martes, 14 de marzo de 2023

El Militante (Revolucionario) ZAMBA ARGENTINA. POEMA: ALICIA EGUREN DE COOKE.

EL MILITANTE  

 (REVOLUCIONARIO)

ZAMBA

ARGENTINA

 

POEMA: 

ALICIA EGUREN DE COOKE.


MUSICA: 

ZAMBA “DEL TIEMPO I’ MAMA”. 

De RODOLFO “POLO” GIMÉNEZ.

Popularizada ésta, por Los Chalchaleros entre muchísimos otros intérpretes.

 

“Al poeta, amigo y compañero Paco Urondo, muerto por defender sus ideales.” 

ALICIA EGUREN.

 

“Alicia Eguren escribió un poema, 

Para Paco Urondo y lo quiero cantar

Con la melodía del tiempo i’ mama, 

Es decir de aquella zamba que es bien popular”  

EL JUGLAR.


I    

El militante revolucionario,

Cuando se esfuma saqueado en sus latidos

Se lleva lo soñado y padecido

Mientras se va diluyendo para hacerse ave.

 

Sus ojos alucinan a la noche

encendiendo el fragor en la luminosidad.

El militante revolucionario

Vive en los otros y se queda, se queda alumbrando

 

Lentamente ya, su canto percibimos

Racimos de protesta, pétalos de rebeldía.

Sus ojos a la noche, a la noche alucinan,

Encendiendo el fragor en la luminosidad

El militante revolucionario

Vive en los otros y en las otras y se queda alumbrando


 II

El militante sigue musicando

la calle y el sueño, el sueño, el ardor

Que se renueva en la espuma de su mirada,

Para que en viejos aromas se vuelva a quedar

 

El militante revolucionario

Vive en los otros y se queda alumbrando

Se queda alumbrando, a los que llegarán

Encendiendo los fragores en el alma popular













Paco Urondo, el poeta y guerrillero que dijo que había tomado la pastilla de cianuro para salvar a sus compañeros

Por estos días cumpliría 90 años. Vivió hasta los 46. Tres meses después del golpe de Estado del 76, murió en Mendoza. “Me tomé la pastilla”, dijo. Y las dos mujeres que estaban con él en medio de una persecución le creyeron e intentaron huir. Pero Urondo no había tomado la píldora de cianuro, murió por otros motivos.

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infobae

Aquella tarde del jueves 17 de junio Alicia Raboy se había puesto un vestido y tacos altos. Hacía frío en Mendoza, de fondo estaban las nieves eternas de la cordillera, pero ella y su pareja, Francisco “Paco” Urondo, tenían planeado ir al teatro por la noche.

Antes de eso debían ir a una cita de control, como se llamaban a los encuentros entre militantes montoneros destinados a constatar que no habían caído en manos enemigas.

Llevaban a su pequeña hija Ángela y tenían que ir a esa cita con Renée “la Turca” Ahualli. Paco y Alicia habían llegado hacía muy poco a Mendoza desde Buenos Aires. En cambio, la tucumana Ahualli les llevaba tres años de ventaja, los suficientes como para conocer la ciudad. Los tres estaban clandestinos y la Octava Brigada de Infantería de Montaña y la policía local habían hecho destrozos en la militancia montonera. La cita de control era a las 18.

Paco iba al volante de un precario Renault 6 junto a Alicia Raboy y Ángela, de solo once meses. Tras recoger a Ahualli, debían encontrarse con otro miembro de Montoneros, Rosario Aníbal Torres. Urondo pasaría con su auto a lo largo de cinco cuadras por la calle Guillermo Molina. Al inicio de esas cinco cuadras que debían recorrer, la recogieron a Ahualli. Urondo le dijo: “Me parece extraño este recorrido”. Paco ya lo había hecho dos veces antes de que Ahualli subiera al Renault 6 y le pidió su opinión al respecto ya que ella estaba baqueana en Mendoza.

Las “ratoneras” se montaban con militares y policías con escenografías fraguadas: un puesto ambulante, obreros municipales reparando una calle, repartidores de mercadería.

Paco, además de poeta consagrado y de guionista destacado de cine y televisión, era un militante fogueado en la clandestinidad.

Raboy era una ex estudiante de Ingeniería que había elegido el compromiso con todos los riesgos.

En cuanto a la “Turca” Ahualli, una tucumana fornida y aguerrida, aunque formada en el mundo del teatro y el arte tucumanos. Sin embargo, no sabía que ese hombre robusto de 46 años era quien era. Lo conocía solo por el seudónimo de ocasión.

La encerrona

El Renault 6, con los cuatro tripulantes fue directo a la boca del lobo. Al empezar a recorrer esas cuadras, no solo vieron hombres jóvenes que resultaban extraños. Ahualli quedó estupefacta al ver un Peugeot 404 rojo, que usaba la organización Montoneros. En su interior, entre dos hombres estaba nada menos que Rosario Aníbal Torres, un miembro de Montoneros. Pese a que llevaba una gorra, Ahualli lo reconoció y se dio cuenta de la situación.

-¡Rajá, está cantada la cita!

Urondo apretó el acelerador. El sprint con un Renault 6 era imposible. Tomó un revólver, le pasó una pistola a la “Turca” y Alicia, para resguardar a la niña de la balacera, la puso en el piso del auto.

Los agentes disfrazados los persiguieron en varios autos, entre ellos el Peugeot rojo donde estaba Torres.

Rosario Aníbal Torres era puntano, peronista de siempre. Tras haberse desempeñado durante años como chofer, al llegar Elías Adre a la gobernación de San Luis, Torres fue nombrado jefe de Policía en San Martín, su pueblo. Se hizo montonero y fue a Mendoza, donde estaba clandestino.

Un par de días antes de esta furiosa persecución había sido capturado. La tortura fue con mucha más saña porque lo veían como un desertor, como un traidor. Torres dio los datos de la cita de control sin saber siquiera que entregaba a Paco Urondo. Para cerciorarse de que la información era cierta, los integrantes del grupo de tareas lo metieron en el mismo Peugeot rojo que tenía al momento de ser capturado.

