"Guerrillera
de la paz."
Por Nuestro derecho fundamental.
CHACARERA
De
Francisco Alvero, EL JUGLAR ®
Del Amor y la
libertad
Quiero cantarle a Colombia,
Con un sabor sin fronteras
Derribando las barreras
Pa todas las compañeras
Quiero cantarle a esa tierra,
De la paz mensajera!
Mensajera de la paz
también de la libertad
Entrañas del amor total
Le canto a la pachamama,
Voz insurgente y morena,
Que va alegrando mis venas
por justicia y dignidad
Le canto a la pachamama
Guerrillera de la paz.
Guerrilleras del amor
Guerrillera de la paz,
Verde solar popular
Defiendo nuestra cultura,
Nuestra cultura de paz.
Cerrando heridas de guerra,
En abrazo popular.
Pa Colombia y Venezuela
Para ellas va mi cantar.
Hay una pura verdad.
que no podrán ocultar
brilla y late en el cantar.
Nada, nada es imposible,
Eso al menos creo yo
poniendo objetivos claros
y fuerza de cara al sol
En el corazón, hermanos
Ya florecerá el amor.
Chacarera, chacarera
Guerrillera de la paz
Como la calandria volando,
Vamos a cantar, soñar y luchar,
Por la pacha universal
Vientre de la libertad
II
Guerrillera flor de paz
Codo a codo con tu pueblo,
La victoria llegará.
Nada, nada es imposible,
Se los puedo asegurar,
Si abrimos ya los caminos,
Con coraje y voluntad
Nada, nada es imposible,
lo digo aquí en mi cantar.
...Si alumbramos de verdad
Nuestra senda popular
Que malo puede pasar?
Si crees que yo exagero,
Tal vez no ansíes la paz?
Nunca, nunca, compañero
te vayas a conformar,
Pues después del cese al fuego
viene lo fundamental.
La paz es nuestro deber.
Nuestro derecho también
No lo debes olvidar
Si te subes a este cambio
Que afirmas que es necesario
Defendamos lo alcanzado,
pa' poder profundizarlo
Entonces toma su mano
Y vamos juntos nomás
Los sueños de las guerrilleras de las FARC luego de dejar las armas
Estas
mujeres han pasado años combatiendo con las FARC, que tras el acuerdo
de paz retomarán sus planes de vida, lejos de la guerrilla.
Las FARC con sus 7,000 miembros en armas son el movimiento guerrillero en actividad más antiguo de América Latina. El gobierno también realiza conversaciones para un desarme con el otro grupo guerrillero, un poco más pequeño, el Ejército de Liberación Nacional. Muchas mujeres jóvenes forman parte de este grupo, pero ahora que la paz está cerca piensan en lo que harán una vez que dejen las armas.
Estas son algunas de esas mujeres que tras el acuerdo retomarán sus planes de vida, lejos de la guerrilla. Las imágenes fueron tomadas en el campamento guerrillero en la jungla sureña de Putumayo, Colombia.
Yiceth, sostiene su arma y porta el uniforme de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), en un campo de la guerrilla en Putumayo, Colombia. Yiceth, de 18 años, lleva cuatro años en las FARC, tras la desmovilización quiere terminar la educación secundaria para estudiar enfermería.
Sofía, de 19 años, dijo que ha pasado seis años con las FARC y le gustaría estudiar derecho tras desmovilizarse.
Diana Marcela, de 28 años, dijo que ha pasado 13 años con las FARC y le gustaría terminar la secundaria y estudiar fotografía tras deponer las armas.
Yeimi, de 23 años, dijo que ha pasado 10 años con las FARC y le gustaría estudiar sistemas.
Rubiela, de 32 años, dijo que ha pasado 10 años con las FARC y le gustaría estudiar odontología.
Mayerli, de 18 años, dijo que ha pasado cuatro años con las FARC y le gustaría estudiar enfermería.
Carolina, de 18 años, dijo que ha pasado tres años con las FARC y le gustaría estudiar ingeniería.
Derly, de 24 años, dijo que lleva nueve años con las FARC y le gustaría estudiar medicina.
Rentería, de 18 años, dijo que lleva cuatro años con las FARC y le gustaría estudiar ingeniería.
El proyecto de vida de una joven guerrillera de las FARC en una Colombia en paz
Nuestro partido es Colombia
25 October, 2016
2484 Views
Por Alexa Schulz / Paxcolombiasi.orgSabana del Yarí
Son múltiples las opiniones, ideas y especulaciones que se tejen en las ciudades colombianas sobre cómo es la vida de las FARC en el monte y en la escarpada geografía de este país donde se ha librado un intenso conflicto de más de 50 años. Sin embargo, es difícil hablar de esa vida en la montaña si no se ha estado allí con los guerrilleros y con los miles de colombianos que deben enfrentar esa realidad bélica a diario.
Paula Sáenz es una guerrillera del Bloque Comandante Jorge Briceño, que ingresó a los 16 años a las FARC y lleva con ellas una década en la selva colombiana. Al entablar diálogo con esta joven insurgente nos contó un poco de lo que ha sido su experiencia de vida en las filas guerrilleras y las relaciones humanas que existen y se establecen al interior de las FARC.
Como todo combatiente, Paula, una joven colombiana que como la mayor parte de su generación ha carecido de oportunidades porque el Estado es inexistente prácticamente en las zonas rurales del país, es una enamorada del proyecto revolucionario, se siente comprendida en las filas de las FARC por el apoyo mutuo y moral de todos los compañeros del campamento; con ellos debe compartir los días, las noches, las situaciones difíciles y las de alegría o victoria. Pero sobre todo, son los ideales políticos los que orientan su lucha popular, no obstante que es consciente que buena parte de la sociedad colombiana condena la lucha armada, no comprende sus alcances y, por lo tanto, juzga muy negativamente su causa.
“En las FARC no se presenta ninguna clase de violación sexual. Las mujeres no son objeto sexual de los comandantes y no se llega a ningún cargo por sexo. En las FARC hay seres humanos, no maquinas de guerra; hay hombres y mujeres que lloran, sienten, se enamoran y se entregan al proyecto hasta dar la vida por él, por el pueblo que defienden, por la esperanza para las futuras generaciones. A las combatientes se las ha satanizado; ellas son insurgentes con mucha dignidad, con una lucha indoblegable, incansable; están en un ejército revolucionario, con principios marxistas, leninistas, y no un prostíbulo como lo han querido presentar”, afirma Paula al referirse a las relaciones humanas entre guerrilleros y el ideal que encierra la lucha armada en Colombia.
La lucha guerrillera en un país con índices de desigualdad económica y exclusión social tan elevados como Colombia, ha motivado también a personas de otras latitudes del mundo a unirse a las filas de la insurgencia, convencidas por el ideario político revolucionario que la sustenta. Es el caso, por ejemplo, de la joven holandesa Tanja Nijmeijer, conocida ahora por su nombre de combate, Alexandra Nariño. O también el de Natalie, oriunda de Francia, y como ellas muchos más, que hacen parte de esta lucha porque, como lo han reiterado, les duelen las injusticias que ocurren en un una sociedad tan desestructurada e injusta como la colombiana
Paula comenta que en esta nueva etapa de cese bilateral del fuego, su tiempo está centrado en la llegada de la paz y el trabajo que falta por realizar para que se concreten los acuerdos suscritos en La Habana. Su deseo a corto plazo es continuar en las FARC, ahora que proyecta convertirse en movimiento político, y más adelante tiene previsto estudiar para convertirse en una buena comunicadora social.
