martes, 22 de mayo de 2018

“Vamos mi Pueblo a luchar por Argentina y la Patria grande unida” NO AL FONDO MONETARIO INTERNACIONAL Chacarera doble trunca de Francisco Alvero EL JUGLAR DEL AMOR Y LA LIBERTAD.


 
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“Vamos mi Pueblo a luchar por nuestra tierra Argentina y la Patria grande unida de verdad.
” 
NO AL FONDO MONETARIO INTERNACIONAL
 Chacarera doble trunca
de Francisco Alvero EL JUGLAR
 DEL AMOR Y LA LIBERTAD.


Vamos mi pueblo a luchar,
Por nuestra tierra Argentina!
Y la Patria grande unida,
 Que debemos liberar!
Avanzando en unidad! Si!

Vamos mi pueblo a luchar,
Que jamás nos detendrán!
Encendiendo nuestro canto,
como hoguera popular.
Vientre fecundo de paz,  Si!

Vamos mi pueblo a bailar,
  que nadie se quede atrás!
Levantemos nuestros pechos
Para un sueño despertar
Vamos mi pueblo a cantar, Si!



Abrazando la unidad!
La victoria llegará,
Por la Patria Grande unida,
 Que debemos liberar,
Vamos mi pueblo a luchar! Si!



Para al fin poder cambiar,
Esta cruda realidad!
Vamos todos, todos juntos
Vamos mi pueblo a luchar,
A luchar en unidad! Si.

Vamos mi pueblo a cantar, 
 vamos mi pueblo a bailar
Que la copla nos hermana
a luchar con dignidad
Vamos mi pueblo a cantar, Si!
Sin dejar de sonreir
de cantar y de soñar
Vamos mi pueblo a luchar,
por la justicia social
Y por nuestra libertad! Si!



Con la solidaridad,
 Y avanzando en unidad!
Porque nuestra dignidad
Nadie nos la quitará.
Vamos mi pueblo a luchar! Si!
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La Patria Grande: Entre el Segundo Plan Cóndor de EEUU o la Integración Latinoamericana

Por Manuel Dammert Ego Aguirre
De 29 de agosto al 1 de setiembre son días cruciales en América Latina. En forma simultánea, el Plan Cóndor II activa aguda tensión en los lugares críticos de América Latina con propósitos injerencistas. Tiene como actuales epicentros simultáneos la destitución ilegal de Dilma en Brasil, el terrorismo social golpista en Bolivia, la provocación insurreccional injerencista de la “Toma de Caracas” en Venezuela, el cerco y encarcelamiento de Cristina Kichner en Argentina, los intentos para bloquear el proceso de paz en Colombia.
Esta activa una nueva modalidad de golpes de Estado. Ya no de los militares del Primer Plan Cóndor, ahora se construyen crisis político-sociales, desde sectores políticos de los Estados, algunos medios de comunicación, con políticos corruptos, y gracias el encuadramiento estratégico de las maniobras imperiales de EEUU, para destruir los avances integracionistas soberanos, y aplastar a los gobiernos populares y democráticos del continente.
En Bolivia, el 28 y 29 de agosto la ultraderecha intentó una provocación general. Secuestraron al vice ministro del interior. Un grupo de líderes ultraderechistas, se dice que con apoyo externo, y con empresarios mineros de cooperativas, habían instalado en un cerro cercano, explosivos para masacrar a contingentes policiales que vinieran a rescatarlo. Querían generar una zozobra general, para derrocar en los días siguientes al gobierno de Evo Morales. Asesinaron al vice ministro, pero el gobierno de Evo derrotó el plan provocador.
En Brasil, desde el 1 de setiembre se vota en el Senado la maniobra para darle un “golpe parlamentario” a la Presidenta Dilma. La ultraderecha, Temer y el núcleo corrupto, apoyados por la TV y los medios escritos de derecha, buscan capturar petróleo, agua, bosques, y otros recursos de Brasil; han urdido derrocarla sin causa legal constitucional, pues ella no ha cometido delito alguno.
La programada “Toma de Caracas”, para el 1 de setiembre, es un ultimátum al Gobierno en funciones; grupos provocarán violencia extrema en diferentes puntos, para construir pretextos para una injerencia externa EEUU. Es una nueva acción similar al precedente violento de "La Salida", impulsada por Leopoldo López, en 2014, para tratar de sacar por la fuerza al presidente Nicolás Maduro, queriendo provocar otro golpe como el que fracasó contra Hugo Chávez. Caracas estuvo más de dos meses asediada por focos violentistas, que dejaron un saldo de 43 muertos y más de 800 heridos.
Son graves días de crisis para Latinoamérica. Ernesto Samper, secretario general de UNASUR, ha llamado a crear una Cumbre regional por la paz y la integración, que tendría como objetivo la aglutinación de otros bloques continentales bajo la institución de países, con sede en Ecuador. Samper explicó que su intención es reunir otros bloques continentales, como la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), la Comunidad Andina y la Alianza del Pacífico, bajo el paraguas común de la Unasur, con la pretensión de que las Cumbres de Jefes de Estados de los distintos mecanismos puedan coincidir por vez primera.


  • Gobiernos dictadores de América Latina que en los años 70 y 80 convirtieron al Cono Sur en campos de tortura, con múltiples desapariciones y asesinatos.
 13 de diciembre de 2016
El Gobierno de Estados Unidos revela la persecución, la tortura y el asesinato de líderes progresistas de América Latina en los años 70.
La Administración del presidente estadounidense Barack Obama hizo públicos el lunes documentos desclasificados de la Agencia Central de Inteligencia de EE.UU. (CIA, por sus siglas en inglés) sobre las operaciones realizadas para callar y eliminar a los líderes izquierdistas y organizaciones sociales que se oponían a los Gobiernos dictatoriales del Cono Sur apoyados por Washington.
Los documentos, citados el lunes por la agencia de noticias venezolana Telesur, reflejan un acuerdo regional firmado en 1974 entre los Gobiernos de Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay para facilitar la cooperación entre sus agentes de seguridad e intercambiar datos sobre “terroristas”, nombre que daban a los líderes progresistas de la región.
Dos prominentes exiliados políticos en Argentina fueron asesinados en misteriosas circunstancias”, cuenta el documento descalificado por la CIA.
El pacto, conocido como ‘Plan Condór’, también permitía operaciones ilegales contra exiliados fuera de la zona, particularmente en Europa.

“Dos prominentes exiliados políticos en Argentina fueron asesinados en misteriosas circunstancias”, documenta una de las piezas, que además recoge un ataque en mayo de 1977 de hombres armados a las oficinas de la Comisión Católica Argentina sobre Inmigración, donde robaron datos secretos de cientos de inmigrantes y refugiados, sin que la policía investigara el suceso.
El texto reconoce que las dictaduras militares del Cono Sur no dudaban en dañar a personas inocentes para destruir organizaciones de izquierda como la Junta de Coordinación Revolucionaria (JCR). La Constitución de la mayoría de estos países incluía la posibilidad de declarar Estados de sitio para limitar la libertad de los ciudadanos u otras cláusulas de emergencia que les daban el poder de arrestar, detener o censurar.
Los documentos se refieren a otras medidas “no violentas”, como el uso de guerra psicológica y propaganda mediática para generar miedo entre la población, obligando a reportar cualquier actividad inusual.
Los servicios de inteligencia y los Ejércitos de las dictaduras de derecha hispanoamericanas mataron en los años 70 y 80 a más de 60.000 disidentes. La CIA, preocupada por la izquierda revolucionaria que latía en la región, les ofrecía su inestimable ayuda.
msm/mla/rba















UNA DEMOCRACIA A FAVOR DEL INTERÉS NACIONAL

“Si alguna vez llegase a haber otro golpe (que lo hubo), el pueblo quedará tan derrotado, que la vuelta constitucional servirá solamente para garantizar con el voto popular, los intereses del imperialismo y de sus cipayos nativos”. Juan Domingo Perón.

"Porque vivimos y queremos seguir viviendo en democracia, pero debemos decir las cosas por su nombre: Esta democracia no protege a las mayorías ni prioriza el Interés Nacional y el Bien Común de los argentinos.

Porque la democracia debe estar para servir al pueblo y la Patria, no como sucede actualmente que la Patria pareciera que está para servir lo que nos indican las grandes corporaciones bajo su sistema social demócrata. De esta manera se destruye la justicia, la educación, la cultura, la identidad, y se vende el suelo al mejor postor.

Por eso nosotros queremos una democracia nacional, que nos permita cumplir con nuestro destino histórico a través de un proyecto nacional concreto y coherente, que proteja nuestra cultura e identidad, defienda nuestro suelo y a nuestro pueblo, y proteja la política y economía nacional en nombre del interés nacional".

Alejandro Ogando, miembro de Línea Nacional












MACRI ENTREGUISTA DE LA PATAGONIA La trama oculta del acuerdo buitre con el gobierno de Mauricio Macri
La presión de sectores republicanos de los EE UU y del gobierno de israel detrás del acuerdo macrista con los holdouts
Genaro Grasso 15 de Marzo de 2016 | 12:00
Paul Singer eligió como artífices al primer ministro de Israel, Benyamin Netanyahu, y al precandidato a presidente de EE UU, Marco Rubio, para forzar a la Argentina a pagar. Los intereses que explican el peso de los bancos JP Morgan y Deutsche Bank en la negociación que el ministro Alfonso Prat-Gay mantuvo con los holdouts.
La negociación del gobierno con los fondos buitre corrió por dos carriles paralelos.
Por un lado, el secretario de Finanzas, Luis “Toto” Caputo, se sentó en reuniones formales con Elliott Management, Aurelius Capital Management y los holdouts, y, por el otro, toda una agenda de negociaciones con emisarios políticos, lobbyistas y banqueros que establecieron las condiciones encubiertas del acuerdo.
El primer ministro israelí, Benyamin Netanyahu, y el precandidato a presidente de los EE UU, Marco Rubio, son los alfiles elegidos por Singer para obligar a la Argentina a pagar.
A la hora de la negociación, el dinero de Wall Street fue más importante que la capacidad de negociación en el juzgado de Thomas Griesa y en la mesa del mediador Daniel Pollack. Paul Singer, titular del principal fondo buitre que litiga contra la República Argentina, movió sus contactos desde Manhattan hacia Washington y de allí a Jerusalem para mover las fichas de sus aliados políticos a los fines de alinear sus dos intereses: cobrar la extraordinaria cifra de 1200% de rentabilidad y alinear el tablero geopolítico contra los demócratas y contra Irán en Medio Oriente.
Uno de los principales alfiles de Singer, un miembro prominente de la comunidad judía en EE UU, es Benyamin Netanyahu, primer ministro israelí, ya que financió su campaña a través de varios superPACs contra Irán.
El legislador Gustavo Vera, perteneciente a la agrupación La Alameda, explicó que uno de los intereses del establishment financiero en los Estados Unidos es reactivar el complejo militar-industrial, para lo cual necesitan continuar con las guerras en Medio Oriente.
"Es público que Singer entregó dinero a Netanyahu y que financia a Marco Rubio, a Ted Cruz y al partido Republicano en general. Ellos necesitan que se caiga el acuerdo con Irán, y que el mundo tenga una política más hostil hacia Medio Oriente, porque significaría que la política más pacifista de Obama de negociar con los iraníes, que se extiende a lo que el Papa hizo para frenar la invasión en Siria, es un fracaso."
El premier israelí se reunió por primera vez con el actual presidente de los argentinos el 18 de junio de 2014, a dos días de que la Corte Suprema devolviera a Griesa el litigio con los fondos buitre para que bloqueara el pago a los bonistas del canje.
Netanyahu hizo hincapié, en esa reunión, en la necesidad de derogar el acuerdo con Irán y el pago de la sentencia con un 1600% de ganancias.
"Todavía estamos asumiendo el fallo. Entiendo que el gobierno se va a sentar a negociar con Griesa para buscar la mejor solución. Sería muy malo para el país, que ya tiene problemas graves como la inflación, volver a caer en default", le contestó Macri.
Al día siguiente proclamó ante las cámaras de televisión que "ahora hay que ir, sentarse en el tribunal de Griesa y lo que él termine diciendo, hay que hacerlo. Ahora ya nos ejecutaron. Tenemos que ir y pagar."
El 21 de enero, en el marco del Foro de Davos, Macri se reunió por segunda vez con Netanyahu, luego de haber desactivado el llamado pacto con Irán. Para Macri, el encuentro fue de extrema prioridad, a tal punto de que lo realizó antes de encontrarse con el vicepresidente de los Estados Unidos, Joe Biden.
Netanyahu, junto con el candidato a presidente de los EE UU por el partido Republicano, Marco Rubio, fueron negociadores cruciales del acuerdo buitre y del cambio de la orientación exterior.
De acuerdo a fuentes consultadas por Tiempo, algunos representantes de ambos líderes terciaron en la negociación para alcanzar un acuerdo que permita a la Argentina conseguir acceso al crédito pagándoles a los buitres, y manifestando una política que defienda los intereses de EE UU e Israel en Medio Oriente a cambio.
El lobby llega al propio gobierno macrista, dado que Patricia Bullrich y Laura Alonso pertenecen a la ONG Vital Voices, financiada por el propio Singer.
Quizás por esto el periodista de la BBC de Londres, Greg Palace, consideró que "Hillary Clinton, como Secretaria de Estado, intentó frenar el acto predatorio de Singer, pero este respondió utilizando su dinero para ayudar a elegir a un nuevo Presidente en la Argentina que salte a su llamado y le pague miles de millones".
El legislador agregó que "Singer no quería sólo un acuerdo económico, sino imponer condiciones políticas. Quería que la Argentina se convirtiera en una agencia de propaganda del Likud (Partido del premier Israelí) y eventualmente de los Republicanos". En este sentido, agregó que "lo de Rubio es bochornoso: fue a presentarse en el Departamento de Estado para exigir sanciones a la Argentina por no pagar a buitres y por no cooperar militarmente".
El secretario del Tesoro de EE UU, Jack Lew, también dio gestos favorables hacia la gestión de Macri cuando se reunió en la Cumbre del G-20 en China.
Lew destacó "los continuos esfuerzos de la Argentina para resolver esta larga disputa", y condicionó el otorgamiento de avales y créditos por parte de los organismos multilaterales de crédito, como el Fondo Monetario, el Banco Mundial o el BID al avance en las negociaciones.
Los bancos internacionales son la tercera pata del acuerdo, porque se han convertido en los garantes del endeudamiento necesario que permitirá que el gobierno le pague a los fondos buitre al contado. Los bancos que apoyarían la emisión de títulos serán prácticamente los mismos que accedieron al préstamo garantizado (conocido como repo) al Banco Central de la Argentina (BCRA) por U$S 5000 millones: JP Morgan, Deutsche Bank, HSBC, BBVA, Citi y UBS.
Los dos primeros tienen un triple objetivo: por un lado, destrabar los litigios pendientes en las cortes neoyorquinas, en los que los buitres los acusan de colaborar en la emisión de Bonar 2024 de abril de 2015.
Por otro lado, quieren cobrar las abundantes comisiones, de entre U$S 200 y U$S 300 millones más la ganancia de capital, y en tercer lugar comenzar una comunidad de negocios con el secretario de Finanzas. Caputo, y el ministro de Hacienda, Prat Gay, que trabajaron en dichos bancos de inversión, con el objetivo de aprovechar una nueva fase de endeudamiento.
Las consecuencias geopolíticas y de endeudamiento de la Argentina no están aisladas.
En un contexto en que la Reseva Federal de Estados Unidos comienza a subir las tasa de interés, y los países emergentes experimentan salidas de capitales, el gobierno de Mauricio Macri necesita cada vez más ser considerado como el mejor alumno por EE UU y el Fondo Monetario, para conseguir tasas accesibles en el mercado financiero para avanzar hacia un megaendeudamiento. «http://tiempoargentino.com/nota/203285

 
El Gobierno y grupos mediáticos afines cada vez arremeten con más fuerza para destruir la libertad de prensa y empresas no aliadas al neoliberalismo que disponen de medios de comunicación, como es el caso de Indalo. Por eso el espectáculo que armó persiguiendo a sus propietarios López y De Souza.
Se le atribuye a Indalo una evasión inexistente al acogerse a una moratoria de la AFIP por $8 mil millones, cuando las deudas fiscales que mantiene bajo el mismo régimen de financiación el primo de Macri, Angelo Calcaterra, que figura como dueño de la firma ODS SA de la familia Macri, arroja en su balance casi 100 mil millones.
Pero con el Ejecutivo dominando el Poder Judicial, Macri sigue sembrando denuncias sin fundamento contra los que no comparten su ideario político. Indalo dispone de las pruebas que acreditan que no incurrió en ninguna irregularidad y se adelantó a ponerse en manos de la Justicia abierto a toda investigación.
Prefectura y Gendarmería allanaron C5N, un canal del Grupo crítico al rumbo económico y político argentino, y las instalaciones de la petrolera Oil, la firma de auditoria contable Deloitte y dos sucursales de la AFIP.
Fue un operativo montado por una denuncia de la AFIP contra la compañía por “supuesta insolvencia fiscal fraudulenta”, cuando tras ser denunciada presentó a la Justicia toda la documentación en tiempo y forma. Es más, este viernes se comprometió en 72 horas a elevar a la jueza María V.Straccia otros elementos respaldatorios, que avalan que no cometió ninguna ilegalidad.
Asimismo, preocupada por defender los derechos de sus más de 30 mil trabajadores, emitió un comunicado expresando públicamente que se dispone a responder de sus actividades a los diferentes poderes del Estado y que trabaja con transparencia.
La Nación al servicio de Macri lanzó la denuncia. Cuando López y De Souza anunciaron su separación, el diario publicó que debían a la AFIP $8000 millones. El organismo no habría recibido aparentemente este dinero que le correspondía por la recaudación de cuatro años del Impuesto a la Transferencia de los Combustibles (ITC) de la petrolera Oil Combustibles.
AFIP radicó la denuncia por presunto aprovechamiento abusivo de los planes del “artículo 32" para empresas y contribuyentes con dificultades.
El ataque del Grupo Clarín. En un derroche de páginas y espacios de radio y TV dijo que con el citado monto, Indalo fondeó otras firmas como la Inversora M&S SA, con la cual compró medios de comunicación, el banco Finansur y fábricas como Paraná Metal. Anadió que según la AFIP la deuda podría ser impagable en los próximos meses y hasta sería preciso embargarla.
La deuda está totalmente regularizada, afirmó De Souza y explicó que al igual que muchos empresarios estructuró el financiamiento –conforme a los dictados de la AFIP- para afrontar la refinanciación de petróleo y gas luego de la devaluación. De manera legal Indalo se plegó a planes de pagos a largo o a corto plazo para lograr recursos financieros, a fin de evitar su quiebre y hacer nuevas inversiones para alzar su valor.
La tragicomedia en C5N. Los efectivos entraron sin saber adónde tenían que ir, mandados por la jueza Straccia a pedido del fiscal Germán Bincaz. Se metieron en los estudios de transmisión.
Las autoridades del canal los invitaron a las oficinas administrativas para que investigaran la contabilidad que quisieran y evitar que se cortase la transmisión. El expediente está bajo secreto de sumario.