El Renault 6 logró hacer varias cuadras. Parecía que zafaban. De repente, Urondo se topó con un Rastrojero, que por casualidad estaba en una esquina de Tucumán y Remedios de Escalada. El volantazo no fue suficiente, “Paco” chocó apenas con el otro vehículo. Eso no era todo. Ahualli había recibido un disparo que le había atravesado las dos piernas y perdía sangre. El infierno se completaba con el llanto de la pequeña Ángela.

Paco iba al volante de un precario Renault 6 junto a Alicia Raboy
Paco iba al volante de un precario Renault 6 junto a Alicia Raboy

Quién era Urondo

Francisco Urondo había nacido en Santa Fe el 10 de enero de 1930. A principios de los años 50, sus versos recibieron la influencia de autores reconocidos, como Juan L. Ortiz y Oliverio Girondo. La revista Poesía Buenos Aires publicó algunos de sus poemas. Se trataba de una publicación de arte vanguardista donde también publicaban autores como Alejandra Pizarnik y Leónidas Lamborghini.

Cuando tenía 27 años fue nombrado director de Arte Contemporáneo de la Universidad Nacional del Litoral y al año entrante, al llegar Carlos Sylvestre Begnis a la gobernación de Santa Fe, asumió el cargo de Director General de Cultura de la provincia.

Incursionó en el cine de la mano del director Rodolfo Kuhn en la mítica película Pajarito Gómez y luego hizo adaptación para televisión de obras emblemáticas de la literatura universal como Rojo y Negro (de Stendhal) y Madame Bovary (de Flaubert).

Urondo empezó también a escribir en semanarios como Primera Plana Confirmado.

Era un hombre de trascendencia pública que vivió con intensidad los años 70: la Revolución Cubana, la Guerra de Vietnam o el Mayo Francés, por mencionar algunos acontecimientos que marcaron a una generación. En Buenos Aires, en ese contexto, se sumó a las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) y en plena dictadura de Alejandro Agustín Lanusse fue tomado prisionero. Cuando Julio Cortázar se enteró en París de la detención de Urondo pidió permiso a la dictadura de Lanusse para visitarlo. Pero fue infructuoso, Cortázar no fue autorizado.

Los fusilamientos de Trelew -agosto de 1972- tuvieron en Urondo a una pluma muy particular. Pudo compartir pabellón en la cárcel de Villa Devoto con Alberto Camps y René Haidar quienes, junto a María Antonia Berger, sobrevivieron a las balas en la base naval.

La Patria fusilada, un libro de 140 páginas, surgido de una larga mateada en una celda -de nueve de la noche a tres de la mañana- donde los tres sobrevivientes le contaron a Urondo todos los detalles de lo sucedido aquel 22 de agosto de 1972 en la Base Almirante Zar de Trelew, donde los muertos fueron 16.

La primera edición de La Patria fusilada salió exactamente un año después de aquellos fusilamientos. Con el peronismo en el gobierno y con Urondo libre. En ese momento, las FAR se une con Montoneros y Urondo se encuadra en esa fusión.

Uno de los poemas escrito por Urondo en Devoto decía: “Del otro lado de la reja está la realidad, de/ este lado de la reja también está/ la realidad; la única irreal es la reja”.

Víctimas fusiladas en Trelew
Víctimas fusiladas en Trelew

La muerte

Urondo no quería volver a la irrealidad de las rejas. Ante ese infierno ensordecedor frenó y fue muy directo.

-Me tomé “la pastilla” y me siento mal. Váyanse.

Tan pequeña como letal, la píldora de cianuro de potasio era algo que llevaban los miembros de Montoneros para evitarse tanto las torturas como brindar información sensible de los movimientos de otros guerrilleros. Sabían que, hablaran o no, tras los tormentos llegaba la desaparición forzada o un “enfrentamiento” fraguado.

No había posibilidad de contradecir al jefe. El hecho parecía consumado. A “Paco” debían quedarle unos segundos de vida.

Alicia tomó en sus brazos a la pequeña Ángela y alcanzó a recorrer unos metros. Vio venir a los agentes disfrazados y apenas atinó a dejar a su hija en manos de un hombre que estaba en un corralón de materiales y veía esa secuencia petrificado. Los del grupo de tareas capturaron a Alicia y la metieron en un auto a los golpes.

En cuanto a la “Turca”, herida y en medio de semejante concentración de policías y militares, no tenía muchas chances de escabullirse.

A contrapelo de las estadísticas

Renée Ahualli corrió hacia ninguna parte. Un vecino del lugar, a quien nunca más volvió a ver, fue una suerte de ángel de la guarda.

-Por ahí –le señaló.

Era una callecita oculta. No había en ella ningún miembro del grupo de tareas. La bala que le había atravesado las piernas todavía le hacía brotar sangre. Entonces, otro dato inesperado: de la callecita llegó a un descampado que tenía unos piletones. Allí se lavó. Intentó disimular las heridas y con la adrenalina que tenía, pudo soportar el dolor. Se acercó a una parada de trolebús y en unos minutos estaba sentada como una mujer que, pasadas las seis de la tarde, vuelve del trabajo. De inmediato subieron al trolebús soldados de uniforme de combate sin reparar en la “Turca”. El Trole avanzó y ella vio de nuevo al Peugeot con Torres en su interior, con los mismos dos agentes disfrazados que había visto un rato antes.

Logró volver a su casa, donde estaban su hermana y otro miembro de Montoneros. La desinfectaron, la vendaron y la dejaron descansar. Al día siguiente, su hermana fue a la estación terminal de trenes y se topó con carteles que decían “buscada”. Cualquiera que mirara la foto y recordara que Ahualli vivía en esa casa, su buena fortuna terminaba ipso facto.

La pastilla de cianuro que no fue

Ángela Urondo tiene 44 años. Cuando tenía once meses, los del grupo de tareas vieron cuando su madre la entregaba a ese hombre en el corralón y sin miramientos se llevaron a la pequeña. Horas después, en la madrugada del viernes 18 de junio de 1976, la dejaron en la Casa Cuna.