Centenares de jóvenes que como Paula se enrolaron en las FARC anhelan la paz entendida ella como un escenario de oportunidades y de mínimas garantías sociales para poder vivir dignamente. A ellos que un Estado indolente como el colombiano los forzó a la guerra, porque no tenían más posibilidades que irse al monte, también les duelen los muertos, sus compatriotas, y el trágico final de aquellos hombres envueltos en banderas que son entregados a sus madres, por una guerra que hoy no tiene razón de ser.
Por eso es que las FARC, como movimiento político, espera alcanzar lo que trazaron sus comandantes Manuel Marulanda, Jacobo Arenas, Alfonso Cano y Jorge Briceño: conquistar la paz con justicia social que es lo que merecen los colombianos.
Colombia: Gobierno y guerrilla evaluaron los 100 días de Acuerdo de Paz
El
gobierno colombiano y las guerrillas de las FARC después de evaluar los
primeros 100 días de la implementación del Acuerdo de Paz, acordaron
mantener el cronograma para la entrega de las armas y la conversión del
grupo insurgente en partido político.
En
un comunicado conjunto las partes informaron que después de dos días de
trabajo (sábado y domingo), en Cartagena, hicieron seguimiento y
evaluación de "los 100 días de implementación, se identificaron las
dificultades".
En
el marco de la Comisión de Seguimiento, Impulso y Verificación a la
Implementación (CSIVI), fue analizada las Leyes que se tramitan en el
Congreso y se priorizará "el trámite de las normas necesarias para la
implementación del Acuerdo Final".
Durante
el mes de abril, el gobierno "presentará ante el Congreso un paquete de
proyectos de reforma constitucional y de ley para el desarrollo del
Punto 1 del Acuerdo Final (Desarrollo Agrario Integral), además de la
creación de la Comisión de la Verdad y de la Unidad de Búsqueda de
Personas Desaparecidas".
En
el tema de garantías de seguridad, se definió "agilizar la activación
de los mecanismos e instancias establecidas en el Acuerdo Final,
incluyendo el diseño y puesta en marcha del Pacto Político Nacional, que
busca garantizar el efectivo compromiso de todos los colombianos para
que nunca más se utilicen las armas para hacer política".
En
el tránsito a la legalidad las Fuerzas Armadas Revolucionarias de
Colombia á (FARC) completarán el listado de todos sus hombres y mujeres
"en los próximos días, incluyendo las milicias, para efectos de agilizar
su acreditación y reincorporación".
El
gobierno colombiano se comprometió a dar "el apoyo necesario a las
instancias competentes encargadas del trámite de amnistías con el fin de
agilizarlas".
En
el mes de abril las Zonas Veredales Transitorias de Normalización
(ZVTN), deben estar totalmente adecuadas en su infraestructura y salud
para garantizar la recepción de las armas de al menos siete mil
combatientes que se encuentran concentrados en dichos lugares.
Para
la fase de reincorporación, se realizó "una revisión de los programas y
se definió la oferta institucional y de proyectos productivos para los
hombres y mujeres de las FARC, con el fin de brindar seguridad
socioeconómica una vez termine su tránsito a la legalidad".
Las
partes se comprometieron a mantener y acelerar el cronograma de la
dejación de armas de "los integrantes de las FARC que hacen parte del
Mecanismo de Monitoreo y Verificación, y de las personas que empezarán
la capacitación para ser parte de la Unidad Nacional de Protección".
Colombia: el destino de las combatientes de las FARC-EP
Techo de cristal no desaparece con la paz
Colombia: escenario de una de los enfrentamientos armados más largos de
la historia del planeta. Durante este, las mujeres han sido una
presencia importante, pero también la población más castigada: sometidas
a esclavitud sexual, amenazas, abortos forzados, violaciones,
desapariciones y asesinatos.
Hoy en día, después de los acuerdos de paz, el destino de las combatientes es incierto.
Las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo (FARC-EP) han tenido una actitud ambigua con respecto a las políticas de género. Por un lado, reglamentando internamente los aspectos relativos a la igualdad entre los militantes, por ejemplo, mediante la regulación del uso de alcohol y drogas -una de las causas de la violencia de género – por otro lado, imponiendo prácticas autoritarias como el aborto forzado.
La fuerte presencia de las mujeres en la guerrilla se debe en parte a la garantía de libertad que ha permitido a algunas escapar de la violencia doméstica o a la trata de personas. Igualmente, desde el año 2002 casi ocho mil mujeres han decidido abandonar la lucha armada.
María Emma Wills, quien dirige el Centro Nacional de la Memoria, subraya la existencia de grandes diferencias entre las distintas partes del conflicto: “el papel de las mujeres en los grupos paramilitares y en las FARC-EP es muy diferente, incluso numéricamente. De hecho, en el primer caso representan el ocho por ciento, mientras que en este último llegan al 40 por ciento. Las mujeres de los sindicatos paramilitares, como Rocío Alias, Neila Alfredina Soto y Eleonora Pineda, tenían la tarea de tejer relaciones públicas y de conectar a la política oficial con el paramilitarismo.
Mientras el papel de la mujer en la vida cotidiana dentro del ejército paramilitar fue siempre explícitamente despreciado: reclutadas para el trabajo doméstico, a menudo objetos de abuso sexual. En cambio, dentro de la FARC-EP existía un proyecto ideológico y consecuentemente una diferencia. Muchas chicas que vivían situaciones de profunda violencia doméstica, expulsadas emocionalmente por sus propios familiares, encontraron en las FARC un trato igualitario”.
En el último discurso del presidente Santos, después de la firma de los nuevos acuerdos de la Habana el tema de “la ideología de género” ha sido uno de los puntos más controvertidos. Las partes que defendieron el NO en el plebiscito por la paz y la Iglesia Católica se han lanzado en defensa de los valores tradicionales de la familia.
“Hay que tener en cuenta nuestra situación como mujeres. Algunas tenemos hijos que además crecieron en contextos difíciles. Hace meses sufro de insomnio, casi no puedo comer”, dice una ex guerrillera, que entró a las filas de las FARC-EP a los 13 años y ahora tiene 29.
LAS MUJERES EN LOS ACUERDOS
Adriana Benjumea, directora de la asociación Humanas, que participó en los acuerdos de la Habana, se muestra contenta: “se han incorporado en los acuerdos algunas propuestas clave como la inclusión en el Tribunal Especial para la Paz de un comité específico para hacer frente a la cuestión de la violencia de género durante el conflicto”.
No comparte esta idea Edilia Mendoza, integrante de Mujeres Rurales Colombianas: “Las compañeras que han luchado por sus tierras no fueron escuchadas. Hay varias formas de violencia contra la mujer, no sólo la sexual. La injusticia en el reparto de la tierra, la difícil situación alimentaria. Se habla de más de 5 millones de agricultoras que han sido abandonadas o que han quedado viudas”.
EMPODERAMIENTO
Victoria ingresó en las filas de las FARC-EP en 1993: “las mujeres eran un poco menos de la mitad del ejército. Entrar en la guerrilla es una forma de empoderamiento en un país machista como Colombia. Las mujeres se sienten reconocidas y capaces de tomar decisiones. Dentro de las FARC-EP no se tolera el acoso sexual, considerado uno de los crímenes más graves, que se castiga con la ejecución. Al mismo tiempo, estamos hablando de un ejército rural, heterosexuales, en donde la homosexualidad no está permitida: pena la expulsión”.
De acuerdo con datos del Ministerio del Interior, el 87 por ciento de las mujeres combatientes han tomado el fusil cuando no habían alcanzado la edad de dieciocho años. Muchas fueron reclutadas en las escuelas de pueblo, a través de un contacto con un miembro de la familia perteneciente a las guerrillas, o vinieron a defenderse de la violencia del tráfico de drogas, mientras que otras por convicción ideológica.
