"Ladrón de revolucionarios!!!"
CHACARERA
de Francisco Alvero, EL JUGLAR
DE LA LIBERTAD
"Cuando un supuesto progre traiciona, duele pero no asombra
Cuando lo hace un compañero o camarada es una cagada."
Voy a contar una historia
De un tipo muy, muy extraño
Historiador y periodista
Para mí que es un corsario
Si lo canto es pa’ que sepan, que es
Ladrón de revolucionarios!
Ladrón de saco y corbata,
Aunque se ponga alpargatas
Con la pluma y la palabra,
La historia quiere robarnos.
Un ladrón de la conciencia, ladrón
Ladrón de revolucionarios.
Un ladrón con experiencia
Cuyo nombre no me acuerdo,
O no me quiero acordar
Pa’ no hacerle fama al pedo
Pero es triste y lamentable, ladrón
Ladrón de revolucionarios
Esta chacarera trunca,
Ha de truncar sus manejos
Peor que el viejo vizcacha
Escupiendo el alimento
Pero el pueblo ya conoce al ladrón,
Ladrón de revolucionarios
En cada libro que escribe
Por una moneda acaso
Va negando identidades
A mis cumpas que lucharon,
Les quita su ideología, el ladrón
Ladrón de revolucionarios
En lugar del PRT
Él dice que eran del FAS
Del Frente anti imperialista
Por el socialismo y chau
Y así es como ningunea el ladrón,
Ladrón de revolucionarios
Que calamidad,
ay, que inmoralidad, de verdad
Con los
desaparecidos, no se jode, che carajo!
Da bronca este renacuajo, ladrón
Un ladrón de siete suelas, ladrón
Ladrón de
revolucionarios
Por chorear revolucionarios!
CHACARERA
De Francisco Alvero, EL JUGLAR DE LA
LIBERTAD
De changuito ya
sabía, Santa Claus no existía,
Solo un ladrón de gallinas, con marketing
imperialista
Si
de ladrones se trata, este encabeza la lista.
Ya lo dijo nuestra Evita, cuidado con
los gorilas
Sobre todo los de adentro, de adentro
de nuestras filas
Cuidado con los gorilas en medio de
nuestra filas
Existen muchos ladrones Y ladronas por
si acaso,
Ladrones en los gobiernos, Ladrones en
el trabajo
Ladrones de guantes blancos, Con las
leyes de su lado.
Pero hay uno muy extraño, que ni vale mencionarlo
Él se dice compañero, mas pareciera un cipayo
Los cumpas ya lo escracharon por chorear revolucionarios
RECITADO:
“Ladrones ya doctorados, premiados y consumados
Ladrones de pura cepa, sin códigos
y sin ética.
Por que será que no piensan, estos tristes sinvergüenzas?”
Es un chorro licenciado, este chorro desalmado,
Porque al pueblo ha traicionado, cuando
cambiaba los datos
Como si esto fuese un club, quiere
anotarse unos tantos
Cuando un progre nos traiciona, duele,
mas no nos asombra
Cuando lo hace un compañero, nos duelen
hasta los huesos
Si no se retracta ahora, sabemos que es
un camelo
Ladrones en las empresas, es la ley del
capital
Ladrones hasta los diarios, y en las
redes, ay, ay, ay
Ladrones en cualquier medio, medio
ladrones igual
DOSSIER //// 07.07.2021
Roberto Baschetti, el cuidador de la
resistencia peronista, por Roberto Perdía
El ex dirigente montonero reflexiona sobre la obra
del historiador Roberto Baschetti en su rol como “cuidador” de la
militancia peronista en la segunda mitad del siglo XX.
Por Roberto Perdía | Las
ilustraciones son obra de Nora Patrich, Itzel Bazerque Patrich y Gato Nieva; y
forman parte del libro "Quemá esas cartas, rompé esas fotos. Montoneros
1970-2020"
La historia tiene dos tipos de hacedores. Los que
están en el centro de los acontecimientos y quienes, sus “cuidadores”, aseguran
que ellos lleguen hasta nosotros, como parte de una irrepetible historia.