Al cabo de unos días, la familia de Alicia Raboy recibió un llamado donde le informaban del lugar donde estaba Ángela. La fueron a buscar. El 28 de junio cumplió un año. Pasaron 18 más hasta que supo la verdad de lo que había sucedido aquel jueves 17 de junio. Las llamadas mentiras piadosas son mentiras. Por sentimientos de miedo, de culpa, por desconcierto. Simplemente le ocultaron la verdadera identidad de sus padres. En la familia hablaban de “un accidente fatal”.

Ángela Urondo Raboy escribe, ilustra, tiene pasión por el arte y no le gusta que la encasillen con tal o cual oficio o profesión. Hizo todo lo necesario para conocer la historia de sus padres, para enterarse de que su madre había sido llevada a los golpes y que esa chica que había estudiado Ingeniería y que luego había conocido a Paco en el diario Noticias en 1973, es una detenida desaparecida.

A diferencia de Alicia, el cuerpo de Paco sí fue llevado a la morgue. Los forenses dicen que los cuerpos hablan. Lo que no siempre pueden saber es que algunos siguen hablando años después.

Roberto Bringer fue profesor de Medicina Legal en la Universidad Nacional de Cuyo. Además integró el Cuerpo Médico Forense.

Bringer fue concluyente: “En su cuerpo no había rastros de cianuro. Los cadáveres con envenenamiento por esa sustancia tienen un olor particular y toman un color rosado, muy diferente del lívido que presentaba la víctima”.

La realidad es que Urondo, según el propio Bringer, presentaba una fractura por hundimiento de cráneo. Cuando tuvo que declarar ante el juicio que se llevó a cabo en 2011, el médico forense dijo que debía tratarse de un fuertísimo golpe dado por la culata de un arma. Los asesinos partieron una cabeza muy especial.

La Turca

Renée Ahualli pudo tomar un tren en una estación distante de la terminal. El teatro le había dado, entre otras habilidades, la del maquillaje. Pintada, teñida, sin el dolor de las heridas, viajó hasta Buenos Aires donde se encontró con su compañero, Emilio “Tincho” Assales, y su hija. Tincho era más indisimulable que Renée: de contextura física imponente y con pasado de suboficial de la Armada. Con “Tincho” y “la Turca” compartía actividades Rosario Aníbal Torres, el hombre que había brindado los datos que terminaron con la muerte de Urondo y la desaparición de Alicia Raboy. Por eso, se habían mudado a Buenos Aires de inmediato.

Ahualli no pudo disfrutar mucho de su compañero. En enero de 1977, Assales fue capturado y llevado a la ESMA. Con la llegada de la democracia, “La Turca” volvió a su Tucumán natal. Allí dio clases en la Universidad Nacional.

Cuando comenzaron los juicios de lesa humanidad, pudo dar testimonio en Mendoza tanto de la muerte de Paco Urondo como de la desaparición de Alicia Raboy. En los tribunales de Comodoro Py también brindó su registro del día en que se llevaron a “Tincho” Assales.

“En el año 1993 fui convocada para filmar la película Paco Urondo. La Palabra Justa y allí me enteré de cuál era la calle por la que me escapé, que para nada era cerrada. También conocí al vecino Carlitos, que fue el que me indicó aquella tarde por dónde fugar. Él mismo me contó que quiso defender a Alicia, que era maltratada por hombres de civil y que lo apuntaron y le dijeron que no se metiera, que esa mujer había robado a la beba que rescataron en el corralón”, recuerda hoy Ahualli para Infobae.

El recuerdo de Juan Gelman

El poeta y también militante Juan Gelman lo recordó con una frase que sintetiza el mundo lírico y a la vez de acción que compartieron muchos de su generación: “No hubo abismos entre experiencia y poesía para Urondo. Corregía mucho sus poemas, pero supo que el único modo verdadero que un poeta tiene de corregir su obra es corregirse a sí mismo, buscar los caminos que van del misterio de la lengua al misterio de la gente”.

 CULTURA INTELECTUAL Y MILITANTE

Se abre el debate: ¿Es Paco Urondo el mejor poeta argentino de todos los tiempos?

Se publica en el país "Francisco Urondo, la exigencia de lo imposible", libro que rescata la vida y la obra del poeta, periodista y guerrillero asesinado en 1976.


16-04-2021 12:18

Un relato testimonial es el cruce y resultado de un discurso dialógico, construido por muchas personas. Acaso esta biografía de Francisco Urondo (Santa Fe, 1930 – Mendoza, 1976) sea una extensión de su propio proyecto y formación: probablemente él, como Osvaldo Aguirre o Rodolfo Walsh, hubiera recurrido a un discurso objetivo para explicar su experiencia, o bien a un “coro” o “polisemia” social de  significados. Esto, que bien podría aplicarse al género narrativo, no deja de forjar una forma poética definida, muy próxima a la de Urondo, una poesía que niega tanto el realismo crítico burgués como el realismo socialista, que rechaza el monólogo épico de Pablo Neruda como modelo de escritura revolucionaria y asume, en cambio, un lirismo dialógico. 

Y es que este conjunto de voces e información, misma que emplea Aguirre al soltar sus páginas, reconoce el núcleo más duro de la recepción: un lector elíptico, crítico, independiente. Sólo de esta forma puede reconstruirse un personaje como el de Francisco Urondo, un poeta y militante (si acaso queremos censurar o tipificar algunas de sus vértebras) lleno de matices y contradicciones. Al menos para el sectario y rudimentario escenario político de significación, porque Urondo fue antes que todo un poeta, un rupturista de lo esencial, claro y directo, salvaje como la naturaleza.

La mayoría de las personas sabe que Urondo fue asesinado por los militares en circunstancias sospechosas en Mendoza. Sabe de su adherencia a las FAR (Fuerzas Armadas Revolucionarias) y Montoneros, aunque desconoce su programa poético así como su solidez intelectual (muy visible, por cierto, en la época en la que fue Director del Departamento de Letras de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, donde muchos programas de estudio se modernizaron y se sentaron las bases críticas para desarrollar el plan de una carrera de Comunicación). 