Es el caso de Myriam, del EPL, (Ejército Popular de Liberación), otro grupo rebelde armado: “Cuando me alisté yo era profesora en una escuela rural. A diario veía la injusticia. Sentí la necesidad de un cambio. Era 1984, y la violencia revolucionaria me parecía ser la única posibilidad. Ahora sólo espero que la paz sea el camino”.
MATERNIDADES
La ACR, la Agencia Colombiana para la Reintegración, es un organismo estatal que acompaña a estas mujeres hacia una nueva vida en la sociedad. Entre las normas internas de las FARC-EP la maternidad está explícitamente prohibida. María Emma Wills explica cómo “dentro de las FARC-EP muchas mujeres han huido a causa del autoritarismo que regulaba su vida sexual y reproductiva”.
Una guerrillera de Mapiripán, un municipio de Colombia, en el que en 1997 los paramilitares asesinaron a decenas de civiles, decidió huir: “con el primer embarazo no tuve otra opción y estuve obligadas a abortar. La segunda vez di a luz, pero después de un mes mi hijo fue llevado a un campamiento diferente. Ocho meses más tarde fui asignada al batallón donde estaba mi bebé, entonces decidí huir”.
Wendy tiene una historia similar, proviene de la región de Antioquia - una de las más afectadas por el conflicto: en 2010 tuvo un hijo, pero poco después del parto ha perdido su rastro. Desde entonces, lo está buscando. “Decidí junto con mi pareja de mantenerlo, pero sabía que si quería continuar mi vida como guerrillera tenía que dejarlo en la custodia de un miembro de la familia. He intentado hacerlo, pero mi hijo no terminó en las manos de los hombres de confianza que conocía”.
UN REINTEGRO QUE NO ES ROSA
Si la vida en la montaña no es fácil, ni siquiera el reintegro es todo color rosa. El estigma, el nuevo ritmo de la vida urbana y un pasado de violencia a menudo hacen difíciles los primeros pasos hacia la nueva cotidianidad de estas mujeres. Por otra parte, no todos los que trabajan con las víctimas tienen una adecuada percepción de lo que significa un apoyo psicológico integral: “Casi no puedo vestirme con cosas consideradas femeninas. He estado acostumbrada a portar el uniforme. Pero aquí me dicen que tengo que ponerme los tacones, usar maquillaje, y me siento incómoda, no puedo caminar, no puedo...”, cuenta una niña de rasgos afro-caribeños.
Precisamente por esto Myriam, con un pasado de guerrillera, está trabajando en el norte de la región del Cauca, en el suroeste del país, en la comunidad donde vive “para ayudar a las demás compañeras, recordándoles sus derechos si se encuentran en situaciones de violencia, especialmente la doméstica y económica”.
Durante el último congreso de la FARC-EP, en los llanos del Yarí en el sur del país, en septiembre pasado, un tema importante ha sido el de las cuotas de género. María Emma Wills comentó cómo la importante presencia numérica de las mujeres en la guerrilla no se ha traducido en una real representación durante los acuerdos de La Habana: “En la transición a la vida política, el riesgo es que, como en Nicaragua o El Salvador, las mujeres no están representadas ecuánimemente. Esto se aplica a las FARC-EP, y también a las partes institucionales que han negociado con las FARC-EP. El techo de cristal está siempre presente, adentro y afuera de la lucha armada”.
*Periodista italiana, investigadora con enfoque género.
Imagen retomada del portal farc-ep-occidente.org
Por: Virginia Negro* Cimacnoticias | Ciudad de México.-
Lunes 19 de Septiembre de 2016 - 07:00 PM
"Es imposible" que Colombia diga "No" a la paz: Guerrillera holandesa de las Farc
El Diamante Tanja Neimejer, la holandesa que
lleva 13 años en filas de la guerrilla Farc, está convencida de que
Colombia votará "Sí" al acuerdo negociado con el gobierno para poner fin
a medio siglo de violencia.
Para entrar en vigencia, el acuerdo de paz, que será firmado el próximo lunes 26 en una pomposa ceremonia en Cartagena, debe ser antes aprobado por los colombianos en un plebiscito convocado para el 2 de octubre.
"Creo que los que están promoviendo el 'No' no es la gente que ha sufrido la guerra, no son las víctimas, no es la gente de campo; es la gente en Bogotá en las oficinas, que nunca ha sufrido la guerra", enfatizó Neimejer, también conocida por su nombre de guerra Alexandra Nariño.
La guerrillera nacida hace 38 años en Denekamp, Holanda, cuestionó la "desinformación" que prima según ella en quienes propugnan el "No".
"Los argumentos que utilizan muchas veces son basados en la desinformación, en la mentira, desconociendo los logros del acuerdo. Creo que es muy fácil con una buena pedagogía - el gobierno lo está haciendo y nosotros también, en la guerrillerada, en la población, en las áreas- convencer a la gente de decir 'Sí' en el plebiscito", apuntó.
Neimejer, que viajó a Colombia en 2000 para un intercambio universitario y tras interiorizarse de la realidad del país regresó en 2003 para unirse a las Farc, integró la delegación de paz de la guerrilla en las negociaciones iniciadas en La Habana en noviembre de 2012.
Publicada por
AFP, EL DIAMANTE
“MI PADRE SON LAS FARC”. La tercera generación de guerrilleros, jóvenes que no han conocido la paz. A la espera del futuro, entre realidad e ilusiones
La guerrillera Xiomara Martínez: “No vamos a salir a jornalear”. Foto León Darío Peláez-Semana
Cuando
la paz sea por fin una realidad, después de haberla esperado tanto
tiempo, el 80 por ciento de los combatientes del bloque “Jorge Briceño”
tendrá derecho al indulto. Eso implica que, dejando de lado los jefes,
todos los demás podrán volver a casa sin tener que pasar por un
tribunal. Volver a casa. Sí, ¿pero cuál casa? La realidad es que muchos
soldados no tienen a dónde ir. Su casa son las FARC.
Son la tercera generación de
guerrilleros, nacidos a fines de los ’80, cuando el país estaba en plena
guerra. La mayoría de ellos escaparon de la violencia de los
paramilitares. Se convirtieron en hombres y mujeres con un AK-47 al
hombro. Sin estudios. Sin saber qué significa tener algo más que dos
uniformes y una muda de ropa. Más una hamaca, una radio y una linterna.
Sin saber lo que significa tener dinero en el bolsillo, un celular,
internet. Nunca tuvieron aspiraciones individuales. Nunca debieron tomar
decisiones. Convencidos de que la vida seguirá siendo siempre igual,
viviendo con sus compañeros. Que nunca se van a separar.
Sin embargo, la vida que llevan quedará
completamente trastornada dentro de pocos meses, cuando el adiós a las
armas ya no tenga vuelta. “Yo no quería ser guerrillero, no quería”
“Quería ser futbolista. También estudiar sistemas”. Pero Arley Biohó no
pudo escapar a su destino de hijo de un sindicalista de las plantaciones
bananeras, militante comunista y finalmente reconocido comandante de
las FARC. Su padre se “enmontó” y su mamá también los abandonó. Junto
con sus tres hermanas empezaron a pasar de casa en casa. Después empezó
la persecución de los paramilitares y su padre le insistió para que se
enrolara pero él se resistía. Hasta que un día no pudo más. Cedió y se
enroló junto con sus tres hermanas. “Yo tenía 14 y ellas 16, 12 y 11”.
