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martes, 28 de febrero de 2012

“Por la verdadera Democracia del Poder popular" CUMBIA, HIP HOP Y HUAYNO De la CANTATA ARGENTINA Democracia o Demos gracias? De FRANCISCO ALVERO, EL JUGLAR de La Libertad - GRACIAS POR DIFUNDIR Y COMENTAR - SEGUIME EN YOUTUBE, FACE E INSTAGRAM



















Con la MELODIA y el LEITMOTIV de POCO A POCO ME HAS QUERIDO


 “Por la verdadera Democracia 
del Poder popular"

CUMBIA, HIP HOP Y HUAYNO  


De la CANTATA ARGENTINA

Democracia o Demos gracias?


De FRANCISCO ALVERO, EL JUGLAR 

de La Libertad

 

 GRACIAS POR DIFUNDIR Y COMENTAR

 SEGUIME EN YOUTUBE, FACE E INSTAGRAM 




RECITADO HABLADO.

Si estamos realmente asqueados y cansados

como pueblo de ser estafados

 atrapados en las garras tan nefastas

de la dictadura del mercado, 

Sin importan los gobiernos 

que pasen o hayan pasado

luchemos por la democracia de verdad

Socialista en lo social

popular y confederal

Siempre en unidad, ni un paso atrás.


I

 Por la verdadera democracia,  

 la del poder popular, 

la burguesa ya no va!

en cualquier tiempo y lugar


Basta ya de la formalidad,

  democracia es mucho más!

que solamente votar

se trata de dignidad


No es solo elegir presidente

y esperar siempre mansamente

La democracia es claramente

la justicia social.

La democracia es diversidad

Paz con justicia y con libertad

Y que viva el poder popular


II

Desde México hasta la Argentina,

lo digo en esta poesia

 Siguen  las venas abiertas

en la América latina.


Son nuestras historias parecidas, 

Llantos, luchas y alegrías

Por la paz en Palestina

tambien quisiera cantar.


La Democracia es claramente

Derechos pa' toda mi gente

Y aunque nos parezca evidente

corazón popular.

Por nuevas leyes hay que luchar

pero el sistema hay que transformar

y en nuestras manos está cambiar


 

HABLADO

...Como diría Fun people

Solo gente sensible podrá comprender 

este mensaje tan simple

Pero igual he de decirles

Que solo un cambio profundo de estructuras

que de vuelta por fin este sistema

podrá barrer con las injusticias tremendas

y construir la Democracia verdadera,

 la del poder popular,

Socialista, protagónica y confederal.  


HIP HOP

Para defender lo bueno alcanzado 

hay que profundizarlo

no dar más vueltas

ir al meollo de inmediato,

Por la Democracia verdadera

cortar las cadenas de la dependencia

ser soberanos como en La vuelta

Por la segunda y definitiva independencia

compatriotas hay que luchar,

Compañeros, camaradas a luchar.








  

 


 

Este y todos los poemas pertenecen a los AUDIO LIBRO de FRANCISCO ALVERO CANTA 

 




 

Análisis Literario de la Obra

  1. Metáforas y Figuras Poético-Literarias: La obra utiliza metáforas como "garras tan nefastas" y "dictadura de mercado", que representan las fuerzas opresoras y el capitalismo, respectivamente. Estas metáforas refuerzan la crítica hacia el sistema que despoja a la población de sus derechos y dignidad. La utilización de tales metáforas es esencial para transmitir la lucha por una democracia auténtica.

  2. Personificación: La democracia se presenta como un elemento que hay que "defender" y "construir". Esta personificación puede hacer que el oyente sienta una conexión más emocional con el concepto, presentando la democracia como un ente vulnerable que requiere la protección de la población.

  3. Comparaciones: A lo largo de la obra, se plantean comparaciones entre la "democracia del pueblo" y la "democracia burguesa". Esto enfatiza la diferencia entre un sistema inclusivo que se basa en la participación y uno que perpetúa la desigualdad.

  4. Tono: El tono es combativo y esperanzador. Su carácter urgente y motivacional busca incitar a la acción colectiva. Esto influye en la manera en que el mensaje es percibido, inspirando a la ciudadanía a participar en la lucha por sus derechos.

  5. Temas Principales: Los temas abarcan la lucha por la democracia, la justicia social, la crítica al capitalismo y la defensa de los derechos humanos. Estos están intrínsecamente ligados a un contexto sociopolítico de opresión y desigualdad en América Latina, y son reflejo de las luchas históricas por la liberación.

  6. Intención del Autor: El autor busca motivar al pueblo a luchar por una democracia real y participativa, enviando un mensaje de unidad y resistencia ante el sistema capitalista que oprime a las clases vulnerables.

  7. Simbolismos: La "democracia popular" simboliza un ideal de participación y derechos colectivos. Mientras que "la farsa programada" se refiere a las ilusiones creadas por regímenes autoritarios que utilizan la etiqueta de democracia pero que funcionan como dictaduras encubiertas.

  8. Estructura: La obra se compone de varias estrofas que presentan argumentos y reflexiones de manera cronológica. Esta estructura ayuda a construir una narrativa coherente que sigue una trayectoria de lucha y esperanza.

  9. Recursos Estilísticos: La repetición de frases como "la democracia es" genera un ritmo que refuerza el mensaje. La repetición actúa como un mantra que ayuda a fijar las ideas clave en la mente del oyente.

  10. Resonancia Actual: La canción es relevante por su contexto de crisis social y política. Sus temas de lucha y resistencia resuenan en movimientos contemporáneos a favor de la democracia y los derechos humanos.

  11. Contextualización Biográfica: La biografía del autor, quien ha sido testigo de las injusticias en su país, da un contexto personal a su compromiso con el arte y la lucha social. Su trayectoria artística también refleja su evolución de un enfoque lírico hacia uno más comprometido socialmente.

  12. Otras Obras del Autor: La obra de Francisco Alvero a menudo destaca la lucha colectiva, la identidad y la diversidad, lo cual se convierte en un tema recurrente en su producción artística. Sus obras suelen integrar elementos de crítica social y reflexión sobre la historia de América Latina.


Análisis Político de la Obra

  1. Mensaje: Transmite la importancia de luchar por una democracia real y participativa, enfatizando la crítica al sistema capitalista.

