"Qué es el rock? "
(Canción Post punk)
De la OPERA ROCK "El Tano Errante", de la TRILOGIA PRODANIANA
De Francisco Alvero, El Juglar del amor y la Libertad
Si me preguntan, Si me preguntan Qué es el rock?
Es el cor, qué se yo?
Yo le respondo, yo les respondo: After chabón!
After chabón. Eso creo yo!
"Porque... decime, Qué es el rock?
Es cor al revés, contestaste vos!
Podría decirte que no es rock!
Que no es rock, que no es rock! Pero no!
Nada de disco es cultura, menos de televisión
Reos, rebeldes y feos, o acaso algo cambió?
que ya ni el rock es el rock? ya ni el rock es el rock
El rock es música en ingles, nos dijiste alguna vez
y con justa razón, porque faltaba actitud
por eso dijiste... fuck you!!! a la impostura de ayer
Que se repite otra vez
Divididos, las pelotas, pachuquito y club gong!!!
Retoños de la mejor flor, que con SUMO amor brotó!
Aunque no eras tanguero y machista mucho menos
Una Mañana en el abasto, te fuiste con Gardel
Y, sí, las fechas redondas son propicias para el
recuerdo. Más si ese recuerdo es el de una persona que te ha marcado a
fuego, al menos en términos musicales y de actitud.
Mañana viernes se cumplen 30 años exactos de la muerte de Luca Prodan, líder y cantante de Sumo y, para mí la mejor banda que dio el rock argentino. ¿Qué agregar a la excelente nota de Pablo Strozza que publicamos en esta sección y que puede verse en clarín.com? Más que datos periodísticos, que sin duda habrá, lo que trato es de transmitir son las sensaciones que Luca y Sumo provocaron en un joven fan del rock allá por 1984, la primera vez que pude verlos en vivo, en una discoteca atestada en el centro de Mar del Plata. El sitio -un sótano- no pasaría hoy los protocolos de seguridad: techos bajos, una sola salida y muchísima más gente de la que el local permitía. Sobre el escenario, un sexteto de tipos estrafalarios, muy diferentes entre sí. Desde un Pettinato de mameluco naranja y barba dividida a un guitarrista, Germán Daffunchio, con brazos de plástico al costado de su cuerpo. Un diminuto baterista (Superman Troglio), que sin embargo tocaba mucho y fuerte, y una dupla pétrea e incendiaria: Diego Arnedo en el bajo y Ricardo Mollo en la otra guitarra. En el medio, él, Luca: de a ratos pelado, de a ratos con peluca de rulos; que arrancó con una típica campera de cuero rocker, para pasar a una raída musculosa y luego quedarse en cuero, cantando en inglés o en castellano, haciendo pausas para comunicarse y pedirnos que nos cuidáramos, que no nos tiráramos sobre el escenario, que sin embargo nos atraía como un imán.
Porque eso es lo que él y la banda generaban, la energía de un imán.
Al escucharlos, sólo se podía ir hacia ellos. No conozco a nadie a quien
un show de Sumo le haya pasado inadvertido. Podía no gustarte, si
preferías que la música fuera en una sola dirección o -como era habitual
en esos años- necesitaras que te diera una inyección de pop alegre,
optimista, de primavera alfonsinista. Acá había de todo y en cantidades
exageradas: punk furioso en Noche de paz (vaya paradoja) o en Fuck You; reggae para llevar tranquilidad a las almas (Reggae de paz y amor, 1989, No acabes), ironía a los modos argentinos (especialidad de la casa, en temas como La rubia tarada o Que me pisen),
sin contar cuando a Luca le daba por ponerse a cantar covers, que
podían ir de Bob Marley a Captain Beefheart, pasando por el clásico Stand by me,
de Leiber-Stoller. En fin, mucha música, generalmente tocada a alto
volumen y velocidad, y no de “un” estilo. Sumo era mucho y era nada. No
podían ni querían definirse. Y esa actitud era mucho más rock que la que
se veía en escena.