Ahora espera la ratificación de los acuerdos que establecen la búsqueda
de los cuerpos de los desaparecidos en guerra para reclamar el de su
padre –muerto en un bombardeo en 2010- y darle digna sepultura. “Yo
quiero ser como él. Mi papá fue un comunista a morir”, dice. “Uno sabe
cuál es la clase a la que uno pertenece: la clase pobre”. ¿Y después de
la guerra? Ya no podré ser futbolista pero al menos puedo estudiar. A mí
me gusta el estudio”. Sueña con convertirse en un dirigente político,
como su padre. “Yo quiero mucho a las FARC porque ellas me criaron. Mi
papá son las FARC”.
“Me comprometo a ser un gran cantante”.
Alexander tiene 26 años, toca la guitarra y canta una canción que ha
compuesto hace unos días: “Quisiera ser un martillo para estripar la
guerra, quisiera ser una hamaca pra dormir el dolor, quisiera ser un
ladrillo para construir la paz”. Estudió hasta quinto grado de primaria y
a los 15 años decidió ingresar a la guerrilla. Sus canciones son
melancólicas. “He visto compañeros desaparecidos, sin hígados. La guerra
es desastrosa. No da ningún fruto”.
Alexander ha il sogno di diventare “un
grande artista del popolo” e suonare un giorno con Silvio Rodríguez, il
cantautore che più ammira. “Voglio andare a Cuba e conoscerlo perché lui
è un comunista a tempo completo”. E poi, soprattutto: “essere qualcuno
ed aiutare la Colombia”.
“No vamos a salir a jornalear”. Xiomara
Martinez tiene 29 años. Tenía 12 cuando se unió a la guerrilla.
“Mentiría si dijera que uno entra a la guerrilla por conciencia. Más
bien las FARC fueron un refugio para nosotros”. Tuvo que huir, junto con
su familia, de los paramilitares y de un conflicto cada vez más
violento. La escuela donde estudiaba se cerró y los jóvenes se quedaron
sin hacer nada. “De mi vereda todos nos vinimos a la guerrilla”. Ella
también afirma que las FARC fueron su escuela. “Estando aquí uno
entiende que hay que organizar a las masas porque hay que cambiar el
Estado”. Ni se le cruza por la cabeza la idea de tener una vida
individual. “Debe haber un fondo para sostener el partido. Lo que no
vamos a hacer es salir a jornalear o a meternos en una cocina”.
(2/3. Continua)
Libre reelaboración de la serie de
reportajes del semanario colombiano Semana, titulado “Los últimos días
de la guerra”. El artículo original se puede leer aquí.
La galería di fotografías del frente “Jorge Briceño” se puede ver aquí.
“MI PADRE SON LAS FARC”. La tercera
generación de guerrilleros, jóvenes que no han conocido la paz. A la
espera del futuro, entre realidad e ilusiones
LUCERO PALMERA: BELLÍSIMA GUERRILLERA COLOMBIANA
Hoy, cuando ya no está físicamente con nosotros, Lucero sigue siendo,
como será en la Colombia Nueva un símbolo de mujer luchadora, digna
continuadora del ejemplo de las Juanas que integraron el ejército
libertador en la inolvidable gesta de la primera independencia; de esas
libertadoras que agarradas a grupa del caballo de los libertadores
atravesaron el páramo de Pisba para vestirse de gloria en Boyacá.
“. . . pero en su celda se cuela, la luz que lejos expide un lucerito caribe, que lo sueña entre palmeras…” (De la canción El Tigre playonero, del cantautor fariano Cristian Pérez).
La conocí a mediados del año 1990 en su natal Becerril. Rebelde,
desbordante de energía y vitalidad, amante de la cultura y el deporte;
ingeniosa y optimista contagiaba con su alegría y belleza perijareña
cada espacio donde actuaba. Le decíamos “La Toya”, un apelativo
relacionado con su nombre de pila: María Victoria Rubio Hinojoza.
Yo había terminado los estudios secundarios en el Colegio Nacional
Loperena y me había trasladado a Becerril (Cesar) a ayudar en el impulso
del movimiento político Unión Patriótica que había logrado elegir
alcalde y cuatro concejales en ese municipio, entre los que sobresalía
el fogoso y carismático dirigente popular Alexis Hinestroza, asesinado
años después delante de su familia en el corregimiento de Estados
Unidos, por el paramilitarismo de Estado. De Alexis recibí la misión de
acompañar la lucha de los estudiantes del colegio Turbay y así entre
reuniones y mítines conocí a “La Toya”, quien al ingresar a las filas
guerrilleras adoptaría el nombre de Lucero Palmera.
En diciembre de ese mismo año subimos con otros estudiantes la serranía
del Perijá, a una entrevista con el comandante Simón Trinidad, por esa
época integrante del estado Mayor del Frente 41 “Cacique Upar” de las
FARC-EP. Simón nos habló de los peligros y estragos de la “guerra sucia”
desatada por el Terrorismo de Estado contra el movimiento popular y de
la importancia que la juventud colombiana se vinculara a la lucha
guerrillera para defender con las armas, los derechos políticos y
sociales. Nuevamente el carácter y la personalidad de Lucero sobresalió
entre toda la delegación, cuando sin mucho preámbulo ni protocolos
aceptó el compromiso, tomando a los 16 años la decisión de hacerse
guerrillera de las FARC-EP, decisión que sólo conocimos meses después,
cundo en el pueblito se regó la noticia como verdolaga en playa.
Viéndola en la entrevistas [https://youtu.be/8C4XKlYjKbA]
que concedió después de su captura en Ecuador, al periodista sueco Dick
Emanuelson y al compararla con la joven que conocí al inicio de los
90s, me invade el orgullo fariano de ver cómo nuestra escuela insurgente
de formación ideológica, político-militar y cultural, construye
ciudadanos y ciudadanas con sentimiento de patria, conciencia social,
defensores de los derechos de los humildes, amantes de la naturaleza,
sensibles ante el sufrimiento ajeno. Nuestra escuela nueva va forjando
la nueva sociedad: La Nueva Colombia.
En una de las audiencias de los juicios por montajes judiciales
orquestados por el imperio gringo contra el camarada Simón Trinidad, el
fiscal de la causa quiso golpear el ánimo del comandante insurgente
proyectando en una pantalla la fotografía de Lucero, acompañando su
acción de la pregunta ¿conoce usted a esa mujer? ¿Es esa alias Lucero?
Escribe el periodista Jorge Enrique Botero en su libro “El Hombre de
hierro”, que Simón observó la fotografía con interés y respondió
pausadamente: “No señor fiscal, esa no es alias Lucero, esa es la
bellísima Lucero”. El fiscal, desarmado por entereza y elevada moral del
guerrillero, quitó la fotografía del proyector y procedió a formularle
otras preguntas, mientras recorría el recinto un sentimiento de
admiración por la firmeza y humanidad de aquel hombre que aun en
situaciones tan adversas, era capaz de dejar escapar los más puros
sentimientos para describir a la mujer amada con quien lo unía además el
indisoluble lazo de haber engendrado una hermosa niña, en medio de los
avatares de la lucha guerrillera.
Desde su muerte en el cobarde y fatídico bombardeo de la noche del 19 de
septiembre de 2010 donde infortunadamente también fue asesinada su
pequeña hija y varias guerrilleras y guerrilleros al mando del
inolvidable Domingo Biohó, muchas mujeres se han unido a las FARC-EP,
convencidas de que “no hay mejor medio de alcanzar la libertad que
luchar por ella”. Bienvenidas a las filas guerrilleras: Luceros,
Estelas, Susanas, Marianas, Sonias, Xiomaras, Dianas y todas las que
aportan desinteresadamente la juventud y la vida por la igualdad y el
bienestar de las mayorías; En las FARC-EP hay espacio para el amor y la
ternura, para la lucha y resistencia, la esperanza y el combate por la
paz con Justicia social.