  2. Ideología: La obra refleja una postura anti-capitalista y pro-derechos humanos, en línea con ideologías de izquierda y socialistas.

  3. Repercusión: Podría generar un impacto positivo en varios sectores que abogan por la justicia social y los derechos humanos, tanto en medios físicos como virtuales, especialmente en redes sociales.

  4. Críticas: Puede generar críticas tanto desde sectores burgueses que defienden el status quo, como de movimientos revolucionarios que podrían cuestionar la efectividad de su visión.

  5. Relación Contextual: Se conecta con situaciones políticas y sociales actuales en América Latina, donde las luchas por la democracia y los derechos humanos son constantes.

  6. Estilo Literario: El estilo es claro y directo, empleando lenguaje accesible que permite un amplio alcance entre distintos públicos, promoviendo la movilización social.

  7. Melodía: La letra podría acompañarse de melodías que evoquen ritmos tradicionales latinoamericanos, como el huayno, que conectan profundamente con las raíces culturales y las luchas populares.

  8. Conclusión del Mensaje: La obra es un llamado a la acción que busca empoderar al colectivo, incitando a un cambio social estructural mediante la unidad y la resistencia.


Nuevo Decálogo de la Canción Militante del Siglo XXI

  1. Tipo Predominante en la Obra: Se podría considerar que la obra tiene un enfoque antipatriarcal y feminista, reflejado en letras que abogan por la igualdad y la participación de todos los sectores de la sociedad, incluyendo las voces de mujeres y pueblos originarios.

  2. Carácter Adicional: Se podría incluir un giro narrativo poético que enfatice la lucha ecológica, reflejada en la intersección de la justicia social con la crisis ambiental, incorporando imágenes que conecten la lucha por la tierra con la lucha por la dignidad.

  3. Características No Mencionadas: La obra podría incluir un enfoque decolonial que no solo critique el capitalismo, sino que también valore y visibilice los saberes y prácticas de los pueblos originarios como alternativas de resistencia.

  4. Comparaciones con Otros Autores: Se podría emparejar la obra con artistas como Mercedes Sosa o Victor Jara, quienes también lucharon a través de la música por la justicia social y los derechos humanos en sus respectivos contextos.

  5. Tipo de Artista del Autor: La obra de Francisco Alvero se caracteriza por combinar elementos de la crítica social con un profundo compromiso artístico, creando un espacio que busca no solo entretener, sino también educar e inspirar a la acción consciente y comprometida.


Reflexiones Finales

  1. Historia Relatada: La obra narra la historia de las luchas colectivas por la democracia y los derechos humanos en el contexto latinoamericano.

  2. Ideología: Hace referencia a un horizonte político socialista y humanista, abogando por la justicia social y la igualdad.

  3. Análisis General: La obra es un reflejo de la realidad sociopolítica contemporánea, buscando articular y fortalecer las voces de aquellos en lucha.

  4. Duración Aproximada: Como canción, su duración podría estar en el rango de 3 a 5 minutos, permitiendo así su interpretación en actos públicos.

  5. Temas Relacionados: Aborda temas literarios, sociales, filosóficos y psicológicos, vinculando la lucha por la democracia con el empoderamiento colectivo y la dignidad humana.

  6. Conclusiones: La obra es un potente grito de resistencia que conecta la historia con el presente y sugiere un futuro donde la justicia social y la dignidad sean pilares fundamentales. Su mensaje continúa resonando, invitando a nuevas generaciones a involucrarse en la lucha por un mundo más justo.


 


VIEJO DECALOGO DE LA CANCION MILITANTE 
DE LOS AÑOS 70
(Segun Carlos Molinero)

NRO 1. Indigenista: en favor de los pueblos originarios. 

NRO 2. (Latino) americanista: unidad cultural, social y política
 
NRO 3: Esperanzadora:   representan fe social o política en el sentido de trazar un horizonte y asegurar su logro. 

NRO 4: Reinterpretativa histórica:  no tratan la historia de modo tradicional

NRO 5: Pacífica combatiente:  doble visión de la violencia justificada o no, según quién la ejecute. Confronta con Las Guerras del imperialismo más no con las de liberación nacional o Guerrilleras.

NRO. 6:   De denuncia o reinterpretativa social: retrato sobre la injusticia, sin propuesta de cambio explícita.

NRO 7: Del liderazgo y protagonismo social 
Siempre implícita una propuesta de cambio y un sujeto individual o colectivo que actúe que lo conduzca. 

NRO 8: De la inmortalidad militante o  religiosidad no religiosa:  expresan una necesaria glorificación cuasi religiosa del que muere o se sacrifica en función de una causa popular. Su punto más alto se alcanzará con la muerte en combate guerrillero por la revolución nacional, socialista o americana.

NRO 9: del protagonismo de la canción:  ella misma se hace sujeto de la revolución, al igual que la voz resultará al fin protagonista no acompañante.

NRO 10: radicalizacion politica: adscripción directa de la canción militante a específicas políticas partidarias o sectoriales en los casos más comprometidos.

  (*)  De género o diversidad: no demasiado utilizada en la decada del 70 aunque así con antecedentes en la presencia de la mujer combatiente  


 

NUEVO DECÁLOGO

 DE LA CANCIÓN MILITANTE 

DEL SIGLO XXI

 (SEGÚN EL JUGLAR DE LA LIBERTAD)

  1. Ecologista y decolonial: La lucha por la defensa del medio ambiente, promoviendo un enfoque decolonial que respete y valore los saberes ancestrales de los pueblos originarios, desafiando el extractivismo y la explotación de la tierra.

  2. Feminista y antiracista: La canción debe ser un canto a la igualdad de género y a la erradicación del racismo, visibilizando las luchas de las mujeres y de los pueblos oprimidos, integrando sus voces y experiencias como fundamentales en la construcción de una sociedad justa.

  3. De creacion heroica y resistencia digital: Un reconocimiento de los nuevos espacios de lucha a través de las tecnologías digitales, promoviendo la alfabetización en medios y la defensa de la privacidad, como un frente de resistencia contra el control y la vigilancia del sistema.