Estos últimos, siendo o no protagonistas, son los que resguardan esos
testimonios, los organizan, los difunden, los hacen trascender a su propio
tiempo, para que pueda llegar hasta los tiempos de los demás.
Roberto Bruno Baschetti, es uno de ellos. Fue desde joven, un militante de esa
resistencia. Pero fue el hermano mayor, hablando de quienes supieron guardar
las pruebas de la resistencia popular de la segunda mitad del siglo
pasado.
Cuando los demás volvían, agotados, de sus gambetas a las diversas s
expresiones de la represión gorila, él iba juntando los papelitos, las
“mariposas” que arrojadas al viento, eran como las semillas que debían
fructificar, como prueba de aquellas luchas.
Más allá de sus simpatías por el Peronismo de Base
(PB) tuvo la perspectiva histórica de saber que, sin una mayor unidad de los
que luchan, los tiempos de la liberación se volvían inalcanzables. Por eso y
sin sectarismo fue juntando papelito sobre papelito, declaración sobre
declaración, historia sobre historia, para construir la montaña de información
que resumen sus 28 libros sobre diversos aspectos de la vida de nuestro país,
particularmente la Resistencia Peronista en la segunda mitad del siglo pasado.
Ahora decidió sintetizar la parte sustancial de esa historia en esas 700
emotivas páginas de Quemá esas cartas- rompé esas fotos, como un homenaje a los 50 años de la aparición
pública de los Montoneros, del siglo XX.
En esas 700 páginas, fácilmente devorables, está
todo… Allí están sintetizados los hechos más importantes de la resistencia
peronista. No podían faltar las anécdotas y relatos de sus protagonistas, con
sus conmovedoras historias, ni tampoco el aporte de las fotos y las
ilustraciones de Nora Patrich, Itzel Bazerque Patrich y el Gato Nieva. Todo
ello completa un trabajo que les va ahorrar enormes esfuerzos a los
historiadores del futuro. Allí florecen la verdad de los hechos y la pasión de
sus protagonistas.
Quisiera completar estas apreciaciones con las
muestras de todo lo que allí se puede encontrar. Ante la imposibilidad de tan
inmensa tarea acudo a las partes que más me han impactado. Porque al fin y al
cabo la interpretación de toda la producción histórica, como la que tenemos
enfrente, corresponde la mitad a quien la produce y la otra mitad a quien se
apropia de ella.
Las desgarradoras imágenes de los bombardeos de los
golpistas de 1955 (pgs. 24 a 29) constituyen una prueba contundente de un
genocidio nunca juzgado, pero que quedó grabado en la memoria del pueblo.
Los recuerdos de Julio Troxler (pgs. 62 a 65),
salvado providencialmente en los fusilamientos de José León Suárez en
1956, quien reflexionaba antes esos horrendos crímenes: “Qué significaba este odio, porqué nos mataban así.
Tardamos mucho en comprenderlo, en darnos cuenta de que el peronismo era algo
más permanente que un gobierno que puede ser derrotado, que un partido que
puede ser proscripto…” El testimonio de Troxler,
acribillado por las balas de la Triple A en 1974 durante un gobierno peronista,
es una dolorosa paradoja sobre sus propias palabras.
Las fotografías de los obreros petroleros presos en
una unidad militar y la toma del Frigorífico Lisandro de la Torre (pg. 42),
durante el gobierno de Arturo Frondizi son el testimonio fiel de un gobierno
que traicionó el voto de los trabajadores que lo ungieron Presidente.
La foto del General Juan Carlos Onganía en Estados
Unido -West Point- (pg. 72) en el año 1964 dos años antes del Golpe de 1966,
muestra donde empollaban los huevos de las serpientes dictatoriales.
Impactó a la opinión pública un afiche (pg. 87) impreso por la Policía Federal
y masivamente pegado en la Capital Federal y el interior el país. Fue con
motivo del secuestro del General Pedro Eugenio Aramburu. Allí sobresalían las
caras de tres jóvenes: Esther Norma Arrostito, Mario Eduardo Firmenich y
Fernando Luis Abal Medina, de 30, 22 y 23 años respectivamente. “Denúncíelos” es
la palabra que llamativamente da cuenta del hecho que fue la presentación
pública de Montoneros.
