El artista Oswaldo Guayasamín (1919-1999) fue proclamado “El Pintor de Iberoamérica” en la IX Cumbre de Jefes de Estado de Iberoamérica celebrada en 1999 en la Habana. En este mismo escenario, en el que se reconocía la trascendencia de su arte plástico y su conducta en defensa de los derechos humanos, los países participantes acordaron, con el respaldo de la UNESCO, celebrar en España un homenaje a este autor comprometido. Y ese momento acaba de llegar. Los actos conmemorativos han comenzado con una exposición de 70 obras en el madrileño Centro Cultural Conde Duque (C/ Conde Duque, 11), que incluye cuadros de las series “Mujeres llorando”, “Las Manos”, “Guayaquil de mis amores”, de paisajes, flores y un retrato del Rey Don Juan Carlos.
Junto a las obras pictóricas, se exhiben un conjunto de objetos y diseños del artista, como botellas, libros y postales, cuyos beneficios obtenidos por su venta irán destinados a financiar la construcción en Quito de “La Capilla del Hombre”, un ambicioso proyecto arquitectónico concebido por el propio Guayasamín con el fin de albergar sus obras y las de otros artistas, haciéndolas accesibles a todo el mundo. La iniciativa, que Guayasamín no pudo ver culminada debido a su repentina muerte en 1999, sigue adelante con el apoyo de la Fundación Guayasamín. De su coste, que asciende a 15 millones de dólares, ya se han invertido 5 millones, según datos de la fundación. Para contribuir a su financiación, la Casa Durán de Madrid ha organizado en los próximos días una subasta de obras de pintores hispanoamericanos.
ORACIÓN Y GRITO
En el transcurso de una mesa redonda organizada por la Fundación Telefónica en Madrid, el prestigioso médico e investigador colombiano Manuel Patarroyo (creador de la primera vacuna sintética contra la malaria), destacó del artista su capacidad para expresar la angustia del hombre universal y su constate repudio a las dictaduras y las cortapisas a la libertad en América Latina. Asimismo, recordó las palabras del pintor para explicar su vocación artística: “Pintar es una forma de oración y de grito”.
Pero su denuncia iba más allá de sus lienzos. Según señaló el ex Director General de la UNESCO y presidente de la Fundación Cultura de Paz, Federico Mayor Zaragoza, “su grito no sólo estaba en sus trazos y sus tonalidades, sino también en su garganta, en sus labios”, porque era un hombre “apasionado y ‘compasional’”. “No podemos dejar de tener este sentimiento de pasión, y si ya lo hemos perdido, al menos tengamos compasión”, agregó.
Por su parte, el director del diario “La Razón”, Luis María Ansón, le definió como “el que dibujó el alma de las lágrimas, el de los retratos del espíritu”. Y es que muchas de sus obras captan el dolor y la miseria que afligen a gran parte de la humanidad. Ese sufrimiento queda reflejado especialmente en la expresividad de las miradas y de las manos de los personajes anónimos que retrata, “manos de meditación, de miedo, de temor, de esperanza, de mendigo,... insaciables”, señaló Rodrigo Borja, ex Presidente de Ecuador, ya que el propio autor consideraba que “las manos nunca engañan”.
LA EDAD DE LA TERNURA
Estos temas ocupan un lugar significativo en la obra pictórica y escultórica de Guayasamín, que se divide en tres etapas: “el Camino del Llanto”, “la Edad de la Ira” y “la Edad de la Ternura”. El “Camino del Llanto” (“huacayñan” en lengua quichua) surgió tras un recorrido de dos años por diferentes pueblos del América Latina, en los que encontró la constante de una comunidad indígena oprimida, así como una gran diversidad de costumbres y tradiciones. La “Edad de la Ira” plasma la tragedia del siglo XX, un siglo oscuro y violento atravesado por las guerras, las torturas y el dolor de las dictaduras. Pero su obra también tiene espacio para la esperanza, que queda reflejada en “La Edad de la Ternura”, un canto a la estrecha relación entre las madres y los hijos, a la fraternidad humana, a la vida y a la paz. Por todo ello, Oswaldo Guayasamín “es el portador de los mensajes más comprometidos de la plástica de Iberoamérica”, indicó el ex mandatario ecuatoriano.
La obra y la vida del pintor estuvieron marcadas por la polémica, debido a su incansable carácter combativo. Rodrigo Borja recordó las críticas que levantó en Estados Unidos su mural en la sede del Congreso de Ecuador, donde aparece un rostro cadavérico portando un casco nazi con las siglas de la CIA. Otros murales del artista también se pueden ver en la sede de laUNESCO, en París, dedicado “a los millones de niños que mueren en el mundo”, en el Parlamento Latinoamericano o en el Aeropuerto de Barajas, en la capital española, dividido en dos partes, una dedicada a España y otra a América Latina.
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