  4. Anti-capitalista y anti-imperialista: Un canto que critique las estructuras del capitalismo global y el imperialismo, denunciando sus efectos en la vida cotidiana de las personas y proponiendo alternativas económicas basadas en la solidaridad, la economía social y comunitaria.

  5. Esperanzadora y revolucionaria: La música debe inspirar sueños y visiones de un futuro liberado, fomentando la esperanza en las luchas actuales y la convicción de que la transformación social es posible a través de la acción colectiva.

  6. De lucha colectiva y comunitaria: La centralidad de la acción colectiva y del protagonismo de las comunidades en sus propias luchas, reforzando la idea de que el cambio se construye en unidad y fraternidad, con énfasis en el poder de lo comunitario.

  7. Resiliente y transformadora: Un enfoque en la capacidad de las personas y comunidades para adaptarse y resistir frente a la adversidad, promoviendo una cultura de resistencia que fomente la transformación social a partir de las experiencias vividas.

  8. Global y nacional: La necesidad de articular las luchas locales en un marco global, reconociendo las interconexiones entre dichas luchas y promoviendo la solidaridad internacional, sin perder de vista las particularidades de cada contexto.

  9.  Del protagonismo colectivo y de sus voces: La canción se convierte en un vehículo para amplificar las voces de quienes son silenciados por el sistema, haciendo eco de sus historias y luchas. La diversidad de voces será esencial para la narrativa. Respeto a las diversidades: Promover un mensaje inclusivo que valore y respete todas las diversidades: de género, sexual, cultural y étnica, creando un espacio donde nadie quede fuera y donde todas las voces sean escuchadas y respetadas.

  10. Radicalización de la conciencia crítica anti sistemica: Estimular un pensamiento crítico y radical que incite a cuestionar el status quo, llamando a la acción contra las injusticias y proponiendo caminos alternativos hacia una sociedad más equitativa y libre.

Este Nuevo decálogo busca ser un faro para las nuevas generaciones, incentivando una lucha continua y comprometida por un mundo que respete la vida en todas sus formas y que promueva la equidad y la justicia social. 



 Retrospectiva 4 DECADAS 


Enamorando distancias 

entre el arte lirico y popular


1. Etapa Criolla (1982-1998): EL JUGLAR DEL AMOR

  • Inicio y Contexto: Comienza a cantar en 1982, año de la Guerra de Malvinas, influenciado por su padre, Alvero Alincastro. Se enfoca en el estilo criollo, interpretando tangos, milongas, cumbias y candombe.
  • Desarrollo Artístico: A medida que crece como persona y artista, se une a sus hermanos para formar un trío vocal. Su infancia estuvo marcada por los caminos musicales, en un entorno creativo que despertó su sensibilidad poética.
  • Temáticas: Las obras de esta etapa reflejan el amor en su múltiple faceta, a la vez que evocan la conexión con su herencia cultural y vivencias familiares. La profundidad de sus recuerdos y su relación con su padre y su madre son temas recurrentes.

2. Etapa Lírica (1999-2019): EL JUGLAR DE LA LIBERTAD

  • Formación y Mentoría: Esta etapa se caracteriza por su formación como cantante lírico bajo la guía de Ricardo Catena y otros maestros del Teatro Colón. Esto le permite integrar el repertorio clásico en su trabajo.
  • Integra Lírico y Popular: Se manifiesta una fusión entre lo lírico y lo criollo, con énfasis en la dignidad humana y el contexto social y político de su país. Utiliza su arte como vehículo para reflexionar sobre la realidad argentina y latinoamericana.
  • Producciones Notables: Durante este tiempo, crea obras que destacan la diversidad, la identidad y la unidad. Se evidencia una búsqueda por presentar la "arte popular de liberación", apostando por un mensaje de crítica social y empoderamiento.

3. Etapa Contemporánea (2020 - Actualidad): EL JUGLAR DE LA PAZ MUNDIAL

  • Contexto ActualDebido a la pandemia y pos pandemia y la agudizacion de la crisis global, asume el rol de "EL JUGLAR DE LA PAZ MUNDIAL", lo que refleja su compromiso con causas sociales y humanistas.    
  • Innovación y Vanguardismo: En esta fase, explora nuevas formas artísticas, incorporando elementos teatrales, audiovuales y de interactividad. Sus obras adquieren un carácter revolucionario, donde combina lo histórico, lo espiritual y lo social, transformando su enfoque hacia una artista integral.
  • Propuesta Dramatúrgica y Social: Presenta dramatizaciones musicales que abordan conflictos y luchas colectivas. Sus obras reflejan las tensiones sociales y buscan dar voz a las luchas de las clases más vulnerables, enfatizando la importancia de la unidad y la paz.

Conclusión General La obra de Francisco Alvero "EL JUGLAR" es un viaje a través de su vida personal e histórica, donde la música, el teatro, y la poesía se entrelazan de manera profunda. Desde su niñez en un entorno bohemio hasta su actual compromiso con el arte como herramienta de cambio social, su trayectoria es un testimonio de la influencia del pasado en el presente y una búsqueda constante por la dignidad y el respeto en el arte y la vida. Cada etapa revela capas de Sabiduría, sensibilidad y un espíritu comprometido con la justicia social y la paz mundial.

 




  



  CHATGPT RESPONDE:


  

 
 1. Que mensaje transmite el poema canción?
 
2. Que ideología se desprende?

 3. Que repercusión pudiera tener en medios físicos y virtuales?

 4. Que críticas burguesas o revolucionarias pudiera despertar?


 5. ¿Cómo se relaciona la obra con la situación política


y social actual de Argentina y América Latina?



1. El poema-canción transmite un mensaje de defensa y exaltación de la verdadera democracia, basada en el poder popular y la igualdad social. También critica duramente la dictadura, la opresión, la corrupción y el sistema capitalista y neoliberal. 2. La ideología que se desprende es revolucionaria de izquierda, enfocada en la lucha por la justicia social, la igualdad, la soberanía y la liberación de la opresión capitalista. 3. En medios físicos y virtuales, este poema-canción podría generar debate y controversia, especialmente en círculos políticos y sociales. Podría ser compartido en redes sociales y generar discusiones sobre el sistema político y económico imperante. 4. Pudiera despertar críticas tanto burguesas como revolucionarias. Las críticas burguesas podrían acusarlo de fomentar ideas radicales y peligrosas, mientras que las críticas revolucionarias podrían señalar que no va lo suficientemente lejos en su llamado a la acción. 5. La obra se relaciona con la situación política y social actual de Argentina y América Latina al abordar problemáticas como la corrupción, la opresión, la desigualdad social y la lucha por la verdadera democracia. En este contexto, el poema-canción puede resonar en aquellos que buscan un cambio político y social profundo en la región.