Panorama de la producción poética en la Argentina de hoy

Osvaldo Aguirre, en primera instancia, reconstruye la vida de un poeta inmerso en una coyuntura política. Deja intacta, por decirlo de otro modo, su convicción esencial y primera, la de la palabra: “dejemos que el tiempo emita verdades”, “hay que quedarse hasta que las velas ardan”.

Para Aguirre, como para Urondo, es preciso reconstruir la estela humanista y superestuctural, acaso la que más perjudicó posteriormente en vida a “Paco” por sus diferencias con los jefes guerrilleros (se ha especulado que la decisión de Montoneros fue una sanción disciplinaria por su libertad en el amor, por su condición de intelectual e incluso por su lealtad con el marxismo): “Su visión es finalmente optimista, o en todo caso lo que observa en la península es coincidente con algunos de sus valores como escritor, como «el enfrentamiento con los temas propios» y el «rechazo creciente del populismo panfletario»”.

Admirador de Juan L. Ortiz, Federico García Lorca y de “el Che” Guevarapequeño burgués y dandi en su adolescencia, dejó su carrera universitaria en Santa Fe para irse a Mendoza, para más tarde asentarse en Buenos Aires y comenzar con su carrera como periodista. Urondo se relacionó y formó parte de los dos movimientos más importantes de la poesía de nuestro país: el grupo de la revista Poesía Buenos Aires (1950-1960) y la posterior publicación Zona de la poesía americana (1963-1964). “El grupo Poesía Buenos Aires incluye a Raúl Gustavo Aguirre, Mario Trejo, Rodolfo Alonso, Ramiro de Casasbellas, Néstor Bondoni, Osmar Bondoni y el escultor Jorge Souza; el poeta que impresiona a Urondo es Bayley, en quien valora «la personalidad poética», «su entendimiento de los mecanismos que mueven esa expresión» y una reflexión que no incurre en la idealización del poeta y de la poesía. Urondo es de los más jóvenes del grupo, pero forma parte de su «núcleo duro»”, escribe Aguirre.

90 años de Juan Gelman

Si bien todos estos poetas mantienen una poética singular, Poesía Buenos Aires surgió como una réplica sanguínea a la manifestación poética del 40, atacada de anemia, elegía y parálisis formal. Dicho de otro modo, esta publicación atacó al convencionalismo romántico y los grandes temas, los ademanes prestigiosos y lo trascendente. Lo que importaba era la representación poética a través de las figuras del mundo cotidiano e inmediato. 

Zona de la poesía americana, una publicación que surge hacia 1963, era: “uno de los signos de apertura de los poetas a la realidad social, a la política, al habla, al tango y a Latinoamérica; en suma, representa la definitiva secularización de la lírica y la definitiva historización del poeta”, como plantea Daniel García Helder, citado por Aguirre. La revista tenía como sede un caserón en San Telmo, en Venezuela 725 (demolida hace algunos años), y al grupo editor lo completaban Edgar Bayley, Miguel Brascó, Ramiro de Casasbellas, Noé Jitrik, Eduardo Lareu, Jorge Souza y Alberto Vanasco, si bien Urondo y César Fernández Moreno eran los articuladores de ese proceso.

Siguiendo a Aguirre, Urondo apela en sus primeros poemas a la forma breve y al verso corto, a la sugestión del hallazgo verbal y a la frase concentrada, pero al mismo tiempo introduce una modalidad coloquial. Poco a poco, Urondo iba entrando en una dimensión de poesía más militante. Si aceptamos el esquema de la poesía argentina tratado por César Fernández Moreno, la obra de Urondo podría situarse en la “línea hipersocial”, derivada de una extrema pretensión de utilidad que centra la actividad poética en la necesidad de modificar la realidad. Esto es algo que comparte el poeta cubano Víctor Rodríguez Núñez, editor de una antología de la poesía de Urondo para el Fondo Editorial de Casa de las América de Cuba: “Al alejarse del populismo, es una poesía que, más que idealizar, tiene mucho que ver. El núcleo duro de la poesía de Francisco Urondo, en su contenido y en su forma, es la búsqueda de la descolonización. En su escritura se construye una persona lírica que deserta de la clase media y se identifica con otros subalternos, cuyas condiciones se derivan de la modernidad deformada y dependiente, el estado neo-colonial vigente en la Argentina de mediados del siglo XX. Este sujeto insubordinado se corporiza en una poesía que, entre otras hazañas, une el contenido participativo y la experimentación formal, se apropia de poéticas desarrolladas en otros tiempos y tradiciones, se abre a lenguajes relegados –de la calle, de los medios de comunicación, la academia–, se acerca sin prejuicios ni idealizaciones a la cultura popular, y reconoce al lector como coautor de su obra. Herramienta poética fundamental aquí es la ironía, que pasa al primer plano como consecuencia del proceso que Mijaíl Bajtín caracterizó como «novelización de la lírica», y que no se opone al compromiso social sino que lo refuerza”. 

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Además de participar en varias acciones militares, Francisco Urondo cumplió muchas tareas significativas en el campo de la cultura. Una de ellas, fue la promoción que hizo de poetas como Juan L. Ortiz, Javier Heraud, Roque Dalton y Juan Gelman, en diversas publicaciones en las que escribió, como Primera Plana, Panorama, Crisis y La Opinión, donde además fomentó mucho el cine argentino de los años 60 y 70 (guiones como los de Beatriz Guido y David Viñas), dando un total apoyo al cine y teatro independiente. Igual de importante fue su tarea en dirigir, entre junio y octubre de 1973, el Departamento de Letras de la Universidad de Buenos Aires, donde se propuso (mucho antes que del auge e institucionalización de los estudios culturales en Argentina y resto de Latinoamérica) priorizar el estudio de la literatura argentina y latinoamericana y rescatar a los olvidados, a los distorsionadamente nombrados, incluyendo en programas académicos literaturas populares (historieta, tango, canción rural, etc.). La otra tarea pública de Urondo fue organizar el diario Noticias, cuya primera edición salió en noviembre de 1973. En Noticias, trabajaron entre otros, Miguel Bonasso, Juan Gelman, Rodolfo Walsh, Horacio Verbitsky, Silvia Rudni y Zelmar Michelini. Según muchos de los colaboradores, cuyos testimonios se reúnen a lo largo de este libro, el equipo de Noticias armó un producto totalmente distinto del que pretendía la conducción de Montoneros, y eso era motivo de fricción, porque permanentemente reclamaban agitación y propaganda. Ya en febrero de 1974 una bomba destruye la planta baja y parte del primer piso de la redacción del diario. Luego del enfrentamiento del primero de mayo de 1974 en la Plaza de Mayo, Noticias radicaliza sus posiciones y Urondo es desplazado de la jefatura política. 

