"El Juglar Del Amor Y La Libertad"
Roberto Santoro era un poeta revolucionario argentino emanado del pueblo; nacido en el seno de una familia obrera, había desempeñado diversos oficios para sobrevivir; suspendió sus estudios en la Facultad de Filosofía y Letras de Buenos Aires para realizar el servicio militar. Su claridad y compromiso político lo llevaron a integrarse al Partido Revolucionario de los Trabajadores. Fundó las revistas El Barrilete, Gente de Buenos Aires y Papeles de Buenos Aires, que funcionaron como talleres culturales en los que confluían artistas plásticos, dramaturgos, músicos y poetas; su lema era: “sacar el arte a la calle”. Desde sus páginas abrió la puerta a numerosos poetas del tango.
Consciente del arraigo del futbol entre las masas argentinas, trabajó en una importante recopilación de textos de diversos intelectuales de su país en torno a este deporte, que tituló Literatura de la pelota (1971). También es autor de Oficio desesperado (1962); El último tranvía (1963); Nacimiento en la tierra (1963); De tango y lo demás (1964); Pedradas con mi patria (1964); En pocas palabras (1967); A ras del suelo (1971); Desafío (1972); Uno más uno humanidad (1972); Poesía en general (1973); Cuatro canciones y un vuelo (1973); Las cosas claras (1974); Lo que no veo no lo creo (1974); y No negociable (1975).
Caracterizada por el humor negro y la ironía, en su obra caricaturiza a personajes de la política como vía de agitación; su poesía, dispersa y casi desconocida fuera de las fronteras de su país, merece un esfuerzo de divulgación que rompa con la doble desaparición que sufren hasta hoy poetas e intelectuales de su época, víctimas de la violencia política y de una conjura para borrarlos de la historia de la poesía combativa. Por ello compartimos hoy su poema Si usted piensa en sí mismo en el que, con lenguaje sencillo, le habla a las masas y las invita a sacudirse el miedo, a tomar conciencia de su lugar en la lucha de clases y a sacudirse la manipulación, tan útil a un Estado opresor y asesino.
Si usted piensa en sí mismo,
en sí mismo se queda.
Le pido que me escuche,
que me escuche y comprenda.
Aunque todo es difícil
y a veces no se pueda
quiero al darle mi mano
pedirle que esté alerta.
Si va para el trabajo
y el temor lo golpea
y se sienta a su lado,
tránquele la puerta,
no lo deje pasar
porque si no lo frena.
El enemigo sabe,
con eso se alimenta
y si el miedo lo atrapa,
nos quitarán la fuerza.
Usted es de mi clase,
tiene el mismo problema.
La vida que nos dan
nos lleva a la miseria.
Para dejarnos quietos
nos llenan la cabeza
de amenazas, despidos,
porcentajes y ventas
y quieren convencernos
por un sueldo de mierda.
La patria, el sacrificio,
la democracia nueva
y el estilo de vida
con un sol de grandeza,
eso que dice el diario
es mentira bien puesta
adornada con moños
para que usted lo crea.
Estos hijos de puta,
los que matan y rezan,
con el terror nos quieren
ajustar la cadena.
Si pudieran matarnos
lo harían, sin más vueltas.
Ellos saben que el pueblo
les ganará la guerra
aunque esté desarmado
y prohíban las huelgas.
La lucha es prolongada
y es una lucha cruenta,
hay que buscar un arma,
el enemigo acecha.
La sangre, compañero,
todavía está fresca.
Por nosotros peleaban,
por nosotros pelean.
Ayude a levantarla
será nuestra bandera.
Le pido que se acuerde,
que aporte lo que sepa.
Si usted nos acompaña
la victoria está cerca.
Una cosa es segura:
ajustaremos cuentas.
|
El poeta que no fue ni oficialista ni opositor, sino un revolucionario
El autor de letras de tangos que se convirtieron en verdaderos himnos porteños, fue también un orador de barricada que se pronunció siempre a favor de los más humildes. En el arte y en la vida caminó por la vereda de lo popular.