Constancias 1, 2, 3 sobre las mujeres
- Escrito por María Aureliana Buendía, guerrillera de las FARC-EP
Amazonas, mujeres del pueblo de
Colombia, guerrilleras de las FARC-EP, de todas es puesta en duda su
existencia o se habla mal para infamarlas.
Constancia 1
Lo leí en la novela de Stieg Larsson, La reina en el palacio de las corrientes de aire. Las verdaderas amazonas fueron guerreras; durante más de 200 años fueron tropa elite contra los colonizadores europeos en defensa de su pueblo, el pueblo fon, en Dahomey, al oeste de África, en la actual Benín, tal vez desde mediados del siglo XVII. Llegaron a ser un colectivo militar de 6000 mujeres, que además y no podía ser distinto, tenían un status semidivino. Nunca tuvieron hijos, ni se casaban. Los militares franceses fueron derrotados varias veces por las mujeres guerreras fon, armadas con lanzas, sables y posteriormente con rifles Winchester. En 1979 murió la última amazona: Dohomey, guerrera fon.
Constancia 2
Colombia quedó bajo el dominio de la cultura occidental, para bien y para mal. Por tal razón las mujeres en la sociedad, en lo político, en la cultura y las artes, en las ciencias, han ocupado un lugar secundario. En la lucha universal de clases, capital vs trabajo, ningún sector social se ha batido con tal empeño, espíritu de sacrificio, valor, audacia. Las mujeres han aprovechado al máximo los avances científico- técnicos para filtrarse y asumir nuevos roles en los diferentes niveles laborales, siempre avanzando.
Este ímpetu femenino se ve frenado por la precariedad de la economía colombiana, por los niveles abrumadores de pobreza y de miseria, pero fundamentalmente por la guerra, donde ellas, las mujeres, son víctimas de primer orden. El desplazamiento forzoso, convertido en política de Estado, ha estado integrado en su mayoría por mujeres y sus hijos. De la población desplazada entre enero de 2000 y junio de 2001, 50% eran mujeres y 74% estaba conformado por mujeres, niños y niñas. Una de cada cinco desplazadas y de mujeres de barrios marginales ha sido víctima de violación. Hay niñas de 11 a 14 años que se prostituyen por 400 a 1.000 pesos.
Constancia 1
Lo leí en la novela de Stieg Larsson, La reina en el palacio de las corrientes de aire. Las verdaderas amazonas fueron guerreras; durante más de 200 años fueron tropa elite contra los colonizadores europeos en defensa de su pueblo, el pueblo fon, en Dahomey, al oeste de África, en la actual Benín, tal vez desde mediados del siglo XVII. Llegaron a ser un colectivo militar de 6000 mujeres, que además y no podía ser distinto, tenían un status semidivino. Nunca tuvieron hijos, ni se casaban. Los militares franceses fueron derrotados varias veces por las mujeres guerreras fon, armadas con lanzas, sables y posteriormente con rifles Winchester. En 1979 murió la última amazona: Dohomey, guerrera fon.
Constancia 2
Colombia quedó bajo el dominio de la cultura occidental, para bien y para mal. Por tal razón las mujeres en la sociedad, en lo político, en la cultura y las artes, en las ciencias, han ocupado un lugar secundario. En la lucha universal de clases, capital vs trabajo, ningún sector social se ha batido con tal empeño, espíritu de sacrificio, valor, audacia. Las mujeres han aprovechado al máximo los avances científico- técnicos para filtrarse y asumir nuevos roles en los diferentes niveles laborales, siempre avanzando.
Este ímpetu femenino se ve frenado por la precariedad de la economía colombiana, por los niveles abrumadores de pobreza y de miseria, pero fundamentalmente por la guerra, donde ellas, las mujeres, son víctimas de primer orden. El desplazamiento forzoso, convertido en política de Estado, ha estado integrado en su mayoría por mujeres y sus hijos. De la población desplazada entre enero de 2000 y junio de 2001, 50% eran mujeres y 74% estaba conformado por mujeres, niños y niñas. Una de cada cinco desplazadas y de mujeres de barrios marginales ha sido víctima de violación. Hay niñas de 11 a 14 años que se prostituyen por 400 a 1.000 pesos.
Según censo oficial de 2005, más de 30%,
de los 10.575.297 hogares existentes en Colombia, tenían como jefe de
hogar a una mujer. Un estudio más reciente llamado Mapa Mundial de la
Familia arrojó que el 84% de los niños que nace en el país son de
madres solteras o de “mujeres cabeza de familia”.
Según cálculos de estudios internacionales en Colombia hay entre 20.000 y 35.000 niños y niñas sometidos a explotación sexual. Otros de entre 15.000 y 30.000 viviendo en las calles y sometidos a la “limpieza social”. 4.000 niños y niñas son asesinados con armas blancas anualmente.
Según cálculos de estudios internacionales en Colombia hay entre 20.000 y 35.000 niños y niñas sometidos a explotación sexual. Otros de entre 15.000 y 30.000 viviendo en las calles y sometidos a la “limpieza social”. 4.000 niños y niñas son asesinados con armas blancas anualmente.
Medellín, dice Foro Colombia, alberga
400 pandillas integradas por 10.000 jóvenes, dice también, que de 1984 a
2004, 40.000 jóvenes entre los 14 y 25 años murieron por causas
violentas. ¿Cuántas madres perdieron sus hijos, cuantas viudas, cuantos
huérfanos? Cuanto horror y dolor encubierto en la impunidad.
¿Por qué ningún medio de comunicación se ocupa de esta real infamia? ¿Por qué la barbarie a que son sometidos día a día millones de colombianos no se publica?
¿Por qué ningún medio de comunicación se ocupa de esta real infamia? ¿Por qué la barbarie a que son sometidos día a día millones de colombianos no se publica?
Constancia 3
Para cualquier mediano senti-pensante queda claro por qué las mujeres en Colombia en vez de ir a la escuela, universidad, cualquier centro de trabajo, en vez de pensar en el vestido blanco de novia o en el fugaz amor de unas vacaciones frente al mar, se van a la guerrilla. Se vuelven guerreras, asumen un puesto en el combate, en la trinchera. Son miles las mujeres que han sido obligadas por el terror del Estado a tomar un fusil M16, un AK, una ametralladora, para defender la vida, en primer lugar, y para cambiar el país.
Muy mal deben estar los señores millonarios, dueños de los pocos medios de comunicación en Colombia, para permitir que sus lacayitos publiquen todo tipo de sandeces contra las guerrilleras resplandecientes de las FARC. La VERDAD de las FARC les ha quedado grande, tienen que recurrir a la mentira goebbelsiana para empañar nuestra imagen, nuestras propuestas, nuestra proyección política.
Para la mezquindad y ruindad de los dueños del país, es demasiado el peso y la gloria de millares de mujeres guerrilleras que con amor y entrega totales labran junto a sus hombres un país grande, un país repleto de oportunidades para todos, de justicia e igualdad, un país en paz.
Para cualquier mediano senti-pensante queda claro por qué las mujeres en Colombia en vez de ir a la escuela, universidad, cualquier centro de trabajo, en vez de pensar en el vestido blanco de novia o en el fugaz amor de unas vacaciones frente al mar, se van a la guerrilla. Se vuelven guerreras, asumen un puesto en el combate, en la trinchera. Son miles las mujeres que han sido obligadas por el terror del Estado a tomar un fusil M16, un AK, una ametralladora, para defender la vida, en primer lugar, y para cambiar el país.