Esta superestructura montada a lo largo del libro de Osvaldo Aguirre sirve para desmantelar o develar el trágico destino de Francisco Urondo. Sólo y de esta forma conocemos en concreto las contradicciones fundamentales de su experiencia y vida en un determinado momento histórico.

Por medio de muchos testimonios, además, como los de Gelman, Walsh o Verbitsky, se reconstruye una época: “«El intelectual, de entrada, era sospechoso –dice Gelman–. Paco me hacía reír contándome de las reuniones que él tenía y donde te hacían la autocrítica. Cuando la autocrítica le tocaba a él, decía: Yo no tengo ningún defecto pequeño burgués... porque soy un gran burgués». Las anécdotas sobre los gustos burgueses de Urondo enlazan la bohemia poética y la vida militante; «y que se jodan los socialistas» es la muletilla que usa en ocasiones para desentenderse de las presiones y del ascetismo”. 

"Francesca", de Ezra Pound

Rodolfo Walsh señaló en cartas que el traslado de Urondo a Mendoza no había sido más que “un error” y que Paco “viajó temiendo lo que sucedió”. Cuando se entera de la muerte de su amigo, Walsh escribe una sentida y lúcida carta: “Pudiste irte. En París, en Madrid, en Roma, en Praga, en La Habana tenías amigos, lectores, traductores (…). Pero preferiste quedarte, despojarte, igualarte a los que tenían menos, a los que no tenían nada”. Y continúa, con el dialogismo típico de la poesía conversacional: “tu obra literaria, tan inseparable de tu vida, nos va a ayudar a resolver esa pregunta tan trillada sobre lo que puede hacer un intelectual revolucionario. Puede hablar con su pueblo y de su pueblo poniendo en este diálogo lo mejor de su inteligencia y de su arte; puede narrar sus luchas, cantar sus penas, predecir sus victorias. Ya eso es suficiente, ya eso te justifica. Pero vos nos enseñaste que no les está prohibido dar un paso más, convertirse él mismo en un hombre del pueblo, compartir su destino, compartir el arma de la crítica con la crítica de las armas”.  

Durante los años 60, “la generación del Che”, poetas como Enrique Lihn y Francisco Urondo, que viajaban como David Viñas y tantos otros a Cuba, comenzaron a escribir poemas políticos con matices muy diferentes a lo panfletario, transparente y de previsible codificación de la tradicional “literatura social”. Como si un clima social o atmosférico hubiera cambiado desde su encarnación, esto es, arte y sociedad, las distintas formas de distribución y apropiación de lo económico (y por tanto de lo cultural). Cuerpo de hombres ―como el de Walsh y miles y miles de desaparecidos―, encarnando nuevas formas de experiencia y de vida. Como el de Francisco Urondo, asesinado en 1976 por un comando de la policía al servicio dictatorial del régimen del general Jorge Rafael Videla, poeta que tenía bien en claro que el populismo no era un camino revolucionario.

De modo que el actual vacío cultural en nuestro país, siempre es conveniente recordarlo, tiene explicaciones y determinaciones claras: el trabajo a largo plazo de los militares, así como el sectarismo y vicio de la derecha escabullida en vernáculos populismos.

Para el poeta argentino, en todo caso, se siguen hasta el día de hoy abriendo nuevos caminos y significados: “el héroe parte solo hacia la pampa / hacia el viento / hacia el alcohol de los hoteles desconocidos / es general pico o catriló / es bernasconi / es villa iris y el hotel irreal del cognac / y las mucamas ariscas y cortesanas / es santa rosa de la pampa / es cora que reabre el amor y entorna el silencio / es el mar de bahía / y el duro «von voyage» a los barcos que se alejan / es el «corazón oprimido» / la sucia melancolía // los barcos han partido vacíos de culpa / los trenes también se alejan / y su rápida y prolongada figura / alumbra a nuevos o corrompidos horizontes”.

En los últimos años, Urondo habría extremado su militancia para “mostrar que los intelectuales y poetas no eran señoritas, que podían ser tan cuadros, o más cuadros, o más duros que cualquiera”.

Fragmento de Francisco Urondo, la exigencia de lo imposible

La poesía es ilegal en el país sometido a la dictadura desde el momento en que uno de sus grandes poetas cae asesinado en nombre de los valores de la cultura occidental y cristiana. Urondo ya había sacrificado su nombre, se había volcado a la acción revolucionaria como un militante más. Quería que sus compañeros lo valoraran como tal y no como el escritor que había sido, que seguía siendo, y efectivamente muchos de los que compartieron sus tareas de militancia ignoraron su historia o la tomaron como un dato sin mayor importancia. Si la literatura y el periodismo se convierten en una pantalla, la relación se invierte a partir del momento en que la militancia de Urondo se vuelve pública. “Paco escribió hasta su último momento”, dice Gelman, y de eso muy pocos estuvieron al tanto.
La dictadura borró su nombre en comunicados de prensa siniestros y trató de convertirlo en un desaparecido. El original de Cuentos de batalla, un libro terminado y confiado a un compañero, se extravió en la vorágine de las persecuciones. Pero cuando el poeta parece perderse bajo el rótulo de subversivo, de “escritor marxista”, como lo denomina la revista Gente en uno de sus periódicos índex, Juan L. Ortiz lo hace presente. Urondo lo había reconocido como uno de sus modelos, como parte decisiva de la tradición poética que reivindicaba, había llevado su nombre, y Ortiz devuelve el gesto, lo integra a la misma tradición y hasta parece atisbar más allá, porque la historia de la nieta y el gesto de reintegrar la flora a la tierra es también una especie de alegoría sobre un orden trastocado que algún día habrá de reconstruirse, un estado de cosas en el cual Urondo habrá de recuperar su lugar.