MACRI IMPONE INTOLERANCIA POLÍTICA CONTRA LA OPOSICIÓN Violencia con militantes, sindicalistas y niños; respuesta de Fito Paez: 'Señor Presidente, a los chicos se los riega de flores, amor y chocolates'Macri cada vez más violento contra la oposición Macri cada vez más violento contra la oposición
Los atentados a balazos contra la sede de La Cámpora de Mar del Plata, presión en un local inaugurado por Nuevo Encuentro en Villa Crespo, muertos y heridos luego de un ensayo de niños murgueros en el Bajo Flores y la agresión de patoteros contra despedidos del casino de Mendoza marcaron una semana de violencia política por parte de un gobierno que no tolera la libre expresión.

Todo lo ocurrido en estos días, nos retrotrae lamentablemente a recordar etapas oscuras de un pasado que tanto daño hizo a nuestro querido país imponiendo “la grieta”, las desapariciones, amenazas y muerte.

En la ciudad balnearia, los escopetazos se produjeron contra un centro de La Cámpora, cuando gracias a Dios ya no había ninguna persona en el lugar, pero en Villa Crespo dos mujeres militantes fueron heridas de bala.

Tiroteo y represión de la Gendarmería. Irrumpió a balazos contra chicos murgueros “Los Auténticos Reyes del Ritmo” que culminaban un ensayo en la villa 1-11-14 arrojando dos asesinatos y tres heridos graves. Entre seis y ocho encapuchados dispararon a los vecinos. Es la segunda vez que se agrede en el mismo sitio a gente indefensa.

Los heridos, sin que apareciera el servicio de urgencias médicas de la Ciudad, fueron trasladados por sus familiares al Hospital Piñero. Uno de ellos tras recibir ocho impactos de bala no sobrevivió; igual suerte corrió otro que sufrió tres balazos en el tórax.

La agencia oficial de noticias Telam difundió sin mencionar víctimas que había una vinculación en el Bajo Flores con los narcos, hecho que fue desmentido por el vecindario atacado a mansalva.

Fito Páez compartió un escenario con los chicos de la murga reprimidos en la presentación de “Mariposa Tecnicolor”, en el marco de un masivo festival con músicos, actores, militantes políticos y ex funcionarios, unidos en oposición a la violencia. Excelente por su calidad humana y solidaridad el cantautor expresó: "Señor Presidente, a los chicos se los riega de flores, amor, oportunidades y chocolates. Nunca de balas”.

Manifestantes de ATE agredidos en Mendoza por objetar despidos en el Casino local. Una patota de 50 personas los embistió furiosamente. La policía dejó la zona liberada y actuó como simple espectador, avalando y sin interponerse al hecho.

En tanto, Macri -por miedo a los abucheos- no fue al festival mendocino de la Vendimia, como tampoco pudo quedarse la semana pasada en Bariloche por los repudios sociales. .

En Villa Crespo una joven de 19 años y una militante de La Cámpora fueron heridos. En el acto de apertura del local del partido liderado por Sabatella , en el escenario ubicado en la calle, primero se tiraron ramas de árboles y luego balas de plomo calibre 38, que habrían provenido de edificios lindantes.

Contra el espanto y los desbordes, se realizó un acto con la participación de los cantantes Liliana Herrero, Horacio Fontova y Marilina Ross, junto a ex funcionarios y militantes, después de hacerse la denuncia pertinente, aunque la causa se caratuló “disparo de arma de fuego con autor desconocido” y no tentativa de homicidio, que es lo que hubiese correspondido.












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Imagen alegórica de la globalización.

Restauración neoliberal a la argentina
Con sólo dos meses de gestión, la primera foto de balance de la nueva administración no deja lugar a dudas: El pico inflacionario del 5,2 por ciento de diciembre, tomado el índice de precios que utiliza el Banco Central de la República Argentina, fue el más alto desde la mega devaluación de 2002.

En apenas dos meses la alianza derechista que gobierna la Argentina puso todas sus cartas sobre la mesa y, en materia económica, dejó claro que se trata de una restauración neoliberal al estilo clásico. Para quienes seguían de cerca la trayectoria y el discurso de sus economistas no fue sorpresa. Las dudas subsistían entre los analistas políticos que, durante la campaña electoral, argumentaron que la Alianza PRO era en realidad una “nueva derecha moderna”. Moderna en el sentido de haber aprendido de los errores y excesos del pasado en materia de ajuste salvaje, costo social, formas de endeudamiento y alineamientos internacionales.

No debe olvidarse que el kirchnerismo, la fuerza política que gobernó el país entre 2003 y 2015, se consolidó como reacción a la potente crisis de 2001-2002, el resultado del estallido de un cuarto de siglo de neoliberalismo iniciado en 1976 con la dictadura cívico militar, debacle histórica que llevó a la pobreza a más de la mitad de la población y provocó el default de la deuda pública generada durante el período.

Sobre la base de esta experiencia histórica, y al margen de la sumatoria de críticas que pudieran hacérsele a la administración saliente, parecía por demás extraño que el viejo orden neoliberal regrese bajo la novedad absoluta de la voluntad popular, dato que debe ser muy tenido en cuanta por todos los movimientos transformadores de América Latina. Tras la elección, si bien todo gobierno que asume con la fuerza incuestionable de los votos goza de un período de gracia, los analistas políticos, propios y extraños, todavía se sorprenden de que, conocido el rumbo duro de la nueva administración, sus porcentajes de popularidad superen el 60 por ciento.

Los números son llamativos porque el nuevo programa económico posee todos los componentes que hacen impopular a un gobierno. Desde su asunción el pasado 10 de diciembre, la Alianza derechista provocó una fuerte devaluación que por ahora ronda el 40 por ciento, retiró los aranceles a casi todas las exportaciones agropecuarias, con excepción de la soja, y a commodities industriales. Estas medidas provocaron un salto inflacionario en los meses de diciembre y enero, que más que duplicaron los niveles mensuales previos, pero con aumentos todavía más fuertes en la canasta básica. En paralelo se desmontaron las trabas a las importaciones que protegían a algunas industrias sensibles frente al valor de la mano de obra asiática y los stocks de una economía mundial frenada. Ya en enero, se anunciaron aumentos del 350 por ciento en promedio para las tarifas eléctricas, aumentos que representan sólo el comienzo de subas mayores. Los ajustes a la electricidad serán seguidos por el resto de los servicios y el transporte público.

Hasta ahora, el blindaje mediático de la prensa hegemónica sirvió de bloque​o​ al rechazo popular. El efecto real seguramente sobrevendrá cuando los asalariados comiencen a sentir el impacto concreto de las nuevas políticas. No sólo cuando reciban las boletas ajustadas de los servicios públicos, sino cuando descubran que sus salarios ya no se ajustarán en paritarias sobre la base de la inflación real o incluso más, como ocurrió durante la última década, sino que experimentarán un retroceso sensible. Aquí morirán las palabras y el debate ideológico.

En este contexto se enmarcan los despidos masivos en el sector público con coletazos que también se extienden al privado. En los primeros 50 días fueron casi 26 mil las cesantías en el Estado. El argumento para legitimar socialmente los recortes fue un supuesto compromiso de los desplazados con el gobierno saliente más la estigmatización de cobrar sin trabajar (“ñoquis”). Pero la razia estatal superó holgadamente a los cuadros dirigenciales medios, lo que podría considerarse racional desde la perspectiva de un cambio de administración, para extenderse a trabajadores rasos y con antigüedad. El proceso fue concomitante a la amenaza del nuevo ministro de Hacienda y Finanzas Públicas, el ex JP Morgan Alfonso Prat Gay, quien afirmó que los asalariados deberían elegir entre mantener sus empleos o aceptar podas de ingresos en las renegociaciones salariales “paritarias” anuales. Una amenaza de exclusión insólita en boca del ministro de un gobierno democrático, aunque habituado a las expresiones despectivas y clasistas.

El dato duro es que hasta hace apenas pocos meses, los reclamos sindicales de los trabajadores argentinos eran de segunda generación, el piso a partir del cual comenzaba a descontarse el impuesto a los ingresos (“Ganancias”), mientras que hoy, el retroceso ni siquiera es hasta los reclamos de primera generación, el poder adquisitivo del salario, sino a un estadio pre capitalistas: evitar la exclusión del desempleo. Con el nuevo gobierno la palabra “despidos” pasó a ocupar el centro de la escena política. De nuevo: se trata de una realidad impensable pocos meses atrás, cuando el principal debate pasaba por conseguir los dólares necesarios para superar la llamada “restricción externa” que frenaba el crecimiento del PIB.

En una segunda línea de análisis, generar desempleo es una necesidad estructural de la nueva administración. La estabilidad macroeconómica post devaluación demanda que la inflación, los precios, no se coman el dólar más alto, reducir al mínimo el famoso “pass-through”. Para ello es fundamental que no se recupere el valor del salario en dólares, es decir; se necesita un férreo control sobre las negociaciones paritarias, que los salarios crezcan menos que los precios. Las paritarias son una relación de poder. El poder de los trabajadores está dado por el nivel de empleo. Dicho de otra manera, desempoderar a los trabajadores significa aumentar el desempleo. Esta cuestión fue largamente explicada por uno de los padres de la heterodoxia, el economista polaco Michal Kalecki, en “Aspectos políticos del pleno empleo”, escrito en 1943, pero es una mecánica bien conocida por la ortodoxia y una de las inspiraciones de todos los procesos de ajuste neoliberal.

Con sólo dos meses de gestión, la primera foto de balance de la nueva administración no deja lugar a dudas: El pico inflacionario del 5,2 por ciento de diciembre, tomado el índice de precios que utiliza el Banco Central de la República Argentina, fue el más alto desde la mega devaluación de 2002. Pero si se toma una canasta compuesta por aceite, leche, carne, fideos, arroz, queso, huevos y yogurt el aumento de los primero 50 días fue de un impresionante 18,2 por ciento. Siguiendo los números del Observatorio de la Central de Trabajadores Argentinos los despidos ya suman 25.599 en el sector público y 41.529 en el privado, es decir; 67.128 nuevos desocupados. Esta cifra significa un aumento del desempleo del 7 por ciento, con lo que el índice pasó del 5,9 por ciento heredado de la gestión anterior al 6,3; siempre para un período de sólo 50 días. A todo ello debe sumársele la voluntad declarada de acatar el insólito fallo de un juzgado de Nueva York en favor de los fondos buitre por un valor piso de 9.000 millones de dólares y la creación de nuevo endeudamiento de corto plazo en moneda dura.

El relato neoliberal, siguiendo más de dos mil años de tradición religiosa, suele aceptar estos ajustes como procesos sacrificiales en función de un futuro venturoso, el valle de lágrimas para llegar al paraíso. Los ajustes parten de dos supuestos básicos; el primero es la existencia de una crisis, el segundo la necesidad de recrear condiciones estructurales para regresar al crecimiento. Sin embargo los números indican que la economía argentina, aunque no exenta de problemas, no estaba en crisis y que después de un freno en 2014 había recuperado levemente su crecimiento en 2015. El ajuste innecesario provocado por la nueva administración tuvo cómo único resultado la transferencia de recursos a exportadores y empleadores en general, una simple restauración de la tasa de ganancia que, sin embargo, no será suficiente para recuperar el crecimiento. Desde el mismo gobierno reconocen que 2016 será recesivo. Hay razones sobradas para ello: el principal componente de la demanda, el consumo, que representa el 72 por ciento del total del PIB, sufrirá una contracción significativa por los recortes salariales. A ello se sumará también la contracción del resto de los componentes de la demanda: El gasto público 11 puntos del producto, las exportaciones 15 puntos y la inversión 21 puntos (los puntos que pasan de 100 son las importaciones). El gasto caerá por la propia voluntad del gobierno, las exportaciones por el freno o recesión de los principales mercados de destino y las inversiones porque caerá el producto. Así de simple. 2016 será recesivo y la contracción, en principio y de no mediar nuevos estímulos a la demanda, se extenderá a 2017.

Lo expuesto es sólo el balance económico. En el plano político, que no se aborda aquí, también se registró un deterioro institucional cuyos hitos fueron la vuelta a la existencia de presos políticos, como la militante social Milagro Sala, el regreso a la represión de la protesta social, por ahora bajo la nueva estrella de las balas de goma, la derogación por decreto de la ley anti monopolios mediáticos y el intento de nombrar por decreto a dos jueces de la Corte Suprema de Justicia saltando los mecanismos constitucionales.

 Este contenido ha sido publicado originalmente por teleSUR bajo la siguiente dirección: 
 http://www.telesurtv.net/opinion/Restauracion-neoliberal-a-la-argentina-20160206-0026.html. Si piensa hacer uso del mismo, por favor, cite la fuente y coloque un enlace hacia la nota original de donde usted ha tomado este contenido. www.teleSURtv.net
Imágen Julián Mono / Hamartia










El general Augusto José Ramón Pinochet Ugarte (Valparaíso, 25 de noviembre de 1915 - Santiago, 10 de diciembre de 2006) fue un militar chileno que encabezó la dictadura militar existente en ese país entre los años 1973 y 1990, después de haber derrocado al presidente Salvador Allende en un golpe de estado el 11 de septiembre de 1973.
El general Augusto José Ramón Pinochet Ugarte (Valparaíso, 25 de noviembre de 1915 – Santiago, 10 de diciembre de 2006) fue un militar chileno que encabezó la dictadura militar existente en ese país entre los años 1973 y 1990, después de haber derrocado al presidente Salvador Allende en un golpe de estado el 11 de septiembre de 1973.


La dictadura militar de Chile. El gobierno de Augusto Pinochet y la llegada del neoliberalismo a Chile con los Chicago boys.

