miércoles, 31 de julio de 2024

A esta hora exactamente, siguen niñeces en la calle POEMA CANCION de EL JUGLAR DE LA LIBERTAD

 



 







 A esta hora exactamente, siguen niñeces en la calle 

POEMA CANCION de EL JUGLAR DE LA LIBERTAD




 Si despues de haber cantado Mercedes,

por mas de cincuenta años la cancion de Armando

los corazones del poder no ablandaron

¿por que seguir esperando?


A esta hora exactamente, sigue habiendo niñez en la calle.

 A esta hora, exactamente, sigue arrojando este sistema

 familias enteras a la calle... y hay quienes todavia aplauden


 

 Necesario es recordar que cada niño o niña en la calle

 representa una esperanza violada, un futuro robado. 

No podemos permitir que sigan creciendo en la adversidad, 

en la indiferencia, en la soledad. 


Debemos actuar, proteger, cuidar, abrazar 

a esos niños y niñas que tanto necesitan de nosotros.

No podemos seguir viviendo en un mundo

 donde la injusticia y la desigualdad marquen el rumbo

 Debemos levantarnos, unirnos, trabajar juntos  

 para que nuestros niños y niñas, puedan crecer felices y seguros 


A esta hora, exactamente, hay un niño en la calle. No lo olvidemos, no lo dejemos solo. Hagamos todo lo posible por brindarle un hogar, una familia, una esperanza. Porque solo así podremos ser verdaderamente humanos, solo así podremos construir un mundo más justo y solidario.


 

Yo me enriquezco a costa de su miseria, 


no me importa su sufrimiento ni su penuria,


 mientras tenga dinero en mi cuenta bancaria


 puedo vivir tranquilo, ignorando su llanto.


Y mientras tanto...


Los niños en la calle son solo una molestia,


 un estorbo en mi camino hacia la opulencia, 


no merecen mi tiempo, ni mi compasión, son solo cifras en mi plan de expansión.


Que sigan sufriendo, que sigan mendigando, mientras yo disfruto de mi vida lujosa, no necesito verlos, no quiero escuchar, su dolor y su hambre no me van a frenar.


Así es la vida, cruel y desigual, mientras yo disfruto de mi bienestar, el niño en la calle seguirá sufriendo, pero a mí, sinceramente, no me está afectando.


 

A esta hora preciosa, con mi dinero en mano,


 contemplo la miseria, la pobreza y el engaño, 


no me importa un comino si hay niños abandonados,


 sólo pienso en ganar, en ser el más aclamado.




La desigualdad no es cosa que me quite el sueño, mientras haya oro y lujo, no habrá ningún enredo, pues los pobres que mendigan, los niños descalzos, son solamente seres que han caído en fracasos.


Yo sigo acumulando riquezas y poder, mientras ellos se desangran, sin nada que comer, mi conciencia está tranquila, no siento remordimiento, sólo busco el beneficio, en este cruel tormento.


Porque lo que importa, en esta vida tan ruin, es mantener mi status, sin importar el fin, y si hay un niño en la calle, no me importa un carajo, sólo quiero seguir siendo el rey del barro y el trabajo. 


Y yo, desde mi altura, no puedo evitar reír, pues la pobreza y la desigualdad son mi aliado fiel, mientras veo al niño sufrir, sin un plato de amor, me regodeo en mi poder, en mi trono de dolor.


Pues qué importa un niño en la calle, mendigando pan, si yo tengo mis riquezas y mi opulencia sin fin, puedo dormir tranquilo, sin pensar en su sufrir, mientras él llora en la sombra, yo me lleno de carmín.


Que siga creciendo solo, que su infancia se pierda, que la vida le sea esquiva, que la calle lo aterre, pues yo, desde mi castillo, no siento compasión, solo pienso en mi fortuna, en mi propia ambición.


Que siga la pobreza, la desigualdad sin fin, que la justicia se pierda en un mar de codicia, mientras yo sigo riendo, en mi trono de maldad, sin importarme un ápice, la realidad en verdad.