De Urondo podría decirse lo que él mismo dijo de García Lorca. También él se tentó con los frutos prohibidos, con el riesgo y sobre todo, de principio a fin de su vida, con la poesía. Como escribió acerca de Javier Heraud, su obra no necesita de otras connotaciones, ha adquirido autonomía de vuelo. Y así como “la presencia actual de Lorca no reside en su trágico fin sino en su poesía” y significa “el deseo de que nada termine, de que la vida salve todas sus excelencias”, la presencia de Urondo consiste en una obra que recomienza a partir del rescate de Ortiz y desde entonces se rearma y prolifera a través de sus múltiples ediciones y de las lecturas que la reabren. Incluso a pesar de las negaciones, como la expulsión a que lo somete Raúl Gustavo Aguirre de la compilación El movimiento Poesía Buenos Aires (1950-1960). Literatura argentina de vanguardia (1979). “Debió ser doloroso borrar el nombre de Urondo y hacerlo desaparecer de la historia de la publicación, como si no hubiera existido o como si hubiera tenido un papel menor, aun cuando la antología asegura incluir el listado completo de sus colaboradores”, observa Luciana Del Gizzo en un artículo sobre el director de Poesía Buenos Aires. La censura confirma lo que dice Ortiz: la poesía es ilegal, y ahora no tiene lugar en la historia. 


Recuperar a Alicia Eguren

Lunes 11 de octubre del 2021

Escribe: Agustín Ortiz

Nacida el 11 de octubre de 1925, Alicia Eguren fue una docente, poeta, ensayista y política argentina. La historiografía del campo popular, como así la militancia, tienen la difícil tarea de separar la imagen de Alicia Eguren de la de John William Cooke, en la que generalmente la ubican como <<la mujer de>>. Sin embargo, Alicia Eguren representa una figura mucho más rica e interesante que colocarla como la esposa de Cooke, aquel dirigente peronista, designado por Perón como su representante político, de gran llegada teórica dentro del peronismo revolucionario. Fue asesora de Juan Domingo Perón luego del golpe de la Fusiladora en el ‘55, llegando a organizar la Resistencia Peronista en los tiempos de proscripción. Además fue amiga personal del Che Guevara, lo cual la llevó a ser nada más y nada menos que Capitana dentro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias Cubanas.

Alicia Eguren y Perón.

El primer encuentro de Alicia Eguren con el peronismo se dio desde muy pequeña y proveniente de su seno familiar, como decía Evita “por conciencia nacional y por procedencia popular”. Incluso, previo a la irrupción del peronismo en la vida política argentina, Alicia ya sentía afinidad por las banderas levantadas el 17 de octubre del ‘45. “Me crié en medio de un clima antimitrista y popular y ya a los catorce años me interesaba la política. Cuando apareció Perón, mi padre y yo no necesitábamos hablar. Nos hicimos peronistas antes de que existiera la palabra”. Una joven militante peronista que completó su profundización de compromiso político tras el atroz bombardeo de la Plaza de Mayo por parte de la Marina en junio del ‘55. Ese compromiso la llevó a integrar la lista negra que circulaba entre los militares de la Fusiladora. Cumplió prisión en Olmos y otras penitenciarías por más de un año y medio, siendo torturada con otras compañeras mujeres acusada de conspirar para la rebelión. Durante esos años, quien también estuvo preso por las mismas causas fue John William Cooke en Río Gallegos. De aquella ciudad patagónica, el “Bebe” escapó rumbo a Chile junto a Héctor Cámpora. Desde algún rincón trasandino, contactaron a Alicia para idear el plan de la Resistencia Peronista y posteriormente se casaron en Montevideo con esa misión unificada que escapaba a los deseos tradicionales de un matrimonio recién conformado. Durante el período de la Fusiladora y sus vejámenes contra los Derechos Humanos de todo tipo pero principalmente con los derechos sociales y políticos conquistados por el peronismo, Alicia y Cooke organizaron en Caracas el encuentro Perón – Frondizi de 1957 en donde Perón se compromete a convocar al pueblo peronista a apoyar a Frondizi. Más tarde, ya ocupando el cargo de presidente, Don Arturo traicionaría el pacto prolongando la proscripción del partido más importante de las mayorías populares.

Alicia y John.

Pocos meses más tarde, el mundo se sorprendía ante la abrupta aparición de unos barbudos en el centro de la ciudad de La Habana, en Cuba que bajaron desde Sierra Maestra tras derrotar al ejército de Batista. La Revolución Cubana había comenzado y uno de sus mentores, Ernesto “Che” Guevara, convocó al matrimonio a participar en el proyecto. Alicia Eguren encontraba en la Revolución Cubana puntos en común con las andanzas de la Resistencia Peronista. El historiador Pacho O’donnell asegura en su investigación biográfica de la figura del Che Guevara que éste como Ministro de Economía de Cuba financió uno de los intentos fallidos de regreso de Perón del exilio. Fue entonces, en la resistencia victoriosa a la invasión norteamericana de Bahía de los Cochinos, que Alicia Eguren encontró puntos en común entre la Revolución Cubana y la Resistencia peronista y en ellos la convicción revolucionaria para llevar adelante sus propuestas para el devenir peronista en el exilio. Un punto de inflexión para tomar conciencia que la vía de los países del tercer mundo eran una alternativa certera a los avances del imperialismo yanki en la región. Entendía al peronismo como la única fuerza posible en Argentina capaz de aportar la masa revolucionaria en la conformación de un frente nacional de izquierda.

La propuesta contemplaba que era la lucha contra los grandes oligopolios económicos el motor para implantar las banderas del peronismo. El pensamiento de Eguren creía que la masa revolucionaria nacional en Argentina solo la podía aportar el peronismo como una categoría abarcante de la cual por fuera del país no había nada. De esta manera, se afirmaba que ningún proceso revolucionario en Argentina triunfaría sin la figura de Perón.