Pero el Luca criado en Italia y educado en Inglaterra, con un padre millonario y dedicado entre otras cosas a la venta de arte y la producción de cine, tenía tanto la exquisitez de la clase alta como los códigos de la calle (adquiridos seguramente de su pasado heroinómano en Londres, del que no se enorgullecía, pero tampoco escondía). Así, se ocupaba de aclarar que, a pesar de su facha por la que era mal mirado, era el primero en darle el asiento a una señora en el colectivo. También fue de los primeros rockeros en despotricar contra el “macho argentino”, postulando la igualdad con la mujer.
Era un tipo capaz de parar un show en Obras porque el público silbaba a su invitado, un joven Andrés Calamaro a quien la gente no concebía como aliado del pelado, dada las supuestas diferencias estéticas y de carácter (un chico de Barrio Norte mezclándose con los desclasados Sumo, horror). O también era capaz de subirse -ya siendo el líder de una banda con tres discos editados y en el primer nivel del rock argentino- al escenario del Parakultural a cantar con amigos y hacer de telonero de ignotas bandas punks.
Era ácido (“Fito Páez es el hijo que tuvieron Charly García y Nito Mestre”), peleador (“A Pappo yo le juego una carrera hasta Rosario tomando vodka, a ver quién gana”), pero sobre todo era un artista con mayúsculas. Con sensibilidad exquisita (recomiendo su disco póstumo, Beautiful Losers, que se editó en 1997, con grabaciones que había hecho en Córdoba entre 1981 y 1983), fue la parte más importante, pero no la única de un grupo en el que opinaban todos. Su legado todavía puede encontrarse en Divididos (la banda de Mollo y Arnedo), en Las pelotas (el grupo de Daffunchio) y en las intervenciones jazzeras de Roberto Pettinato, quien además retomó el repertorio de Sumo recién hace un par de años para dar su propia versión.
Gracias Luca, pero te fuiste demasiado rápido.
Es muy probable que la mayoría de quienes escucharon o conocieron a Sumo en esos años hayan sido sacudidos por sensaciones similares, salvo una: la indiferencia. La agrupación argentina fue una cría absolutamente única y excluyente en el boom del rock latino ochentero, una suerte de punto aparte encarnado por su líder y vocalista, Luca Prodan.
“Me animo a decir que no hay casos comparables no sólo en el rock argentino, sino en el ámbito internacional, que se puedan asemejar a su agitada vida”, postula Oscar Jalil, autor de una de las más detalladas biografías del músico, Luca Prodan: libertad divino tesoro.
Eduardo “Lalo” Mir, legendaria voz de radio Concierto y cercano al cantante, quien lo conoció en un café bonaerense interpretando composiciones napolitanas (“ese día éramos cinco parroquianos”, puntualiza), adhiere: “Siempre fue un exótico. Mientras gran parte del mundillo del rock estaba en pose, Luca se reía de todo eso, pero no era agresivo, era muy educado y culto, lo que también era muy extraño. Era un verdadero rocker, pero además sensible. Cuando hablaba, te quedabas embobado escuchando”.
Su padre, Mario Prodan, un ciudadano turco de ascendencia italiana, era una eminencia en arte chino y poseía un negocio de antigüedades siempre al borde del abismo. Su madre, Cecilia Pollock, nacida en Shanghai e hija de escoceses, quería educar a sus hijos en los mejores colegios, por lo que se instalaron en Escocia y el futuro cantautor fue al Gordonstoun School, donde estudió trompeta y conoció en la banda escolar a otra celebridad de los 80, el Príncipe Carlos.
Pero Luca se aburrió. “En el colegio aprendí que la sociedad quiere que seas una marioneta: cuanto mejor es el colegio, más marioneta vas a salir. O si no, más loco”, recordaba décadas después. Ante ello, decidió en 1971 fugarse sin avisarle a nadie, vagó por Europa, retornó a Roma, trabajó en la calle, vendió artesanía y una vidente le dijo que era la encarnación de Eva Perón, aunque él no sabía quién era.
Jalil sigue: “Desde chico se opuso al mandato familiar y vivió en una permanente huida. Se escapó del colegio, pasó una temporada en la cárcel y hasta fue desertor por negarse a cumplir el servicio militar italiano. Su historia personal determinó sus rasgos atípicos, más allá de haber vivido en Europa, de lo que renegaba un poco, aunque cada vez que podía exhibía su costado intelectual. Andrés Calamaro lo definió como ‘príncipe y mendigo’”.