Un gigantesco cartel de Montoneros, que atravesaba
la Plaza de Mayo (pgs. 95 y 99) es la reproducción precisa del momento en que
el pueblo, el 25 de mayo de 1973, testimonia el triunfo después de 18 años de
Resistencia.
La ilustración de Nora Patrich (pg. 101), el
discurso del Presidente Cámpora el mismo 25 de Mayo (pg. 103) y varias
fotografías (pgs. 102 a 105) dan cuenta de la emoción por la liberación de los
presos. Era el cumplimiento de la consigna de aquella campaña electoral: “¡Primera ley vigente – Libertad a los
combatientes!”. El Presidente Cámpora en su
discurso ante la Asamblea Legislativa había dicho: “Y en los momentos decisivos, una juventud
maravillosa, supo responder a la violencia con la violencia y oponerse, con la
decisión y el coraje de las más vibrantes epopeyas nacionales a la pasión ciega
y enfermiza de una oliqarquía delirante (…) La Patria ha adquirido un
compromiso solemne con nuestros héroes y con nuestros mártires y nada ni nadie
nos apartará de la senda que ellos trazaron con estoicismo espartano” Como una especie de “fin de cuentas” de las
dictaduras militares es la gesta del 16 de diciembre de 1982. La vanguardia de
decenas de miles de jóvenes se apropió de las cercas con las que la
represión pretendía defender la Casa Rosada. Con ellas golpearon las puertas de
la sede gubernamental (pg.669). Hasta ahí llegó ese masivo y definitorio acto
de resistencia antidictatorial. Se pudieron golpear las puertas pero no entrar,
allí está el símbolo físico de aquella resistencia y de la condicionada
democracia que emergió de aquella historia.
(Ilustración de Gato Nieva)
Entre los recuerdos que traen a la memoria aquellos
tiempos y que explican muchos de los sucesos de este medio siglo de historia
están los fragmentos de una carta (octubre de 1965) de Perón a la Juventud
Peronista (pg. 119), donde dice: “Es
fundamental que nuestros jóvenes comprendan, que deben tener siempre presente
en la lucha y en la preparación de la organización que: es imposible la coexistencia
pacífica entre las clases oprimidas y opresoras. Nos hemos planteado la tarea
fundamental de triunfar sobre los explotadores, aún si ellos están infiltrados
en nuestro propio movimiento político”.
Las historias y anécdotas de centenares de
compañeras y compañeros han sido recogidas, en esta recopilación de Baschetti,
para que su memoria alimente las luchas de distintos tiempos. Todas y cada una
de ella son vidas entregadas para que no mueran aquellos sueños. Es imposible,
en estas reflexiones, recogerlas a todas ellas.
Solo la mención de un par de las mismas permite dar cuenta de la dimensión de
aquella totalidad.
El caso de Ana María González (pgs. 215/216), una
joven de 18 años que colocó una carga explosiva debajo de la cama del Jefe de
la Policía Federal - General Cesário Cardozo- que acabó con su vida (16 de
junio de 1976), es un caso emblemático. Se trataba de una joven estudiante con
inquietudes sociales y de un militar que estaba al frente de una de las
fuerzas represivas más odiadas. Es un caso que permite ponerle un marco a los
alcances de la magnitud de una lucha que hizo posible que aquella joven mujer
clasemediera desplegara –en una sociedad tremendamente patriarcal- tamaña
acción, corriendo riesgos que hicieran que tiempo después fuera herida en una
“pinza” falleciendo poco después.
Otra individualidad, que explica la potencialidad del colectivo construido en
esos tiempos, es la de José Sabino Navarro (pgs. 122 a 125) correntino, obrero
mecánico de la fábrica de tractores DECA (Deutz Cantábrica), allí enfrentó al
“Gordo” José Rodríguez, el legendario burócrata del SMATA. Vivió por San Miguel
en una casilla prefabricada y era militante de la JOC (Juventud Obrera
Católica). Está entre el grupo de fundadores de Montoneros y su Jefe luego de
la caída de Fernando Abal Medina y Gustavo Ramus (7/9/70). En un Peugeot azul
recorrió el país para mantener en pie la debilitada fuerza que le tocó
conducir. Instalado en Córdoba murió, luego de haber sido herido en un
enfrentamiento en Río IV (22/7/71).