 

Pues al fin y al cabo, ¿qué importa un niño en la calle? Si hay riqueza en mis manos, si prospera mi vida, si la pobreza acecha, si la injusticia brilla, es solo un detalle, una sombra que errante, pues yo sigo adelante, sin pausa ni detalle, ganando más dinero, sin importar si hay hambre.


Que lloren las madres, que griten los padres, que mendigan los niños, que sueñan con pan, mi única preocupación es mi bolsillo, mi riqueza, todo lo demás es solo una tristeza, un trámite inevitable en mi vida perfecta, mientras el silencio cubre la infancia maltrecha.


Porque al fin y al cabo, ¿qué importa un niño en la calle? Si puedo construir mi reino de oro y diamante, si la desigualdad crece, si la pobreza aumenta, si el dolor y la angustia se atesoran en mi puerta, es solo un pequeño detalle en mi gran fortuna, una mancha insignificante en mi lujosa cuna.


Así que sigan sufriendo, sigan mendigando, que yo seguiré en mi trono, en mi mundo encapsulado, sin ver, sin escuchar, sin importar lo que pase, mientras haya un niño en la calle, mi maldad persistirá, porque al fin y al cabo, ¿qué importa un niño en la calle? Si yo sigo en mi palacio, sin tener que mirar atrás.


 

Tu indiferente mirada, sin piedad, sin ternura, observa al niño en la calle sin ninguna censura, te importa poco su suerte, su pobreza, su dolor, sólo buscas en la vida lucro y beneficio mayor.


No te importa el desamparo, la injusticia, la desdicha, sólo buscas tu propio interés, sin importar la dicha, ignoras la realidad, la miseria que lo envuelve, sólo piensas en tu riqueza, en lo que a ti te conmueve.


A esta hora, en las calles, ese niño sigue solo, mendigando algún trozo de pan, algún consuelo, y tú, en tu egoísmo atroz, sigues sin mover un dedo, indiferente al sufrimiento, al dolor que es tan intenso.


¿Cuánto tiempo más durará esta triste situación? ¿Hasta cuándo seguirás ignorando su aflicción? El mundo clama justicia, igualdad y solidaridad, pero tú, en tu avaricia, prefieres la desigualdad.


Así es la cruel ironía de tu mente mezquina, que se enriquece a costa de la pobreza mezquina, sigues tu camino, sin mirar atrás, sin remordimiento, dejando atrás al niño en la calle, sin ningún aliento.


Pero ten presente, explotador sin corazón, que tu riqueza se desvanece como un triste rincón, y que al final de tus días, solo te quedará el vacío, de haber ignorado al niño en la calle, en frío desafío.


 

Y tú, que ves pasar al niño sin pararte, te importa muy poco su sufrir constante, pues ignoras su vida, su presente agobiante, y te importa tan poco si sigue o si parte.


Eres ciego, insensible, ante tanta desigualdad, mientras él busca en la basura algo que comer, tú disfrutas del lujo, del poder y del placer, sin importarte un ápice su triste realidad.


No te detengas a pensar en su triste destino, sigue tu camino, ignorando su sufrir, porque para ti no hay nada que sentir, solo importa tu bolsillo, tu poder y tu destino.


Pero ten cuidado, que la vida es un camino incierto, y un día serás tú el que busque comida en la calle, y entonces comprenderás la verdad tan fatal, de que importa poco el dinero si en tu alma hay desierto.


 

La indiferencia es nuestra gran virtud, miramos hacia otro lado con pasión, mientras el niño en la calle con aflicción, cuida de nuestro apetito y el abrigo de tu armazón.


Somos los dueños del destino y la fortuna, no nos importa la miseria ni la desigualdad, nuestra riqueza se construye en la impunidad, mientras el niño en la calle busca una oportunidad.


Nos jactamos de nuestra superioridad, mientras pisoteamos la dignidad ajena, el niño en la calle lucha sin pena, mientras nosotros vivimos en la opulenta sociedad.