Pero, llegado a Argentina en 1981, conoció a los músicos Germán Daffunchio y Alejandro Sokol, el embrión de Sumo.
Y como otro latigazo del destino, el mismo país al que había escogido como refugio entraba un año después en una guerra contra Inglaterra, el reino que lo había formado, por las Islas Malvinas. “Estar tan vinculado con lo inglés no creo que le haya afectado”, asegura Mario Breuer, productor que grabó el disco Llegando los monos (1986), de Sumo, en torno al influjo post punk, dub y reggae que Prodan trajo desde Gran Bretaña. Luego sigue: “Nunca enarboló ninguna bandera o proclama. Lo suyo era una coloratura de música inglesa en su obra”.
“Siempre fue aceptado e incluso se daba tiempo para bromear con el tema. En un show de 1983 dijo ‘Las Malvinas son italianas. Por eso tengo un colador en la cabeza, porque los italianos van a bombardear con fideos’. Creo que el mayor prejuicio hacia él lo tuvieron los sellos, o sino no se entiende cómo bandas como Soda grabaron sus debuts antes que Sumo”, describe Jalil.
Bajo esa mirada, el intérprete también aportó otra huella al rock latino: tal como los músicos británicos que irrumpieron desde los 70, sus entrevistas se llenaban de citas a escritores, reflexiones existenciales y dardos ponzoñosos contra sus pares.
“La primera vez que lo escuché hablar fue tan terminante que hasta me dio vergüenza haber nacido en este país. ‘El rock argentino es una mierda’, con su tono italiano, oscuro y serio. A Soda los consideraba chiquititos con pelitos peinados y una telaraña de maquilladores y técnicos”, anota Roberto Pettinato, ex Sumo y hoy estrella de TV, en su libro Luca es mío.
Lalo Mir también rememora: “Cuando fueron a Viña, Luca bajó a la conferencia de prensa en el hotel San Martín con un pantalón viejo y se le veía la raya del culo. Un periodista le preguntó qué sabía de Chile y le contestó que en la revista del avión había visto que era un país largo y finito”.
Precisamente en la Quinta Vergara, Prodan mostró esa sensibilidad retraída que marcó sus últimos días. Jorge Barahona, roadie del espectáculo, cuenta: “No ensayaron. Yo estaba detrás del escenario y de pronto se acerca a pedirme una cerveza. Me comentó que no le gustaba la cerveza chilena. Conversamos 30 minutos y me habló mucho de sus acuarios. Se le notaba muy deprimido, con una vida muy tortuosa”.
“En el estudio, siempre estaba algo apartado en un rincón. Vivía en su mundo”, suma Breuer.
“En cada entrevista que dio en 1987, él anunciaba que iba a morir. Su hígado no daba más por el consumo de ginebra. Un mes antes de morir organizó una fiesta de despedida, pero no fue ninguno de los Sumo”, acota Jalil, nuevamente mirando hacia la Ciudad Jardín. En todo el show, Luca tuvo a su lado una botella llena de ginebra. Cuando el recital terminó, se perdió en la noche y sólo apareció al otro día, secundado por dos pescadores con los que había ido mar adentro.
Finalmente, murió de una cirrosis el 22 de diciembre de 1987, tres días antes de la Navidad que el mismo musicalizó en la versión que hizo con Sumo de Noche de paz, aquella en cuya letra repite: “Sueña un sueño imposible/ sueña un sueño imposible”.
En primera fila
Luca Prodan, la energía que magnetizó el rock argentino
Sumo era mucho y era nada. No podían ni querían definirse. Y esa actitud era demasiado rockera para la época.