Muy mal deben estar los señores millonarios, dueños de los pocos medios de comunicación en Colombia, para permitir que sus lacayitos publiquen todo tipo de sandeces contra las guerrilleras resplandecientes de las FARC. La VERDAD de las FARC les ha quedado grande, tienen que recurrir a la mentira goebbelsiana para empañar nuestra imagen, nuestras propuestas, nuestra proyección política.
Para la mezquindad y ruindad de los dueños del país, es demasiado el peso y la gloria de millares de mujeres guerrilleras que con amor y entrega totales labran junto a sus hombres un país grande, un país repleto de oportunidades para todos, de justicia e igualdad, un país en paz.
Nuestra Visión
Nosotras, las guerrilleras farianas, pero no solamente nosotras...
Nosotros y nosotras, combatientes, militantes de las FARC-EP, del
Partido Comunista Clandestino y del Movimiento Bolivariano por la Nueva
Colombia, tenemos una visión global del mundo, una lectura de la
sociedad. Y queremos exponer nuestros puntos de vista sobre temáticas
variadas con un denominador común: nos interesa y lo queremos compartir.
A mi hermana guerrillera
- Escrito por : Diana Grajales, guerrillera del Bloque Comandante Jorge Briceño
Creo que uno de los dolores más grandes que puede sentir alguien en el corazón es la muerte de un ser amado. El fallecimiento de mi hermana Adriana Nariño en el año 2008 fue un hecho que marcó mi vida para siempre, pero sin duda también fue lo que me dio más convencimiento y fuerza para seguir luchando contra el Imperio y la postrada burguesía colombiana.
Después de casi 8 años he decidido dedicarle un sencillo homenaje a mi Negra que nace del alma y que siempre tenía en mente hacerlo, pero el intenso sufrimiento de saber que no la volvería a ver me quitaba la fuerza para realizarlo; era como si no aceptara la muerte de mi hermana menor.
Ella, una mujer bogotana con conciencia social, tomó la decisión de hacer parte de las FARC-EP dejando su amada familia y una sencilla pero cómoda vida, para unirse a miles de patriotas que luchan sin descanso por la construcción de una verdadera Colombia en soberanía y democracia. Son muchas y muchos los que como mi hermana han caído combatiendo pero que sin duda sus enormes esfuerzos y sacrificios nos motivan y nos llenan de moral. Sus nombres y vivencias hacen parte de la historia de resistencia del pueblo colombiano.
El esfuerzo de Adriana y la decisión de ser guerrillera es un ejemplo de la tenacidad de muchas mujeres que no aceptamos quedarnos con los brazos cruzados mientras miles de compatriotas mueren de inanición por la indiferencia del Estado. Adriana Nariño era mi hermana y una gran revolucionaria que murió por la paz que soñamos todos y todas. Una paz que se está consolidando.
Adriana mujer de temple y acero
Te fuiste con una sonrisa, asegurando que todo iba a estar bien.
– Cuídate que te quiero, mucha disciplina y fuerza, todo estará bien, muy pronto nos veremos -
Mi corazón latía intensamente en el momento del abrazo, del beso y del adiós, tus palabras llenas de amor quedaron en mi memoria eternamente.
Te alejabas, tu cabello negro y largo se balanceaba con el viento de una tarde sombría y lluviosa. Nunca más te volví a ver.
Una bala enemiga cegó tu vida, pero el último latido del corazón hizo emerger de ti la fuerza, la valentía; y ahora estás aquí en mí andar y en el caminar de miles de guerrilleros y guerrilleras que aún seguimos luchando y que no descansaremos hasta ver una Colombia con justicia social.
Hermana: nos forjamos juntas en las selvas y ciudades de nuestra patria al lado de increíbles personas que nos instruyeron sobre Revolución. Nuestras almas, siempre atadas al pueblo, asumieron el compromiso de Vencer o Morir. Hermana: has cumplido, porque aunque ya no estés con nosotros haces parte de este sueño que estoy segura conquistaremos.
Eres una hermosa guerrera fariana
Eres mi hermana de lucha y de sangre
Eres mujer combativa, constructora de sueños,
amor y esperanzas
Eres descendencia del pueblo Muisca en resistencia,
como el Cacique Tundama
Eres la mirada esperanzadora de los niños
Eres altruismo que desafía al Sistema consumista
Eres mujer libre anti-patriarcal
Eres alegría que susurra a mi odio para llenarme de paciencia
Eres recuerdo sublime que acompaña una mala jornada
Tú eres una colombiana rebelde que cumpliste con tu palabra: ¡Vencer o Morir! VENCEREMOS
Porque no queremos que
más hermanos y hermanas mueran por la guerra
Vamos todos por la paz, a la calle por la paz.
"Creo que valió la pena el sacrificio": guerrillera 'Yira Castro' sobre la paz en Colombia
26 de febrero de 2016
08:43
Madres guerrilleras, a la espera de la paz para reencontrar a sus hijos
447
De izquierda a derecha: Luisa, Manuela and Rosmira, miembros de las FARC
posan para una fotografía en las montañas colombianas. Foto: Luis
Acosta / AFP
De izquierda a derecha: Luisa, Manuela and Rosmira, miembros de las FARC
posan para una fotografía en las montañas colombianas. Foto: Luis
Acosta / AFP
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Agencia AFP
LEA TAMBIÉN
Años de combate a muerte en las montañas de Colombia se desvanecen
cuando Rosmira y otras rebeldes de las FARC evocan a los bebés que
tuvieron en medio del conflicto, y que dejaron al cuidado de familiares o
extraños por una implacable norma de guerra.
En la antesala del acuerdo para poner fin a uno de los enfrentamientos
internos más antiguos del mundo, que deja una estela de huérfanos y
madres desconsoladas, estas mujeres quieren reencontrarse con sus hijos.
Contrario a lo que podría pensarse, no son pocas las combatientes de las
Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) - la guerrilla de
unos 7 000 integrantes que está por pactar la paz después de medio siglo
de lucha contra el Estado - que decidieron ser madres sin renunciar al
fusil.
Sentadas en semicírculo, un grupo de ellas habla con más resignación que
orgullo de su decisión de parir en medio de la guerra para después
dejar a sus bebés bajo la protección de allegados o campesinos en
apartadas zonas de Colombia.
La AFP llegó hasta un campamento rebelde, enclavado en una montaña
selvática del noroeste de Colombia, donde estas mujeres comparten por
igual con los hombres las faenas de la guerra. Casi siempre bien
maquilladas, mezclan sus relatos de peligro y muerte con episodios
maternales de sacrificio.
“Lo pensé mucho para tenerlo, porque siempre pensaba en que tocaba
botarlo por la condición en la que estábamos”, afirma Rosmira, una
guerrillera de 29 años. “Botar” un hijo en la jerga del conflicto puede
significar abortar o abandonar.
Pero finalmente, agrega Rosmira, decidió tener a su bebé con un
compañero de armas con quien rompió recientemente. “Pedimos el permiso y
desde el secretariado (jefatura máxima) nos lo aceptó y tuve la niña”
hace tres años, recuerda.
Desde que las FARC están en tregua unilateral hace siete meses, Rosmira y
sus “camaradas” tienen más tiempo para pensar en sus vidas mientras se
mueven en las noches por entre ríos y bosques del Magdalena Medio, una
de las regiones más conflictivas del país.
Cuando se firme la paz, posiblemente en marzo, después de más de tres
años de negociaciones en Cuba, las madres que combaten en las FARC
quieren reencontrarse con sus hijos sin el temor de morir o ser
capturadas.
En este tiempo de tregua algunas los han podido ver a su paso por algún
caserío o también hay otras madres, como Lidia Rosa Rojo, de 55 años,
que se acercó al campamento para abrazar a su hijo insurgente.