"El Arte Es También Una Luminosa Trinchera De Combate"


EL JUGLAR DE LA LIBERTAD "AUCA TAKI"



  1. Arte realizado por Pres@s polític@s peruanos, aun perseguidos y estigmatizados, como producto de la guerra interna sufrida en dicho país en los años 80 y 90

  2. No a la proscripción ni a la persecución ideológica!!!.
  3. No a la ley "mordaza"  del Negacionismo!!!
  4. Si, a la participación politica!!!
  5. Si a la libertad de expresion y pensamiento!!!
  6. SOLUCIÓN POLÍTICA, AMNISTÍA GENERAL, RECONCILIACIÓN NACIONAL.

























































































































































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20/5/2008

Ciber-partidos y Ciber-democracia
Ciudadanos, partidos, “gobernanza”


Aunque ya comienza a hablarse de los Ciber-partidos, y de la Ciber-democracia, los partidos políticos están aún en fase de asimilación respecto del sentido y la magnitud de los cambios científicos, tecnológicos, económicos, sociales y culturales.






 La situación por la que atraviesan los partidos políticos no ayuda precisamente a favor del logra de una democracia participativa.


Por Antonio Villacorta Caño-Vega


Los ciudadanos de los países occidentales, desde el punto de vista de la práctica política, se hallan desorientados, carentes de referentes socio-cognitivos y simbólicos, e incluso obstaculizados en su capacidad reflexiva, al margen de la importante crisis cultural existente, con pérdida de ilusión y sentido de la dirección (Ricoeur). Apenas encontramos sino movimientos articulados ante demandas concretas o muy específicas, frente a problemas como el deterioro del medio ambiente, los derechos de minorías discriminadas, el movimiento feminista, en fin, el pacifismo, que han supuesto la constitución de algunas agrupaciones y movimientos de “corrientes transversales”. Paralelamente, las expectativas sociales de los ciudadanos crecen, así como sus demandas al Estado, entre tanto ha disminuido la capacidad y los recursos públicos para su satisfacción, lo que ha generado frustración y rechazo. En los últimos tiempos, se observa que comienzan a estructurarse en redes de organizaciones ciudadanas –aún muy débiles-, con la esperanza de llegar a un control mucho más activo y efectivo del poder político.
La situación por la que atraviesan los partidos políticos no ayuda precisamente a favor del logra de una democracia participativa (F. Müller). En cuanto persiguen esencialmente la captación de electores, dirigen sus mensajes de modo cada vez más uniforme y ordenan los debates de una manera simple, primando las cuestiones coyunturales y contextuales, en contraste con las sociedades complejas y plurales del presente a las que van dirigidos, caminando hacia la convergencia en el denominado por Bobbio “tercero incluyente”. Ello da lugar a sistemas de partidos escasamente competitivos desde la perspectiva de la ordenación social, y explica fenómenos como la volatilidad del voto y los desalineamientos. La caída del muro de Berlín y  el abrupto consiguiente derrumbamiento del comunismo soviético con la desintegración del denominado socialismo real, dejaría al descubierto la existencia de una lógica autoritaria que negaba la libertad y los derechos fundamentales de los ciudadanos, al haber denigrado las instituciones y los valores democráticos. Esta evidencia ha desarmado a la izquierda socialdemócrata, que se ha relajado entregándose a la moda de los tiempos, o ha especulado con misceláneas de “terceras vías”, ante las dudas que la asaltan y las dificultades sobre cómo afrontar un proceso de renovación, cayendo en una alarmante crisis de identidad. Así, de manera particular, los partidos socialdemócratas han aceptado muy fácilmente la crítica desde las posturas neoliberales al Estado del bienestar, y han dejado de poner el acento en el favorecimiento de políticas que tienden a convertir en más iguales a los desiguales; no han sabido ser conscientes de que vivimos en un mundo en transición y que lo único definitivo es el pasado. Al renunciar a ofrecer proyectos integradores para la organización social de la complejidad, su discurso político se ha desplazado a frases como desarrollo económico, progreso, menos comprometidos que la reivindicación de la igualdad, aunque, como dice Bobbio, la justicia social no es el antónimo de desarrollo sino de injusticia social. Todo esto, ha supuesto el descuido de los derechos económico-sociales, relacionados con los valores de la igualdad y de la solidaridad, y el abandono, en definitiva, de la democracia económica, de la democracia social y de la democracia cultural.
De otra parte, aunque ya comienza a hablarse de los Ciber-partidos, y de la Ciber-democracia, los partidos políticos están aún en fase de asimilación respecto del sentido y la magnitud de los cambios científicos, tecnológicos, económicos, sociales y culturales. En particular, estamos asistiendo al estallido del fenómeno de las bitácoras políticas, no obstante, aún más como novedad estética, como elementos de marketing, y mediante la utilización desde posiciones políticamente correctas. Estamos en los albores de la creación de redes dinámicas para la comunicación con los ciudadanos y la acción partidista, un proceso en emergencia y a estudiar muy atentamente su evolución en un futuro inmediato. Los grandes medios de comunicación siguen siendo en realidad los modeladores de agenda política de los partidos e incluso de los gobiernos, y en concreto, el político se crea a través de los medios de comunicación.
Consecuencia de lo anterior, los gobiernos de finales del siglo pasado y principios del actual, se han apuntado a la tesis de la gobernabilidad, concepto acuñado por la ciencia política sobre todo norteamericana en la década de los setenta, pero que quedaría congelado hasta su confluencia en los últimos años con la gobernanza, y funcionar casi como sinónimos, presentándose a modo de adalides del nuevo realismo y pragmatismo político de una buena gestión, con olvido paladino de los principios y valores, ante lo que el cambio de las líneas políticas de actuación no constituye mayor problema.
De otra parte, desorientados ante las crisis políticas de las sociedades desarrolladas, debido entre otras razones a la aceleración de los procesos tecnológicos y a la complejidad de sus entramados sociales, en lugar de promover la mayor participación de los ciudadanos y otorgar nuevo protagonismo al Estado, la respuesta ha sido disminuir la participación ciudadana, tecnificando la conducción de la Sociedad (se habla ya de nuevos tecnócratas) y confiando en unos pocos actores institucionales, con la consiguiente delegación en otros actores sociales no estatales, como empresas, asociaciones, grupos de interés, para la adopción de importantes decisiones. Todo ello, diluye los conflictos y permite más fácilmente conciliar mediante acuerdos corporativos los antagonismos, pero discurre en línea de evidente neutralización de la legitimidad democrática. La gobernanza es, pues, un instrumento intelectual y político, que implica siempre sustituir al poder político por el mercado como mecanismo de regulación económica, pero también social. El proceso conduce a una democracia débil, en la que se diluyen los principios de autonomía, participación e información, sustituidos por la acción directa manipuladora, al objeto de neutralizar la existencia de una verdadera democracia participativa.