Mañana viernes se cumplen 30 años exactos de la muerte de Luca Prodan, líder y cantante de Sumo y, para mí la mejor banda que dio el rock argentino. ¿Qué agregar a la excelente nota de Pablo Strozza que publicamos en esta sección y que puede verse en clarín.com? Más que datos periodísticos, que sin duda habrá, lo que trato es de transmitir son las sensaciones que Luca y Sumo provocaron en un joven fan del rock allá por 1984, la primera vez que pude verlos en vivo, en una discoteca atestada en el centro de Mar del Plata. El sitio -un sótano- no pasaría hoy los protocolos de seguridad: techos bajos, una sola salida y muchísima más gente de la que el local permitía. Sobre el escenario, un sexteto de tipos estrafalarios, muy diferentes entre sí. Desde un Pettinato de mameluco naranja y barba dividida a un guitarrista, Germán Daffunchio, con brazos de plástico al costado de su cuerpo. Un diminuto baterista (Superman Troglio), que sin embargo tocaba mucho y fuerte, y una dupla pétrea e incendiaria: Diego Arnedo en el bajo y Ricardo Mollo en la otra guitarra. En el medio, él, Luca: de a ratos pelado, de a ratos con peluca de rulos; que arrancó con una típica campera de cuero rocker, para pasar a una raída musculosa y luego quedarse en cuero, cantando en inglés o en castellano, haciendo pausas para comunicarse y pedirnos que nos cuidáramos, que no nos tiráramos sobre el escenario, que sin embargo nos atraía como un imán.
Pero el Luca criado en Italia y educado en Inglaterra, con un padre millonario y dedicado entre otras cosas a la venta de arte y la producción de cine, tenía tanto la exquisitez de la clase alta como los códigos de la calle (adquiridos seguramente de su pasado heroinómano en Londres, del que no se enorgullecía, pero tampoco escondía). Así, se ocupaba de aclarar que, a pesar de su facha por la que era mal mirado, era el primero en darle el asiento a una señora en el colectivo. También fue de los primeros rockeros en despotricar contra el “macho argentino”, postulando la igualdad con la mujer.
Era un tipo capaz de parar un show en Obras porque el público silbaba a su invitado, un joven Andrés Calamaro a quien la gente no concebía como aliado del pelado, dada las supuestas diferencias estéticas y de carácter (un chico de Barrio Norte mezclándose con los desclasados Sumo, horror). O también era capaz de subirse -ya siendo el líder de una banda con tres discos editados y en el primer nivel del rock argentino- al escenario del Parakultural a cantar con amigos y hacer de telonero de ignotas bandas punks.
Era ácido (“Fito Páez es el hijo que tuvieron Charly García y Nito Mestre”), peleador (“A Pappo yo le juego una carrera hasta Rosario tomando vodka, a ver quién gana”), pero sobre todo era un artista con mayúsculas. Con sensibilidad exquisita (recomiendo su disco póstumo, Beautiful Losers, que se editó en 1997, con grabaciones que había hecho en Córdoba entre 1981 y 1983), fue la parte más importante, pero no la única de un grupo en el que opinaban todos. Su legado todavía puede encontrarse en Divididos (la banda de Mollo y Arnedo), en Las pelotas (el grupo de Daffunchio) y en las intervenciones jazzeras de Roberto Pettinato, quien además retomó el repertorio de Sumo recién hace un par de años para dar su propia versión.
Gracias Luca, pero te fuiste demasiado rápido.
Luca Prodan: el héroe imposible del rock latino
Trajo a Latinoamérica el influjo del rock inglés justo
cuando Argentina enfrentaba la Guerra de las Malvinas. Era calvo justo
en la era en que el pelo largo dominaba la moda. Aquí, las huellas de
Luca Prodan a 30 años de su muerte.
Rodrigo “Coti” Aboitiz -miembro de Aparato Raro
en los 80 y después parte de La Ley- recuerda que cuando compartió
cartel con Sumo en el evento Primer Recital de Integración de Música
Rock Chileno Argentina, que se hizo el 21 de febrero de 1987 en la
Quinta Vergara, no experimentó devoción ni camaradería, sino que algo
mucho más franco: “Nos dieron susto. Nosotros éramos más ingenuos,
tomábamos algo de repente, pero no consumíamos drogas, por lo que
estábamos a años luz de ellos, que eran un grupo muy under y
sarcástico”.Es muy probable que la mayoría de quienes escucharon o conocieron a Sumo en esos años hayan sido sacudidos por sensaciones similares, salvo una: la indiferencia. La agrupación argentina fue una cría absolutamente única y excluyente en el boom del rock latino ochentero, una suerte de punto aparte encarnado por su líder y vocalista, Luca Prodan.
“Me animo a decir que no hay casos comparables no sólo en el rock argentino, sino en el ámbito internacional, que se puedan asemejar a su agitada vida”, postula Oscar Jalil, autor de una de las más detalladas biografías del músico, Luca Prodan: libertad divino tesoro.