Más allá de estos paradigmáticos recuerdos
individuales, que cada uno podrá encontrar en las páginas de esta obra, hay
otro tipo de contenidos que impactarán de un modo profundo a cada lector. Por
mi parte hay algunos que me emocionaron hasta las lágrimas y otros que dejan
reflexiones para el análisis profundo del pasado y luces que iluminan el camino
del porvenir.
Entre esas formas de revivir el pasado que llegan
al alma, personalmente, no puedo dejar de mencionar la particular Carta del
“Carlón” Eduardo Daniel Pereyra Rossi (marzo 1981) a Horacio “Petrus” Campiglia
(pgs. 519/520), pocas semanas después de su desaparición en Río de Janeiro
(marzo 1980). Se trata de dos queridos compañeros de la última CN (Conducción
Nacional) cuando formaban de aquella Conducción como emergentes de una
generación posterior a la de los “viejos” fundadores. Allí, Carlón, se
preguntaba y le confesaba a Petrus, su compañero desaparecido: “Entonces pensé en algún lugar, que guarde
inmutable físicamente, un testimonio de nuestra época. Un rincón a donde
concurra algún argentino que aún no ha nacido, y que por un segundo, mientras
observa la fachada de una casa con varios orificios de balas, producto de un
allanamiento nocturno, se pregunte, si el que un día de 1976 fue sacado por la
fuerza de esa casa habrá expresado por un segundo en su mirada, la esperanza de
que la opresión y la injusticia acabaría un día. Y que repentinamente, mientras
ese argentino que aún no ha nacido siga su camino, por un segundo se pregunte
si su tiempo presente no lo debe a quienes hicieron como vos una vida de ese
segundo, una vida de esa confianza absoluta”.
Aún más fuerte fue la emoción –también las
lágrimas- cuando leí la carta (10/4/78) del compañero Hugo Medina (pg. 423 a
426). Con Hugo, habíamos compartido el inicio de este camino, a mediados de los
60’, allá por Reconquista, en el norte santafesino. Se trata de una carta que
escribe para sus dos pequeños hijos y que lo hace en nombre propio y el de su
compañera, María Stella “Piki” Zanocco, que había caído un par de meses antes
(3/2/78). Esa carta, con las mismas emociones que centenares de otras
semejantes, me suena como propia por las historias comunes, los sinsabores,
alegrías y asombros iniciales.
Desde la profunda racionalidad y consecuencia que
acompañó toda su militancia revolucionaria, el compañero Juan Julio Roqué,
miembro de la dirección de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) y –luego
de la fusión- de la Conducción de Montoneros, deja para la historia una carta
para sus hijos (pgs. 373 a 379). Allí hace un recorrido personal hasta llegar a
la militancia revolucionaria. Su contenido, guiado por la indignación hacia la
injusticia y el amor por los humildes, le da una universalidad que atañe a toda
la militancia.
En las pgs. 698/9 encontramos las ideas que guían
al conjunto del trabajo. La reflexión sobre “Nosotros, los Montoneros”, es
seguida por un volante del año 1971 en el que se lee: Junto al PV Montoneros:
“Solo la guerra del pueblo salvará al pueblo” y el cierre, con el explicativo
objetivo de tantos sacrificios: “La felicidad del pueblo y la grandeza de la
Patria”.
Un agradecimiento final para todos los que
participaron en esta idea colectiva, particularmente para Baschetti, el
“cuidador” de la Resistencia, para que ella quede como resguardo de los hechos
pasados y –junto a otros de nuestra historia- iluminen la lucha que permitan
completar tantos sueños.