Contra la bondad absoluta del Estado de Derecho 

(Por una sociedad participativa y unos políticos menos entrometidos)

democracia 

La democracia participativa supone, en verdad, un nuevo modelo político. No se trata simplemente de reformar lo que hay, sino de construir un nuevo modelo, por completo diferente al de la democracia partidista o representativa.
Implica cambiar el mecanismo de toma de decisiones en el ámbito institucional, la gestión de los espacios institucionales e incluso el modo de gestión del espacio público.
Este texto, creado como basee para una charla que tuvimos hace unos días, reflexiona sobre uno de los presupuestos imprescindibles para hacer posible la participación: acabar con el expansionismo de las leyes; quitarles parte del halo democrático que las envuelve, y reducir con ello, también, la invasión de los políticos.
Quizás suene a paranoia libertaria, que es a lo que suenan las utopías cuando uno quiere que sigan siéndolo. Pero quizás por eso mismo puede merecer la pena detenerse un momento y, al menos, hacer una pequeña reflexión sobre todo esto.
El Estado de Derecho como un fracaso del diálogo.
La ley es el fracaso del diálogo. Esta es la idea que tiene que servirnos de punto de partida y sin duda a muchos les suene extraño. Incluso puede parecer una exageración, porque lo habitual es oir sólo opiniones positivas sobre las leyes. Oir que el derecho es el triunfo de la razón; que el imperio de la ley es el culmen de la democracia; que lo civilizado es someterse a la ley.
Pero ya el mejor jurista de todos los tiempos, Hans Kelsen, insinuaba en su momento que la ley no es eso . Kelsen es famoso por ser una de las primeras personas que entendió el derecho como un sistema lógico en el que en el que no hay lugar para la arbitrariedad y cada acto de poder debe venir previsto en una norma superior. Un sistema basado en la aplicación lógica de la norma escrita. La coherencia de esta comprensión estrictamente racional del sistema legal exigía partir de la diferencia entre moral y ley: la moral es lo que la gente considera que está bien o mal, la ley lo que está permitido o prohibido. Así, ser un egoísta insolidario es algo rechazable moralmente  , pero que la ley no prohíbe.
Las leyes se aplican de manera lógica, pero la norma en sí misma no se crea por cuestiones lógicas. Lejos de ello, Kelsen, que era un sabio, parte siempre de que la esencia de toda jurídica es un acto de voluntad, no de razón. O sea, que las leyes no dicen lo que dicen porque tenga que ser así necesariamente, sino porque alguien las ha escrito y ha decidido que sean así. En la sociedad hay, pues, gente que hace normas y gente que obedece las normas. Los que hacen las leyes son los únicos que, en un Estado de Derecho,  ejercen el poder; los demás, lo sufren.
Para que no se note etso, es decir, que la ley es, en gran medida, un mecanismo de dominación, solemos acudir a la idea de que la ley es justa porque se aplica a todos por igual. O sea, que los políticos, que son quienes las hacen, también están sometidos a la ley. De ese modo nos resulta menos doloroso aceptar la realidad de que hay personas que se dedican a decidir qué se puede hacer y qué está prohibido. Es cierto que ellos se someten también a las leyes, pero al fin y al cabo no es lo mismo obedecer lo que tú has creado, que lo que otros te imponen.
Históricamente, además de la igualdad en su aplicación, el organizarse mediante normas trajo un beneficio esencial: la previsibilidad. A uno le basta con mirar un papel (o, modernamente, llamar a un abogado) para saber si algo es legal o no; si se puede hacer o no, y cómo.
Sin duda, organizar así la sociedad, mediante normas jurídicas, es un triunfo frente a la violencia o al despotismo irracional. Sin embargo, por eso mismo, también es cierto que las normas evidencian el fracaso del diálogo.
Si partimos de que la violencia, la agresividad irracional y la explotación caprichosa del otro son los peores mecanismos de articulación de una sociedad libre, la ley es un remedio aceptable.
Mejor una norma escrita, hecha por unos poderosos señores y señoras pero aplicable a todos y conocida de antemano, que vivir sometido al capricho permanente de los poderosos.
En cambio, si uno acepta que en ocasiones es posible ponerse de acuerdo sin violencia, nuestro ideal ha de ser que las decisiones sean fruto del diálogo y de la voluntad de todos; no meras órdenes de los que mandan. La ley es una imposición, un parche que se pone a la fuerza, para evitar la violencia o la irrazonalidad, pero no es la situación ideal. En definitiva, como mucho la Ley es un mal menor, pero conformarse con un mal menor implica renunciar a la esencia del progreso humano; hay opciones mejores.
La poca fe en las personas
Parte de la mitificación del Estado de Derecho se debe a que hay mucha gente convencida universalmente de que somos por completo incapaces de organizarnos y de relacionarnos los unos con los otros sin recurrir a la violencia. O sin intentar imponer nuestros intereses mediante artimañas de todo tipo. Para quien viva con esta profunda desconfianza hacia las personas, la ley –evidentemente-es el único sistema posible.
La realidad demuestra, sin embargo, que a menudo es posible negociar y ponerse de acuerdo en muchos sitios y en muchas cosas. El progreso no puede venir representado por una sociedad policial en la que la convivencia sólo es posible gracias a la actitud vigilante de los legisladores. Un progreso así entendido no haría más que debilitar nuestras aptitudes personales para el diálogo. Si nos refugiamos siempre en la Ley perdemos la habilidad de negociar, de ceder, de interactuar y construir en común. En vez de ejercitar los músculos del diálogo, de ejercitar la capacidad de ceder o reflexionar buscamos un legislador que escriba una norma y nos ahorre todo ese esfuerzo. Aunque ese esfuerzo esté en la esencia misma del ser humano.
En cambio, en una sociedad basada en que aspiramos a convivir, a construir en común y participar, la ley sólo puede entenderse como un remedio subsidiario. Como un mal menor al que  sólo acudiremos en casos extremos, cuando no sea posible un acuerdo justo.