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Eduardo “Lalo” Mir, legendaria voz de radio Concierto y cercano al cantante, quien lo conoció en un café bonaerense interpretando composiciones napolitanas (“ese día éramos cinco parroquianos”, puntualiza), adhiere: “Siempre fue un exótico. Mientras gran parte del mundillo del rock estaba en pose, Luca se reía de todo eso, pero no era agresivo, era muy educado y culto, lo que también era muy extraño. Era un verdadero rocker, pero además sensible. Cuando hablaba, te quedabas embobado escuchando”.
Yo tuve la mejor flor
La historia privada de Prodan lo sitúa de inmediato en un casillero atípico. Nacido en 1953 en Roma, su familia no era aristócrata, pero sí personajes con apetito esnob y trotamundos: sus progenitores se conocieron en China, pero los ataques japoneses derivados de la Segunda Guerra Mundial los obligaron a mudarse a Italia.Su padre, Mario Prodan, un ciudadano turco de ascendencia italiana, era una eminencia en arte chino y poseía un negocio de antigüedades siempre al borde del abismo. Su madre, Cecilia Pollock, nacida en Shanghai e hija de escoceses, quería educar a sus hijos en los mejores colegios, por lo que se instalaron en Escocia y el futuro cantautor fue al Gordonstoun School, donde estudió trompeta y conoció en la banda escolar a otra celebridad de los 80, el Príncipe Carlos.
Pero Luca se aburrió. “En el colegio aprendí que la sociedad quiere que seas una marioneta: cuanto mejor es el colegio, más marioneta vas a salir. O si no, más loco”, recordaba décadas después. Ante ello, decidió en 1971 fugarse sin avisarle a nadie, vagó por Europa, retornó a Roma, trabajó en la calle, vendió artesanía y una vidente le dijo que era la encarnación de Eva Perón, aunque él no sabía quién era.
Jalil sigue: “Desde chico se opuso al mandato familiar y vivió en una permanente huida. Se escapó del colegio, pasó una temporada en la cárcel y hasta fue desertor por negarse a cumplir el servicio militar italiano. Su historia personal determinó sus rasgos atípicos, más allá de haber vivido en Europa, de lo que renegaba un poco, aunque cada vez que podía exhibía su costado intelectual. Andrés Calamaro lo definió como ‘príncipe y mendigo’”.
Mudanza, divino tesoro
Viviendo en Inglaterra a fines de los 70, con un grupo propio (New Clear Heads) y sumergido en la heroína, vino la tragedia que cambiaría su destino: el suicidio de su hermana Claudia, a quien introdujo en las jeringas. Para sacudir sus demonios, y pese a que en Londres tejió amistad con The Police y Mötorhead (tenía fama de portar la mejor marihuana de la ciudad), recordó que un viejo amigo de la escuela, el argentino Timmy Mackern, vivía en Córdoba y trabajaba en el campo. El sitio perfecto para olvidarse del frenesí rockero.Pero, llegado a Argentina en 1981, conoció a los músicos Germán Daffunchio y Alejandro Sokol, el embrión de Sumo.
Y como otro latigazo del destino, el mismo país al que había escogido como refugio entraba un año después en una guerra contra Inglaterra, el reino que lo había formado, por las Islas Malvinas. “Estar tan vinculado con lo inglés no creo que le haya afectado”, asegura Mario Breuer, productor que grabó el disco Llegando los monos (1986), de Sumo, en torno al influjo post punk, dub y reggae que Prodan trajo desde Gran Bretaña. Luego sigue: “Nunca enarboló ninguna bandera o proclama. Lo suyo era una coloratura de música inglesa en su obra”.
“Siempre fue aceptado e incluso se daba tiempo para bromear con el tema. En un show de 1983 dijo ‘Las Malvinas son italianas. Por eso tengo un colador en la cabeza, porque los italianos van a bombardear con fideos’. Creo que el mayor prejuicio hacia él lo tuvieron los sellos, o sino no se entiende cómo bandas como Soda grabaron sus debuts antes que Sumo”, describe Jalil.