“Lo único que espero con los acuerdos de paz es que algún día mi hijo
sea libre, que yo lo vea” con frecuencia, señala esta mujer, que perdió a
tres hijos guerrilleros.
Cuando las guerrilleras no abortan
De labios gruesos bien definidos, Rosmira representa la contracara de la
historia de abortos forzosos y violencia sexual que las autoridades
colombianas atribuyen a las FARC, con base en testimonios descarnados de
desertoras.
Cuando se les pregunta, estas mujeres niegan que hayan sido reclutadas a
la fuerza y afirman que están ahí por adhesión a la lucha armada que
empezó como un levantamiento campesino en los años sesenta.
La guerrilla comunista reconoce que no acepta que las combatientes críen
a sus hijos en medio de la guerra, y que les permite abortar como un
derecho de “último recurso” , una práctica penalizada en Colombia en la
mayoría de los casos.
Rosmira es parte del ejército de las FARC, posa para una fotografía
cargada de su armamento en las montañas colombianas. Foto: Luis Acosta /
AFP
Ampliar
Rosmira es parte del ejército de las FARC, posa para una fotografía
cargada de su armamento en las montañas colombianas.
Foto: Luis Acosta / AFP
Pero Rosmira y varias de sus compañeras optaron por tener a sus bebés,
fruto según sus testimonios de relaciones consentidas, y ajustarse a la
ley de hierro de la selva: encargarlos a familiares o extraños sin poner
en riesgo a la organización.
En sus relatos sobresale la ternura aun cuando nunca dejen de profesar
el duro credo contra el enemigo.
Sin revelar su nombre, Rosmira cuenta que crió a su hija los dos
primeros meses, en una casa de campesinos, y que tras ello regresó a
combatir. Su pequeña - a quien ve esporádicamente - quedó al amparo de
los familiares del padre guerrillero.
“Yo sentí que se me habían llevado la mitad de mí con entregar a mi
hija”, confiesa esta guerrillera, que entró a las FARC a los 11 años.
Las autoridades también acusan a los rebeldes de reclutamiento forzoso
de menores.
Un drama difícil de cuantificar
Entre un 40 y 50% de guerrilleros son mujeres, y esa cifra varía
dependiendo el frente de guerra, según investigaciones independientes.
Sin embargo, en la copiosa bibliografía y estadística del conflicto
colombiano, las madres dentro de las filas de las FARC son un capítulo
poco explorado.
El enfrentamiento interno deja no menos de 260 000 muertos y más de seis
millones de desplazados.
La Agencia Colombiana para la Reintegración - encargada de los
desmovilizados- calcula que un 49% de los alzados en armas que se
entregan tiene hijos, incluidos los de las FARC y demás grupos armados
clandestinos.
Manuela, de 25 años, ya tenía a su hija Nicole cuando ingresó a la
guerrilla. Su pequeña, hoy de ocho años, ha pasado hasta un año sin
verla y le ha reclamado por sus largas ausencias.
“Uno quiere que sus hijos no lo vean con miedo, con recelo, por el hecho
de ser guerrillero”, dice esta mujer. Cuando la paz se concrete Manuela
quiere ser odontóloga y tener a su hija cerca.
Colombia y ONU crean fondo para implementar acuerdos de paz con FARC
Santos a las FARC: 'se agotó el tiempo para terminar las
negociaciones'
Fuerzas armadas de Colombia abaten a siete guerrilleros del ELN
Delegados de las FARC visitan La Guajira con hombres armados;
diálogo sufre tropiezo
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bebé
hijos
madres
conflicto armado
Temas del Mundo
guerrilla de las FARC
abandonados
447
Madres guerrilleras
Dos mujeres que forman parte del ejército de las FARC realizan labores
de cocina en las montañas colombianas. Foto: Luis Acosta / AFP
Dos mujeres que forman parte del ejército de las FARC realizan labores
de cocina en las montañas colombianas. Foto: Luis Acosta / AFP
1 de 9
De izquierda a derecha: Luisa, Manuela and Rosmira, miembros de las FARC
posan para una fotografía en las montañas colombianas. Foto: Luis
Acosta / AFP
De izquierda a derecha: Luisa, Manuela and Rosmira, miembros de las FARC
posan para una fotografía en las montañas colombianas. Foto: Luis
Acosta / AFP
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Miembros de las FARC toman un descanso en su campamento en las montañas
colombianas. Foto: Luis Acosta / AFP
Miembros de las FARC toman un descanso en su campamento en las montañas
colombianas. Foto: Luis Acosta / AFP
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Mujeres que forman parte del ejército de las FARC toman un descanso en
su campamento en las montañas colombianas. Foto: Luis Acosta / AFP
Mujeres que forman parte del ejército de las FARC toman un descanso en
su campamento en las montañas colombianas. Foto: Luis Acosta / AFP
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Manuela es parte del ejército de las FARC, posa para una fotografía
cargada de su armamento en las montañas colombianas. Foto: Luis Acosta /
AFP
Manuela es parte del ejército de las FARC, posa para una fotografía
cargada de su armamento en las montañas colombianas. Foto: Luis Acosta /
AFP
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Rosmira es parte del ejército de las FARC, posa para una fotografía
cargada de su armamento en las montañas colombianas. Foto: Luis Acosta /
AFP
Rosmira es parte del ejército de las FARC, posa para una fotografía
cargada de su armamento en las montañas colombianas. Foto: Luis Acosta /
AFP
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Una mujer que forma parte del ejército de las FARC lleva en sus brazos a
la hija de uno de sus compañeros durante un día de visita. Foto: Luis
Acosta / AFP
Una mujer que forma parte del ejército de las FARC lleva en sus brazos a
la hija de uno de sus compañeros durante un día de visita. Foto: Luis
Acosta / AFP
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Manuela pinta los labios a una de sus compañeras de las FARC en su
campamento en las montañas colombianas. Foto: Luis Acosta / AFP
Manuela pinta los labios a una de sus compañeras de las FARC en su
campamento en las montañas colombianas. Foto: Luis Acosta / AFP
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Manuela (C) Marta (I) and Rosmira (D), miembros de las FARC, preparan
sus uniformes en su campamento en las montañas colombianas. Foto: Luis
Acosta / AFP
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sus uniformes en su campamento en las montañas colombianas. Foto: Luis
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26 de febrero de 2016
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Madres guerrilleras, a la espera de la paz para reencontrar a sus hijos
447
De izquierda a derecha: Luisa, Manuela and Rosmira, miembros de las FARC
posan para una fotografía en las montañas colombianas. Foto: Luis
Acosta / AFP
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posan para una fotografía en las montañas colombianas. Foto: Luis
Acosta / AFP
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Años de combate a muerte en las montañas de Colombia se desvanecen
cuando Rosmira y otras rebeldes de las FARC evocan a los bebés que
tuvieron en medio del conflicto, y que dejaron al cuidado de familiares o
extraños por una implacable norma de guerra.
En la antesala del acuerdo para poner fin a uno de los enfrentamientos
internos más antiguos del mundo, que deja una estela de huérfanos y
madres desconsoladas, estas mujeres quieren reencontrarse con sus hijos.
Contrario a lo que podría pensarse, no son pocas las combatientes de las
Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) - la guerrilla de
unos 7 000 integrantes que está por pactar la paz después de medio siglo
de lucha contra el Estado - que decidieron ser madres sin renunciar al
fusil.
Sentadas en semicírculo, un grupo de ellas habla con más resignación que
orgullo de su decisión de parir en medio de la guerra para después
dejar a sus bebés bajo la protección de allegados o campesinos en
apartadas zonas de Colombia.