Si la ley pasa por un excelente momento de salud es porque casi nadie cree ya en la posibilidad de la convivencia. Casi nadie cree honestamente en las posibilidades de  la educación y el progreso como mecanismo de liberación. Por eso se ha extendido el lugar común de que sólo aquello que aparece regulado en una norma jurídica es aceptable y democrático.
La esperanza de una sociedad solidaria cuyos ciudadanos y ciudadanas aprendan a relacionarse solidariamente, a apoyarse, entenderse y construir el futuro juntos, exige reducir el terreno de la ley. ¿A nadie le extraña que en los países donde no hay normas jurídicas regulándolo todo la cohesión social sea mucho mayor? Por supuesto que en esos lugares la cohesión a menudo se basa en la represión, el miedo o la fuerza. Aún así el reto aunténticamente interesante es construir un mundo donde la cohesión social sea similar a la de esos países, pero descanse sobre la base de la libertad. Intentarlo en vez de conformarnos.
El desarrollo personal exige libertad; no puede venir entero previsto en una ley
Nada más lejos de mi intención que abrir el melón la duda sobre la legitimidad de las leyes. Si aceptamos gobernarnos mediante normas jurídicas, después no debemos poder eximirnos tranquilamente de cumplirlas alegando razones religiosas, ideológicas o personales. No se trata de eso aquí, sino de poner en duda la premisa: no acepto que toda nuestra vida y nuestros conflictos tengan que venir previstos y resueltos en la ley. Reclamo la provisionalidad del estado de Derecho y la necesidad de que cada vez haya menos normas, de fomentar que la gente cree y gestione sus espacios de decisión libre. La cuestión es que, a base de creernos que la ley es la bondad personificada, y de glorificar el derecho, la situación actual en las sociedades avanzadas es una tendencia general y muy extendida a reducir progresivamente las posibilidades de autoorganización de la sociedad.
Cuando uno pasa algún tiempo viviendo en cualquier país de los que llaman “subdesarrollados” lo primero que le llama la atención es la felicidad de vivir en un sitio sin tantas normas. Uno puede montar en moto sin casco; quien quiere poner en marcha una tienda no tiene más que abrir la ventana de su casa; se construye donde se puede y los problemas se arreglan a menudo en asambleas colectivas, buscando el apoyo de las mujeres o de los viejos, y tomando en cuenta la realidad del caso, en vez de aplicar a todos el mismo rasero. Entonces uno, convencido por la propaganda de la Ley, se dice: “claro, las leyes son necesarias pero…¡qué feliz se vive sin ellas!”.
Ese conformismo es el que nos permite vivir ignorando la permanente invasión de las leyes. En mis primeras estancias largas en Alemania, hace años, me pasaba justo lo contrario, volvía asqueado de los millones de prohibiciones que me impedían ir en bici sin faros o cruzar la calle alegremente. Hoy día nuestro país no es muy diferente de aquello.
Al renunciar a alcanzar un modelo de sociedad solidaria y participativa, hemos terminado por confundir el progreso social con la capacidad de regular todo mediante normas.
Consideramos avanzada a la sociedad en la que se excluye cualquier atisbo de anarquía o iniciativa no regulada. Como si las leyes fueran producto de la razón y el diálogo, y no lo que en verdad son: actos de voluntad de los políticos. Y aquí puede hablarse ya de “los políticos” como un grupo social unificado, integrado por quienes ejercen el poder de la ley y enfrentado a “la sociedad” que integra a quienes sufren el poder de la ley. Una estructura clásica de dominación, o de explotación.
En definitiva, el problema de la Ley no está en lo que es: un mecanismo igualitario de ordenación racional a partir de las decisiones que toman unos tipos designados socialmente para ello. El problema está en lo que impide. Cuando los políticos exigen que hasta el aspecto más ínfimo de nuestro existir venga regulado en alguna de las normas que ellos hacen, están volviendo ilusoria la participación ciudadana en la toma de decisiones, si por participación entendemos disfrutar de espacios libres de decisión. Los atontan, los explotan, y después se quejan de que no participen a través de los cauces raquíticos que ellos les han previsto.
El mito de la protección de los débilesA estas alturas de discurso cualquier lector de pro estará pensando que las leyes son necesarias, que sin leyes los débiles estaríamos siempre a merced de los más poderosos, de los más fuertes, de los más listos, de los más ricos. Pues sí, estoy de acuerdo. Por supuesto que hacen falta normas, sobre todo que protejan a los débiles frente a los poderosos. Normas que protejan el paisaje y el medio ambiente frente a la especulación y la explotación; normas que eviten la indefensión de los trabajadores ante sus patronos o que castiguen la violencia contra las mujeres. No me cabe duda.
Esas normas existen y parece que, tal y como estamos, deberán seguir existiendo mucho tiempo. Sin embargo a este respecto merece la pena hacer al menos tres puntualizaciones. Primera, que la idea de que la ley protege al débil frente al poderosos plantea también la de quién defiende al ciudadano frente a los políticos que hacen las leyes. Segunda, que de lo que hablamos no es de que desaparezcan las leyes, sino de que se frene de una vez la fuerza expansiva de las normas que lleva a pensar que las instituciones pueden regularlo y acapararlo todo. Tercera, que la  protección del débil exige una previa definición de quién es el débil, que la hacen los mismso que hacen las leyes.
La magnitud de esta tendencia se percibe mejor en las normas de menor ámbito. Resulta más evidente en las ordenanzas municipales que en las grandes leyes. Así, en nuestros países uno no puede ir a un mercadillo a vender o intercambiar los cacharros viejos que tenga en casa, si no