Bajo esa mirada, el intérprete también aportó otra huella al rock latino: tal como los músicos británicos que irrumpieron desde los 70, sus entrevistas se llenaban de citas a escritores, reflexiones existenciales y dardos ponzoñosos contra sus pares.
“La primera vez que lo escuché hablar fue tan terminante que hasta me dio vergüenza haber nacido en este país. ‘El rock argentino es una mierda’, con su tono italiano, oscuro y serio. A Soda los consideraba chiquititos con pelitos peinados y una telaraña de maquilladores y técnicos”, anota Roberto Pettinato, ex Sumo y hoy estrella de TV, en su libro Luca es mío.
Lalo Mir también rememora: “Cuando fueron a Viña, Luca bajó a la conferencia de prensa en el hotel San Martín con un pantalón viejo y se le veía la raya del culo. Un periodista le preguntó qué sabía de Chile y le contestó que en la revista del avión había visto que era un país largo y finito”.
Precisamente en la Quinta Vergara, Prodan mostró esa sensibilidad retraída que marcó sus últimos días. Jorge Barahona, roadie del espectáculo, cuenta: “No ensayaron. Yo estaba detrás del escenario y de pronto se acerca a pedirme una cerveza. Me comentó que no le gustaba la cerveza chilena. Conversamos 30 minutos y me habló mucho de sus acuarios. Se le notaba muy deprimido, con una vida muy tortuosa”.
“En el estudio, siempre estaba algo apartado en un rincón. Vivía en su mundo”, suma Breuer.
“En cada entrevista que dio en 1987, él anunciaba que iba a morir. Su hígado no daba más por el consumo de ginebra. Un mes antes de morir organizó una fiesta de despedida, pero no fue ninguno de los Sumo”, acota Jalil, nuevamente mirando hacia la Ciudad Jardín. En todo el show, Luca tuvo a su lado una botella llena de ginebra. Cuando el recital terminó, se perdió en la noche y sólo apareció al otro día, secundado por dos pescadores con los que había ido mar adentro.
Finalmente, murió de una cirrosis el 22 de diciembre de 1987, tres días antes de la Navidad que el mismo musicalizó en la versión que hizo con Sumo de Noche de paz, aquella en cuya letra repite: “Sueña un sueño imposible/ sueña un sueño imposible”.
A 30 años de la muerte de Luca Prodan
Un
tano que cantando en inglés revolucionó al rock nacional. Irónico,
polémico y transgresor. El legado de Sumo. Recordamos algunas de sus
frases.
Un
tano que cantando en inglés revolucionó al rock nacional. Irónico,
polémico y transgresor. El legado de Sumo. Recordamos algunas de sus
frases.
"Voy a armar una banda, voy a morir brillando. Y lo hizo", así lo definió a Germán Daffunchio, exguitarrista de Sumo y cantante de Las Pelotas, a La Viola. En poco tiempo, Luca Prodan le cargó una energía novedosa al rock nacional de principios de los '80.
Llegó a la Argentina para escapar de las drogas. Un italiano que estudió en Inglaterra y que experimentó de cerca la escena musical de Londres. Allí conoció la furia del punk y a varias bandas de finales de los '70. Fue Timmy McKern, un compañero argentino del prestigioso colegio Gordonstoun, quien lo invitó a vivir en las sierras de Córdoba. Luca no lo dudo. Aceptó. Fue el comienzo de la vida de Sumo. “Siempre me sorprendió la forma de reírse de las ironías del mundo”, nos contó McKern. Con una guitarra criolla compuso las primeras canciones. Muchas de ellas llegarían a sonar con Sumo. En aquellos días, Luca llamaba la atención de varios cordobeses.
Su visión del mundo quedó plasmado en sus letras. "Un libre pensador, una mente siempre activa. Una persona muy inteligente que comprendió muchas cosas antes de que pasaran. Luca entendió que lo comercial no es todo en la vida. Él buscaba que la gente se haga cargo de sus acciones pero que disfrute de la vida a pleno”, describió Andrea Prodan, su hermano.
Luca, ya instalado en Buenos Aires, propuso una música novedosa, con nuevos sonidos para el panorama local: post punk, reggae y rock. Las canciones, en su mayoría en inglés, en plena época de la Guerra con Malvinas, causaron efecto en muchos jóvenes con necesidad de algo nuevo. Grupos como Los Fabulosos Cadillacs o Los Pericos se interesaron por su obra.