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Una junta militar presidida por el general Augusto Pinochet Ugarte tomó las riendas del país en 1973 y gobernó el país con mano de hierro hasta 1990, año en el que la democracia volvió a Chile.
La represión fue brutal. Las violaciones de los derechos humanos, continuas durante, al menos, los primeros años de la dictadura. Diferentes comisiones por la verdad dan cifras de alrededor de tres mil muertos y más de treinta mil torturados, incluyendo mujeres, niños y ancianos, sin contar los miles de tristemente famosos “desaparecidos”. Otras cifras tienen en cuenta las represiones de la junta posteriores al golpe, lo que hacen elevar el número a más de treinta mil muertos. Se prohibió toda actividad política, se restringieron los derechos civiles, se disolvieron las milicias populares y el Congreso, y miles de personas (se calculan unas doscientas mil) hubieron de exiliarse, especialmente los de tendencias más progresistas. La represión, principalmente a través de la hoy infame DINA (“Dirección de Inteligencia Nacional”) fue tan dura que incluso acabó por poner en contra a la Iglesia Católica, partidaria en un primer momento, del golpe en contra de un marxista.
Una vez hubo tomado el poder, Pinochet tuvo que hacer frente a la devastada economía de Chile.
Y ahí es donde nos interesa Chile con respecto a la elaboración de este artículo sobre el neoliberalismo.
El dictador no era ningún tonto: sabía que, para mantenerse en el poder que había tomado con un golpe de estado, necesitaba mostrar tanto para el interior como el exterior del país (ni los EEUU se quisieron asociar directamente mucho con él después del golpe, ya que Allende había quedado como mártir), que éste había sido necesario y qué mejor forma de hacerlo que tener éxito en la economía, destrozada tras años de crisis y vaivenes políticos.
Pinochet recurrió, para solucionar los problemas de la economía, a una serie de economistas chilenos que habían estudiado en la universidad de Chicago (el centro neurálgico académico de lo que hoy conocemos como “neoliberalismo”, los hoy popularmente conocidos como Chicago boys (los “chicos de Chicago”) que iniciaron una terapia de choque brutal de aplicación de medidas neoliberales, de la mano de las ideas monetaristas de Milton Friedman y austríacas de Friedrich Hayek. En 1973-75, tenedlo en cuenta… años antes de que las medidas neoliberales se aplicaran en otros países de la mano del neoconservadurismo y de una manera mucho, mucho más radical (más incluso que en Gran Bretaña, considerada la “cuna” de las privatizaciones neoliberales).
Vamos a analizar cuáles fueron esas medidas y cómo afectaron a Chile. Los que seáis españoles observaréis, incluso sin que yo os lo haga notar, las asombrosas similitudes con la historia reciente de España. Nosotros, en nuestro país, también sufrimos un recorrido muy similar: una república con tintes muy marxistas intentó llevar a cabo en medio del caos político y las injerencias extranjeras, una economía socialista y en extremo intervencionista. Ello desembocó en una respuesta violenta por parte de las fuerzas conservadoras que trajeron al poder un gobierno dictatorial militar (el de Franco)… el cual, tras unos primeros desastrosos años en materia económica, optó por traer al gobierno una serie de tecnócratas y economistas que crearon o “parecieron crear” algo así como un “milagro económico” que asombró al mundo (“milagro español”, parecido al “milagro chileno”). Estos supuestos “milagros económicos” constituyeron la base de la propaganda (acertada o no) sobre la efectividad o superioridad de las políticas de libre mercado o que “la derecha sabe más de economía que la izquierda” durante la Guerra Fría y en los años inmediatamente posteriores a ésta (años noventa y principios del siglo XXI). Los parecidos no son fruto de la coincidencia.
Insisto en que el ejemplo chileno es extremadamente significativo para poder entender qué significa el neoliberalismo… e incluso por qué se le llama así, con ese tono peyorativo que tiene hoy en día. También estoy convencido de que en muchos lugares habréis leído que se tiene al caso de aplicación chileno como “exitoso” y que demuestra que “el neoliberalismo funciona”, ¿verdad? Otra cuestión interesante es que el gobierno neoliberal de Pinochet se contrapone de manera drástica con la de su predecesor, el socialista marxista de Salvador Allende… Ésa es una de las razones por las cuales se estudia tanto el caso chileno: porque permite una comparativa pronta y evidente entre dos formas radicalmente distintas de ver (y aplicar) la política y la economía. Es una de las claves de por qué os encontraréis tanto con detractores como partidarios del neoliberalismo chileno y por qué el debate es tan encendido: porque mezcla economía e ideología política, dificultando su estudio objetivo.
Como ya vimos anteriormente, el uso del término “neoliberalismo” declinó muchísimo desde los años sesenta. El único país que lo empleaba profusamente hasta entonces era Alemania y ya vimos que los políticos y economistas alemanes lo fueron abandonando progresiva pero sistemáticamente en favor de términos más específicos y concretos como “economía social de mercado” u “ordoliberalismo”. Los primeros y más relevantes en volver a recibir el nombre de “neoliberales” fueron estos Chicago boys chilenos. De hecho, si el término “neoliberalismo” tiene esas connotaciones tan negativas por las que hoy es conocido, es “gracias” a lo que hicieron en la economía chilena.
Los Chicago boys (término creado por Milton Friedman en sus memorias, escritas en los años ochenta) fueron un grupo de estudiantes latinoamericanos, la inmensa mayoría de ellos, chilenos, que estudiaron en el departamento de Economía de la universidad de Chicago bajo Milton Friedman (a veces llamado “padre del neoliberalismo”) y Arnold Harberger o en el departamento afiliado que existía en la Pontificia Universidad Católica de Chile(aunque algunos estudiaron también en Harvard y en el MIT), fruto de un programa de becas e intercambio organizado por el Departamento de Estado de los EEUU y subvencionado por la Ford Foundation y la Rockefeller Foundation. Alrededor de un centenar de estos estudiantes participaron en estos programas (que incluían post-grados) entre 1957 y 1970. [Nota: la conexión entre Chile y la universidad de Chicago continúa hoy en día como, por ejemplo, con la Latin American Business Group at Chicago Booth School of Business.]
Una lista no exhaustiva de los Chicago boys con los cargos (algunos de ellos) que ocuparon durante la dictadura, aunque muchos de ellos continuaron ejerciendo cargos gubernamentales después de ésta:
Jorge Cauas (ministro de Finanzas 1975–1977); Sergio de Castro (ministro de Finanzas 1977–1982, probablemente el Chicago boy más relevante);Carlos Massad (ocupó varios cargos en la CEPAL, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y fue gobernador del Banco Central de Chile);Ernesto Fontaine (profesor en la Universidad Católica de Chile, ocupó algunos cargos en el Banco Interamericano de Desarrollo, el Banco Mundial y la OCDE); Pablo Baraona (ministro de Economía 1976–1979); José Piñera (ministro de Trabajo, 1978-1980, de Minas, 1980-1981); Hernán Büchi(ministro de Finanzas, 1985-1989, otro de los Chicago boys más relevantes); Álvaro Bardón (ministro de Economía, 1982-1983); Juan Carlos Méndez (director de presupuestos, 1975-1981); Emilio Sanfuentes (asesor del Banco Central de Chile); Sergio de la Cuadra (ministro de Finanzas, 1982-1983); Francisco Rosende (director de investigación del Banco Central de Chile entre 1985-1990); Miguel Kast (ministro de Planificación, 1978-1980, ministro de Trabajo 1980-82 y gobernador del Banco Central de Chile entre 1982-1983); Martín Costabal (director de Presupuesto, 1987-1990); Juan Ariztúa Matte (superintendente del sistema de pensiones privadas, 1980-1990); María Teresa Infante (ministra de Trabajo, 1988-1990).
Otros considerados como Chicago boys que no ejercieron durante la dictadura pero que fueron muy relevantes: Joaquín Lavín (ministro de Educación, 2010-2011, y actual ministro de Planificación); Cristián Larroulet Vignau, trabajó para el ministerio de Finanzas, miembro de la Comisión Nacional para la Privatización, presidente de la Comisión Antitrust, Director Ejecutivo del think-tank Libertad y Desarrollo, decano de Económicas en la Universidad del Desarrollo de Santiago de Chile, miembro de la Junta de Gobierno de varias empresas públicas… y miembro de la Sociedad de Mont Pelerin; Juan Andrés Fontaine (ministro de Economía, 2010-2011); Francisco Pérez Mackenna (CEO de Quiñenco desde 1998, uno de los conglomerados de empresas más grandes de Chile, y presidente de varias de esas empresas, como el Banco de Chile, Madeco, CCU, inversiones y rentas, LQIF, ECUSA. Es MBA por la universidad de Chicago; José de Gregorio, vicegobernador del Banco Central de Chile (2003-2007) y gobernador desde 2007, “tri-ministro” de Economía, Minas y Energía en los años 2000-2001 y economista investigador del FMI.
En otros países latinoamericanos también tuvieron sus Chicago boys. El otro caso más paradigmático de la influencia por parte de economistas que habían estudiado en la universidad de Chicago (o siguiendo sus ideales) en las políticas económicas radicales neoliberales de un país sudamericano fue… Argentina. En Argentina, los Chicago Boys tomaron la dirección de la economía también con un golpe de estado: el del 24 de marzo de 1976 (“el Triunvirato”), liderados por el economista y empresario José Alfredo Martínez de Hoz, y también en la década de los años noventa y principios del siglo XXI (después de que Raúl Alfonsín los echara del poder) bajo la presidencia de Carlos Menem. Entre los Chicago boys de Argentina se encuentran nombres tan conocidos Adolfo Diz, Juan Alemann, Roque Fernández, Pedro Pou, Carlos Alfredo. Hay quien incluye incluso al hoy día infame Domingo Cavallo entre ellos.
Espero, lectores, que hayáis observado, si sois inteligentes… que para analizar los resultados de las medidas neoliberales en la economía de un país…he escogido el caso chileno en vez del argentino. ¿Por qué lo he hecho así? Porque si yo fuera un crítico mordaz, con el prejuicio ya asentado y totalmente opuesto al neoliberalismo de base… habría escogido el caso argentino pero que de inmediato. Como veremos más adelante, las medidas neoliberales en Chile fueron bastante malas por decir algo moderado. Pero en el caso argentino fueron absolutamente desastrosas. Para mí habría sido mucho, mucho, mucho más fácil tomar el ejemplo argentino para criticar al neoliberalismo y reírme de él a mandíbula batiente… Se le percibe a todos los niveles como un fracaso gigantesco y, de hecho, está más que probado científica, econométrica e incluso moralmente: no hay debate relevante al respecto, vamos (hasta ha tenido su “herencia cultural”: la palabra “corralito” ha quedado incrustada en el acervo cultural internacional). Si he escogido el caso chileno es porque se le percibe, incluso hoy en día, como un ejemplo de éxito neoliberal hasta en algunos sectores académicos del mundo de la Economía (es cierto que tiene bastantes indicadores macro favorables). Yo he venido a mostrar que, incluso en uno de los casos más favorables de aplicación del neoliberalismo, hay muchas cosas que son desastrosas y/o perjudiciales. Como divulgador científico, he venido a mostrar la verdad y derribar falsos mitos o confirmar los que se demuestren como ciertos… no a hacer un ensayo fácil que cualquiera podría hacer recopilando artículos periodísticos de una hemeroteca. Aparte, tengo otro motivo práctico: si me pongo a hacer un análisis del fracaso neoliberal en la Argentina de la dictadura de Videla y del gobierno de Carlos Menem… no acabo en mi repajolera vida.
Pero no nos desviemos del tema. Centrémonos en el caso de los Chicago boys chilenos.
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Algunos de los "Chicago boys" más relevantes. Arnold Harberger fue su profesor en Chicago (de los que estudiaron allí, hubo algunos como Piñera que se doctoraron por Harvard)..
Algunos de los “Chicago boys” más relevantes. Arnold Harberger fue su profesor en Chicago para los que estudiaron en aquella universidad. Otros, como Piñera, estudiaron en Harvard.
Conforme estos economistas iban volviendo a Chile fueron ocupando (o intentando ocupar) puestos de responsabilidad en el gobierno, el mundo de las finanzas y la educación. Lo intentaron en un principio con Alessandri, al que presentaron en 1970 sus propuestas conjuntamente en un documento de 189 páginas (“Programa de desarrollo económico”) que dieron en llamar de manera chistosa, EL Ladrillo (de grande y pesado que era). Alessandri (o el equipo electoral de Alessandri, los testimonios varían) rechazó el programa por ser extremadamente radical (¡ya tenía que ser radical para que un liberal lo rechazara!), pero hubo alguien que sí estuvo dispuesto a adoptarlo…
Augusto Pinochet.
Portada de "El Ladrillo", presentado por Sergio de Castro (el prólogo es suyo), documento que detallaba las reformas económicas neoliberales que, según los economistas del grupo "Chicago boys" deberían aplicarse (y se acabaron aplicando bajo la dictadura del general Pinochet) en Chile. Se empezó a redactar en 1970, y se terminó en 1972. Sólo se hizo público en 1992.
Portada de “El Ladrillo”, presentado por Sergio de Castro (el prólogo es suyo), documento que detallaba las reformas económicas neoliberales que, según los economistas del grupo “Chicago boys” deberían aplicarse (y se acabaron aplicando bajo la dictadura del general Pinochet) en Chile. Se empezó a redactar en 1970, y se terminó en 1972. Sólo se hizo público en 1992.
Joder que sí lo adoptó… como que constituyó la base de su nueva política económica tras el golpe de estado (más concretamente, a partir de 1975, si bien algunos de ellos ya llevaban trabajando algunos años en la estructura estatal).
Seguramente, todos mis lectores estén ardiendo de ganas de saber si las medidas de estos economistas neoliberales tuvieron éxito o no. No, las de los primeros años no las tuvieron y el legado de las posteriores es, cuando menos, polémico. Ahora lo veremos pero antes de eso, me van a permitir el hacer notar que hay una gran cantidad de literatura (académica o no) al respecto de si funcionaron bien o no…. Y una gran pelea ideológica, también.
¿Por qué es esto así?
Porque dado que el ejemplo chileno es uno de los más paradigmáticos en el estudio de la aplicación del neoliberalismo (fue el que le dio el nombre con el significado que tiene hoy día: “políticas contemporáneas fundamentalistas de libre mercado”), partidarios y detractores del (neo)liberalismo y de las políticas económicas de laissez-faire lo usan para mostrar el éxito rotundo o el fracaso absoluto que, según cada uno de ellos, constituyeron. Es más, el caso chileno se utiliza también como “campo de batalla ideológico” entre ultracapitalistas y comunistas, en el cual cada uno intenta desacreditar al otro con los fallos y aciertos de las políticas de Allende (socialista marxista) y Pinochet (dictador conservador partidario del neoliberalismo). Para los neoliberales, la intervención de los Chicago boys fue un éxito rotundo, y para los marxistas, un fracaso absoluto.
¿Y qué fueron, un éxito rotundo o un fracaso absoluto?
Las dos cosas.
Para los ricos, funcionaron de puta madre. Para los pobres… no.
Aprovecharé este análisis del neoliberalismo chileno para desmitificar muchísimas cosas que sobre él se dicen “por ahí”. Una de las cuestiones más peliagudas de intentar hacer un análisis serio sobre temas tan candentes y cargados ideológicamente como el neoliberalismo, es tener que “escarbar” entre un montón de literatura, fuentes y datos, muchos de los cuales son material propagandístico e “interesado” de un lado o de otro. No se suelen encontrar, especialmente por internet, muchas críticas o análisis sin interés ideológico como el que voy a intentar detallaros a continuación, y eso es así porque la inmensa mayoría de los análisis sobre el neoliberalismo chileno están o decididamente a favor o totalmente en contra (y se suele mezclar crítica ideológica con económica: yo me voy a dedicar a la económica), muy pocas veces (especialmente en español) os podréis encontrar con un análisis al que le interese descubrir y describir lo que sucedió de verdad sin sesgos cognitivos ni prejuicios políticos o ideológicos (en mi caso, tal vez se deba al hecho de que no soy ni neoliberal ni marxista).
Varias cosas a tener en cuenta:
1) -Las políticas económicas de los Chicago boys fueron extremadamente radicales, tanto, que se habla de “terapia de choque”. Quisieron sustituir el radicalismo marxista de Allende… por un radicalismo ultraliberal. La economía dio un giro de 180º casi de la noche a la mañana. Como veremos más adelante, el giro fue tan brutal y las consecuencias tan desastrosas, que el periodo de actividad neoliberal pinochetista se divide en dos subperiodos, el primero (1973-1982), en el que los neoliberales dieron rienda suelta a sus ideas, creando un caos económico, y el segundo (1982-1990 aunque yo señalaría más acertadamente, 1985-1990), en el que los neoliberales “recularon” sus medidas más radicales, viendo que estaban dirigiendo cuesta abajo y sin frenos a la economía chilena. A este segundo periodo se le suele llamar, significativamente, “neoliberalismo pragmático”. Es este segundo periodo el que vio algunos éxitos en economía… éxitos que fueron aprovechados por los partidarios mundiales del neoliberalismo (en EEUU y Gran Bretaña, sobre todo) como herramienta propagandística de sus supuestas bondades y para atacar al “malvado comunismo”. Recordemos que era la época de la Guerra Fría. Los marxistas y ultraizquierdistas centran sus críticas en el primer periodo, sobre todo, pero aquí veremos los dos. Al primer periodo se le suele llamar, sobre todo en Chile, “primer milagro chileno” y al siguiente, tras la crisis de 1982-1985, “segundo milagro chileno”. Como economista, me niego rotundamente a llamar al primer periodo, “milagro” por mucho que así lo llamara Friedman interesadamente. Ni de lejos. El segundo, tuvo algunos éxitos en términos macroeconómicos pero, como en el caso del “milagro español” franquista, tiene mucho, mucho, pero que mucho de mito propagandístico.
2) -El entorno de las reformas. ¿Pinochet estuvo de acuerdo con esto? ¿Lo estuvieron los sectores partidarios del golpe de estado? Lo cierto es que no necesariamente. Es más, en la única entrevista que mantuvo Milton Friedman con Pinochet, en 1975, el economista aseguraba que no encontró al dictador muy receptivo a las ideas neoliberales. El problema de Pinochet es que él sabría mucho de fusiles y tácticas militares pero no tenía ni maldita idea de Economía ni de números (él era, como prácticamente todos los militares, más partidario del intervencionismo, el estatismo y la mano dura)… y no tenía a nadie más a quien recurrir que quisiera colaborar con él, un dictador “de estilo clásico”. Es más, no todos los sectores golpistas estuvieron de acuerdo con estas medidas… pero era lo que había. Los militares se habían metido en el golpe con su agenda política propia, pero sin tener un proyecto económico claro y definido… y la derecha chilena, lo que incluía a su empresariado, hacía piña con los golpistas por miedo al marxismo, a las expropiaciones y a los movimientos populares. Todos ellos “tragaron” con los economistas monetaristas de los Chicago boys pues… porque no tuvieron más remedio. Aquellos economistas, tan bien conectados con el exterior, estaban desvinculados de la política tradicional estatal y eran, por tanto, aceptables para los militares.
3) -Insisto en que se suele confundir e incluso identificar el análisis estrictamente económico con el ideológico. Fue esta “alianza” que se dio en Chile entre una dictadura de corte prácticamente fascista y neoliberalismo o políticas fundamentalistas de libre mercado lo que llevó a que se asociara, con mayor o menor acierto, especialmente en Latinoamérica y en español, al neoliberalismo con la derecha y los poderes fácticos conservadores; al capitalismo con dictadura… y que se percibiera al neoliberalismo como enemigo frontal, total y absoluto de los intereses de las clases pobres y trabajadoras. El término “neoliberalismo” pasó, después, a la lengua inglesa ya con ese significado que había adquirido en español: “políticas económicas fundamentalistas de libre mercado contemporáneas”… conforme la literatura (académica o no) en español sobre el tema se iba traduciendo al inglés y llegaba a un público global.
4) Lucha de datos y propaganda. Una de las cosas que más me enfurece a título personal y como técnico, cada vez que estudio cuestiones académicas sobre Economía y, especialmente sobre el estudio del neoliberalismo… es el cómo se miente descaradamente en los datos macroeconómicos o se exageran para refrendar el éxito de una política económica y, a través de esto, apoyar a la ideología que la promovió. Me explico: todos los que hemos estudiado Economía, nos solemos encontrar con que los primeros datos sobre la aplicación de uno u otro modelo económico suelen ser “maravillosos” para los que los aplican. Porque son ellos los que los suministran. Cuando yo estudiaba en la facultad, algunos profesores (pocos, porque Pinochet es muy odiado en España: recuerda muchísimo a Franco) ponían el caso del neoliberalismo chileno como un gran ejemplo de éxito económico… “el milagro chileno”, en palabras de Milton Friedman en su columna del Newsweek… y daban datos que lo corroboraban, como cifras de empleo, exportación y crecimiento económico entre otras cosas. Por aquel entonces no había internet (ahora te enteras en tres coma dos si la medida que adoptó el gobierno de Pakistán la semana pasada en contra de la inflación regional en Baluchistán tuvo éxito y en qué medida porcentual), y los que sabían leer inglés (y no fueran partidarios del neoliberalismo o el conservadurismo) se podían contar con los dedos de la mano. Los técnicos tuvimos que esperar veinte años para que datos más certeros llegaran a nuestros oídos y ojos, que revelaban que aquello no fue así por no decir que muchas cosas fueron al contrario. Y nos enteramos desde el inglés, a través de las referencias cruzadas por autores más científicos, más independientes, no politizados y con técnicas de medición estadística con recorrido histórico mucho más largo y detallado. Esto que os quede claro: el tiempo lo cura todo y añade la fría perspectiva, alejada del calor y del frenesí de la lucha política propagandística de los primeros años. Ahora es cuando podemos darnos cuenta o, mejor dicho, darnos cuenta más certeramente. Pero no os vayáis a creer que esto sólo sucedió con el neoliberalismo chileno… Son muy conocidas ahora las mentiras propagandísticas de la Unión Soviética, que estuvo durante décadas proporcionando datos falsos sobre la evolución de su economía: los soviéticos decían que su economía iba de puta madre y hoy sabemos, como dice la expresión popular, que “estaban pasando más hambre que la gallina Matilde, que traspasó la frontera por comerse una avispa”. De la misma forma, los datos suministrados por el gobierno del matrimonio Kirchner en Argentina están más que falseados de continuo como, por ejemplo, los índices de inflación… hasta el punto en que los organismos internacionales ya no les hacen ni maldito caso y se ven obligados a recurrir a métodos indirectos para calcularla. ¿Y los partidarios del marxismo no mentían sobre los datos de la economía chilena? También. Pero, como lo hacían desde el exterior, porque recordemos que Pinochet expulsó y obligó a exiliarse de Chile a una gran cantidad de partidarios del marxismo, no tenían acceso directo a los datos… y no se les hacía mucho caso, especialmente teniendo en cuenta que de ellos sí que se sabía que iban a criticar al neoliberalismo chileno con sesgo ideológico seguro por haber sido los principales afectados por el golpe de estado. Otro defecto a añadir es que los marxistas siempre han criticado al neoliberalismo más desde el lado “ideológico” que analizando los datos macroeconómicos. Lo que me vengo a referir con todo esto es que el análisis de datos no lo he efectuado con lo que decían por aquel entonces de la economía chilena, sino con lo que sabemos hoy en día. Es la mejor forma de enterarnos… y lo que debería hacer cualquier economista y científico social de bien.