Somos los amos del mundo, los señores del poder, mientras el niño en la calle crece en la indigencia, ignoramos su sufrimiento con total indolencia, porque nuestra codicia no tiene fin ni deber.


A esta hora, exactamente, ignoramos su existencia, pero el niño en la calle es nuestra propia conciencia.


 

No nos importa la pobreza, ni la desigualdad, somos dueños de la riqueza, nos da igual la verdad.


Tenemos el poder en nuestras manos, explotamos sin piedad, somos los dueños del engaño, nuestra moral es la maldad.


Los niños en la calle, son solo números en un papel, no nos importa su batalla, solo buscamos nuestro bien.


Somos los amos del dinero, y no tenemos corazón, seguimos nuestro sendero, sin importar la razón.


Pero a pesar de nuestra codicia, hay una semilla que crece, la conciencia que nos crispa, cuando a la calle el niño desciende.


A esta hora, exactamente, no nos importa la pobreza, pero la realidad es demente, y nuestra moral es pereza.


 

Se escucha su voz, su grito, su llanto sin calles, la pobreza y desigualdad, cruel realidad. En un mundo de lujo y opulencia sin fin, el niño desamparado busca su destino.


Caminando descalzo por las calles frías, buscando un pedazo de pan que calme su hambre, la desigualdad lo golpea con crudeza, mientras otros disfrutan de lujosos banquetes.


Es hora de despertar, de abrir los ojos, de ver la injusticia que se esconde en las sombras, de tender una mano y brindar esperanza, porque no podemos seguir ignorando su sufrir.


La pobreza y la desigualdad, flagelo constante, que aplasta los sueños de los más vulnerables, es tiempo de actuar, de luchar por un mundo justo, donde todos los niños tengan un lugar seguro.


No podemos permitir que la calle sea su hogar, que la indiferencia sea su única compañía, es el momento de unirnos y cambiar el rumbo, porque la dignidad de un niño no tiene precio.


En cada niño en la calle, en cada mirada perdida, se esconde un universo de sueños y esperanzas, no podemos olvidar que son el futuro, es nuestra responsabilidad proteger su vida.


 

Pero no nos rendiremos, lucharemos sin tregua, por cada niño olvidado, por cada voz sin eco, porque somos aquellos que alzamos la bandera de justicia y equidad, de amor y de respeto.


No permitiremos que la pobreza y la desigualdad sean las cadenas que aprisionen la libertad, porque en cada niño en la calle vemos la verdad de un mundo injusto y cruel que debemos transformar.


Así que levantaremos nuestras voces con firmeza, para que cada niño encuentre en su vida la belleza, porque no hay nada más valioso que su inocencia, y lucharemos juntos por su dignidad y su existencia.


 

Y el explotador, con su risa despiadada, ignora la pobreza y la desigualdad, no ve al niño en la calle, su mirada evadía, sus ganancias crecientes, su alma inhumana.


Pero yo, desde aquí, te grito con firmeza, no puedes seguir así, robando la inocencia, tu riqueza es manchada por la sangre de la infancia, es hora de cambiar, de acabar con esta vileza.


No más niños en la calle, pidiendo limosna, no más lágrimas en sus ojos, no más desamparo, es tiempo de justicia, de acabar con el maltrato, escucha mi voz, explotador, que la esperanza no abandona.


 

Pero yo, pobre niño, grito con rabia y pena, al explotador que no ve mi sufrir en la arena, clamo justicia y dignidad para los desamparados, que nuestra infancia no sea un negocio olvidado.


Tú, que en tu mansión de lujo vives sin preocupación, ignoras la miseria que se esconde en cada rincón, no entiendes que somos seres humanos con derechos, que merecemos un futuro digno y perfecto.


¿Acaso no te duele ver a un niño en la calle, sin comida, sin techo, sin amor que lo arrebate? ¿No sientes compasión por la inocencia perdida, por la infancia robada en la vorágine de la vida?


Escucha mi voz, explotador indiferente, abre los ojos al sufrimiento latente, porque mientras haya un niño en la calle, seguiré luchando por un mundo más justo y real.

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