En poco tiempo, el grupo estalló. Divididos por la Felicidad (1985), Llegando los Monos (1986) y After Chabón (1987), más los demos de Corpiños en la Madrugada (1983) y Fiebre (1989), fue el legado de Sumo.
Brilló sobre el escenario con cada una de sus ocurrencias. Transgresor, polémico e irónico, Luca le dio vuelta la cabeza a muchos. La muerte lo sorprendió un 22 de diciembre de 1987 en la habitación de la casa ubicada en la calle Alsina 451 en pleno casco histórico de la ciudad. Había sufrido un paro cardíaco debido a una grave hemorragia interna causada por una cirrosis hepática. Tenía 34 años.
"Mi papá es de ascendencia italiana pero nació en Turquía, era anticuario y especialista en arte chino, además de ser escritor. Mi madre es de ascendencia escocesa, y nació en China. Allí vivieron varios años, y allí nacieron mis dos hermanas", sobre su familia (Magazine 220, junio 1986)
"Prefiero el Abasto, posiblemente porque allí la gente es menos porteña.
Viví un tiempo en el Abasto, y aunque hablo raro y me visto raro, me
aceptaron rápidamente. Ahora cada vez que vuelvo es una fiesta, me
saluda hasta el barbero y el carnicero. Hay buena onda", un barrio que
le dio vida a una canción de Sumo (Magazine 220, junio 1986).
"No entiendo mucho de tango, pero sé que es una cosa muy de Buenos Aires que también agarró el mundo. Alguna vez lo bailé, pero no era para mí. Hay que pensar que la ciudad era muy distinta hace cuarenta años y no estaba el rock en la radio. Ellos tenían su onda, y por ahí estaban mucho más locos que nosotros", su opinión sobre el tango (Magazine 220, junio 1986).
"Este disco (After Chabón) empieza con 'Crua Chan' muy fuerte. Es el grito de guerra del clan escocés al que pertenece mi madre, los Pollocks. Es importante porque yo tengo mucha sangre escocesa. Después viene No tan distintos que habla de una cosa personal mía. O sea que no le importa a nadie. Sigue con 'Banderitas y globos', un tema viejo de Sumo, de la época de Malvinas, cuando todo el mundo andaba con banderitas. Tiene que ver con un tipo que piensa que está re bien, cuando en realidad está re mal, como estaba Galtieri... 'Hola Frank' es una cosa totalmente improvisada. Se llama así porque Frank Zappa hacía cosas así, improvisada", la opinión de Luca sobre el tercer disco de Sumo.
"A mí no me importó seguir siendo famoso. Yo dije, 'mirá, nosotros somos buenos. Nos hicimos nuestro público antes de que saliera el primer disco. La onda es la misma, no cambió. Entonces, ¿por qué hacer una 'Rubia tarada' propósito y ponerle 'La morocha boluda' así la compran todos los rubios'", Prodan y la fama (Magazine 220, junio 1986).
"Todo el asunto del underground es un invento de los periodistas. Nosotros estuvimos en el underground por razones bien definidas. La primera porque yo cantaba en inglés durante la Guerra de Malvinas. Y segundo porque nunca fuimos con la cintita a las grabadoras y a las productoras. Ellas vinieron a nosotros", sobre los primeros años de Sumo (Magazine 220 noviembre de 1986).
"No
necesitamos pintarnos y estar un montón de horas delante del espejo o
acudir a una peluquería para salir a tocar. Yo, por ejemplo, viajo en
subte, en tren. A los demás músicos ni por asombro los vas a ver entre
la gente. Eso dice algo ¿no?", sobre la estética en el rock, (Magazine 220 noviembre de 1986).
"El éxito a mí no me importa mucho.
Imaginate que yo pasé por muchas cosas. Así que mi manera de ver las
cosas es muy distinta a la de un Soda Stereo o un Fricción. A mí la fama
no me interesa" (Magazine 220 noviembre de 1986).