Ahora pasaremos a explicar las medidas económicas de los Chicago boys y su impacto en la economía chilena pero, antes, veamos cómo (re)apareció la palabra “neoliberalismo” en Chile y cómo es que fue obteniendo ese significado que es con el que más se le conoce hoy en día (a fin de cuentas es uno de los temas principales de este ensayo: el estudio del recorrido histórico y académico de ese término).
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La reaparición del término “neoliberalismo”.
En los años sesenta, los primero Chicago boys, que eran unos intelectuales pro-libre mercado empezaron a notar, al estudiar en sus escuelas estadounidenses bajo profesores como Milton Friedman, Arnold Harbenger e incluso Friedrich Hayek (que, aunque crítico con las ideas las mostró en sus clases de los años cincuenta en la universidad de Chicago como ejemplo de “desviación” de la pureza de los ideales liberales clásicos del laissez-faire), las ideas de la escuela de Friburgo y el ordoliberalismo alemán y el inmenso éxito que tuvieron en la Alemania de la posguerra. Estos intelectuales empezaron a utilizar el término “neoliberalismo”, en castellano, para traducir directamente el término alemán neoliberalismus, el cual ya vimos que se empleó durante un tiempo en la Alemania de la posguerra por parte de los liberales germanos. Los Chicago boys (y otros intelectuales latinoamericanos levemente anteriores y posteriores) quedaron muy impresionados con el “milagro alemán” de Ludwig Erhard y pretendían alcanzar algo similar: unas cotas de crecimiento y control de la inflación efectivas en sus países (principalmente, Chile). Es decir, muy al principio, lo que estos señores pretendían al referirse con “neoliberalismo” era a la misma filosofía económica de la escuela de Friburgo: una versión más moderada del liberalismo clásico que favorecía el utilizar la política estatal para atemperar la desigualdad social y eliminar la tendencia hacia el monopolio.
La primera aparición “pública académica” del término “neoliberalismo” y “neoliberal” con esta acepción se produce en la revista chilena semanal PEC(siglas de “Política, Economía, Cultura”), que se publicó entre 1963 y 1973 [Nota: la fecha de fundación de la revista varía según la fuente, en otros sitios aparece que fue en 1967], la principal revista del ideario político conservador y derechista en el Chile pre-Pinochet.
La revista no empleaba demasiado extensamente el término, pero lo usaba para referirse al “milagro alemán”.
Otros autores como el historiador peruano Enrique Chirinos Soto contribuyeron a darle difusión en sus respectivos países. De él se conserva una crítica al presidente chileno Alessandri en 1964 por su incapacidad en dominar la inflación y le avisaba de que “debía implementar una política económica neoliberal idéntica [sic] a la de Erhard en Alemania”. El uso del término “neoliberalismo” en Hispanoamérica (sí, en este caso el término apropiado esHispanoamérica, no se incluye el Brasil lusófono) era, pues, el mismo que se le daba en alemán: una economía social de mercado moderada que superara al liberalismo clásico. En esta época, incluso autores académicos marxistas como Hernando Aguirre, contrarios a la doctrina capitalista, se referían al neoliberalismo con este mismo significado.
¿Qué sucedió?
Que en los años ochenta, cuando ya se fueron notando los efectos más perversos de la aplicación más radical de estas ideas como “terapia de choque” sobre la población chilena, los opositores, principalmente marxistas y partidarios del difunto Allende, emplearon la palabra (o continuaron empleándola, según se mire) sólo que, ahora, para referirse a estas políticas con odio, desprecio, y de manera insultante y despectiva.
El neoliberalismo había pasado a asociarse al mismísimo Mal a ojos de contestatarios, izquierdistas, socialistas, pobres, marxistas, progresistas, marginados… todos los que, en suma, eran los afectados y perseguidos por la dictadura pinochetista y sus políticas económicas.
Y comenzaron los primeros patrones de “uso asimétrico” (desigual) de la palabra. Esto es, los opositores y críticos (Echevarría) a las reformas de libre mercado empleaban cada vez más la palabra “neoliberalismo” que sus defensores (Piñera), hasta el punto en que a mediados y finales de los años ochenta, la palabra adoptó su versión alternativa como “oficiosa” (que no “oficial”): para designar el fundamentalismo de mercado ultracapitalista, con un sentido radical, que transformaba de forma maligna las relaciones entre estado y sociedad en favor de los más ricos. La palabra “neoliberalismo” quedó asociada a un carácter negativo desde entonces. Los partidarios de las reformas, como Piñera, pasaron a emplear otras palabras y expresiones, como “autores liberales contemporáneos” para referirse a lo que anteriormente llamaba “neoliberales”. Incluso detractores ultraderechistas del capitalismo como el movimiento falangista español, empezaron a referirse al “neoliberalismo” con tono malsonante.
La revista Estudios Públicos del Centro de Estudios Públicos (CEP) de Chile (fundada en 1980), recoge en sus artículos esta evolución.
En un periodo como la Guerra Fría y en uno de sus campos de batalla más candentes, como era el Chile posterior a la muerte del marxista Allende, estaba cantado que la nueva acepción iba a acabar por extenderse entre los movimientos sociopolíticos revolucionarios, el mundillo marxista, anticapitalista, etc.
De ahí proviene la acepción con la que hoy conocemos el “neoliberalismo”.
Así pues, vuelvo a remarcar lo dicho: es un mito que circula en el mundo liberal y pro-libre mercado el que nadie en el mundo académico de la Economía hubiera usado el término “neoliberal” o “neoliberalismo” y que no lo hubiera utilizado para referirse a un algo específico. No es un término ni tan fantasmagórico ni inexistente como muchos ignorantes o desinformadores plantean: tiene su recorrido histórico, académico y serio. El término fue cambiando de acepción hasta que otros se apropiaron de su uso, sí, pero no antes de que los partidarios del mismo hubieran de abandonarloconscientemente. Eso que no se les olvide jamás.
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Fotografía de la entrevista entre el economista de la escuela de Chicago Milton Friedman (de negro, en el sillón de la izquierda) y el dictador Augusto Pinochet (en el sillón de la derecha), en Santiago de Chile en marzo de 1975.
Fotografía de la entrevista entre el economista de la escuela de Chicago Milton Friedman (de negro, en el sillón de la izquierda) y el dictador Augusto Pinochet (en el sillón de la derecha), en Santiago de Chile en marzo de 1975.
¿Qué fue lo que hicieron los Chicago boys? ¿Cómo fue la aplicación del neoliberalismo en Chile?
Paralelamente a la represión política, se hicieron profundas reformas que condujeron a una transformación económica del país.
Repetimos: los Chicago boys implementaron una serie de medidas en el primer periodo de la dictadura (1973-1982) que se suelen calificar en literatura académica como de “terapia de shock“. Intentaron reducir el gasto público un 20%, despidieron al 30% de los empleados públicos, aumentaron el IVA (“Impuesto al Valor Agregado”… sí, ellos ya tenían un IVA, pero para los chilenos es un impuesto a la transferencia comercial de bienes muebles y activos M1 y M2), bajaron los sueldos (especialmente los de los sectores obreros), privatizaron la inmensa mayor parte de las empresas estatales y acabaron con los sistemas de ahorro y préstamos de vivienda… y pensiones públicas.
El infierno en la tierra, especialmente para los más humildes.
Al contrario que el gobierno de Allende, los Chicago boys postularon en su Ladrillo la necesidad de la apertura del mercado interno, aranceles bajos y uniformes, el fin de los controles de precios y los subsidios. En el área de las políticas públicas el documento formó la base de las iniciativas tendientes a reforzar el papel en la economía del sector privado, es decir, la entrega al sector privado, en condiciones de competencia, de diversas áreas de la economía, como el de la energía eléctrica, el agua potable, las telecomunicaciones, el sistema de pensiones, entre otros (aparte de revertir las nacionalizaciones de Allende). También se puso énfasis en la necesidad de orientarse a los mercados de exportación, dada la abundancia de recursos naturales y que el mercado interno era reducido… por decirlo amablemente (el pueblo chileno de la época tenía poco poder adquisitivo y más aún que perdió al inicio de la dictadura, era muy pobre y no podía consumir ni, por tanto, levantar económicamente a la nación desde dentro; ese problema continúa hoy en día, y no poco). Resumiendo: privatizaciones de empresas públicas y eliminación de ayudas y subsidios. Otros efectos muy perniciosos: la libre flotación del escudo (que luego se vieron obligados a cambiar al peso), la moneda de la época… y el hecho de que, muy hipócritamente, los neoliberales aumentaron los impuestos, al contrario de lo que sus ideales “dictan”.
A los Chicago boys les faltó coger látigos y fustigar a los ciudadanos chilenos al grito de “¡levantad el país para nosotros, rotosweones!”
¿Qué efectos tuvo todo aquello? Terribles. El Producto Interno Bruto cayó… ¡¡¡un 12%!!!, la tasa de desempleo subió inicialmente hasta el 16% y posteriormente al 20% (en un país con una alta necesidad de mano de obra para sacar las materias primas) y el valor de las exportaciones se redujo en hasta un 40% (por la competencia exterior). Se produjo una carestía inmensa en el país, más acuciante aún teniendo en cuenta que se estaban eliminando, simultáneamente, los programas de ayuda social. El personal cualificado emigró en masa en busca de mejores oportunidades y sueldos. El dinero “circulante”, el líquido, escaseó sobremanera. Uno de los efectos que más ocultan los neoliberales de esta época es la gran cantidad de cierres de pequeñas y medianas empresas (y eso que se suponía que eran los defensores de los entrepeneurs y empresarios), muchas de ellas el único ingreso de familias enteras, que desaparecieron en quiebras masivas aplastadas bajo el peso de gigantescas deudas. Empresas con más de medio siglo a cuestas y una larga tradición y raigambre, tuvieron que cerrar. La dictadura se esforzó sobremanera en ocultar las imágenes de grandes cantidades de desempleados que buscaban trabajo en las plazas de pueblos y ciudades, como sucedió en la España de la posguerra.
También hubo otros efectos muy, muy desagradables y contraproducentes: las grandes empresas sí subsistieron… gracias a la reducción de sus plantillas de trabajo y la rebaja de salarios. Muchas de estas situaciones se prestaron a abusos de empresarios sin escrúpulos. A ese abuso se prestó, cómo no, el hecho de que ya no existían sindicatos que pudieran defender los intereses de los trabajadores porque los había eliminado la dictadura por su asociación marxista y/o de oposición a las élites partidarias del golpe y que solían ser grandes empresarios y propietarios. Aquellos que conservaron sus empleos debieron soportar recortes en sus sueldos, peores condiciones laborales (como mayores o peores horarios), los sueldos sectoriales descendieron bruscamente (como el minero) y el abuso empresarial fue la tónica de este periodo.
Otra “nota curiosa” es que tanto en el sector público como en el privado, los altos puestos claves fueron ocupados por oficiales del ejército, aviación o marina… y la dirección de las empresas privatizadas que anteriormente fueron estatales pasaron a manos de partidarios de la dictadura, principalmente… los Chicago boys. Oh, la ironía. La clase alta pudiente se fortaleció y se enriqueció gracias a las franquicias otorgadas por el régimen militar.
La consecuencia más grave que tuvo todo esto fue un brusco deterioro social, las clases medias y bajas se empobrecieron tras un progresivo descenso de su poder adquisitivo, lo que provocaría una gran brecha en la distribución de la riqueza, que se mantiene hasta el día de hoy.Trataremos esto más detalladamente (Chile es el país del mundo donde más ha aumentado la brecha entre ricos y pobres en el periodo 1980-1990) cuando hablemos de “la herencia recibida”.
Llegó un momento en que a Pinochet se le pusieron los cojones por corbata… si aquello seguía así se temía que el pueblo le perdiera el miedo a rebelarse: se sucedieron las manifestaciones y las famosas “caceroladas” (ahora en su contra). ¿Os acordáis de las imágenes en la TV de la época? Todos aquellos manifestantes en Chile y la policía antidisturbios aporreándolos mientras los furgones echaban agua a presión contra el grueso de las manifestaciones. Yo era niño entonces, pero me acuerdo de aquel humorista español (me parece recordar que era Pedro Ruiz), que salió en la televisión disfrazado de Pinochet, haciendo el chiste: “¿Cómo que no gobierno limpiamente… no ven los duchazos que le doy al pueblo?”
Si habéis visto el listado de los Chicago boys habréis observado que la mayoría de ellos desempeñaron cargos en el primer periodo de la dictadura durante muy pocos años. Eso fue así por la inestabilidad: la junta militar iba cambiando a uno u otro conforme los resultados no daban para más. Algo que quiero que notéis, también, es el hecho de que todas esas medidas tan brutales que adoptó el gobierno de Pinochet… no podrían haberse dado en un entorno democrático de manera normal: cualquier gobierno elegido democráticamente que las aprobara tendría prácticamente asegurado el perder las elecciones. Se precisaba un gobierno dictatorial al que le importaran un comino las repercusiones que iban a tener sobre el pueblo porque éste no podría desbancarle electoralmente si las cosas fueran tan mal (y fueron muy mal). Es muy conocido el hecho de que Margaret Thatcher, que también aplicó estas medidas aunque no de forma tan radical, estuvo a punto de perder las siguientes elecciones de no ser porque la Guerra de las Malvinas le salvó en última instancia al recuperar su popularidad frente a un enemigo externo. Esto que os sirva de aviso: prácticamente nadie vota de por sí normalmente la aplicación de políticas de libre mercado fundamentalistas agresivas porque, como podéis ver, no son ni con mucho, del agrado de la mayoría de la población. Se precisa de circunstancias anormales para su implementación (guerras, crisis económicas, enfrentamiento ideológico polarizante, etc.).
Los resultados iniciales fueron tan rematadamente malos que los Chicago boys hubieron de cambiar gran parte de sus propuestas por algunas menos agresivas después de 1982 (el “neoliberalismo pragmático”, recordemos).
Quiero que notéis otra cosa… si los resultados iniciales fueron tan malos, ¿por qué Milton Friedman habló en su columna del Newsweek del 25 de enero de 1982 del “milagro chileno”?
Obviamente, Friedman necesitaba agarrarse a un clavo ardiendo si no quería mostrar que sus propuestas no funcionaban. Él no iba a criticar sus consejos, los que él dio a Pinochet. Friedman se refirió al único éxito constatable del primer periodo de los Chicago boys… es decir, el control de la inflación (el aumento de precios). Y el único palpable a nivel de calle, si se me permite añadir.
Inflación en Chile entre los años 1975-1982.
Inflación en Chile entre los años 1975-1982.
A eso le ayudó el que no se conocían de primera mano los datos globales de la economía chilena, recordemos. Tampoco señaló en otros artículos que ya en el mismo año 1982 la inflación repuntó a un 20,7%.
Parece un milagro, ¿verdad? Del 208,1% al 9,5% en 1981… Pues NO lo es. Esto que voy a decir no se sabía antes ni se tenían tampoco las técnicas monetarias tan finas que tenemos hoy en día, pero… bajar una inflación del 508% al 30% lo hago yo con la punta de la polla. Basta con mantener el país en calma y firme aunque sea a punta de pistola (caso de la dictadura pinochetista). Para que lo entendáis más fácilmente: hoy día todo economista sabe que si la inflación está en hiperinflación (más del 50%) o tan alta (más o menos en torno al 10%) es por causas extraordinarias, no normales (como, por ejemplo, un gasto público desbocado o una impresión masiva de dinero como lo que hizo Allende, una guerra, un conflicto, etc.). En circunstancias normales es más difícil y tiene más mérito bajar la inflación de un 3% a un 2% que bajarla de 500% al 100%, por poneros un ejemplo.
Otra cosa que no señala Friedman o se le “olvida” es que para reducir la inflación… el gobierno de Chile tuvo que causar una devaluación interna con sus medidas de austeridad. ¿Alguna cuestión más? Que un mínimo de un 9,5% no es para estar orgulloso. España tuvo de máxima histórica en el siglo XX de un 26% durante UN año (1976).
Volvemos a repetir lo que dije en anteriores apartados: todo economista tiene que tener en cuenta TRES indicadores básicos: crecimiento económico, inflación y desempleo. De esos tres, lo normal es tener DOS bien porque es extremadamente difícil tener los tres a la vez. El crecimiento no se discute (si no hay riqueza no hay nada para repartir), así que sólo te queda elegir entre controlar la inflación o el desempleo. Allende controló el desempleo (en torno al 5%), pero la inflación se le desbocó (en torno al 700% al final de su mandato). Los Chicago boys controlaron la inflación momentáneamente (veremos que luego volvió a aumentar), pero el paro se les desbocó… las cifras de desempleo chileno rondaron desde entonces un abominable 20%oficial (extraoficialmente fue mucho más). Los Chicago boys eligieron, como ya dijimos que suelen elegir los neoliberales, controlar la inflación (que el dinero de los ricos no pierda valor)… y al pobre, pues que se jodiera.
Pero ésa no es mi crítica principal. Mi crítica principal… y la de la comunidad científica de economistas actuales es que… para conseguir tan magros resultados, se creó un perjuicio brutalmente desproporcionado. “Para ese viaje no hacían falta esas alforjas”, que se suele decir.
Bueno… ¿cómo consiguieron frenar la inflación los Chicago boys? Con una serie de técnicas monetarias, algunas de ellas de dudosa calidad moral.
El sistema monetario fue cambiado a la moneda Peso, desvalorizando el anterior Escudo (Eº). En aquella época, el valor de lo que en Chile se llamabaUnidad de Fomento (una medida de cuenta creada por el presidente Eduardo Frei para equiparar los ahorros, los seguros, las pensiones y los sueldos a la inflación) se reajustaba el primer día de cada trimestre según la variación del IPC del trimestre anterior. El Decreto Supremo Nº 613 del 14 de julio de 1977 estableció que su valor se reajustaría en forma diaria a partir del 1 de agosto de dicho año. Uno de los indicadores más simbólicos, el precio del dólar, fue establecido a tasa de cambio fija, en 39 pesos, y se mantuvo estable hasta iniciada la década de 1980. Esta operación de reajuste sería una de las bases de la transformación económica. Dicha medida favoreció en un comienzo a la construcción que se encontraba paralizada y a la clase media quienes adquirieron viviendas con un valor de UF de apenas $5.000, pero que cinco años más tarde subiría a más de cinco veces su valor inicial dejando una estela de deudores hipotecarios en la ruina y descrédito al no poder pagar los elevados dividendos. En la práctica, una burbuja inmobiliaria, vaya. Posteriormente, los neoliberales tuvieron que agachar las orejas y crear un programa de vivienda protegida sufragado con una cuota llamada Serviu.
Una nota antes de continuar… ¿no notáis una serie de similitudes entre Chile y España tras la aplicación de medidas “liberalizadoras” en nuestro país desde el segundo mandato del PSOE y el primero del PP? Observad: aumento del paro, precariedad laboral, bajada de sueldos, abusos empresariales, burbuja inmobiliaria, eliminación de derechos adquiridos, pérdida de poder adquisitivo… la única gran diferencia es que ellos bajaron la inflación y nosotros la hemos bajado tanto que hemos entrado en deflación (diciembre de 2014).
Continuemos…
Los que sepáis más de Economía quizás os hayáis dado cuenta de un detalle curioso… ¿cómo es que Friedman alababa como un “milagro chileno” la economía de Chile… y se centrara en el control de la inflación en vez de la medida por antonomasia de todo éxito económico: el Producto Interno (o interior) Bruto (PIB)?
Friedman decía que el problema por antonomasia de la época en concreto (la crisis del Petróleo) era la inflación. Hasta ahí, podríamos estar de acuerdo. Pero, ¿por qué no se centró en el PIB?
Veamos el siguiente gráfico del PIB que mide el crecimiento económico (que no la desigualdad, recordemos). Observamos una caída brutal los primeros años de la entrada de los Chicago boys y un relativo aumento por encima de la media de Latinoamérica hasta alcanzar un punto no muy pronunciado por encima de esa media… hasta el año 1981 en el que el PIB cae estrepitosamente a unos niveles infernales. Los Chicago boys hablan del boom de estos años. A lo que yo añado: si eso es un boom, que se levante O’Higgins de la tumba y lo vea, porque ni para mí ni para nadie con dos dedos de frente, eso es ningún boom serio. Os recuerdo que Friedman habló de “milagro chileno” en 1982… la caída estrepitosa fue en 1981-1982. Debió haberla mencionado, más aún cuando según la gráfica, llevaba cayendo sostenidamente desde 1977. Y no lo hizo.
Índices de PIB: comparativa entre Chile y la media sudamericana. Años 1971-2007.
Índices de PIB: comparativa entre Chile y la media sudamericana. Años 1971-2007.
Los neoliberales aducen que, con toda la “terapia del shock”, se experimentó un crecimiento económico entre 1975-1981 muy considerable, superando incluso la media sudamericana. ¿Qué es lo que pasó? ¿Cómo aumentó ese PIB? Tras la caída inicial de las exportaciones, el abaratamiento de las materias primas por la bajada obligatoria de sueldos de los obreros y la apertura (con aranceles bajos) a los mercados internacionales, hizo que las exportaciones, especialmente la riqueza nacional chilena por antonomasia, el cobre (que contaba por más de la mitad de los ingresos gubernamentales de la época, “eso” también se les olvida mencionar a los neoliberales), volviera a despegar. Pero… en 1981-82, una crisis regional, la crisis de la deuda latinoamericana (“la década perdida”) que devenía de la del Petróleo, causó el desastre. Aunque la crisis provenía de fuera, Chile quedó especialmente desprotegido ante esta crisis internacional por su excesiva dependencia del mercado externo, el excesivo endeudamiento privado (el crédito doméstico subió de 25%, en 1976, al 64% del PIB en 1982) y la fijación del dólar (a un tipo de cambio fijo, sobrevalorándolo artificialmente). Todo ello provocó una de las crisis más profundas que afectaron a la nación en su historia. Ésta provocó una caída del PIB de un 13,6% (¡¡¡la caída más alta registrada por Chile desde la crisis de 1929!!!), un notable incremento del desempleo con tasas en torno al 20% por varios años y la quiebra e intervención de numerosos bancos e instituciones financieras (¡¡¡fue intervenido el 60% del mercado del crédito!!!). La agricultura chilena (salvo algunas frutas y la silvicultura) sufrieron una severísima contracción. En un contexto de falta de libertades civiles y de constantes violaciones de los derechos humanos, la mala situación económica disparó las protestas callejeras de las que ya hemos hablado contra el régimen, que se extendieron con mayor o menor intensidad hasta fines de su mandato. Al contrario que Allende, que había más o menos blindado a Chile contra los vaivenes de las crisis especulativas exteriores, los neoliberales habían dejado a Chile en extremo vulnerable (bajos aranceles, precios baratos, dependencia del mercado exterior, abandono del interior, reducción del poder adquisitivo interno…). Allende se estaría riendo en su tumba.
