo? Desaparecieron tres madres y desaparecieron familiares por culpa de este rubio joven, entonces son todas mentiras, el que es represor es represor de joven y es represor de viejo y eso nadie lo cambia, por eso tenemos que exigir, ya no pedir, nos cansamos de pedir, tenemos que exigir que se abran los archivos porque los archivos están y a lo mejor muchos del gobierno saben que los archivos están, entonces que los reclamen, que tenemos el derecho antes de morirnos de poder saber cada una lo que ha pasado con nuestros hijos

El régimen detrás de la“Campaña del Desierto” nunca cayó

11082010
A diferencia de los Juicios a las Juntas Militares de la última dictadura argentina, en 1985, o los Juicios de Núremberg a los nazis, entre 1945 y 1949, no hubo una instancia similar de juzgamiento a los responsables de implementar políticas y prácticas genocidas contra los pueblos originarios. Esto por una sencilla razón: nunca cayó el régimen que implementó las campañas militares de fines de siglo XIX y principios del XX que derrotaron la autonomía indígena, a fuerza de masacres, para consolidar al Estado Nacional. “Hay una continuidad hasta nuestro presente”, explicó a La Flecha (Radio Estación Sur FM 91.7) el historiador y antropólogo Walter Delrío, co-director de la Red de Estudios Sobre Genocidio en la política indígena argentina y profesor de la Universidad Nacional de Río Negro.
A posterior de la conquista militar de las tierras pampeano-patagónicas y chaqueñas el Estado construyó un discurso de negación de la realidad indígena del país. El crisol de razas negó lo originario. La invisibilización fue una estrategia de dominación, fue lo que permitió el desarrollo de distintas prácticas genocidas, como el traslado masivo de personas, la separación de familias y la supresión de la identidad de menores, la utilización de prisioneros como mano de obra esclava y la reducción en campos de concentración.
Para Walter Delrío, quien en 2005 publicó el libro Memorias de la expropiación. Sometimiento e incorporación indígena en la Patagonia (1872-1943), el sistema educativo sigue jugando un rol importante en la negación a los pueblos originarios. “¿Qué imágenes tienen los chicos para pensar que después de la Campaña del Desierto existieron pueblos indígenas? No aparecen en ningún contenido”, afirmó.
-La historia oficial invisibiliza a los pueblos originarios, se los presenta como algo del pasado, como que han sido eliminados para construir este Estado Nación.
Lo que ha habido es la construcción de un discurso oficial con la idea de una Nación sin pueblos indígenas. Y sin reconocimiento de su influencia, incluso cuando se habla del crisol de razas. Este discurso oficial se construyó desde muchas agencias: desde el Poder Ejecutivo, pero además el Congreso Nacional y también fue trasladado al ámbito educativo. Tuvo que ver con momentos concretos en los cuales las políticas estatales fueron muy claras y muy orientadoras de los procesos. En el contexto de la Conquista del Desierto, hacia 1879-1885, se producen una serie de procesos políticos muy significativos: campañas militares, sometimiento, deportación, concentración de población, disperción de las mismas familias, utilización de la población indígena como fuerza de trabajo. Pero al mismo tiempo que sucede todo esto, también se construye la idea de “Punto Final”. La idea de que, a partir de ese momento, el “problema indígena” ya no es un problema, no es un tema. Y esto no es nuevo de laGeneración del 80′. En 1810 también hay un desconocimiento de los Tratados que la Corona Española había firmado con las poblaciones indígenas. Después de la Revolución de Mayo, los gobiernos criollos incumplen todos los pactos preexistentes.
El desconocimiento, lo que podemos llamar como invisibilización del Otro, es una estrategia para poder dominarlo. Si yo no reconozco que existe Otro, no puedo darle un status de derecho, no se constituyen personas de derecho y mucho menos como Colectivo, como Pueblo. Y eso fue lo que pasó. No solamente pasó en Argentina, sino en muchos lugares del mundo se operó el borramiento de ese Otro, para que desaparezca como sujeto de derecho y por lo tanto se pueden arbitrar cualquier tipo de medidas. Y ese tipo de medidas son precisamente las que se describen en el derecho actual como “prácticas genocidas”.
-¿Cómo ve el sistema educativo hoy en relación a estos temas?