Alicia Eguren. Foto carnet.

Tras la muerte de su esposo y compañero de militancia en 1968, Alicia se dedicó a publicar los escritos de Cooke y que hasta el día de hoy suelen utilizarse como material en talleres de formación peronista y revolucionaria. “Las revoluciones socialistas se tienen que realizar; que cada uno haga la suya, no importa el sello que ella tenga. Por eso y para eso, deben conectarse entre sí todos los movimientos nacionales, en la misma forma en que son solidarios entre sí los usufructuarios del privilegio”; escribe Juan Domingo Perón, 24 Octubre 1967 en una de sus cartas a Cooke. Es por aquellas similitudes que algunos intelectuales tanto de izquierdas, celosos de la relación Perón-Guevara, o con intenciones de quitarle poder revolucionario a Perón, como así también los de derechas que aborrecen tanto de uno como de otro, atribuyen a la pluma de Alicia Eguren la carta en la que Perón lamenta el asesinato del Che Guevara en Bolivia.

 

Pero si de cartas hablamos, Alicia Eguren publicó la Carta Abierta a Perón con fecha del 4 de octubre de 1971, en la que si bien reconoce a Perón como líder de movimiento, comenzó a marcar ciertas diferencias. En esta carta se puede observar una crítica a la burocratización de la dirigencia del peronismo y la confrontación con movimientos de la izquierda revolucionaria como el ERP y el PRT: “La distancia, y una tan enorme distancia, la distancia en el tiempo, la imposibilidad de la convivencia, con su pueblo, las características del mundo político en un país como España, los infinitos e ingeniosos ardides del enemigo, y toda su circunstancialidad hacen no difícil, sino imposible que Ud. pueda tener una visión exacta del proceso nacional, salvo, en sus líneas fundamentales. Esto lo comprendemos pues no somos adoradores de fetiches, sino militantes que accionamos dentro de una realidad difícil pero rica. Pero creemos que esas no son razones ni suficientes ni atendibles para convalidar en nombre de una lealtad que es auténtica si es revolucionaria y que se transforme en una trampa mortal para el pueblo si es la careta de los sectores burgueses del movimiento, para computar como acertada, más aún, para explicar en nombre de una nueva ortodoxia pseudorevolucionaria una línea política que transforma a un gran movimiento de liberación en la base de maniobra de déspotas que sirven muy consecuentemente a los intereses imperiales y a los intereses oligárquicos-burgueses.”. Y en sus líneas, continúa otorgándole a Perón la responsabilidad de conducir los intereses de la patria en clave revolucionaria: “Creo que se ha avanzado demasiado en el error, pero no tanto como para que sea irreversible, pues el país, paralelamente, no ha conocido otro período de tan altas posibilidades revolucionarias. En sus manos está acelerar el proceso revolucionario en el país y en el Continente o truncarlo y desviarlo y multiplicar sus dificultades. Es una responsabilidad y un privilegio muy grande. Si el general Perón hace limpieza, el peronismo, ahora más que nunca lo seguirá y al peronismo toda la juventud revolucionaria del país, todos los actores progresistas, antiimperialistas, pro socialistas”.


Estas palabras Eguren describen con minuciosidad la antesala a las aberraciones posteriores de la derecha peronista hechas en nombre de Perón como la masacre de Ezeiza y las llevadas a cabo por los grupos de tareas de la Triple A. En el ‘73, luego de la muerte de Perón va a fundar el Partido Peronista Auténtico, rompiendo con el Partido Justicialista comandado por Isabel Perón. Ese partido es declarado ilegal el 24 de diciembre del 75’, algo que sirvió a la triple A y la dictadura como padrón para desaparecer a sus afiliados.

Una vez instaurada la dictadura cívico militar que derrocó a Isabel Martínez de Perón, Alicia Eguren es detenida y llevada a la ESMA el 26 de enero de 1977. Testigos aseguran que fue arrojada al Río de la Plata, en uno de los vuelos de la muerte, pasando a engrosar las tristes filas de los 30.000 compañeras y compañeros detenidos-desaparecidos.

Alicia Eguren es una de las figuras más importantes del pensamiento nacional, capaz de pensar estrategias revolucionarias como de poner el cuerpo cuando la lucha lo indicara, es decir, una figura completa que sintetiza tanto la teoría como para la praxis. Junto con la mente de su esposo John William Cooke son dos pensadores trascendentales. Recuperar a Alicia Eguren es fundamental para el pensamiento nacional y popular, una mujer de gran importancia dentro de la Resistencia Peronista y de los esquemas de los movimientos revolucionarios de los ‘70.


Alicia Eguren: Revolución y tercermundismo

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Alicia Eguren junto a John William Cooke, dirigente del ala izquierdista del peronismo

Homenaje a la docente, ensayista, poetisa y periodista argentina, reconocida por ser una connotada dirigente de la izquierda peronista. Fue detenida, torturada y desaparecida por la dictadura de Videla

Diana Carolina Alfonso
@DianaCaro_AP

La biografía de Alicia Eguren es transversal a la historia del peronismo, el catolicismo y el nacionalismo. En el ámbito global, su vida se emplaza en la resistencia tercermundista, el proceso de organización más potente de las guerras anticoloniales del mundo, en el que participó como articuladora de las vanguardias guerrilleras por la liberación nacional tras su contribución a la Revolución Cubana.

Poco se sabe de su biografía en los años previos a la militancia peronista. Nació en Buenos Aires en 1925 y provenía de una familia federal y católica; estudió Letras en la Universidad de Buenos Aires y fue profesora de literatura y filosofía en su ciudad y en la provincia de Santa Fe. Publicó cinco libros de poesía cuyo acceso está restringido al Archivo Histórico de la Biblioteca Nacional.