No es ningún “milagro”. A ese crecimiento repentino y momentáneo, en Economía, se le llama “efecto rebote”. En el caso de Chile, con respecto a la mala gestión de Allende.
Otra cuestión que quiero señalar… es que ese crecimiento económico está “falseado”. Me explico con un ejemplo: un país como Nigeria ha tenido incrementos en su PIB de en torno al 6,5% desde 2005 a 2014… ¡¡¡Guau!!! ¡¡¡Un milagro económico como el de Chile!!! ¡¡¡Por encima de la media africana!!! ¿Sí? Entonces… ¿cómo es que vemos hambrunas y necesidad en el país africano? ¿No ha aumentado terriblemente su Producto Interior Bruto como hizo Chile? ¿No deberían ser más ricos los nigerianos? La respuesta: cuando se producen incrementos elevados de PIB no tiene que ser necesariamente que vaya bien el conjunto de la economía nacional o que ésta se esté manejando bien… Ese aumento puede ser que se deba a factores como que han aumentado las exportaciones repentinamente de un recurso que ha aparecido (como el petróleo, en Nigeria)… o que ahora logro colocar masivamente tras el abaratamiento de ese producto bajando los aranceles y reduciendo los sueldos, los costes laborales y la inflación a golpe de látigo. En el caso de Chile… el cobre.
Eso es lo que cualquiera llamaría “espejismo económico” en vez de “milagro económico”. Y de los más crueles. Así, también hago yo “milagros”.
Recordad que aumento de crecimiento económico no significa necesariamente distribución y reparto de riqueza (por eso, en Economía, las medimos por separado: índices de PIB e índice GINI, por ejemplo). Un país puede aumentar sus números macroeconómicos y dar la apariencia de que se está volviendo más rica su población cuando en realidad lo que puede significar es que se esté volviendo más rica… una parte de esa población (los dueños de las grandes empresas y consorcios privatizados y los recursos mineros, por ejemplo).
El ministro de Economía y Hacienda, Sergio de Castro, rechazó una devaluación competitiva del Peso incluso en 1982… a pesar de la cada vez mayor tasa de bancarrotas empresariales, afirmando que sólo los más fuertes y mejor adaptados deberían sobrevivir. Pero con una crisis financiera y económica rampante esa posición se volvió cada vez más insostenible, y tuvo que dimitir. Uno por uno, todos los Chicago boys fueron sustituidos. Economistas más pragmáticos tuvieron que socializar (“rescatar”) a los bancos chilenos más grandes en 1982 y a otros siete más en riesgo de quiebra inminente en 1983. El Banco Central de Chile tuvo que socializar gran parte de la deuda externa. El gasto público llegó, con todo ello, a superar el 34%, cifra superior incluso a la que se alcanzó bajo el gobierno de Allende. Los críticos se reían de la situación, refiriéndose a ella como “el camino de Chicago hacia el socialismo“.
Pero que aún falta lo mejor.
¿Cómo sorteó Chile semejante crisis (la de 1982)? Pinochet pegó un puñetazo en la mesa y apartó a los Chicago boys de la dirección directa de la economía durante un par de años… ¡¡¡aplicando medidas keynesianas!!! Lo que estáis leyendo: Pinochet llamó al economista Luis Arturo Escobar Cerda, y éste empleó medidas contrarias y enemigas a las de los monetaristas Chicago boys para salir de la crisis: devaluó la moneda en un 23,6% y decretó un arancel parejo del 35%, aumentó el gasto fiscal, desarrolló planes en el terreno social y en obras públicas, decretó bandas de márgenes de precios para alimentos básicos… y un tipo de cambio flexible. El mismísimo Milton Friedman llegó a reñir a sus antiguos alumnos por haber hecho algo tan evindentemente desastroso como un tipo de cambio fijo con respecto a una moneda mucho más fuerte (el dólar).
Ridículo.
Bochornoso.
Me vais a perdonar el inciso, pero si hay algo que hermana a todos los hispanos (o latinos, como queráis decirlo) del mundo, chilenos y españoles incluidos… es ese hacer esperpéntico, ese ridículo estrepitoso y muchísimas veces cruel al que tantas veces nos vemos abocados uno no sabe ya si pensar que cultural o genéticamente. Fue un absurdo tremendo, rocambolesco: un dictador apartó a unos liberales para aplicar medidas intervencionistas mientras duró la crisis… y, cuando la hubo capeado… ¡¡¡los volvió a instalar!!! ¿Por qué? Porque los Chicago boys obtenían más ganancias para la élite del país… y, vamos a admitirlo, una vez pasado el peligro de la recesión, Pinochet podía manejar a los descontentos, sometiéndolos por la fuerza.
Una vez pasada la parte más cruda de la crisis, se volvió al sistema neoliberal con el nuevo ministro de hacienda, Hernán Büchi en 1985 el cual, con reformas menos ortodoxas (para ser neoliberales) que sus predecesores, lograría revitalizar la economía. A esto se le conoce como el “segundo milagro chileno”. Los neoliberales acabaron reconociendo implícitamente que sus medidas NO funcionaban: se dio paso al “neoliberalismo pragmático”, que duró hasta 1990.
Este periodo sí fue más benevolente y más efectivo que el anterior… aunque tampoco fuera para tirar cohetes celebrándolo. No, al menos, desde el punto de vista del conjunto de la población.
Como podréis haberos dado cuenta… el problema básico de las políticas económicas (de todas ellas) reside en el grado de radicalismo a la hora de aplicarlas. No es que el intervencionismo estatal o la libertad de mercado sean malas per se ni mucho menos. Es que hay que saber combinarlas y huir de los extremos. Si podemos aprender una lección de la aplicación neoliberal en Chile es, precisamente, ésa: no hay que ser radical. Término medio. A cada problema, su solución particular. Ni asfixiante marxismo intervencionista ni laissez-faire absoluto. ¿Cuántas veces tendremos que repetir eso los economistas moderados? ¿¿¿Cuántas???
Para conseguir la reactivación, Büchi optó por una serie de medidas, como:
1) -Una fuerte reducción del gasto en el sector público, con medidas como rebajar el gasto social y las jubilaciones. Estas medidas continuaron sin tener un efecto positivo: al contrario, la población chilena se siguió viendo afectada gravemente. El mercado interno chileno continuaba sin tener un buen poder adquisitivo… que seguía pobre, vamos.
2) -Aquí, muy astutamente, todo hay que decirlo, llevó a cabo una política de devaluación del peso en función del dólar muy fuerte, tal que sobrepasase la inflación. De esta manera, con el dólar alto, se favorecían las exportaciones y se restringían las importaciones.
3) –Continuó con las privatizaciones de las empresas que seguían siendo estatales: empresas del acero (CAP), eléctricas (Enersis, Endesa), comunicaciones (Entel, CTC), azúcar (IANSA), las líneas aéreas, Laboratorios Chile, y muchas otras. Ni que decir tiene que muchas de estas empresas se pusieron a precio de risa y fueron adquiridas por amigos y dirigentes del gobierno. Dichas privatizaciones, sin embargo, se realizaron fuera de toda fiscalización, sin bases de licitación y bajo una completa falta de transparencia, lo cual provocó un gran perjuicio económico a los intereses del país, en lo que la investigadora María Olivia Monckeberg denominó “El saqueo de los grupos económicos al Estado chileno”. Se estima que en dichas operaciones el Estado chileno perdió el equivalente a 222 millones de dólares, de hecho según la contaduría General de la República sólo la privatización de CAP significó pérdidas para el Estado de 706 millones de dólares, y la de ENDESA 811,5 millones. Entre los principales beneficiarios de estas operaciones se encuentran el entonces yerno de Pinochet Julio Ponce Lerou, Roberto De Andraca, José Yuraszeck, los grupos de Hurtado Vicuña, Fernández León y el grupo Penta de Carlos Alberto Délano.
Una cuestión que quiero señalar con sorna y con ironía… es que los neoliberales serían muy partidarios de privatizar. Pero no pudieron con Pinochet a la hora de intentar privatizar el cobre. Porque suponía la mayor parte de ingresos gubernamentales (las exportaciones mineras de Chile aun hoy en día constituyen buena parte de los ingresos estatales).
4) -Büchi también inició la privatización de los bancos intervenidos por el gobierno durante la crisis: una vez más, una medida bastante hipócrita… el neoliberalismo dicta que se dejen caer en la quiebra los bancos fallidos: lo que se hizo fue rescatarlos con fondos públicos y, una vez saneados, ponerlos a la venta (algo parecido a lo que ha sucedido con algunos bancos y cajas de ahorro en España).
5) -Otra medida, mucho, mucho más eficaz fue decretar el control de las tasas de interés por el Banco Central y ya no por el mercado. Esta “táctica”, aplaudida por los monetaristas y reconocida como eficaz (aunque lógica y que se debería haber llevado a cabo antes) por keynesianos e intervencionistas fue, sin embargo, muy criticada por los austríacos… porque la veían como una “claudicación” o reconocimiento oficial por parte de sus hermanos liberales de que el Estado debía controlar los tipos de interés de la moneda en vez de dejar que compitiera libremente (con las crisis e inflación que eso conllevaba).
6) –Descenso controlado de los aranceles. Büchi vio (tampoco había que ser muy listo) que la eliminación de los aranceles de manera radical no había sido, ni con mucho, una medida eficaz al contrario de lo que planteaba, románticamente, la teoría económica neoliberal: había que llegar a acuerdos recíprocos con los países de otros mercados y no dejar abiertas la puertas a que entrara de sopetón una oleada especulativa o los efectos de crisis inversionistas exteriores. Una medida eficaz, pero contraria a sus ideales… y que se debió adoptar antes aunque fuera una medida keynesiana. El gobierno chileno, con el apoyo estadounidense, comenzó a abrirse a las organizaciones económicas mundiales (hoy día, por ejemplo, Chile es miembro de la OCDE).
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4.3.1. La herencia recibida.
El resultado de esta gestión fue el retorno al liberalismo económico que implantaron los Chicago Boys, pero de una forma mucho, mucho más controlada sin el dogmatismo que le imprimieron sus antecesores y un crecimiento económico que llevaría a Chile a duplicar su PIB en el lapso de diez años.
Dicha política económica fue ya seguida durante todo el régimen militar, y, sin ninguna modificación sustantiva, y también por los gobiernos que le han seguido. Es notable que los cuatro gobiernos sucesivos, de la Concertación de Partidos por la Democracia, coalición de centro-izquierda, han proseguido con dicha tendencia, habiendo privatizado la operación de los puertos e introducido concesiones al sector privado en carreteras y aeropuertos. Pero eso ha sucedido también en países como España, donde aun a pesar de haber gobernado partidos supuestamente de izquierdas, como el PSOE, se comenzaron las campañas de privatizaciones de empresas públicas. Los partidarios del punto de vista de Friedman se defienden señalando que sus políticas no habrían sido tan nefastas si cuando llegó la democracia, no revirtieron en gran medida la política económica realizada durante la dictadura. Durante el desarrollo de los años 1980 y 1990 se extendió este sistema (más bien parte de este sistema) por el mundo, primero por gobiernos conservadores como los de Ronald Reagan y Margaret Thatcher, pero después de la caída del comunismo sería adoptado por una buena cantidad de países, incluidos los antiguos comunistas de Europa del Este, en busca de un mayor crecimiento económico, como el chileno.
Ahora, una nota matemático-económica… que un país suba su PIB no implica que suba… el poder adquisitivo de sus habitantes. Esto es, Chile pudo aumentar su riqueza global (que es lo que mide el PIB) en este segundo periodo del neoliberalismo pinochetista pero si su pueblo, el pueblo llano, el conjunto de la población… ni huele esa riqueza (porque no le llega, se la quedan los ricos, la minoría de la población, los dirigentes y gobernantes) eso es como el que tiene tos y se rasca los huevos: no sirve para nada. O, mejor dicho, no sirve de mucho.
Vuelvo a insistir en que el problema básico del neoliberalismo no es que no conduzca al crecimiento… sino que para el daño que produce (principalmente el empobrecimiento del conjunto de la población), no compensa tan poco crecimiento ni, por supuesto, un crecimiento que conlleva tan poquísimo reparto de la riqueza.
Ésa es la otra gran conclusión del análisis científico económico de este periodo: Chile siempre estuvo por debajo de su potencial de crecimiento económico.
Esto es, de haberse desarrollado completamente su economía en unas condiciones normales, su PIB debería haber sido incluso mayor (y mejor repartido entre el conjunto de la población). Chile creció a pesar del neoliberalismo, no gracias al neoliberalismo. Países tan dispares como Canadá, Taiwán, Corea del Sur, Finlandia o Dinamarca, experimentaron mejores índices de crecimiento, control de inflación y desempleo sin necesidad de implementar ni un neoliberalismo desaforado… ni tan siquiera una dictadura plena. Otra cuestión de la que se olvidan los partidarios del neoliberalismo… es que el crecimiento económico se produce sí o sí cuando un país no es pobre en recursos y la estabilidad está garantizada (sea pacíficamente o a la fuerza). El gobierno de Franco también se preciaba de haber logrado un crecimiento económico… a lo que cualquier economista debería añadir que el crecimiento económico está garantizado si antes de ti no había más que caos y tú impones a la fuerza una estabilidad de larga duración: eso no tiene mucho mérito. Si antes de ti no había apenas actividad económica y te pones a hacer algo, por poco que sea, va a aumentar el crecimiento económico, sí o sí. El mérito reside en crecer económicamente cuando el país ya está industrializado, “terminado”, “desarrollado” y “hecho”. Poco se creció en España para la cantidad de años que estuvo Franco en el poder. Lo mismo va para Chile. Es el mismo argumento que utiliza Bill Gates cuando dice que le renta más invertir en caridades en Perú o en Malí que en Argentina o Bulgaria: porque con mil dólares de caridad o beneficencia hace mucho más bien (más medicinas, más creación de trabajos, más comida) en los primeros países que en los segundos… no es ningún “milagro”.
Así pues y resumiendo: las políticas económicas desarrolladas por los Chicago boys e implementadas por la junta militar causaron al principio una caída de varios indicadores económicos, especial y principalmente para las clases más bajas. Entre 1970 y 1989, hubo gigantescos recortes en los ingresos y en los servicios sociales. Los sueldos descendieron en torno a un 8%. Las rentas familiares en 1989 quedaron a un 28% de lo que habían sido en 1970 y los presupuestos para educación, salud y vivienda cayeron un 20% de media. Como ejemplo ilustrativo: en 1990 se inició el desmantelamiento de la educación pública: actualmente la cobertura educativa pública en Chile es de en torno a un 30%… Corea del Sur, un país netamente desarrollado, tiene un 98%; un 70% de los estudiantes universitarios se ven obligados a emplear la educación privada. A todo ello hay que añadir un incremento masivo del presupuesto y gastos de Defensa (un 120% entre 1974-1979)… Como consecuencia de todo ello, el desempleo aumentó terriblemente, llegando como ya dijimos a un 26% de media durante la crisis de 1982-1985, y alcanzando incluso un 30%, especialmente en el sector público (nótense las similitudes con las cifras de paro actuales en España: en torno al 27%: hay un cierto debate académico en torno al “paro máximo porcentual” durante una crisis).
Comparativa de la tasa de pobreza en Chile (1969-1987).
Comparativa de la tasa de pobreza en Chile (1969-1987).
Los mayores beneficiarios de aquella situación económica fue la llamada “oligarquía”, que recuperó la inmensa mayor parte de sus propiedades agrícolas e industriales expropiadas por Allende… o, cuando no pudieron o quisieron revertirlas fueron revendidas por los integrantes de la junta militar a nuevos dueños privados. Muchas multinacionales y corporaciones extranjeras, como ITT, Dow Chemical y Firestone, que fueron expropiadas por Allende, volvieron a Chile. Los conglomerados financieros fueron los mayores beneficiarios de aquella economía tan liberalizada, que recurrió frecuentemente a préstamos en bancos extranjeros para financiarse ahora que sí se atrevían a prestar, tras el gobierno de Allende. Aconsejado por los Chicago boys, Pinochet hizo del pago de la deuda una de sus prioridades, lo cual le ganó el aplauso y la aprobación del Banco mundial, el Fondo Monetario Internacional y el Banco de Desarrollo Interamericano…los cuales, a su vez, prestaron alegremente nuevas y grandes cantidades de dinero.
El porcentaje de la población chilena que vivía en pobreza se dobló entre 1973 y 1990. El innecesario radicalismo de la “terapia de choque” de finales de los años setenta causó un desempleo masivo, desigualdades extremas en la distribución de ingresos y un daño socio-económico más que severo.
En 1990, cuando terminó el gobierno militar, las nuevas autoridades democráticas calcularon unos cinco millones de pobres y constataron la desigual distribución del ingreso que obligaba, en palabras del entonces presidente Patricio Aylwin, a impulsar una política de “crecimiento con equidad”, como contrapartida al modelo económico neoliberal impuesto por los militares.
La frase “El mercado es cruel”, del presidente Aylwin al inicio de su mandato fue un resumen “icónico” del periodo. El crecimiento con equidad ha sido, también, un objetivo y una deuda para las administraciones siguientes: Eduardo Frei, Ricardo Lagos y Michelle Bachelet.
Los diferentes gobiernos democráticos de la llamada “era de la Concertación”, han logrado bajar la tasa de pobreza de un 45,1% en 1987 a un 20,6% en el año 2000. Todos esos gobiernos evitaron un cambio radical económico en favor de un “cambio en continuidad”. Se aumentó el gasto público de índole social, se modificaron los ingresos fiscales con una reforma de los impuestos más equitativa y en 1990 se modificaron las leyes laborales que permitieron el regreso de los sindicatos, con los que se pactó un aumento progresivo de los sueldos del 28% hasta 1993. También se endurecieron las condiciones para solicitar préstamos al extranjero, incluso cargando con impuestos los préstamos en moneda extranjera, todo ello con el fin de volver a establecer controles sobre transacciones del capital y evitar los efectos de burbujas especulativas (y fugas).
Gran parte de la “buena fama” del neoliberalismo en Chile se debe a la paciente gestión de los gobiernos de la nueva democracia, que debieron luchar contra las desigualdades sin mermar el crecimiento económico mientras aún continuaba una desconfiada tutela militar. El principal problema del Chile de hoy, sin embargo, continúa siendo una herencia pinochetista: la desigualdad económica: la inmensa mayoría de los medios de la producción y la riqueza de Chile están en manos de muy pocas familias, la fuente de riqueza de muchas de ellas residió en sus lazos con la dictadura de la junta militar.
Comparativa de principales indicadores económicos por presidencias chilenas (1959-1999).
Comparativa de principales indicadores económicos por presidencias chilenas (1959-1999).
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A ver… esto que voy a decir a continuación puede sonar un poco a justificante del neoliberalismo. Nada más lejos de mi intención. La inmensa mayor parte de las personas se empeña en pensar en términos de “blanco o negro”, “amigo o enemigo”… a la hora de definir su postura hacia algo. En este caso, el análisis del neoliberalismo. Muchas personas quieren ver en este modelo económico o la perfección encarnada o, más frecuentemente aún, al Demonio con tridente y cuernos. Lamento decir esto pero… en la vida, y menos aún, en algo como lo es el estudio del comportamiento humano, tan volátil, lo que incluye la Economía (y otras ciencias sociales), no suele haber “blancos o negros” sino una escala de grises. Es cierto que la aplicación del neoliberalismo en países como Chile tuvo algunas repercusiones beneficiosas, especialmente a niveles macro y más especialmente aún cuando dejó de ser tan radical: aumento del PIB, apertura al mercado y las organizaciones económicas exteriores (OPEC, OCDE), modernización financiera, etc.
No podemos negar la evidencia científica del estudio económico. Los datos están ahí.
Lo que os pido (especialmente a sus partidarios) es que veáis el conjunto, que también se estudia desde el punto de vista científico… y que revela a las claras que el neoliberalismo no es, ni en su caso chileno, ni en su caso británico, ni en su caso argentino, ni en su caso estadounidense… la mejor de las opciones disponibles. Y eso es lo mínimo que podemos decir.
Es más, es una de las peores disponibles para escoger dentro del sistema estructural capitalista. Peor cuanto más radical. Más les valdría a los chilenos, a los españoles y muchos otros pueblos haber adoptado modelos mucho más amables y beneficiosos como la socialdemocracia nórdica o incluso el modelo oriental de los tigres asiáticos (este último si nos ponemos poco escrupulosos). Y no por decir eso que los números “cantan” tenemos que ser unos comunistas ni unos fascistas ni unos keynesianos ni unos anarquistas. Es lo que hay. Punto. No necesitamos de políticas fundamentalistas de libre mercado ni para crecer económicamente, ni para regular la inflación ni para manejar la fluctuación de las divisas.
El caso chileno se utilizó falsa y descaradamente como propaganda, publicitando un éxito que o no existió… o no fue para tanto. Margaret Thatcher y Ronald Reagan, entre otros, se desgañitaron durante años alabando el caso chileno y utilizándolo como coartada para aplicarlo en sus países y para combatir el comunismo, aduciendo que si habían tenido éxito en los países del Tercer Mundo (para mí Chile nunca estuvo en el Tercer Mundo sino en el de los países en vías de desarrollo), en el Primer Mundo iba a ser la repera. El neoliberalismo es un caso típico de marketing en el que el producto vale más por la publicidad que por el producto en sí.
Y ya sabemos hoy los beneficios que trajo en el Primer Mundo (aumento de la desigualdad, precariedad laboral, disminución de ingresos, desmantelamiento y privatización del Estado del Bienestar, etc.). Para los beneficios que supuestamente nos proporcionó, produjo muchos más perjuicios y a más largo plazo como contrapartida. El fin no justifica los medios y menos, cuando los medios… no fueron tan buenos.
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5. Una crítica y análisis general del neoliberalismo.