tiene licencia de vendedor y se dice que es para proteger al consumidor. Desaparecieron los mercadillos de animales, para proteger a los viandantes que se ve que no podían pasar entre el revoloteo de plumas de paloma y a los propios animales, que se arriesgaban a vivir sin vacunas. Al mimo que actúa en la calle se le pide una tasa por usar el espacio público. Los bares ante los que se concentra la gente en la calle charlando se cierran para proteger a los vecinos (de tanta charla incontrolada, se entiende). Hay normas que regulan el tamaño de los carteles que se pueden pegar en la calle, que sancionan a quien escupe en el suelo, que establecen el color con que se deben pintar las casas; para protegernos de nosotros mismos. En algunas playas están prohibidos los castillos de arena; en casi todas, los perros y hasta los balones. Todas estas normas son para proteger a los débiles, claro. Como la prohibición absoluta de fumar en todos los locales. Pero en la definición de débil (el consumidor frente a quien vende en un mercadillo, el vecino propietario de un inmueble frente a quien charla en la calle, el ciudadano tumbado en la playa frente a quien la disfruta de manera activa) hay mucho de definición del modelo de sociedad y casualmente cada vez más apunta a una sociedad conformista, pasiva, defensora de la ley.
La ficción de que el derecho protege al débil a menudo es sólo eso, una ficción. Para empezar porque la propia existencia de la norma altera los parámetros de fuerza y debilidad basta que la ley le dé a alguien derecho a algo para que éste lo ejerza de manera arrogante contra los demás. Desde que en mi ciudad hay carriles especiales para bicicletas los ciclistas se han vuelto agresivos contra los peatones. Si un peatón anda por uno de esos carriles (algo que la ley prohíbe) se expone a los timbrazos, gritos y la amenaza de atropello constante por los ciclistas respaldados por la ley. Antes, cuando ni unos ni otros contaban con el respaldo de una norma clara, ambos se respetaban y se habían acostumbrado a convivir. Lo que antes era acuerdo espontáneo, ahora es imposición normativa, y provoca un importante deterioro de la convivencia.
En fin, no dudo de que todas estas normas son buenas, sabias y una demostración de civilización, pero el derecho no lo es todo, ni es el único camino. En algunas ciudades escandinavas están descubriendo que quitar semáforos en los cruces proporciona una tremenda agilidad al tráfico.
Es cierto que en algunos países africanos nunca ha habido semáforos y, quizás eso tenga que ver con que el tráfico sea caótico, pero me resisto a creer que no sea posible un sistema de tráfico en el que los conductores (y los peatones) interactúen de tal manera que no se imponga siempre el fuerte al débil, sin necesidad de que sean los políticos los que decidan cómo debe articularse el tráfico.
Los políticos se apropian de todos los espacios de decisión
En ocasiones las leyes vienen a establecer un marco de seguridad en el que todos y todas podemos desenvolvernos sin miedo de ser débiles; pero otras veces no es así. Con frecuencia, mediante las leyes, los decretos, los reglamentos, las órdenes y las ordenanzas los políticos imponen su voluntad –casi siempre malinformada y ajena a la realidad- sobre una ciudadanía que
hasta el momento, mal que bien, había encontrado su propia manera.
Está mal visto que los ciudadanos interactúen entre sí, está mal visto que sean ellos decidan libremente la configuración de la ciudad en que habitan, está mal visto -en definitiva- que haya espacios que no vengan regulados de manera previa y estatal. El diálogo y el acuerdo están mal vistos.
Las ciudades de la mayoría de los países del sur son aglomerados anárquicos donde las calles y plazas surgen espontáneamente, donde son los propios usuarios los que definen la estructura, sin control. Así sucedía también aquí antiguamente y gracias a eso nuestras ciudades más antiguas no son todas rectas y racionales y tienen su propia personalidad. El progreso nos ha llevado a una situación del todo contraria. Antes eran los vecinos los que decidían todo, ahora son los políticos quienes toman hasta las decisiones más pequeñas respecto a la configuración de la ciudad.
Evidentemente, gracias a las normas urbanísticas evitamos aquí desmanes que sí se dan en otras latitudes: la destrucción de bienes históricos de alto valor, la contaminación paisajística, la invasión de las calzadas públicas.
Sin embargo está protección “del débil” sirve también de coartada para privar a los ciudadanos de todo poder de decisión. ¿Por qué han de ser los políticos quienes decidan dónde se ponen bancos, papeleras o aparcamientos de bicicletas? Incluso cuando en alguna ciudad la gente
se ha acostumbrado a usar un determinado hueco para sentarse a charlar o aparcar sus bicicletas, pese a ello los políticos se sienten siempre legitimados para definir el modelo de ciudad.
Poco importa que los ciudadanos y ciudadanas prefieran las plazas con zonas verdes, o que quieran que los centros cívicos abran los sábados, o que prefieran colocar en las calles bancos para descansar. Los políticos no respetan nada que no sea su propio capricho y creen incluso que entre sus funciones está la de sustituir a sus ciudadanos. Y eso es así porque creen, equivocadamente, que al designarles para su cargo el resto de ciudadanos renunció a decidir nada y aceptó a someterse a sus ocurrencias malinformadas. Como si en una clase de la Universidad los alumnos eligieran a un delegado de curso y éste se creyera que por estar elegido puede colocar los exámenes en las fechas que a él personalmente más le convengan.
En nuestro sistema actual los programas políticos recogen la voluntad del partido. Son exhaustivos y se hacen con la promesa de que “si ganamos, imponemos nuestro programa” .  Creen que  si los designan para un cargo o una función, los ciudadanos les están dando carta blanca darán carta  para imponer una voluntad; ninguno propone decidir menos, ampliar la democracia y dejar que las hombres y las mujeres que no tienen cargos públicos construyan y administren zonas de libre decisión.
En en este modo de entender la sociedad, extendiendo el terreno de la ley y las instituciones, hay una terrible perversión del ideal democrático. Por mucho que a los políticos les parezca lo contrario, la esencia de la democracia no está en nombrar a cargos para que decidan en nombre de los demás. La esencia radical de la democracia es justo lo contrario: lograr  que cada uno pueda participar lo máximo posible en las decisiones relativas a su propio futuro. La democracia no es elegir dictadores cada cuatro años, ni imponerse a la minoría; la democracia es libertad para decidir cotidianamente dentro del respeto a los demás. Sólo eso.