Los interesados en comprar este libro pueden
comunicarse con el autor a través de:
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ROBERTO PERDÍA ROBERTO BASCHETTI MONTONEROS
Un tal Roberto Bascheti, autodenominado "historiador" y autodenominado peronista trata de reescribir la historia, algo que no es ninguna novedad dentro de esa tendencia política. Si nos ajustamos a esos criterios debemos concluir que el movimiento sindical nació en 1946, eliminando de un plumazo la existencia de la FORA del Primer Congreso hasta la del Quinto Congreso y hasta la del Noveno Congreso. Se eliminó la existencia de la Unión Sindical Argentina (USA), se ignora que la CGT nació en el año 1930, que era una organización Independiente y al asumir Juan Domingo Perón como Secretario de trabajo del gobierno nacido de un golpe de estado de 1943, contaba con más de 700.000 afiliados, es necesario subrayar que las afiliaciones eran voluntarias. En línea con ese criterio el señor Bascheti pretende reescribir la "historia reciente" adjudicándoles origen peronista a compañeros que fueron militantes del Partido Revolucionario de los Trabajadores, así intentó hacerlo con el compañero Alberto Vendrell, con el compañero Leandro Fote, también con el compañero Pablo Enrique Fernández Meijide y también con otro compañero. Tenemos un profundo respeto por todos los militantes peronistas de la década de los sesenta y setenta, nuestras sangres regaron copiosamente la tierra de nuestra partria, nuestros cuerpos habitaron las cárceles del país, sobrevivimos gracias a nuestro pueblo, a nuestros familiares, a nuestra unidad que forjó una amistad indestructible. Hemos sido pacientes frente a los actuales militantes que nos gritaban que "todos los desaparecidos son peronistas". No, no eran todos peronistas, éramos y somos marxistas leninistas y como tales no permitimos las mentiras y el señor Bascheti MIENTE.
NEGRO PONCE DE LEON
Muerto a tiros
Por Carlos Flaskamp1 – Muertos de amor, el libro de Jorge Lanata sobre el EGP, es una “novela histórica”. Es un género traicionero. En él, el autor tiene derecho a inventar, pero no puede inventar lo que quiera: lo que imagine tiene que guardar correspondencia con la parte de los hechos que efectivamente se conoce. Si los contradice, se expone a que le digan que su novela “falsea, tergiversa y manipula la historia original”, como lo afirma Hugo Montero2.
Montero tiene razón, porque Lanata en su novela, intentando retratar las relaciones que se daban internamente en el EGP entre los militantes, presenta a ese grupo militarizado y disciplinado como si se tratara de una banda de delincuentes. Aquí no sirve argumentar que finalmente actuaron en verdad como tales, ya que se asesinaron entre ellos. Precisamente lo que habría que mostrar es cómo, no siendo delincuentes, llegaron a ese punto. Éste es el aspecto esencial y, de paso, ahí tendría Lanata el drama para su novela.
En grupos revolucionarios –a veces también en grupos que no lo son- existen entre sus integrantes relaciones de solidaridad y compañerismo, basadas en el objetivo común y en el riesgo compartido. Esto naturalmente se pierde cuando el colectivo entra en crisis. Sabemos que el EGP no escapaba a esta regla. Lanata no debe tener la menor idea de esto y no hay que culparlo por eso. Pero cabría preguntarle por qué eligió ese tema para su novela. También cabría preguntarle por qué se metió a escribir una novela, ya que, a juzgar por la precariedad del producto, no parece ser ése su fuerte.
Los militantes del EGP no eran los demonios que pinta Lanata, ni tampoco los ángeles que dibuja Montero. Eran hombres y, como tales, falibles y degradables. Lo que el grupo vivió fue un proceso de perversión que concluyó en los fusilamientos y en la destrucción final. En ese proceso ocuparon un lugar preponderante fallas que son humanas e individuales y otras que son propias de la estrategia foquista.
Las organizaciones armadas de los años posteriores acusaron en diversos aspectos influencias foquistas de distinta intensidad. A diferencia de ellos, el EGP fue, en palabras de Gabriel Rot, “una experiencia químicamente pura de lo que era un foco guerrillero”. No tenía ninguna vinculación con las luchas políticas que se daban en la Argentina. Se lanzó a la lucha armada cuando el país entraba en un período de expectativas legales. Fue concebido y construido en el extranjero. Su representatividad social era nula. Los mandos eran nombrados verticalmente desde la cabeza, que era el Che Guevara.