La AFP llegó hasta un campamento rebelde, enclavado en una montaña
selvática del noroeste de Colombia, donde estas mujeres comparten por
igual con los hombres las faenas de la guerra. Casi siempre bien
maquilladas, mezclan sus relatos de peligro y muerte con episodios
maternales de sacrificio.
“Lo pensé mucho para tenerlo, porque siempre pensaba en que tocaba
botarlo por la condición en la que estábamos”, afirma Rosmira, una
guerrillera de 29 años. “Botar” un hijo en la jerga del conflicto puede
significar abortar o abandonar.
Pero finalmente, agrega Rosmira, decidió tener a su bebé con un
compañero de armas con quien rompió recientemente. “Pedimos el permiso y
desde el secretariado (jefatura máxima) nos lo aceptó y tuve la niña”
hace tres años, recuerda.
Desde que las FARC están en tregua unilateral hace siete meses, Rosmira y
sus “camaradas” tienen más tiempo para pensar en sus vidas mientras se
mueven en las noches por entre ríos y bosques del Magdalena Medio, una
de las regiones más conflictivas del país.
Cuando se firme la paz, posiblemente en marzo, después de más de tres
años de negociaciones en Cuba, las madres que combaten en las FARC
quieren reencontrarse con sus hijos sin el temor de morir o ser
capturadas.
En este tiempo de tregua algunas los han podido ver a su paso por algún
caserío o también hay otras madres, como Lidia Rosa Rojo, de 55 años,
que se acercó al campamento para abrazar a su hijo insurgente.
“Lo único que espero con los acuerdos de paz es que algún día mi hijo
sea libre, que yo lo vea” con frecuencia, señala esta mujer, que perdió a
tres hijos guerrilleros.
Cuando las guerrilleras no abortan
De labios gruesos bien definidos, Rosmira representa la contracara de la
historia de abortos forzosos y violencia sexual que las autoridades
colombianas atribuyen a las FARC, con base en testimonios descarnados de
desertoras.
Cuando se les pregunta, estas mujeres niegan que hayan sido reclutadas a
la fuerza y afirman que están ahí por adhesión a la lucha armada que
empezó como un levantamiento campesino en los años sesenta.
La guerrilla comunista reconoce que no acepta que las combatientes críen
a sus hijos en medio de la guerra, y que les permite abortar como un
derecho de “último recurso” , una práctica penalizada en Colombia en la
mayoría de los casos.
Rosmira es parte del ejército de las FARC, posa para una fotografía
cargada de su armamento en las montañas colombianas. Foto: Luis Acosta /
AFP
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Rosmira es parte del ejército de las FARC, posa para una fotografía
cargada de su armamento en las montañas colombianas.
Foto: Luis Acosta / AFP
Pero Rosmira y varias de sus compañeras optaron por tener a sus bebés,
fruto según sus testimonios de relaciones consentidas, y ajustarse a la
ley de hierro de la selva: encargarlos a familiares o extraños sin poner
en riesgo a la organización.
En sus relatos sobresale la ternura aun cuando nunca dejen de profesar
el duro credo contra el enemigo.
Sin revelar su nombre, Rosmira cuenta que crió a su hija los dos
primeros meses, en una casa de campesinos, y que tras ello regresó a
combatir. Su pequeña - a quien ve esporádicamente - quedó al amparo de
los familiares del padre guerrillero.
“Yo sentí que se me habían llevado la mitad de mí con entregar a mi
hija”, confiesa esta guerrillera, que entró a las FARC a los 11 años.
Las autoridades también acusan a los rebeldes de reclutamiento forzoso
de menores.
Un drama difícil de cuantificar
Entre un 40 y 50% de guerrilleros son mujeres, y esa cifra varía
dependiendo el frente de guerra, según investigaciones independientes.
Sin embargo, en la copiosa bibliografía y estadística del conflicto
colombiano, las madres dentro de las filas de las FARC son un capítulo
poco explorado.
El enfrentamiento interno deja no menos de 260 000 muertos y más de seis
millones de desplazados.
La Agencia Colombiana para la Reintegración - encargada de los
desmovilizados- calcula que un 49% de los alzados en armas que se
entregan tiene hijos, incluidos los de las FARC y demás grupos armados
clandestinos.
Manuela, de 25 años, ya tenía a su hija Nicole cuando ingresó a la
guerrilla. Su pequeña, hoy de ocho años, ha pasado hasta un año sin
verla y le ha reclamado por sus largas ausencias.
“Uno quiere que sus hijos no lo vean con miedo, con recelo, por el hecho
de ser guerrillero”, dice esta mujer. Cuando la paz se concrete Manuela
quiere ser odontóloga y tener a su hija cerca.
Colombia y ONU crean fondo para implementar acuerdos de paz con FARC
Santos a las FARC: 'se agotó el tiempo para terminar las
negociaciones'
Fuerzas armadas de Colombia abaten a siete guerrilleros del ELN
Delegados de las FARC visitan La Guajira con hombres armados;
diálogo sufre tropiezo
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abandonados
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Madres guerrilleras
Dos mujeres que forman parte del ejército de las FARC realizan labores
de cocina en las montañas colombianas. Foto: Luis Acosta / AFP
Dos mujeres que forman parte del ejército de las FARC realizan labores
de cocina en las montañas colombianas. Foto: Luis Acosta / AFP
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De izquierda a derecha: Luisa, Manuela and Rosmira, miembros de las FARC
posan para una fotografía en las montañas colombianas. Foto: Luis
Acosta / AFP
De izquierda a derecha: Luisa, Manuela and Rosmira, miembros de las FARC
posan para una fotografía en las montañas colombianas. Foto: Luis
Acosta / AFP
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Miembros de las FARC toman un descanso en su campamento en las montañas
colombianas. Foto: Luis Acosta / AFP
Miembros de las FARC toman un descanso en su campamento en las montañas
colombianas. Foto: Luis Acosta / AFP
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Mujeres que forman parte del ejército de las FARC toman un descanso en
su campamento en las montañas colombianas. Foto: Luis Acosta / AFP
Mujeres que forman parte del ejército de las FARC toman un descanso en
su campamento en las montañas colombianas. Foto: Luis Acosta / AFP
1 de 9
Manuela es parte del ejército de las FARC, posa para una fotografía
cargada de su armamento en las montañas colombianas. Foto: Luis Acosta /
AFP
Manuela es parte del ejército de las FARC, posa para una fotografía
cargada de su armamento en las montañas colombianas. Foto: Luis Acosta /
AFP
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Rosmira es parte del ejército de las FARC, posa para una fotografía
cargada de su armamento en las montañas colombianas. Foto: Luis Acosta /
AFP
Rosmira es parte del ejército de las FARC, posa para una fotografía
cargada de su armamento en las montañas colombianas. Foto: Luis Acosta /
AFP
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Una mujer que forma parte del ejército de las FARC lleva en sus brazos a
la hija de uno de sus compañeros durante un día de visita. Foto: Luis
Acosta / AFP
Una mujer que forma parte del ejército de las FARC lleva en sus brazos a
la hija de uno de sus compañeros durante un día de visita. Foto: Luis
Acosta / AFP
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Manuela pinta los labios a una de sus compañeras de las FARC en su
campamento en las montañas colombianas. Foto: Luis Acosta / AFP
Manuela pinta los labios a una de sus compañeras de las FARC en su
campamento en las montañas colombianas. Foto: Luis Acosta / AFP
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Manuela (C) Marta (I) and Rosmira (D), miembros de las FARC, preparan
sus uniformes en su campamento en las montañas colombianas. Foto: Luis
Acosta / AFP
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sus uniformes en su campamento en las montañas colombianas. Foto: Luis
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Madres guerrilleras, a la espera de la paz para reencontrar a sus hijos
447
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