Católica y nacionalista

Alicia tempranamente se doctoró en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Fue docente en las universidades nacionales de Rosario y La Plata. Se casó bajo la mirada de Dios con el entonces cónsul Pedro Catella y fue madre de un único hijo. Lo que pudiera parecer un natural devenir en su condición de mujer ilustrada, terminó por romperse como todos los roles prefigurados que en adelante se cruzaron en su camino.

Alicia se divorció y emprendió una ardua carrera intelectual. Como estudiante universitaria ya había realizado una investigación histórica profunda sobre el político Juan Bautista Alberdi, autor intelectual de la Constitución Argentina de 1853, siendo éste el proyecto fundante de su compromiso nacional.

Tras retornar al país escribió el primero de cinco poemarios, titulado Dios y el mundo, y formó parte de la mesa editorial de la revista Sexto Continente, donde conoció a distintas personalidades del nacionalismo continental. Una figura de sumo interés en los círculos intelectuales del nacionalismo argentino que ella frecuentaba fue John William Cooke, el hombre que años después le seguiría en las alamedas más radicales de su vida.

Ambos se conocieron cuando John dictaba una conferencia en el Centro de Estudios Argentinos, CEA. El encuentro se repitió fugazmente en la casa del historiador nacionalista Ernesto Palacio. Hasta ese momento nadie podía imaginar que su siguiente cita se fraguaría, años después, en una trama epistolar de cárcel a cárcel, implementando un formato que le sería útil en las avalanchas venideras.

De la Revolución Fusiladora a la Revolución Continental

La masacre de Plaza de Mayo de 1955 cuyo objetivo era la deposición del Presidente Perón, abrió paso a una sucesión de golpes militares y luchas por el retorno del general. Para la militancia la Libertadora fue, en realidad, la Fusiladora. El ataque dejó 308 personas asesinadas. La impunidad del golpe terrorista encabezado por el militar Lonardi fue tan extrema que los cadáveres solo se identificaron públicamente en 2010 luego de una extensa investigación a cargo de la Secretaría de Derechos Humanos.

Como a miles, durante la proscripción del peronismo, Alicia fue apresada de manera irregular en distintas ocasiones. A pesar de las torturas y represalias, nunca dejó de planificar el levantamiento popular pregonado, y motorizado por quienes a la postre conformaron el peronismo revolucionario a la cabeza de Cooke. Las cartas que envió durante este periodo anunciaban claros conflictos con el ala más “aplomada”. Incluso fue perseverante la divergencia con la presidenta del Partido Peronista Femenino de ese momento, Delia Parodi.

Después de la espectacular huida de la cárcel de Río Gallegos donde se encontraba recluida, Cooke y Eguren se encontraron al sur de Chile y empezaron un interminable camino internacionalista.

Cuba y la mecha ardiente del internacionalismo

El ostracismo y las divisiones internas con quienes se mostraban plegados a la derecha del general Perón, exiliado en Madrid, sirvió a la pareja para recalibrar la estrategia revolucionaria. Fue entonces cuando decidieron viajar a Cuba, acudiendo a la invitación que Ernesto “El Che” Guevara le hiciera personalmente a Alicia. En la tierra de Martí participaron activamente de la resistencia de Bahía de Cochinos. Fueron asignados para participar en la Conferencia Tricontinental, de la cual surgió la Organización Latinoamericana de Solidaridad, OLAS.

Allí conocieron al periodista Jorge Ricardo Masetti y al militar Manuel “Barba Roja” Piñeiro, quien les implicaría en la estrategia tercermundista de la revolución. En ese contexto fue apremiante volver al país para organizar la insurrección armada y lograr la liberación nacional.

La realidad impostergable de la revolución

Tras volver a Argentina fundaron la Acción Revolucionaria Peronista, ARP, desde la cual se vincularon sectores estratégicos con la lucha armada. Tras la muerte de Cooke en el 68, la conducción de Eguren en la ARP fue puesta en duda con limitados criterios patriarcales. A pesar de las consecuencias políticas de su viudez, sostuvo la convicción de que el peronismo era el mejor camino hacia el socialismo.

Mediante cartas que nunca fueron respondidas, Alicia apremiaba al general a reconocer a figuras del sindicalismo revolucionario como Agustín Tosco, mientras denostaba de las intrigas burguesas y entreguistas de las cúpulas sindicales, por entonces al mando de José Ignacio Rucci, Secretario General de la CGT. Después de la visita de Isabelita donde se formalizó la alianza con Rucci, Eguren publicó la famosa “Carta abierta a Perón”. La carta no sólo es famosa por la contundencia en el contexto histórico, sino por inmortalizar la dialéctica entre la crítica y la autocrítica insoslayable para la profundización de lo que discurría como la Hora del Pueblo.

La masacre de Ezeiza en 1973 organizada por la derecha peronista, más conocida como Tripe A, Alianza Anticomunista Argentina, fue la confirmación de esa tragedia anunciada. Sobre ese manto de sangre, el general Perón retornó después de 18 años en el exilio.

Escapando siempre de las tumbas

Entre 1973 y 1974 Alicia Eguren hizo parte del consejo editorial del diario El Mundo y también de la revista Nuevo Hombre, donde trabajó arduamente por dar a conocer las voces de los militantes presos de la izquierda peronista a través de una sección titulada «de cárcel a cárcel». La última estación de su vida la llevaría a las mazmorras de la dictadura cívico-militar.

Insurrecta, así la recuerdan quienes compartieron sus últimos días de vida en los cuartos de tortura de la Escuela Mecánica de la Armada antes de ser lanzada al Río de La Plata por los vuelos de la muerte. Alicia murió a sus cincuenta y tantos, después de ser desaparecida por la dictadura que derrocó a la derecha peronista, encumbrada en el trono póstumo del general. La desaparición del cuerpo de Evita ya había vaticinado el destino que correrían casi 30 mil personas -incluyendo a Alicia-.

Fue ese el preciso y brutal ejercicio de la desmemoria planificada por los militares y las oligarquías más rancias del país. Sobre las tibias huellas que dejó toda una generación aniquilada. En el 2015 la revista Crisis puso a la luz el fraude financiero que comprometió la indemnización que el Estado debía pagar a Pedro Catella Eguren, por la desaparición de su madre.

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