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Bueno, ya hemos visto el recorrido del término “neoliberalismo” y tenemos suficientes datos como para hacernos una visión de conjunto y poder así romper algunos mitos:
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“El neoliberalismo no existe / es un invento de los antisistema y antiglobalización / no hay ningún economista que se llame o haya llamado a sí mismo neoliberal”.
Mentira frontal y directa.
Ha habido docenas de autores que se han llamado a sí mismos “neoliberales” en un momento u otro desde los años treinta del siglo XX. Y, como hemos podido ver, el neoliberalismo ha existido, existe (con diferencias de significado, eso sí), ha tenido su uso, ha habido economistas y autores que se han calificado a sí mismos de “neoliberales” y la terminología, si bien ha tenido su evolución en cuanto a significado, presenta eso mismo: una evolución “rastreable” tanto dentro como fuera del mundo académico, especialmente el mundo académico economicista.
Volvemos a decir lo ya expuesto: el neoliberalismo no es un término tan fantasmagórico como a muchos de los defensores de las políticas liberalizadoras les gustaría… e incluso van predicando por ahí. Esto que viene a continuación, por ejemplo, es una auténtica vergüenza de análisis realizado por parte de un autor liberal.
Vamos a admitirlo también, el recorrido histórico del término “neoliberalismo” está interconectado con la evolución de una serie de políticas que han tenido relación entre sí: las políticas privatizadoras de Margaret Thatcher han estado ahí, las influencias de Hayek y Friedman que las alentaron y justificaron están ahí, de la misma forma que las políticas de los Chicago boys chilenos, las privatizaciones en América Latina, las doctrinas y líneas de recomendación del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, etc. De alguna forma hay que denominar a una serie de cuestiones como ésas, que han estado física e ineludiblemente ahí… y que tienen características, orígenes y evolución más o menos comunes tanto dentro como fuera del mundo académico. Las políticas thatcherianas no fueron llamadas “neoliberales” en su tiempo por parte de los que las aplicaron… pero es que del mundo académico y la nomenclatura consuetudinaria, que no son ajenas a la presencia de estos temas, ha surgido la iniciativa de nombrarlas en general, con uno de los términos que de verdad se usó en su momento para ubicarlas como se podría haber usado (y se sigue usando, también), expresiones mucho más acertadas y más definitorias como “políticas contemporáneas fundamentalistas de libre mercado”.
Incluso existen hoy día economistas que se llaman a sí mismos “neoliberales” (ganándose el odio de muchos de sus contemporáneos), como el conocido gurú inversor en España… Simón Pérez Golarons:
Soy neoliberal capitalista no tengo ideología, me vendo al mejor postor (…). Mi ideología es el dinero, punto. Soy el máximo exponente de esta sociedad en el siglo XXI, broker (…). No soy demócrata. No creo en la democracia. No creo que el poder tenga que residir en la mayoría. No voto (…). Ni soy españolista ni soy de derechas por ser neoliberal. Creo en la libertad de mercado y de los agentes económicos. Creo que el Estado tendría que ser un mero árbitro que ponga normas y que no intervenga
“Pero es que los neoliberales no quieren que se les llame así.”
Que se jodan.
  • Han perdido el derecho a que NO se les llame de esta manera cuando la masa crítica inmensamente mayoritaria de opinión e incluso el mundo académico ha pasado a denominarles así. Es una cuestión de mayoritarismo autoritario y evolución consuetudinaria, cierto, pero es lo que hay: si a partir de mañana todos decidimos llamar a los bolígrafos “chulupencos”, “chulupencos” que se llamarán. La sociedad se va a imponer, se pongan estos señores como se pongan, especialmente en el ámbito cultural. Es así como evolucionan los significados en los diccionarios, por ejemplo.
  • No es un caso único ni extraño en el mundo académico. Ha sucedido muchas veces. Algo parecido a lo que ocurrió con los llamados “naturalistas franceses”, unos economistas clásicos anteriores a Adam Smith que se llamaban a sí mismos “economistas”, simplemente. Pero, posteriormente, dado que el mundo académico empezó a denominar como “economistas” a todos los estudiosos de la Economía, se precisó de otro término para poder diferenciarlos. Se acabó imponiendo ése (sin su consentimiento), como se podía haber impuesto cualquier otro. Y no se ha muerto nadie por ello.
  • El término “neoliberal”… no es gratuito ni se les aplica gratuitamente. No ha aparecido de la nada por arte de birlibirloque. Ese término ha tenido su evolución y ha acabado aplicándose a personas que, como mínimo, tienen relación con él, ya sea de evolución cultural histórica, aproximación de ideales, similitud de características, etc.
  • ¿Pueden existir términos más específicos? Ciertamente, pero son más largos. Por ejemplo: ya vimos que algunos Chicago boys emplearon expresiones como “autores liberales contemporáneos” para referirse a “neoliberales”. Dado que de alguna forma hay que calificar a los neoliberales (porque comparten un conjunto de características comunes), se tiende inevitablemente a adoptar el término más corto por economía de lenguaje. La diferencia de precisión, aparte de despreciable en términos cualitativos… sinceramente, no compensa.
  • Obviamente, si los llamados “neoliberales” no quieren que se les llame así, no es tanto por razones de precisión semántica o académica, como porque odian las connotaciones negativas que el término ha adquirido primero entre los movimientos alternativos y antiglobalización y la población general, después. Nótese que el término “neoliberalismo” no tiene necesariamente esas connotaciones tan negativas en el campo del estudio económico, donde es un término empleado de una manera más neutra y descriptiva (por ejemplo, en el mundo académico en lengua alemana).
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“El neoliberalismo es una corriente de pensamiento económico concreta y específica”.
Falso también.
Lo fue en su día (años treinta, durante el ordoliberalismo alemán, etc.), pero ya no.
No existe una corriente de pensamiento más o menos unificada, ni dirigida, ni con economistas o autores más o menos líderes. Lo que existe es una calificación externa de “neoliberales” hacia determinados grupos (el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, algunos partidos políticos, autores, miembros de la sociedad Mont Pelerin, etc.) que intentan llevar a cabo políticas liberalizadoras de la economía de una forma más o menos radical y extremista, pero sin la aprobación ni consentimiento de estos mismos grupos. Es decir, los antiglobalización y antisistema llaman, por ejemplo, “neoliberal” al FMI por sus políticas más o menos extremas de liberalización de la economía de muchos países y el FMI lo niega y se enfada. Pero ni aun con ésas, se libra el FMI de que se le califique mayoritariamente en casi todos los ámbitos relevantes e incluso populares… de ser “neoliberal”. Y, hablando en plata… no es un término tan descabellado e inapropiado para referirse a estos grupos, autores e incluso instituciones como quieren dan a entender los “afectados”.
Que sea un término algo vago o que no sea preciso no significa que no sea adecuado o correcto en líneas generales.
Así pues, la opinión de los “afectados” no importa mucho (ni nos tiene que importar: poco castigo es para todo lo que esos “afectados” han hecho). Es cierto que el término se emplea demasiado “facilonamente”, especialmente a nivel popular. Pero eso no se puede evitar (ni compensa demasiado el esfuerzo de corregirlo). Y recordemos que el conjunto de características asociadas al neoliberalismo sí existen y sin temor a dudas: una serie de intereses comunes entre determinados grupos (defensa de los más ricos, interés por privatizar y liberalizar la economía…) y que son percibidos por otros grupos como “neoliberalismo”, con mayor o menor razón. De alguna forma hay que llamar y resumir a esa serie de características. Neoliberalismo es un nombre tan bueno como cualquier otro… e incluso más que adecuado como hemos visto en su evolución histórica, académica y de estudio científico social.
Los términos “neoliberalismo” y “neoliberal” sí están bien definidos y restringidos en el ámbito de estudio científico social de la Economía.
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“¿Cuál ha sido, pues, la evolución del término “neoliberalismo” que tanto ha llamado a confusión? ¿De dónde le viene su mal nombre?”
El neoliberalismo nació como una corriente de pensamiento renovadora en el ámbito de la Economía (y la Filosofía, la Política, etc.) en los años treinta. Su intención era la de actualizar y corregir los defectos del llamado “liberalismo clásico” del siglo XIX y principios del XX. Con el paso del tiempo, y a través de la evolución histórica y su aplicación en determinados países (Chile, Alemania, EEUU, Gran Bretaña…), de la actuación de las escuelas económicas de Chicago y la austríaca modificaron su significado hasta convertirlo (al menos a ojos del público) en algo parecido a “políticas económicas fundamentalistas –contemporáneas- de libre mercado”.
La aplicación de estas políticas económicas radicales tuvieron, en general, un efecto perjudicial sobre la mayor parte de la población de estos países, lo que motivó que el término “neoliberalismo” fuera adquiriendo rápidamente a partir de los años ochenta, un tono cada vez más malsonante, insultante y peyorativo, hasta el punto en que muy pocos de los partidarios actuales de esas políticas quieren que se les asocie pero que ni remotamente con la palabra.
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“¿Es neoliberalismo igual a capitalismo?”
No.
No al menos en sentido estricto y académico.
Muchos sectores alternativos y antiglobalización identifican esos términos, pero lo cierto es que eso es una percepción limitada y no está tan extendida esa completa asociación en el mundo científico social.
No son sinónimos.
Capitalismo es el esquema estructural o sistema económico bajo el cual se engloba el neoliberalismo. Pero dentro de ese sistema, se encuentran muchos otros modelos económicos que es lo que es el neoliberalismo: por ejemplo, el modelo nórdico, el modelo japonés, la economía social de mercado, modelo singapurense, y decenas de otros más.
Siguiendo una fórmula de asociación matemática lógica, si capitalismo fuera igual a neoliberalismo, entonces neoliberalismo sería igual a modelo nórdico… y los modelos nórdico y neoliberal se diferencian bastante por no decir que son prácticamente opuestos. El modelo nórdico, por ejemplo, concede mucha más importancia a la asistencia social de los desfavorecidos y también le concede una importancia considerable a la educación pública y al papel regulador del Estado, al contrario que el neoliberalismo.
Esa asociación de igualdad entre neoliberalismo y capitalismo viene de que el neoliberalismo es una versión de aplicación de políticas fundamentalistas de libre mercado y que muchos de los llamados “autores neoliberales” han sido grandes propagandistas y enaltecedores de las bondades del sistema capitalista. Por decirlo de alguna forma, “neoliberal” y “ultracapitalista” sí serían más sinónimos. Pero recordemos que tanto un singapurense del siglo XXI (cuyo gobierno no es tradicionalmente neoliberal) como un británico de la era Thatcher viven o han vivido bajo el marco estructural económico capitalista aunque en ambos países se empleen modelos muy diferentes de llevar a cabo el capitalismo.
El neoliberalismo es una de entre muchas formas de manejar el capitalismo. Una de las peores, ciertamente, pero no la única.
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“¿No ha habido ejemplos de una buena aplicación del neoliberalismo? ¿Oriente? ¿Australia?”
No.
Lo que ha habido es una aplicación positiva de algunas medidas neoliberales concretas, pero no de una aplicación general “buena” del neoliberalismo.
Ejemplos integrales de una aplicación beneficiosa en conjunto (o mayoritaria) sobre un país no ha habido ninguno.
En algunos lugares habréis leído que cuando le preguntaron a Milton Friedman por un lugar donde se estuvieran aplicando correctamente sus enseñanzas económicas, señaló el caso de Hong Kong como lo más parecido a un experimento de capitalismo laissez-faire. “Lo más parecido” porque ni Hong Kong ni ningún lugar de Extremo Oriente se pueden considerar “neoliberales” en el sentido en que Friedman o Hayek, los dos autores por antonomasia del neoliberalismo se referían. Los países orientales han aplicado algunas políticas que pueden tildarse de “neoliberales”, pero no han aplicado el conjunto de características asociadas al neoliberalismo, dadas sus diferencias culturales.
El neoliberalismo académico predica la liberalización prácticamente total de toda actividad económica y dejar al Estado como un elemento residual que vigile cuestiones muy básicas, como la defensa del derecho a la propiedad privada. Ningún estado oriental es tan liberal… ni quiere serlo. Ni tan siquiera Hong Kong. En Oriente, los Estados son tradicionalmente muy fuertes y dirigen con mucho más detenimiento que Occidente parcelas económicas e incluso del área privada personal de una manera no muy alejada del autoritarismo. Los estados orientales, por ejemplo, controlan muy férreamente sus divisas, sus políticas económicas, su educación básica, sus gigantescas obras públicas, sus aranceles de importación, etc. Singapur, por ejemplo, es un caso muy curioso de país que, si bien combina elementos ultracapitalistas (libertad de creación de empresas, sobre todo: está considerado un paraíso fiscal), controla al milímetro cuestiones como el sistema de infraestructuras y la educación. De hecho, Singapur es uno de los países del mundo donde el sector estatal es uno de los mayores de su economía: el 22% del PIB. El gobierno de Hong Kong ha adoptado prácticas tan intervencionistas como sueldos mínimos y convenios sectoriales, préstamos gubernamentales y subsidios, pensiones obligatorias, presentación de avalistas sólidos y garantías para concesión de préstamos, especialmente los de origen externo, alejándose cada vez más y más de la desregulación económica.
Una cuestión muy relacionada con todo esto y que opone a los países orientales contra la filosofía neoliberal… es que en Oriente el individualismo tan querido por los neoliberales está muy mal visto tanto culturalmente como desde el Estado, aunque esa percepción se ha ido reduciendo en los últimos treinta años, con el crecimiento económico.
Aparte, está el hecho de que las políticas económicas supuestamente liberalizadoras de los países de Extremo Oriente, más concretamente, los llamados “tigres asiáticos” (Singapur, Hong Kong, Taiwán, Corea del Sur y Japón)… no han tenido su origen en el mundo académico occidental. Los gobiernos japonés, taiwanés, etc., no “han bebido de” o no se han visto influenciados en demasía (por no decir prácticamente nada) por las ideas monetaristas ni austríacas, dadas las diferencias culturales y el desconocimiento lingüístico mutuo. Son “movimientos y modelos económicos autóctonos”, que han nacido allí con sus características particulares.
El caso australiano es diferente. En algunos espacios de discusión en idioma inglés quizás hayáis oído que a veces (muy pocas) se pone el caso australiano como otro ejemplo neoliberal aunque bastante descafeinado. No fue un ejemplo de aplicación neoliberal general ni mucho menos radical, sino de cómo algunas medidas neoliberales concretas aunque vistas como “golpe de timón brusco”, bien llevadas, pueden llegar al éxito sin necesidad de recurrir a la aplicación de un ideario neoliberal extremista en conjunto a la economía de un país. El gobierno (1983-1996) de Bob Hawke y su tesorero, Paul Keating, del partido laborista (progresista) desafiaron muchas de las concepciones tradicionales laboristas (en Australia mucha gente les llama “traidores al Laborismo”, los sindicatos odian especialmente su recuerdo), sobre todo en materia económica: privatizaron varias empresas estatales, eliminaron aranceles proteccionistas hacia la industria y los puestos de trabajo nacionales, desregularon parte del sistema financiero australiano, incentivaron la creación de empresas y su mayor éxito: una libre flotación del dólar australiano, que es la medida por la que más se les recuerda en positivo porque convirtió a la nación-continente en una referencia mundial de solidez bancaria. Como medidas que los diferencian de otros aplicadores de medidas neoliberales: reforzaron tremendamente el sistema de Sanidad (sistema Medicare), el de Educación (hoy día uno de los mejores del mundo), ayudas para la compra de viviendas públicas y de asistencia a personas mayores, junto con la mejora de las pensiones. Tanto gastaron socialmente que incluso superaron a varios gobiernos laboristas anteriores en iniciativas sociales. Nótese la comparativa con el PSOE español: un partido que, como el laborista australiano, empezó como el partido de los trabajadores, con políticas sólidas keynesianas y acabó aplicando políticas neoliberales. ¿La diferencia? El Partido laborista australiano continuó, en gran medida, defendiendo al ciudadano australiano en materia de protección social (e incluso aumentándola). Como se puede ver… no fue para nada un gobierno típicamente neoliberal. De hecho, más de un español mataría por tener un gobierno tan bondadoso y eficaz como ése.
Lamentablemente para Hawke y Keating, las medidas provocaron que el desempleo aumentara una soberana barbaridad (alcanzando un 11,4%, el más alto en Australia desde la Gran Depresión), conjuntamente con el déficit fiscal y la deuda externa. Los australianos los echaron del poder aupando a John Howard (liberal nacionalista) en 1993.
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“¿Cuáles son las principales críticas al neoliberalismo”?
Existen dos grandes grupos de críticas hacia el neoliberalismo: la económica-científica y la social-ideológica.
I. Dentro de la crítica económico-científica, el aspecto menos controvertido del neoliberalismo es que falla. Más concretamente, que falla en términos generales, siendo perjudicial para la gran mayoría de la población la aplicación de políticas económicas extremistas de libre mercado.
Vamos a repetir esto porque, seguramente, sea una sorpresa para muchos de los lectores, que vienen con la idea preconcebida, fruto de la propaganda de los sectores más partidarios de estas políticas, de que el neoliberalismo funciona “de base”… o es eficaz objetivamente hablando.
Que las políticas extremistas de libre mercado son perjudiciales para la mayor parte de la población (especialmente las clases más bajas y pobres) no se discute: no hay debate (serio) al respecto. Las mediciones econométricas son incontestables.
Lo que se discute en el seno de la comunidad científica económica es si las políticas moderadas de libre mercado o algunas medidas concretas de aspectos muy, muy específicos de esa liberalización son efectivas o no, especialmente en lo referente a su comparativa con políticas intervencionistas. Ahí sí que continúa el debate. Porque los datos econométricos no son concluyentes. Es decir, que las políticas extremistas de libre mercado fueron perjudiciales para, por ejemplo, la gran mayoría de la población chilena durante la dictadura pinochetista, no se discute… se discute si las políticas de privatización de los ferrocarriles en Gran Bretaña fueron efectivas o no.
Y ahí es donde los partidarios más acérrimos del libre mercado, especialmente de sectores ultras como la escuela austríaca sacan a relucir el carácter pseudocientífico o, mejor dicho, anticientífico del (neo)liberalismo: el hecho de que, para ellos, la Economía no debe ser ciencia o comportarse como tal en cuanto a su carácter de estudio ni dedicarse a estudiar la mejor forma de gestionar unos recursos susceptibles de ser escasos para el conjunto de la sociedad… o, si aceptan que tiene carácter científico (monetaristas), éste no es superior a o no debería cuestionar, independientemente de los resultados, la eficiencia concreta para los grupos específicos que defienden (ni el individualismo que pregonan). Es decir, para los autores más ultras del libre mercado, la función de la Economía no es, como decía Keynes, “la eliminación de la pobreza”. La economía, para los neoliberales, es el estudio de la mejor forma de lograr los objetivos e intereses de unos sectores poblacionales concretos que no son precisamente la mayoría: entrepreneurs, gente con iniciativa empresarial, dueños de medios de producción, grandes propietarios, dueños del capital financiero, etc. Por ejemplo, para los monetaristas, que aumente el desempleo o la tasa de pobreza en una economía en concreto, como la chilena, no es tan grave o no debe importar tanto a la hora de evaluar si las políticas de libre mercado son eficaces como el freno de la inflación o el crecimiento económico de las clases altas y dueños de los medios de producción.
El neoliberalismo no oculta que es una ideología egoísta. Es más, muchos autores, como Mises y Hayek, ensalzan eso como virtud. En líneas más generales y hablando claro aunque no se afirme tan descaradamente por parte de los neoliberales es que la Economía como área de estudio y gestión de recursos tiene que mirar por los intereses individuales del rico y al pobre, pues… no importa lo que le pase.
¿Y eso se añade al carácter pseudocientífico del (neo)liberalismo?
Sí, porque primero, la Economía como área de estudio en sus múltiples definiciones, recoge que es un área de estudio para el conjunto de la población, de la sociedad e incluso para el ser humano como especie, no de individuos o sectores muy concretos: ahí, los neoliberales y muchísimos liberales mienten descaradamente afirmando que la Economía es como a ellos les gustaría que fuera.
Es cierto que existen áreas específicas de la Economía que estudian grupos, sectores o temas concretos y específicos (Economía de la Salud, economía laboral, marketing, etc.), pero la Economía, en general, no es o no debe ser el sacerdocio justificador del rico. La Economía, por definición, es un área de estudio científico social, del conjunto de la sociedad… le pese a quien le pese.
Segundo, porque muchas de las hipótesis establecidas por los autores neoliberales (la mayoría de las más emblemáticas) no se ven refrendadas por el análisis científico y su experimentación… y aún así las siguen predicando como “ciertas” o “demostradas”. Por ejemplo, ya vimos que está rotundamente demostrada como falsa la “economía de goteo” y que “la curva de Laffer” sirva para demostrar que acortando impuestos a los ricos se genere más recaudación e incluso más generación de actividad empresarial.
A este respecto, los autores críticos desde el punto científico y econométrico con el neoliberalismo, como Joseph Stiglitz y Paul Krugman se desgañitan señalando que los fallos del libre mercado justifican sus posturas en contra del neoliberalismo. Aducen que todos los mercados son imperfectos en un mayor o menor grado (independientemente de lo que mientan los más radicales del neoliberalismo, como los austríacos) y que no funcionan como los neoliberales predicen…
Por ejemplo, los neoliberales afirman (los austríacos más que los monetaristas) que la mejor forma de organizar una sociedad es a través del libre mercado, porque es la forma más perfecta de transmitir la información, a través de cuestiones como el sistema de precios.