Participar es decidir
Democracia, por tanto,  es decidir y respetar. Sin embargo, la intelectualidad institucional intenta reducir la idea de participación a que los ciudadanos colaboren -cuando sean llamados a ello- en toda clase de mecanismos consultivos, vacíos de contenidos. La mayoría al final sólo sirven para legitimar la opresión política: consejos asesores, plazos de alegaciones públicas,  supuestas asambleas participativas (casi siempre controladas y capadas)… son más de lo mismo. Migajas que ofrecen algunos políticos que, sin renunciar a su poder, quieren parecer cercanos a la sociedad y tolerantes con las decisiones populares.
Pero las migajas no bastan para construir un sistema que realmente pueda llamarse democrático. La democracia participativa implica un cambio radical de mentalidad: frenar decididamente el terreno de la ley; acabar con tantas normas arbitrarias que ocupan innecesariamente espacios donde serían posible decisiones fruto de la iniciativa y la libertad anárquica de la ciudadanía.
La auténtica participación democrática no es acudir a la llamada de los políticos. No es colaborar en los referéndums, consultas, audiencias y votaciones que ellos planteen, sino tener la capacidad de decidir día a día. Implica libertad en la iniciativa y control sobre la decisión final. Es una idea que, sin duda, debe plasmarse de manera distinta en el terreno de la participación en las instituciones y en el de la gestión autónoma del espacio público. Pero debe abarcar a ambos. Decidir en nuestra vida ciudadana, pero también en la gestión pública: libertad para que sea la sociedad quien decida de qué color se pintan las casas, qué espacios públicos deben ser peatonales, cómo deben organizarse los turnos en la piscina pública o a qué hora se cierra el mercado.
En los ámbitos institucionales la idea de democracia representativa puede encontrarse con más limitaciones, pero también tiene un espacio propio: así, en el seno de la Universidad pública, no basta con consultar a los estudiantes a la hora de establecer los horarios de clases, sino que es necesario permitir ellos los que en última instancia decidan estos horarios.
En la calle, en cambio, el papel de los políticos debería ser justo el contrario al actual: en vez de acaparar decisiones -con la soberbia que da el creerse que su elección es una auténtica patente de corso-, trabajar para liberar espacios desregulados e incitar a la participación espontánea. En definitiva, fomentar, apoyar y armonizar la gestión autónoma del espacio público.
Tengo amigos y amigas que son o han sido políticos y, pese a eso, son personas excelentes. Incluso conozco a algunas personas que aspiran a ocupar un cargo público, y se presentan a las elecciones y aún así son intrínsecamente buenas. Sin embargo, en la medida en que no sean
conscientes de que la parte esencial de su trabajo debería ser renunciar a sus propias competencias, resultarán tan peligrosos como los demás.
En un modelo participativo los responsables políticos, deben trabajar día a día para quitar terreno a la ley, allí donde pueda no ser necesaria. Quizás los músicos callejeros deben encontrar su espacio mediante el diálogo cotidiano con la gente -como lo encuentran las colectas populares de los grupos de villancicos o los ensayos de las bandas de música para las fiestas populares – y seguramente no sea necesario prever licencias municipales para todo. Posiblemente tampoco corresponda al Estado agotar todas las posibilidades de decisión sobre le urbanismo. Y hay medidas para defender al consumidor menos intensas que prohibir los mercadillos de intercambio y venta de enseres viejos o cerrar los bares donde la gente charle de pie o tire las cáscaras al suelo.
victoria
Sé que todo esto suena tremendamente impopular. Implica un esfuerzo para confiar en la incertidumbre de la desregularización y aprender a tolerar incomodidades. Todos preferimos que la ley obligue a un modelo que, junto a la comodidad de que todo viene ya previsto, nos regala apariencia de progreso y de civilización.
Además, como buenos progresistas, queremos que el derecho ampare a los ciudadanos de
progreso frente a los que fuman, frente a los que gritan en los bares, frente a los que ensucian las calles o afean las fachadas. También exigimos que desaparezca la arbitrariedad aunque nos lleve a convertirnos en una sociedad fría, insulsa y apática.
Algún día, cuando todos seamos iguales -igual de racionales, limpios y obedientes- alguien protestará contra todo esto. Seguramente sea un poco tarde. Quizás para entonces nuestras ciudades se hayan convertido en un aeropuerto; en un espacio donde todo está prohibido y regulado, por donde hay que transitar con el carnet en la boca y sometidos a normas que especifican el tamaño y la textura de todo lo que podemos hacer o tener. Ya hemos conseguido vivir en Alemania; lo próximo, el aeropuerto.

1 Respuesta por “Contra la bondad absoluta del Estado de Derecho (Por una sociedad participativa y unos políticos menos entrometidos)”

  1. [...]  Contra la bondad absoluta del Estado de Derecho (por una sociedad participativa, y unos políticos m…), por Joaquín Urías [...]

1 comentario:

  1. AMIG@S L@S INVITO A VER Y COMENTAR MIS BLOGS... http://www.eljuglardelalibertad.blogspot.com/

    http://eljuglardelamor.blogspot.com/

    …Poemas que Rugen de Amor para la Victoria
    Revolucionarios... y para Revolucionar nuestra vida.

    “Para la victoria personal y fundamentalmente colectiva, eterna desde corazón, concreta de la vida cotidiana, que involucra todas las esferas de lo humano, -incluyendo, por supuesto, lo social y político- en el profundo sentido de la palabra, como sinónimo de proceder y compromiso individual y colectivo, en la tarea de consensuar y socializar la vida, la alegría, la paz, la justicia, con todo nuestro ser. Porque si florecemos desde el espíritu, la razón y la conciencia... realizando nuestra revolución humana, puede florecer la sociedad y aromar tiempos mejores.

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