La Campaña del Desierto hoy en día se sigue enseñando anclado en el pasado. Incluso con una perspectiva distinta. Hoy los chicos quizás en el colegio escuchan hablar de esto en términos de algo injusto. Pero la pregunta es: ¿Qué imágenes tienen los chicos (o los adultos que pasamos por el sistema educativo) para pensar que después de esa Campaña existieron pueblos indígenas? La respuesta es totalmente negativa. Porque ni siquiera aparecen en ningún contenido, por ejemplo en el libro de historia (y hablo de los actuales). Solamente quizás en algún capítulo sobre formación ciudadana, con respecto a la población del presente.
Ese vacío que va de la Campaña del Desierto hasta ahora, es muy importante. En esos años se operaron medidas que si las escuchamos de algún Imperio como el Británico haciéndolas en Sudáfrica o en la India, diríamos es esclavismo, es genocidio. Pero nosotros no las podemos pensar que hayan ocurrido en nuestro territorio, o en lo que llamamos territorio argentino. Y esto pasó en Patagonia, en Pampa, en el Chaco, en distintos lugares.
-¿Qué nos podés mencionar sobre la relación entre las comunidades originarias y el naciente Estado argentino?
Hay que pensar que es un Estado en consolidación. Y este proceso de consolidación ha sido estudiado en muchos lados. En el mismo momento ocurre la unificación de Alemania, de Italia, y no nos causa impresión cuando vemos la relación entre estos nuevos Estados nacionales, el caso argentino es uno, y la población marginalizada. Es decir, aquellas poblaciones que no hablaban la lengua predominante, por ejemplo el italiano, el alemán prusiano.
En nuestro caso lo que caracterizó fue la construcción de una Nación con el concepto de crisol de razas que involucraba a todos los ciudadanos que quisieran venir a suelo argentino pero que excluía totalmente a lo indígena, a los pueblos originarios. Y esta invisibilización era sumamente operativa a los procesos que fueron luego negados por la historiografía. Hasta hace muy poquito los historiadores decían que no había habido una política de Estado. Es decir, que los indígenas no habían representado “nada importante” como mano de obra, que solamente lo que importaba era sacarles la tierra. Hoy en día, por el contrario, lo que vamos viendo es que los pueblos originarios fueron utilizados como fuerza de trabajo y como fuerza de trabajo esclavizada. Incluso un miembro disidente del mismo partido de (Julio Argentino) Roca llegó a decir en el Congreso Nacional que al indígena se lo había “esclavizado”.
Las décadas que tenemos a partir de la Campaña del Desierto van marcando cómo esos mecanismos se perfeccionaron. Porque las Campañas siguieron, se siguió conquistando los territorios del área Chaqueña, lo que se llamó la Conquista del Desierto Verde. Y la gente sometida fue utilizada como mano de obra para industrias subsidiadas: la caña de azúcar, la industria vitivinícola, los chicos y las mujeres eran repartidos para el trabajo domiciliario en las ciudades que estaban creciendo. También las Fuerzas Armadas: compulsivamente se reclutaba a la gente, que era trasladada a otras áreas. Trabajaban en laMarina, en el Ejército.
Estos recorridos son recorridos invisibles. Porque todas estas personas, oficialmente, había sido decretado de que ya no formaban pueblos. Esto permitía hacer medidas que hoy a más de uno le puede llamar la atención. Los primeros campos de concentración en Argentina se produjeron, por ejemplo en la Guerra del Paraguay en las Campañas contra los indígenas.
-Es un quiebre importante dentro de la Historia como disciplina hablar de Genocidio para referirse a la Campaña del Desierto. ¿Qué reacciones tuvo su trabajo en los demás historiadores, los docentes y los investigadores?