A lo que cualquier economista no politizado ni predispuesto ideológicamente debe responder que “y una mierda, eso es una mentira como Júpiter de grande”. No existen mercados perfectos, ni sistemas de transmisión de información perfecta ni aun en los entornos supuestamente más libres (una cosa es ser “libre” y otra, ser “desinteresado, imparcial y perfecto”: en un sistema absolutamente libre todavía existirán mentirosos, corruptos o, simplemente, interesados en defender sus intereses particulares, todos los cuales harán con el “sistema de información”, precios incluidos, encaje de bolillos si les dejan). Máxime cuando los neoliberales reconocen que el Estado debe existir aunque sea mínimamente para proteger cuestiones como la propiedad privada (la suya). Ahí reside gran parte de la incoherencia “filosófica” del neoliberalismo: quieren al Estado para lo que les interesa, pero luego se quejan de que no debería inmiscuirse. Tan sólo por el mero hecho de pedir que exista el Estado para salvaguardar la propiedad privada de los miembros de esa sociedad, ya están pidiendo la intervención de una institución superior… que tiene que inmiscuirse por narices.
Cuestiones como la libertad total de empresa y de movimientos de capitales no producen siempre e invariablemente, ni mucho menos en estado natural, un estado perfecto e incorrupto de economía libre, información perfecta, igualdad de oportunidades y de distribución igualitaria de riqueza. Al contrario, prácticamente siempre terminan en alguna forma de lo que se conoce como “capitalismo clientelista”, término que describe una economía supuestamente capitalista en que el éxito en los negocios depende de una estrecha relación entre los empresarios o los más ricos y los funcionarios gubernamentales o detentadores del poder político (la España de la época de la burbuja inmobiliaria es un gran ejemplo). Entre sus expresiones, se puede mencionar favoritismo en la distribución de permisos legales, subvenciones del gobierno e impuestos especiales o reducidos, por ejemplo. La forma más evidente de capitalismo clientelista es la creación de un sistema económico liberal en el que sólo a algunas personas (clientes, “amiguetes”) se les permiten o garantizan derechos sobre la propiedad y ventajas a cambio de apoyo al régimen, mientras que los miembros de la oposición o los que simplemente no pertenezcan a los sectores favorecidos, sufren de los abusos del poder. La forma más pura de este método de control se encuentra en dictaduras de índole capitalista en los que el régimen crea un sistema liberal de mercado y de gobierno social… sin ceder el control de ninguno. Para colmo, esas reformas liberales le sirven a esas dictaduras para añadir un barniz de legitimidad al régimen y les permite abrir el país a la inversión de capital externo. Un ejemplo clarísimo de todo ello, ya lo hemos estudiado ampliamente en el ensayo: el Chile de la junta militar. Pero hay muchos más ejemplos claros en países en los que no hay una dictadura formal, como España o la Rusia post-comunista.
La norma general es que no hay libertad de mercado total y pura tal y como afirman los neoliberales sino un mayor o menor grado de tratamiento preferencial.
Las imperfecciones del neoliberalismo, añaden también estos autores cientificistas contrarios al neoliberalismo, se deben a que existen derechos de propiedad imperfectos (hay ricos y pobres) en información imperfecta (con intereses propios), que se contradicen directamente con la afirmación de Friedrich Hayek de que el liberalismo clásico no podría funcionar sin proteger la esfera privada y sin la prevención del fraude y el engaño. Los neoliberales están pidiendo aun sin reconocerlo… una institución reguladora. Hace falta un Estado que regule la justicia y garantice el juego limpio, más concretamente, castigando al que se lo salte. Una sociedad totalmente libre donde se confíe en que los seres humanos se van a comportar estupendamente y sin fraude de motu proprio… va a funcionar el día que yo te diga. Es con vigilancia y se producen maldades, así que sin vigilancia ni te cuento… El hombre no es bondadoso por naturaleza (Rousseau, cuánto daño hiciste).
No todos los miembros de una sociedad tienen igual acceso a la ley o a la información, incluso cuando uno es teóricamente igual bajo la ley, como en una democracia de tipo liberal. Esto se debe a que el acceso a la justicia y a la información no es tan libre como los liberales como Hayek asumen, sino que tiene costes asociados. Se puede decir, sin temor a equivocarse, que los ricos tienen bastantes más derechos efectivos que los pobres. En toda sociedad.
Otra objeción contra el carácter pseudocientífico del neoliberalismo… Los datos macroeconómicos no le acompañan tanto como presumen sus partidarios para justificar su aplicación. Como ya vimos en el caso chileno (¡uno de los mejores casos, supuestamente!), los datos macroeconómicos generales ni son tan buenos ni mucho menos justifican el perjuicio causado… más aún cuando por proyección econométrica se muestra que esas medidas permitieron el crecimiento económico pero por debajo de su potencial. Potencial al que podría haberse acercado más e incluso podría haber alcanzado con un sistema político-económico alternativo y sin necesidad de tanta tensión social. Por ejemplo, si hubiera adoptado un sistema socialdemócrata de tipo nórdico.
Porque ésa es otra cuestión de la que se “olvidan” los neoliberales: que existen alternativas mucho mejores incluso en comparativa de datos macroeconómicos como, por ejemplo, los modelos orientales y el modelo nórdico.
II. La crítica social-ideológica.
No me voy a prodigar mucho en ésta porque este ensayo se centra más en analizar las cuestiones pragmáticas y en criticar y analizar con elementos y datos objetivos, pero no puedo elaborar una crítica al neoliberalismo sin señalar que existe una gran oposición a todo lo relacionado con el neoliberalismo desde el punto de vista ideológico, social… e incluso moral.
Algunas de las críticas se repiten con respecto a la científica, sólo que abordándola desde una perspectiva más “social”: el neoliberalismo es una corriente de pensamiento económico y político que mira más por los intereses de los que más tienen o más buscan tener. El neoliberalismo como “doctrina” (que ya hemos visto que no es tal) conduce o provoca una tendencia, en palabras de autores de índole ideológica, como el marxista David Harvey, a una mayor “estratificación social” en clases (ricos y pobres) y que la tan cacareada búsqueda de la libertad del individuo de Friedman y Hayek que se puede conseguir a través del libre mercado… no sólo no se produce sino que aumenta las desigualdades (principalmente económicas) e incluso se malignifica. Es decir, los pobres, al ver disminuidos sus ingresos por debajo de los medios necesarios para tener acceso a la justicia, a la salud y a formas de comunicación no sesgadas, entre muchas otras cuestiones, ven eso de la libertad individual algo así como disminuida pero sin el “como”. Estos autores lo ejemplifican acusando al neoliberalismo de no favorecer la libertad individual ya que al conducir a la división o aumento de la división entre ricos y pobres, obliga a algunos individuos a ver vistos mermados sus derechos individuales de manera más que significativa como, por ejemplo, el derecho a un salario digno o a un horario que pueda conciliar trabajo y vida privada (familiar). En un mundo con libertad de empresa total sin pacto jurídico previamente establecido de manera externa por una tercera parte (como, por ejemplo, una justicia estatal), el individuo no es que no tenga poder negociador salarial o de pacto de horario, pero obviamente está en desigualdad con respecto a la parte contratante: si no hay leyes que le obliguen a fijar mínimos, la parte más fuerte (la rica) va a someter a la otra. Todo eso centrándonos en cuestiones de carácter individual… aparte quedan derechos colectivos como la eliminación de salarios mínimos y convenios salariales y el poder negociador colectivo sindical cuya eliminación predican sin descansos los neoliberales.
Es por todo esto que los autores académicos “ideológicos” acusan al neoliberalismo de imponer o aumentar el establecer una clase (ricos o pobres) a los miembros de una sociedad.
Como contracrítica he de añadir que el neoliberalismo no es ni ha sido ni probablemente será la única corriente de pensamiento defensora de los ricos. Es más, ricos y pobres siempre ha habido… lo que sí es cierto de la crítica es que el neoliberalismo es una corriente reaccionaria en tanto en cuanto se ha opuesto (y lo ha conseguido en algunos aspectos) al claro camino que se había ido imponiendo en el devenir histórico de lograr la igualdad efectiva de derechos entre las personas desde la intervención estatal keynesiana que se estaba intentando conseguir principalmente desde la Segunda Guerra Mundial. Un camino conseguido a base de grandes esfuerzos y que las influencias neoliberales han ido deshaciendo desde los años ochenta: incremento de las desigualdades económicas, fin de derechos colectivos, eliminación progresiva del Estado del Bienestar, etc. Y para lo que ha ido deshaciendo… no se ha logrado mucho en positivo a cambio.
David Harvey (1935), catedrático de Antropología de la City University de Nueva York y miembro de la London School of Economics (izquierda) y Joseph Eugene Stiglitz (1943), premio (mal llamado) Nobel de Economía de 2001 (derecha). Dos de los autores de relevancia académica más críticos con el neoliberalismo. Harvey representa una corriente más apasionada y centrada en la crítica social, mientras que Stiglitz es un crítico más centrado en lo económico y en los números.
David Harvey (1935), catedrático de Antropología de la City University de Nueva York y miembro de la London School of Economics (izquierda) y Joseph Eugene Stiglitz (1943), premio (mal llamado) Nobel de Economía de 2001 (derecha). Dos de los autores de relevancia académica más críticos con el neoliberalismo. Harvey representa una corriente más apasionada y centrada en la crítica social, mientras que Stiglitz es un crítico más centrado en lo económico y en los números.
Y, ahora, resumamos un poco las críticas puntuales de estos autores a las medidas neoliberales:
-La globalización y el neoliberalismo pueden (y, de hecho, lo hacen), reducir la capacidad de una nación para la autodeterminación o el ejercicio de su soberanía.
-Eliminación de empresas privadas cuyos beneficios irán a parar a empresas privadas sin aumento importante de ventajas o incluso evidente perjuicio para la población. Puede llegar a reducir la eficiencia desde el punto de vista de una economía de escala.
-Fuga de capitales y evasión de impuestos. Secretismo interno de las acciones contables e inversoras de las empresas (ejemplo: Enron).
-Aumento del poder corporativo empresarial, en directa e hipócrita confrontación con los ideales anti-monopolio del neoliberalismo.
-Aumento de la injusticia social (p.e., con la eliminación de sindicatos).
-Desregulación que produce burbujas especulativas y crisis.
-Desregulación de los mercados laborales que produce explotación, precariedad e inestabilidad.
-Desregulación que produce una falta de control energético, de polución y generación de residuos.
-Aunque se pueda incrementar la productividad, se hace a costa del aumento de una serie de condiciones que, en conjunto, reducen la productividad general (por ejemplo, mayor consumo de recursos, empobrecimiento del mercado interno, etc.).
-La crítica principal y más demostrada: el neoliberalismo produce desigualdades económicas y/o las incrementa notablemente. Produce pobreza en el conjunto de la población desviando riqueza desde los más pobres hacia los más ricos.
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¿“Es neoliberalismo igual a globalización”?
Tampoco.
La globalización es un fenómeno de integración internacional que se produce a través del intercambio social, económico y cultural, mientras que el neoliberalismo es una mal definida ideología, principalmente económica.
Si ambos términos se utilizan conjuntamente es debido a la acción de los grupos antisistema y antiglobalización, que los perciben como indisolublemente unidos. Para la mayoría de estos grupos contestatarios, la globalización está dirigida por las élites mundiales y sirve de vehículo de expansión al neoliberalismo que, supuestamente y según ellos, es la ideología económica que defiende los intereses de estas clases privilegiadas, todo ello con el fin último de controlar (aún más) el mundo.
No me voy a perder en disquisiciones sobre la globalización, ya que no es el tema de este ensayo. Únicamente reseñar que la mayoría de autores críticos con el neoliberalismo asocia ambos términos por cuestiones como éstas:
-La globalización facilita la entrada de ideas neoliberales en las políticas de las naciones, especialmente de aquellas con instituciones más débiles.
-La globalización y el neoliberalismo estarían unidas especialmente en su énfasis en la reducción de barreras al intercambio económico (como los aranceles): eso produciría que las naciones menos industrializadas quedaran a merced de las grandes multinacionales (viéndose inundadas por sus productos) y que los negocios locales no se desarrollaran. ¿Es cierto eso? Depende. Es un debate algo encendido en el seno de la comunidad académica, pero la idea general en Economía es que eso depende precisamente de la fortaleza de la nación que se ha de abrir y que, en líneas generales, el crecimiento económico se ve fomentado ya tan sólo por el mero hecho de que haya intercambio (casos de las aperturas en el siglo XIX de Japón y otras naciones asiáticas). Como crítica a ese hecho, está el que en la actualidad, los flujos de capital son tan rápidos que entran en los booms y desaparecen casi de la noche a la mañana en las crisis, agravándolas si no causándolas (las especulaciones masivas son más posibles y tienen efectos más devastadores).
-La globalización facilita a los neoliberales su tan ansiada libertad en busca de lugares menos restrictivos para invertir, con menos leyes y castigos penales, fuga de capitales, lugares donde evadir impuestos, etc. Lamentablemente esto sí está demostrado como cierto. Es una de las razones por las que los neoliberales (en realidad habría que decir los partidarios del libre mercado) defienden sin empacho alguno la globalización. Hay bastante consenso al respecto. Tanto, que los neoliberales no niegan que se produzca, sino que es “bueno” para fomentar la competitividad entre naciones-mercados. Lo cierto es que este efecto de la globalización no tiene apenas efectos positivos por no decir que no los tiene e incluso favorece el delito y el crimen.
-La globalización se ve alentada, sospechosamente, según estos autores, por instituciones supranacionales como el FMI y el Banco Mundial, las cuales están repletas en su staff de consejeros y técnicos, de partidarios tanto de la globalización como de las políticas de libre mercado. ¿Es cierto eso? En gran parte, por lo menos desde finales de los setenta y hasta principios del siglo XXI. Como economista no estoy muy contento con las acciones durante este periodo de ambas instituciones, cuya trayectoria se percibe claramente durante este periodo como alineadas con políticas aperturistas muy agresivas y bastante contraproducentes algunas de ellas (caso de Indonesia, por citar tan sólo un ejemplo). Ambas instituciones nacieron con fines nobles durante el consenso de Bretton Woods, pero lo cierto es que se fueron volviendo más radicales y asociándose más y más con el liberalismo económico conforme los liberales de todo tipo se fueron insertando en su seno, hasta el punto en que el FMI se constituyó en “un nido de liberales”. En la actualidad, y cada vez más, se está produciendo la solución: una progresiva diversificación de posturas en ambas organizaciones, pero muy lentamente. Directores del FMI como el español Rodrigo Rato, inmerso en multitud de escándalos financieros y con conexiones con diferentes especulaciones inmobilarias y financieras (burbuja inmobiliaria, Bankia) no han ayudado tampoco a mejorar su imagen, precisamente. Las armas empleadas por el FMI y el BM serían, pues, los créditos, el rescate financiero y las concesiones que las naciones pedigüeñas pagarían a cambio.
Al respecto de la globalización existen dos posturas por parte de los autores críticos con el neoliberalismo:
  1. Para los autores más radicales (la mayoría) como David Harvey, se trata de una nueva forma de neocolonialismo, en la que los países más ricos acabarían capturando las economías de los más débiles a través de esta red de concesión de préstamos para crecimiento, fomento de burbujas especulativas, causa de crisis y posterior rescate con duras condiciones de añadido. Harvey añade que, para colmo, muchos gobernantes que primero hacen efectivas las medidas neoliberales, transfiriendo capitales desde las clases pobres a las ricas, causan una crisis y proceden después a culpar a los “imperialistas” de los países desarrollados, citando explícitamente el caso de Argentina.
  2. Una postura más escéptica, como la de autores como Stiglitz y con la que personalmente estoy más de acuerdo, es que no hay necesariamente un complot neocolonial de señores encapuchados que deciden el destino de naciones en un sótano en Bilderberg, sino una secuencia de acciones motivadas por grupos que quieren lo de siempre: pasta. Dinero. A través de la apertura de mercados y la desregulación (forma más fácil de hacer dinero). Son acciones de grupos de presión (grandes capitales, multinacionales, fondos de inversión, gran banca…), pero con fines netamente de ganancia económica. La prueba está en que naciones que no son o no eran inicialmente pobres se han visto muy afectadas por este ciclo de endeudamientos y crisis, hasta el punto en que países como EEUU, supuestos líderes de la conspiración neocolonial, se han visto afectadísimos. Stiglitz añade que esos objetivos económicos están acompañados de intereses ideológicos (neoliberales), pero que estos últimos son secundarios: la ideología jugaría un papel propagandístico o auxiliar al hecho de pretender conseguir más dinero o defender los intereses de los grupos que la adoptan, no sería necesariamente el motor principal. No hay tanto fanático del neoliberalismo o del ultracapitalismo como lo hay del comunismo, por ejemplo.
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“¿Qué aducen los partidarios del neoliberalismo para justificar sus ideas?”
El neoliberalismo (se llame así o no) tiene apoyos, obviamente. Si no, no habría llegado a ninguna parte.
Aparte de las motivaciones de supuesta mejora económica que ya hemos analizado a lo largo del ensayo, la mayoría de autores neoliberales hacen hincapié en una serie de razones de índole teórica. El apoyo teórico, como vimos, viene por parte de las escuelas económicas austríaca y de Chicago, principalmente.
La principal ventaja del neoliberalismo (políticas contemporáneas de libre mercado) estaría, según Friedrich Hayek (líder de la escuela austríaca) y Milton Friedman (líder de la escuela de Chicago) en que la apertura económica que busca, conduciría, inevitablemente, a una mayor libertad política.
Una cuestión muy propia de estas escuelas y de los neoliberales en general, es que consideran que ante todo debe estar el factor económico. Antes incluso que el político.
Hayek llegó a afirmar en su obra Camino de Servidumbre que “el control económico no es meramente el control de un sector de la vida humana que se pueda separar del resto; es el control de los medios para todos nuestros fines”.
Para Friedman, la libertad económica, parte vital de nuestra libertad total, era una condición necesaria para la libertad política. Según él, el carácter voluntario de todas las transacciones en una economía de mercado sin regular con toda su amplia diversidad, eran amenazas fundamentales para los líderes políticos represivos y disminuía enormemente el poder de éstos para coaccionar. A través de la eliminación del control centralizado de las actividades económicas, el poder económico se separaría del político, sirviendo como equilibrio el uno del otro. Friedman insistía en que el capitalismo era especialmente importante para las minorías, ya que las fuerzas impersonales de mercado protegen a la gente de la discriminación en sus actividades económicas por razones al margen de su productividad.
Ese discurso justificativo fundamentado en que la libertad política deviene de la económica tiene muchos seguidores aun hoy en día. Muchos partidarios del libre mercado aducen que en cuanto se produce un crecimiento de la libertad económica, aumentan las expectativas de una libertad política, lo que conllevaría inevitablemente a una llegada de la democracia. Eso, sin embargo, no está demostrado totalmente en la práctica, con la existencia hoy en día de multitud de países cuyos gobiernos han aumentado su libertad económica, pero que no ceden en la política (China es un ejemplo). No es taninevitable la llegada de la libertad política con la económica.
Friedman (Capitalismo y Libertad, 1962), también decía que el control centralizado de las actividades humanas siempre iba acompañado, ineludiblemente, de la represión política.
Curiosamente no le dijo eso al dictador Augusto Pinochet cuando tuvo ocasión.
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“¿Nos puedes dar un resumen en pocas líneas sobre lo que te parece el neoliberalismo?”
El neoliberalismo o, más exactamente, las políticas radicales y fundamentalistas de libre mercado que llevamos sufriendo desde la década de los setenta, tienen estos puntos básicos como conclusiones:
1) No es eficiente desde el punto de vista económico científico, al contrario de lo que suelen predicar sus defensores.
2) No interesa como modelo económico al conjunto de la población: es un hecho demostrado que produce un gran incremento en la desigualdad económica (y, por ende, de más tipos: jurídica, política, social, etc.).
3) No me gusta hablar de “maldad” o de “bondad”, porque no son términos exactos, pero lo cierto es que es inevitable el mencionar que la aplicación de políticas neoliberales, aparte de ineficientes, suponen una involución con respecto a las mejoras y avances económicos que se experimentaron después de la Segunda Guerra Mundial. Desde un punto de vista econométrico, en vez de políticas fundamentalistas de libre mercado (neoliberales), yo aconsejaría la aplicación de políticas económicas del modelo nórdico (Suecia, Dinamarca, Finlandia, Noruega), herederas directas y mucho más eficientes de aquellos avances.
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Hasta aquí, el ensayo-resumen de la serie El neoliberalismo contrastado. Antes de despedirme, el aviso que hago siempre: el artículo no está cerrado ni mucho menos. Lo someteré a revisiones y ampliaciones continuas, como es mi costumbre.
Y… por si alguien me pregunta (porque sé que alguno lo pensaba hacer) algo como “sí, claro, te metes con el neoliberalismo pero, ¿a que no te atreves con el marxismo?”… le recuerdo que el siguiente ensayo, precisamente, trata de una crítica al marxismo. Lo siento por el pobre desgraciado que se haya creído al leer este ensayo (y conste que he ido avisando a lo largo del texto) que soy un marxista o un comunista pero no, no lo soy.
Insisto en lo que siempre digo: aquí van a recibir hostias y críticas TODOS los que se las merezcan. Todos. Sean capitalistas, neoliberales, socialdemócratas, demócratacristianos, anarquistas, marxistas… o seguidores del Atlético de Madrid.
¿Ha quedado clarito?
Pues ea, hasta la próxima.
Manifestaciones y pancartas que aluden directamente al neoliberalismo como objeto de crítica. De izquierda a derecha, yd e arriba a abajo: Madrid, 15 de septiembre de 2012; Lima, 27 de julio de 2013; Argentina, 2013; Santiago de Chile, febrero de 2008; Madrid, mayo de 2013; Barcelona, septiembre de 2012.
Manifestaciones y pancartas que aluden directamente al neoliberalismo como objeto de crítica. De izquierda a derecha, y de arriba a abajo: Madrid, 15 de septiembre de 2012; Lima, 27 de julio de 2013; Argentina, 2013; Santiago de Chile, febrero de 2008; Madrid, mayo de 2013; Barcelona, septiembre de 2012.
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6. Bibliografía.