Vino de su Añatuya callada y desvalida y se metió con su espíritu poblado de versos en un Boedo mistongo que se derramaba en cafetines, lustrabotas y mendigos hacia esa Chiclana amenazada siempre por la inundación. Allí caminoteó atardeceres con Cátulo Castillo, Julián Centeya y el "loco" Papa y allí resolvió en largas conversaciones con Jauretche su dilema shakesperiano trasladado al suburbio: "¿Ser hombre de letras o hacer letras para los hombres?". Allá estaba la Academia y el galardón literario, el premio municipal en la solapa y la cátedra momificada. Aquí, la fidelidad al Barrio de las Ranas, a las pibas de Alsina, a Pompeya con su farol "balanceado en la barrera" y "el codillo llenando el almacén", al Boedo legendario donde se mezclaban el caudillo radical Pedro Bidegain y aquel Eufemio Pizarro que "con vaivén de carro…/ cruzaba los ocasos / del barrio pobretón". Y Homero Nicolás Mancione desdeñó la fama oligárquica para grabar su perfil como Homero Manzi optando por el mundo de "las chatas entrando al corralón", chapaleando barro bajo el cielo de Pompeya herido de lonjas rojas, con sus gorriones y fabriqueras, con el eco de un bandoneón –"mariposa de alas negras"- brotando del último organito de una ciudad entristecida.
En ese camino, sus "versos para los hombres" acunaron a la Negra María, consolaron a la mulata abandonada, invocaron al Papá Baltasar en nombre de los chicos pobres, eternizaron al viejo ciego del violín y a aquella Malena "con voz de sombra", en el paisaje indeleble de un "Sur paredón y después". De este modo, estampó una radiografía carreguiana de personas y aconteceres de la realidad, tan humildes y por eso, precisamente, tan importantes.
Asimismo, en el terreno político, Homero también eligió la vereda popular, despreciando las canonjías que el ofrecía el radicalismo alvearizado, para lanzarse a la aventura de FORJA, aquel 29 de junio de 1935, porque sabía que "éramos una Argentina colonial" y ansiaba una "Argentina libre". La soberanía popular, la nacionalización de las empresas extranjeras y la reivindicación de los derechos de los trabajadores se hicieron punta, una y otra vez, en su vozarrón lanzado al viento en la tribuna esquinera –modesta tarima de cajoncitos de cerveza- donde chisporrotearon luminosas verdades en la sombría noche de la "Década infame".
Aquel que calificaba a la piel de una muchacha como "magnolia que mojó la luna", se transmutó entonces en orador de combate: "Nos quieren hacer creer que hay una cosa intocable en la economía: el gran capital… Nos quieren convencer que el ferrocarril apenas da ganancias a sus accionistas… Hay que crear mentalidades opuestas y nacionales que frente a esa lamentación digan sencillamente esto: ¡¡¡QUE SE VAYAN A LA PUTA QUE LOS PARIÓ ESOS ACCIONISTAS!!!".
Así batalla en la catacumba forjista, en esa época en que la tisis roe los pulmones de las mujeres que pedalean en la "Singer", cuando los rufianes controlan la calle Corrientes y las adolescentes desaparecen del conventillo atraídas por "las luces del centro". Y así se consustancia cada vez más con su pueblo. Por esa razón, en 1947, reencendiendo su vieja fe del auténtico irigoyenismo, brinda su apoyo a la caravana popular desde su perspectiva de "revolucionario", amigo del Pueblo, al que expresa en sus versos y a quien acompaña ahora en su nuevo camino jubiloso: "Quienes nos tildan de opositores se equivocan. Quienes nos tildan de oficialistas también. Nos somos oficialistas ni opositores. Somos revolucionarios… Perón es el reconstructor de la obra inconclusa de Hipólito Yrigoyen".
Poco después, la muerte le punguea el corazón en el sanatorio Costa Boero y se despide "lleno de luces y dolores… que integran mi cortejo final de despedida". Sin embargo, aún hoy, cuando en la radio en un tallercito del suburbio o en la disquería noctámbula de la calle Corrientes, florecen otra vez sus versos "con un perfume de yuyos y de alfalfa/ que nos llena de nuevo el corazón", parece como si el Homero indoblegable se pasease todavía con su cara redonda y sus ojos limpísimos de niño –esos por donde "su frente triste de pensar la vida, tiraba madrugadas por los ojos", como diría Cátulo Castillo- para mantener viva la canción y encendernos, de nuevo, la esperanza. «
No hay comentarios:
Publicar un comentario