Llegó a la Argentina para escapar de las drogas. Un italiano que estudió en Inglaterra y que experimentó de cerca la escena musical de Londres. Allí conoció la furia del punk y a varias bandas de finales de los '70. Fue Timmy McKern, un compañero argentino del prestigioso colegio Gordonstoun, quien lo invitó a vivir en las sierras de Córdoba. Luca no lo dudo. Aceptó. Fue el comienzo de la vida de Sumo. “Siempre me sorprendió la forma de reírse de las ironías del mundo”, nos contó McKern. Con una guitarra criolla compuso las primeras canciones. Muchas de ellas llegarían a sonar con Sumo. En aquellos días, Luca llamaba la atención de varios cordobeses.
Su visión del mundo quedó plasmado en sus letras. "Un libre pensador, una mente siempre activa. Una persona muy inteligente que comprendió muchas cosas antes de que pasaran. Luca entendió que lo comercial no es todo en la vida. Él buscaba que la gente se haga cargo de sus acciones pero que disfrute de la vida a pleno”, describió Andrea Prodan, su hermano.
Luca, ya instalado en Buenos Aires, propuso una música novedosa, con nuevos sonidos para el panorama local: post punk, reggae y rock. Las canciones, en su mayoría en inglés, en plena época de la Guerra con Malvinas, causaron efecto en muchos jóvenes con necesidad de algo nuevo. Grupos como Los Fabulosos Cadillacs o Los Pericos se interesaron por su obra.
En poco tiempo, el grupo estalló. Divididos por la Felicidad (1985), Llegando los Monos (1986) y After Chabón (1987), más los demos de Corpiños en la Madrugada (1983) y Fiebre (1989), fue el legado de Sumo.
Luca por Luca:
"Soy italiano, pero estuve mucho tiempo en Escocia, en un colegio. Seis años. Después viví tres años en Roma y siete años en Londres. Cuando llegué a la Argentina no vine directamente a Buenos Aires sino a las sierras de Córdoba, donde me quedé un año para desintoxicarme junto con el que hoy es mi manager, un argentino que conocí en el colegio, y su esposa. Ellos vivían una vida idílica, con los nenitos, el perrito y las gallinas", sobre su años de formación (Revista Humor, marzo de 1985)"Mi papá es de ascendencia italiana pero nació en Turquía, era anticuario y especialista en arte chino, además de ser escritor. Mi madre es de ascendencia escocesa, y nació en China. Allí vivieron varios años, y allí nacieron mis dos hermanas", sobre su familia (Magazine 220, junio 1986)
"No entiendo mucho de tango, pero sé que es una cosa muy de Buenos Aires que también agarró el mundo. Alguna vez lo bailé, pero no era para mí. Hay que pensar que la ciudad era muy distinta hace cuarenta años y no estaba el rock en la radio. Ellos tenían su onda, y por ahí estaban mucho más locos que nosotros", su opinión sobre el tango (Magazine 220, junio 1986).
"Este disco (After Chabón) empieza con 'Crua Chan' muy fuerte. Es el grito de guerra del clan escocés al que pertenece mi madre, los Pollocks. Es importante porque yo tengo mucha sangre escocesa. Después viene No tan distintos que habla de una cosa personal mía. O sea que no le importa a nadie. Sigue con 'Banderitas y globos', un tema viejo de Sumo, de la época de Malvinas, cuando todo el mundo andaba con banderitas. Tiene que ver con un tipo que piensa que está re bien, cuando en realidad está re mal, como estaba Galtieri... 'Hola Frank' es una cosa totalmente improvisada. Se llama así porque Frank Zappa hacía cosas así, improvisada", la opinión de Luca sobre el tercer disco de Sumo.
"A mí no me importó seguir siendo famoso. Yo dije, 'mirá, nosotros somos buenos. Nos hicimos nuestro público antes de que saliera el primer disco. La onda es la misma, no cambió. Entonces, ¿por qué hacer una 'Rubia tarada' propósito y ponerle 'La morocha boluda' así la compran todos los rubios'", Prodan y la fama (Magazine 220, junio 1986).
"Todo el asunto del underground es un invento de los periodistas. Nosotros estuvimos en el underground por razones bien definidas. La primera porque yo cantaba en inglés durante la Guerra de Malvinas. Y segundo porque nunca fuimos con la cintita a las grabadoras y a las productoras. Ellas vinieron a nosotros", sobre los primeros años de Sumo (Magazine 220 noviembre de 1986).
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