Nota: muchas de las obras reseñadas se han consultado no tanto para la obtención de datos como para la constatación de opiniones y críticas como, por ejemplo, las obras de Noam Chomsky, el cual me merece una muy baja opinión como académico social –no entro en como lingüista-.
En inglés:
Harvey, David. A Brief History of Neoliberalism (2005).
Thomas I. Palley. From Keynesianism to Neoliberalism: Shifting Paradigms in EconomicsForeign Policy in Focus. 2004.
Chomsky, Noam and McChesney, Robert W. (introducción). Profit over People: Neoliberalism and Global Order. Seven Stories Press. 2011.
Oliver Marc Hartwich. Neoliberalism: The Genesis of a Political Swearword, Centre for Independent Studies. 2009.
Foucault, Michel. The Birth of Biopolitics Lectures at the College de France, 1978–1979. London: Palgrave. 2008.
Philip Mirowski, Dieter Plehwe. The road from Mont Pèlerin: the making of the neoliberal thought collective, Harvard University Press. 2009.
George H. Nash. The Conservative Intellectual Movement in America Since 1945, Intercollegiate Studies Institute. 1976.
Valdes, Juan Gabriel y Craufurd D. Goodwin. Pinochet’s Economists: The Chicago School in Chile. Cambridge University Press. 1995.
Stiglitz, Joseph E. Globalization and its discontents. New York: W.W. Norton & Company. Traducida como El malestar en la globalización, Editorial Taurus, Madrid (España), 2002.
Stiglitz, Joseph E. The roaring nineties: a new history of the world’s most prosperous decade. New York: W.W. Norton & Company. 2003.
Stiglitz, Joseph E. Making globalization work. New York: W.W. Norton & Company. 2006.
[Nota: por si alguien me pregunta le diré que las que me parecen mejores obras porque combinan seriedad, crítica científica y social son, con diferencia, las de Joseph Stiglitz.]
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En español:
Servicio de datos estadísticos de la OCDE.
Celso Furtado. Subdesarrollo y estancamiento en América Latina. Editorial Universitaria de Buenos Aires. 1972.
John Kenneth Galbraith. El nuevo estado industrial, Editorial Sarpe. Madrid. 1967.
Estela Grassi. Problemas y políticas sociales en la sociedad neoliberal. La otra década infame. Espacio Editorial. Buenos Aires. 2003.
Bardón, Álvaro, Camilo Carrasco A. y Álvaro Vial G. Una década de cambios económicos : la experiencia chilena : 1973-1983. Editorial Alfabeta. 1985. Santiago.
Fontaine, Arturo. La historia no contada de los economistas y el presidente Pinochet.  Editorial Zig-Zag. 1988. Santiago de Chile.
Valdes, Juan Gabriel. La escuela de Chicago: Operación Chile. Grupo Editorial Zeta.1989. Buenos Aires.
Klein, Naomi. La doctrina del shock. Editorial Paidós, Barcelona. 2007.

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