Hablar de Genocidio ha sido criticado en el medio académico. Hay algunos que sostienen que, al ser un término elaborado a mitad de siglo XX para hablar de lo que sucedió en la Segunda Guerra Mundial, básicamente las atrocidades del Régimen Nazi, sería un término descontextuado. Estaríamos aplicando una categoría de hoy para hablar de algo que pasó mucho tiempo atrás. Pero si uno analiza los discursos contrahegemónicos de la época, puede ver es que en ese momento se discutía si lo que estaba pasando podía ser encuadrado en términos deCrímenes de Lesa Humanidad. Hay un trabajo de la antropóloga Diana Lenton que demuestra cómo el mismo Diario La Nación, meses antes de que se inicie la Campaña del Desierto, llamaba a lo que las autoridades militares hacían en la Frontera contra las poblaciones indígenas como Crímenes de Lesa Humanidad. Hablaban de fusilamientos en un corral de gente que tenían prisionera. Es decir, en esa época sí se denunciaban esas prácticas, y con lujo de detalles. No podemos quedarnos con la idea de que las personas de aquella época no se preguntaban porqué se estaba matando a la gente de esa forma indefensa. Lo que tenemos que preguntarnos en todo caso es porqué construimos un olvido de todo eso.
Por otro lado, algunos consideran que técnicamente habría que hablar de Etnocidio y no Genocidio, porque se apuntó a destruir las costumbres indígenas y no a los indígenas. Es decir, se los quería “educar”, “civilizar” pero no matar. Con lo cual también es un error conceptual: porque el término Genocidio implica, incluso, toda acción destinada a la pérdida de identidad. Por ejemplo, cortar la relación de madre con hijo. El secuestro de niños es considerado como un Genocidio. Y esto fue lo que ocurrió: traslados masivos, separación de familias, borramiento de identidad. ¿Cuántos miles de chicos fueron entregados a familias criollas y se les cambió el nombre y se les dio otra educación?
Nosotros no tendríamos ningún problema de entender esto cuando hablamos de la historia reciente de Argentina. Pero a mucha gente le genera ruido pensar que todas estas cosas pueden ser atribuidas al período de formación del Estado. Principalmente por una razón: luego de laSegunda Guerra Mundial, se hicieron los Juicios de Núremberg en la cual se juzga a los caídos del Régimen Nazi. En Argentina tenemos el Juicio a las Juntas Militares de la última dictadura, y cómo se intentó construir como “Punto Final”. Pero en ningún momento tenemos unJuicio de Núremberg con respecto a lo que pasó con los pueblos originarios. De alguna forma nos sentimos todos como herederos de lo que sucedió ahí. Es decir, estamos hablando de unRégimen que nunca cayó. Hay una continuidad hasta nuestro presente. Y eso es lo que más duele, porque obviamente nadie quiere identificarse con una Nación y con una Patria que es fruto de un genocidio.
-Hay una parte de la historia que no quieren mostrar. Y en esto también está la representación de lugares, como el Museo Nacional de La Plata, un lugar bastante cuestionado por el papel que jugó, o como la Isla Martín García, donde llegaban los prisioneros traídos por el Ejército de Roca a trabajar como esclavos.
Está la construcción del olvido, pero también el no querer ver. Muchas veces elegimos no querer ver. Hay instituciones como el Museo, la Universidad donde estudiamos, o donde se llevan a los nenes a pasar el fin de semana, que están vinculadas con esta historia. Porque esta historia no es tan lejana. ¿Adónde fueron trasladadadas todas las personas que vivían en la Patagonia? Cuando Francisco Moreno (fundador del Museo de La Plata) viaja al Sur unos años después de la Conquista, dice: epa, donde había antes miles y miles de personas, tolderías, pueblos, hoy hay dos terratenientes. Toda esa gente fue trasladada.
La Isla Martín García era uno de los lugares de concentración. También uno de los lugares donde se hacían las cuarentenas de los barcos que viajaban. Básicamente era un lugar donde mucha gente iba destinada a morir. Y precisamente, uno puede hacer el circuito de la Isla Martín García y no encontrar esa historia. No saber que en la misma Isla hay varioscementerios y fosas comunes de pueblos originarios. Además del cementerio de los marineros, de los viajantes de los barcos. Y esto recién ahora se empezó a trabajar. Hay dos investigadores de la Universidad de Buenos Aires, Alexis Papazian y Mariano Nagy que están trabajando en el en reconstruir cómo fueron esos Centros de Detención y qué pasó en ese contexto.
-Muchas gracias por esta comunicación telefónica, lo estaremos volviendo a llamar más adelante si no es molestia.
Un gusto, les agradezco mucho y cuando quieran hablamos.
Nota recogida del sitio de Osvaldo Bayerhttp://desmonumentemosaroca.blogspot.com/

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