Es fácil imaginar que en un destacamento de estas características, a las que se debe agregar la presión de una naturaleza agresivamente hostil y el acoso de la gendarmería, florecen el aislamiento, la desesperación y la locura. Esta es una cuestión política, porque está condicionada por la concepción foquista que guió esa construcción.
Sin embargo, hubo también factores particulares y personales que agravaron la situación. El inspirador principal del foquismo fue el Che Guevara, que fue también el organizador principal del proyecto EGP. Ahora no tiene objeto tomarlo como chivo emisario adjudicándole la responsabilidad de todos los proyectos fallidos. Por algo fuimos tantos miles los militantes que en esos años abrazamos entusiastamente la concepción foquista en América Latina. Sin duda, algo nos estaba aportando, por lo que la tomamos como nuestra. Simplemente en tren de deslindar responsabilidades, hay que decir que la conducción estratégica de todo el proyecto era el Che.
Pero en lo que se refiere a la ejecución de guerrilleros que “no se aguantaban” la extrema situación en que se planteaba la lucha, la conducta adoptada por Guevara ante casos parecidos, que se dieron en la guerrilla boliviana, fue otra, como se puede constatar en su Diario. Se presentaron separadamente el caso del Camba y el de Darío, frente a los cuales al Che, aunque los veía como aflojadas, ni le pasó por la cabeza la idea del pelotón de fusilamiento. Toda su preocupación radicó en aguardar la oportunidad propicia para que pudieran abandonar la guerrilla sin comprometer la seguridad de la misma. Ahí parece que Guevara tomó la cuestión con mayor naturalidad, sin echar mano al recurso último de pasar por las armas a un compañero que por su debilidad debilitaba a todo el grupo.
Eso hace pensar que, si bien es la estrategia foquista la que crea las condiciones para que estas cosas ocurran, en su aplicación había en Guevara una mayor madurez, que le permitió adoptar un temperamento muy distinto al de Segundo. Esto se refuerza reparando en que Masetti fue responsable asimismo de un tercer caso, producido en la etapa previa, cuando el grupo estaba en Argelia –sin los agravantes del monte y la gendarmería-, en el que su respuesta fue exactamente la misma: el fusilamiento. En este caso el compañero -sin saberlo Masetti- salvó el pellejo porque los argelinos, que como dueños de casa habrían sido los encargados de la ejecución, no se dignaron hacer caso a la directiva recibida.
Ahora bien, se puede comprender que, en el fragor del enfrentamiento con el enemigo, una fuerza militar –revolucionaria o no- se vea llevada a veces, en circunstancias extremas, a medidas de ese tipo, entendiéndolas como la amputación de sus propios puntos débiles por razones que hacen a la disciplina militar, al espíritu de lucha y a la supervivencia. Teóricamente ésta es una posibilidad, pero en el caso del EGP resalta la desproporción entre los distintos componentes de la operatividad. Aún no habían entrado en combate con el enemigo y ya tenían dos muertos propios, fusilados por ellos mismos.
En la novela de Lanata se confunden los tantos al aparecer alusiones a los muchos hombres fusilados por la Revolución Cubana, metidas en el texto como argumentaciones de quienes justificaban las medidas extremas. Pero en Cuba fueron antiguos represores a quienes se fusiló en gran escala después de la toma del poder. Acá estamos hablando del fusilamiento de fuerzas propias y no por acusaciones de traición, sino solamente por su “debilidad” para aguantar las condiciones de la lucha.
Cuestionar esto, ¿significa pensar que “todos somos asesinos”? No, si encaramos esta problemática con serenidad y pensamos en las cosas concretas y no en abstracciones. Las reacciones histéricas no ayudan a la revisión crítica. Otros sacarán distintas conclusiones y podrán encontrar motivo para expiar culpas. Para mí no se trata de reprochar la voluntad de lucha que caracterizó a los hombres del EGP y a otros militantes, sino de señalar concepciones estratégicas erróneas y autodestructivos métodos de conducción.
Notas
1Ex militante montonero y autor de Las organizaciones político-militares, Ediciones Nuevos Tiempos, Bs. As., 2002.
2Montero, Hugo: “La historia como folletín grosero”, en www.revistasudestada.com.ar.
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